domingo, 30 de enero de 2011

Testamento de fin de año

Habla el último viejo que se quemará en la Tierra: 

Soy el viejo _ _ _ _, el último año de la Tierra,
de Gea o como quiera que deseen llamarle al hogar de esos simios
que surgieron de quién sabe qué lamentable accidente
en el laboratorio de Dios;
soy quizá el 2012 de Nostradamus y los mayas o el 4006
que Sforza Galitzia sacó de La Última Cena
de Da Vinci;

A diferencia de otros años, de mí no obtendréis
una recopilación de hechos ni mucho
menos un gramo de humor;
perezcan Heródoto y Moliere pues en este
testamento solo hallaréis la expresión de una
amargura monolítica y fosca cual túnel donde el color
se disuelve en el negro falaz con que la muerte
ríe en la boca[1]

“Me voy para dar paso a X año”, diría un año común
y corriente pero yo…yo no puedo decir eso
porque después de mi vendrá la misma nada en cuyos
sarrosos colmillos será triturada aquella
esfera en que Hitler y otros locos como Nerón
o Pinochet cantaron himnos de muerte y destrucción.

Y es que yo soy El Omega de La Historia y allí,
en lo que sigue de mí, allí no hay mañana ni esperanza posible[2]:
¿Qué podría entonces legarles?
¿Qué herencias podría repartir cuando todo posible mañana
en que esa herencia se goce (o sufra) sería mera fe o conjetura?

Quizá podría dejarle, a la Humanidad en su conjunto,
la certeza amarga, incisiva e inapelable
de saber que todas las ideologías y religiones no fueron
más que humo, polvo y uno que otro insignificante
arañazo contra el inmenso muro de vuestra miseria;
y así, por ejemplo…:
marxistas, os largáis del mundo como un pedo en la oscuridad[3]
parte del sucio ano en que alguna vez moró;
os largáis, marxistas, con vuestra utópica fantasía
de la sociedad sin clases hundida en
los ajusticiados de Stalin y en las innumerables mordidas
que los perros de El Imperio os dieron en
tantos lugares de esta horrenda esfera;
y vosotros en cambio, falaces descendientes de Adam Smith,
os marcháis dejando una horda innumerable
de niños hambrientos mientras ‹‹la mano invisible››
se masturba pensando en la prosperidad económica tras
la horrenda cortina de las polarizaciones; mas no lloréis,
no lloréis: allí en el infierno tendréis vuestra
parcela privada de dolor asegurada (porque el  Diablo
es capitalista, ¿o no sabían?...)…

También, y estas son herencias para casos
preocupantes, yo les dejo:
a los testigos de Jehová que no se van a salvar
(ya que son más de 144.000, ¡Oh Dios!), como consuelo, la
frasecita esa de Epicuro que dice que
“Cuando nosotros estamos, la muerte no está; cuando
la muerte está, nosotros ya no estamos”:
sé que les servirá pues ustedes no creen en el infierno
sino en la inexistencia post mortem (por lo cual también
recomendaría esta frase a los ateos…);
y a los judíos ―esas ratas― les dejo como herencia
el consuelo de que justo ahora, que falta
tan poco para el fin, casi todos se dirán
“I wanna stay at home for the end of the world”[4]; así
pues, vayan y pídanle a la gente su dinero:
créanme que ya solo a ustedes les importa;
pues mañana, ―oh cucarachas que os engañáis
mirando en el espejo la obra de un Dios― mañana
el sol no volverá a sentir el hastío pro nihilista
de fulgir sobre vuestros cráneos sin luz donde la trascendencia
se ahoga y el optimismo ―ese engendro ciego y sin nariz―
sonríe en medio del inmenso basurero
que vuestros linajes han dejado como evidencia
de que no sois otra cosa más que un triste eructo
de la causalidad biológica:

Y así pues, nada de ropa interior roja para
atraer al amor (que por cierto no existe)
o amarilla para las buenas energías (que nada pueden
ante vuestro fango energético);
nada de doce patéticas uvas para que el año que venga
alguna imaginaria fuerza sobrenatural os otorgue uno de vuestros
mundanos e irrelevantes deseos;
nada de velas o lentejas, de piedras o billetes;
pues solo, solo veo ahora en la noche triste, aprendo,
sé que el infierno se abre sobre la tierra[5], sé que todos
vosotros arderéis en el jodido infierno o seréis
reducidos a la inexistencia:

Más ya he hablado mucho, he hablado mucho…
y va llegando la hora de que me despida, de que me
vuelva tácito como un racimo de tibias pulidas
por el beso lodoso[6]; mas no sin antes
dar mis bendiciones:
a los locos que en su incomprendida sabiduría
vivieron negando o deformando el absurdo supremo
de nuestra infame realidad;
a los ascetas que despreciaron al mundo
como aquel Diógenes que andaba
con linterna en pleno día a ver si encontraba
un hombre honesto;
a los niños que mañana morirán sin haber
asimilado toda la mierda seudoracional
de nuestras convenciones y prejuicios;
a las piedras, a los grillos, a los monos;
a los árboles y a todo aquello
que aún no hiede a humanidad descompuesta
en la lepra de la convivencia social.

Dicho esto se despide, con exquisita misantropía, el único ‹‹viejo››
que tendrá la dicha de quemarse junto
a sus verdugos…

 
















[1] ‹‹túnel donde el color se disuelve/en el negro falaz con que la muerte ríe en la boca››, Vicente Aleixandre.
[2] ‹‹allí no hay mañana ni esperanza posible››, Federico García Lorca
[3] ‹‹como un pedo en la oscuridad››, Leopoldo María Panero
[4] ‹‹I wanna stay at home for the end of the world››, Armor For Sleep
[5] ‹‹veo ahora en la noche triste, aprendo,/sé que el infierno se abre sobre la tierra››, Giuseppe Ungaretti
[6] ‹‹tibias pulidas por el beso lodoso››, Homero Aridjis

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