sábado, 21 de julio de 2012

La novela de El Marqués

NOTA: Esta novela fue escrita hace unos 5 años por Rodrigo Vivar Castillo. En ese entonces un sujeto  de 20 años; en la actualidad, tras su muerte en un accidente de tránsito: polvo bajo la madera de un sarcófago, tierra en medio de la tierra, rostro disuelto por la muerte, recuerdo vago, sombra de una sombra...nada.

La novela era bastante ingenua y Rodrigo no quería que la publique; pero, por lo original e imaginativa que era, no pude evitar romper mi palabra y la publiqué...Ahí les va, con todo y los errores ortográficos (no muchos, por suerte) que Rodrigo cometió:




EL MARQUÉS



Narrador 1

El espacio y tiempo en que la historia que os deseo narrar se inicia, no será al lector comunicado, sino que mas bien permanecerá como una incógnita más en el curso de nuestra narración; pero yendo ya a nuestro relato, empezaré a narraros los acontecimientos.

Era un día como cualquier otro en la vida del insecto que investigo, de aquella triste ameba que se revolvía frecuentemente en el fango de sus meditaciones, de aquel joven marqués de 26 años que poseía una vida de lujos y cuyo nombre era Aldaris.

Aldaris, mirándose al espejo a la luz de una vela: << ¿Quien eres tú, vil engendro del error humano? y sin embargo ilustre servidor de una causa noble, tú que adoras ver la sangre del inocente en el altar del mal endiosado, dime acaso si pretendes seguir jugando con la vida de tus servidores>>…
Así transcurría en sus meditaciones, cuando llegado a un punto en la línea de sus pensamientos decidió mandar a traer a un pequeño niño que había hecho secuestrar por algunos de sus más fieles vasallos. Una vez hubo atado al niño en una silla de metal, tuvo lugar la siguiente escena:
Aldaris. —Dime, hijo, ¿cuál es tu nombre
Niño. —snif, snif,….. (sollozaba)
Aldaris. —¡Contesta ya, pusilánime reflejo de la miseria! (acto seguido lo azotó)
Niño. — Me llamo Juan
Aldaris. —Pues bien, pequeño, te pido que ingieras aquellos gusanos que ves en el recipiente de mi escritorio, si acaso deseas que tu madre no sea quemada viva al salir el alba
Niño. — Lo que sea (acto seguido comió los gusanos mientras algunas lágrimas acariciaban sus mejillas)
Aldaris. — Bien, ahora que has comido los gusanos te informo que tu madre no vivirá un par de horas más como para ver salir el sol. (dicho esto abrió unas cortinas detrás de las cuales yacía la madre del niño, atada y con la piel de la cabeza extirpada)
Entonces el marqués, con lágrimas en los ojos y envuelto en el más hondo dolor, tomó un candil y empezó a quemar los ojos de aquella mujer: gritaba la mujer horrendamente y el niño sollozaba mientras la agonía brillaba en sus ojos inocentes, y transcurrido un momento en dicha situación, aconteció que una espada sujetada por la mano del marqués atravesó rápida cual relámpago el pecho de la mujer.
Así ocurrido, el marqués se acercó al niño y beso tiernamente su frente, luego de lo cual tuvo lugar una escena horrenda en la cual el marqués le quemó los pies mientras alababa a Satanás. Triste fue ver como luego de tal sacrificio el infierno crecía en el corazón de este hombre, y es que este esclavo de la estulticia, una vez hecho el sacrificio, entró en la disyuntiva entre el amor al mal y a aquella con quien había compartido buena parte de su vida, siendo aquello producto de su indecisión ante el sacrificio que tenía pensado hacer de su esposa. 
Pasaron las horas y una vez llegada la madrugada decidí atormentarlo un poco.


Narrador 2
Había el demonio implantado sus banderas en cada región de mi alma, cada recinto estaba tomado y en mí no cabía sino el inmundo deseo de ir contra lo más bello que sobrevivía en mi alma y que acaso era aquello por lo cual aún no era por entero merecedor de ser enmarcado en la lista de aquellos que no son dignos tan siquiera de gozar del arrepentimiento inscrito en la sinceridad de un corazón aún un poco puro.

Seguía yo sumergido en el oscuro pantano de mis pensamientos, a la par que notaba como la noche iba cediendo paso a la madrugada que se aproximaba velozmente, en una prisa incomparable por hacer más hondo el agujero de mi desesperación, así transcurría todo y sin embargo yo no había tomado una decisión sobre el destino de la marquesa, no obstante iba cobrando mayor espacio el deseo de ver a esta desdichada doncella emanando sangre en el altar de mis infames tributos, y pues de pronto sucedió que la espera vio en mi mente disiparse la oscura neblina de mis dudas, y así luego de esto me encaminé sin culpa alguna hacia la cama en que yacía Josefina, dispuesto sin miedo alguno a asesinarla, pues había a falta de tiempo elaborado el riesgoso plan, de luego de su muerte hacerme un par de heridas con el puñal # 2 a objetivo de fingir haberle dado muerte en defensa propia, más debo antes de seguir, mencionar que la habitación tenía compartimientos secretos, sistemas que aislaban el sonido, y que de tal forma había yo planeado las cosas que los ruidos del anterior suceso no despertaron a mi futura víctima.

Más bueno, pasando a lo que más os deseo narrar, les digo pues que una vez asegurado todo, la anestesié y enterré el puñal en su cuello... Luego de esto entré en un estado tal de sufrimiento, que me parecía que nada en el mundo tenía sentido, tan profundo llegó a ser mi dolor, que envuelto ya en las fatales redes de la culpa tome mi navaja y hecha en mi piel una herida, tome de allí mi sangre para escribir tres patéticos poemas.


Narrador 1
Después de todo esto sucedió que Aldaris me invocó, pasaron así unos quince minutos en los cuales yo encontraba placer en ignorar sus súplicas y ver como sus lágrimas indignas maldecían el suelo de su habitación con tan solo su insultante presencia sobre la superficie de aquel. Luego de dicho intervalo sucedió que una especie de espiral multicolor y sumamente resplandeciente surgió de la nada sobre nuestras cabezas, medía aquella unos dos metros de diámetro aproximadamente, pero…lo que después de esto aconteció le corresponde narrar a aquella pequeña lombriz.

Narrador 2
Recuerdo que luego de la aparición de aquella hermosa espiral fui absorbido por una fuerza misteriosa y espiritual, iba mi cuerpo lentamente desmaterializándose en tanto que por mi memoria se sucedían los momentos más dulces que brillaron en el cielo casi de estrellas desposeído que ha sido mi infausta existencia, transcurrido esto me encontré repentinamente en el lugar mas lúgubre que jamás halla visto antes, más solo lúgubre no era aquel, sino ante todo extraño y sobrenatural, era esté según percibía, una especie de túnel dotado de un diámetro descomunal que parecía no tener final alguno, a lo largo del cual había pequeñas lucecillas verdes armónicamente distribuidas, análogas en tamaño a luciérnagas. Estaba yo entre todas estas maravillas suspendido sobre un tipo de sendero serpenteante y blanquecino, alrededor del cual se vislumbraban de forma intermitente espíritus con el rostro ensangrentado y las cuencas de los ojos vacías, ánimas aquellas que emitían los alaridos mas espeluznantes que pudiera tener alguien la desgracia de oír, y no solo merodeaban estas almas alrededor del sendero, sino que se veía también una procesión de fetos fantasmas que hacían de jinetes sobre las espaldas de unas mujeres desnudas y con el cuerpo enrojecido de tantos latigazos que estos fetos les propiciaban.

 Seguí yo en medio de este cúmulo inexplicable de acontecimientos, en medió de los cuales mi alma parecía pasar desapercibida por todos aquellos seres que habitaban el túnel, de pronto sucedió que empezaron a oírse campanas por doquier y que no obstante no conseguía ver tan solo una. Aconteció que luego de haber andado casi un día aproximadamente, logré ver una iglesia y con ella el final de aquel camino, extraña era esta iglesia pues todas las estatuas de santos, la virgen y el cristo eran esqueleto; en el suelo había sangre y sentado en el altar estaba el niñito Jesús con una túnica blanca, me acerqué al pequeño y lleno de devoción y tristeza al ver su llanto, le ofrecí una rosa más blanca que la nieve y le pregunté: << ¿Señor mío, porque lloráis?>> , a lo que el pequeño respondió: <<Estas lágrimas que ves se derraman por que hay pecadores que no conocen la belleza del bien>>. Dicho esto el pequeño desapareció dejando un  papelito en el que se podía leer: ¨ Hay cosas que solo se comprenden desde la fe ¨. Luego de ver su contenido no pude sino quedarme un tanto extrañado y preguntarme por donde debía de seguir, pues me encontraba solo en una especie de dimensión desconocida en la que súbitamente y contra toda concepción previa que del Universo tenía, había yo desembocado por no se que causa o causas que mi entendimiento no alcanzaba por lo pronto a dilucidar, así pues en medio de la incertidumbre decidí recorrer la iglesia, dicho lo cual debo acotar que mi desesperación mayor radicaba en el hecho de que la iglesia se hallaba en un lago de sangre, que este complejo de iglesia-lago era como un círculo al final de una especie de camino tortuoso y aparentemente infinito para el lado contrario, más para aclararos mas las cosas, debo decir que entré a la iglesia por un extraño puente dorado, y que el lago se hallaba suspendido sobre el vacio. Bueno, así y después de lo acontecido decidí tomar un descanso, más mientras me dirigía a la parte de la iglesia más propicia, note una especie de pasadizo, luego de lo cual comprobé que era tal en efecto, y que para mi asombro este me condujo a una especie de portal de color púrpura brillante, luego de haber visto el portal me decidí a entrar…

Narrador 1
Aldaris entró y sin embargo no tenía idea de que yo venía con él, de que mi espíritu vil y maldito lo acompañaba como acompaña la culpa al criminal, no sabía en efecto que a cada instante el Dios que él llevaba dentro se iba desvaneciendo bajo el influjo de mi creciente odio.

Narrador 2
Aparecí en un lugar sobremanera particular, era aquel una bahía rodeada de un conjunto de colinas sin árboles, divididas sus superficies en rectángulos de distintos colores y formados todos ellos por pasto, habían también en el centro de la bahía 3 triángulos de luz blanquecina flotando sobre un pilar de cristal que emergía del mar y en cuya punta se erguía una hermosa bandera de color blanco brillante. Me pregunté pues de forma natural que significaba ese conjunto de símbolos, más no obstante me puse en marcha, pues necesitaría algo de comer en tanto que me había vuelto a materializar de manera inexplicable, pero extraña sorpresa fue verme y hallarme cubierto por un traje negro y una máscara metálica sobre mi rostro, como también fue sorpresivo e incluso inquietante el hecho de hallar en mi bolsillo un espejo. Una vez hube sacado el espejo contemplé mi mascara, la cual estaba dotada de un aspecto misterioso, más sin poder resistirlo, me quité la mascara y para mi desgracia descubrí que mi rostro había sufrido quemaduras, que era de lo más repulsivo y aterrador, y que viendo esto podía constatar en el espejo como iban mis ojos llenándose de horror  y desconsuelo en tanto que mis labios eran por el momento tan solo humedecidos por la abundancia de mis lagrimas.

Así permanecí como por una hora, absorto y como sintiéndome víctima de mi fortuna, sin embargo, decidí decirme a mi mismo en la ingenuidad de mi optimismo: <<Las dificultades surgen, se consideran y superan >>, y pues a través de esto y reflexiones de similar naturaleza logre encender en mi alma el fuego de la determinación. Una vez hube emprendido el recorrido por esas tierras extrañas y anegadas por el misterio, no pude evitar ser invadido por un enorme sentimiento de soledad, no obstante los obstáculos que el contexto me imponía me hacían decidirme por la resignación ante aquel sentimiento, esto de forma paralela a la elección de ignorar dicho sentimiento en términos de mi pensamiento y dedicar la energía de mi mente a tratar de hallar algún modo de garantizar mi supervivencia. Pasadas ya como tres horas y ante la proximidad del atardecer, decidí sin más encaminarme por lo obvio y así me dirigí a la playa a buscar cangrejos, pasé buen tiempo allí acumulando cadáveres de crustáceos, como también ostiones y animales parecidos que pude hallar en los acantilados, así pues era evidente que contaba con una fuente estable de nutrientes. Había al amanecer del día siguiente optado por dirigirme al norte, el cual siempre me resulto más inspirador que el sur sin razón aparente alguna, así pues eché a andar y pasados tres días pude al fin hallar algo de civilización, había en cuestión sobre una colina más alta que las demás una enorme torre de mármol rojizo, alrededor de la cual había un enorme conjunto de vegetación poblada por abundantes y grandes espinas, una vez hube examinado el contexto decidí sin mas tocar la puerta negra de aquella torre.

 Luego de mucho insistir se abrió la puerta sin ejecutor patente del hecho en cuestión, y una vez adentro me encontré con un espectáculo que a cualquiera que aún conservase un poco de cordura le amenazaría con caer en el abismo de la locura, había allí adentro un enorme grupo de retrasados mentales que oscilaban desde el simple retraso hasta la tangencia con la circunferencia de la monstruosidad más atroz, despreciable, patética y mugrienta que pueda la naturaleza vomitar en el plano de la existencia humana. Permanecí petrificado un buen rato, luego de lo cual me puse a temblar del miedo a la vez que me llenaba de compasión por tales engendros de la naturaleza, acontecido un intervalo de mediana duración, contemplé con temor como se me acercaban dos de esas criaturas repugnantes, hecho ante el cual perdí la razón y de rodillas supliqué para que no me hicieran daño, no obstante escape como una gallina estúpida y trepé al segundo piso. Allí en mi desesperación comencé a tocar una pequeña puerta dorada, puerta de la cual surgió un sujeto de apariencia extraña, era aquel un tipo con bigote, sin barba, como de unos 45 años, con anteojos y cabello rojizo y alborotado, vestía un traje a cuadros y fumaba pipa, además de que el infeliz cargaba una espada en su mano derecha. Visto esto me arrodillé y pedí piedad aterrorizado, ante lo cual el condenado hijo de Satán no hizo más por el momento que soltar una carcajada llena de sadismo y acento burlón, luego de lo cual me dijo: <<¿Quién eres, que haces aquí y qué quieres?>> , yo por mi parte le dije que era un marqués que había perdido todo y que venía a buscar ayuda a cambió de la cual estaba dispuesto a prestar servicios si era necesario, después de haberle respondido, el sujeto me comentó que esos retrasados mentales que yo había observado eran sus mascotas, que las tenía en su torre por que se divertía mucho con su extrema imbecilidad, que el era un matemático, lógico, físico, astrónomo y filósofo, y que por su posición de duque tenía un gran conjunto de tierras que gobernaba, que estás se hallaban un tanto lejos pero que tenía en la torre un ejercito de elite con muchas armas que el mismo había diseñado, que tenía tanto dinero que muchas veces no sabía que hacer con tanto que le sobraba, y que yendo al grano me podía dar mucho mas dinero que el que me ofrecerían por 6 meses en cualquier puesto de trabajo que en sus tierras hubiera, esto a cambió de que convenza a 7 niños para que usen objetos sagrados de la religión cristiana, judía y musulmana, como también objetos de culto satánico para divinizar a un equilátero, a un isósceles y a un escaleno. Ocurre que aquella oferta fue aceptada por mi sin muchas cavilaciones, y así y sin más decidí emprender mi viaje al pueblo más cercano.

Una vez hube llegado tuve la idea de recurrir a las presas más fáciles, a saber, los niños que eran víctimas de la pobreza, de este modo pues lograría a mi pensar el objetivo sin dificultad alguna prácticamente, ya que repartiría 1/6 de mi fortuna entre los 7 pequeños, y que claro está, era el 1/7 del 1/6 del total algo nada pequeño, lo que le tocaría a cada uno de esos niños.

Parecía un día como cualquier otro aquel en que por vez primera iba a conocer el pueblo que tenía previsto y del cual nada sino su ubicación había escuchado yo, así y sin ningún sentimiento que invadiese mi tranquilidad seguía yo recorriendo el desierto, más de pronto alcancé a divisar un par de colinas que se extendían a lo largo de una franja de aproximadamente 2 km, y es que cabe decir que aquellas colinas guardaban una apariencia ciertamente inquietante, pues a lo largo de estas se vislumbraba una especie de neblina en la que se notaba la presencia de esferas de luz roja, las cuales aparecían y desaparecían, ya sea en movimiento, ya sea estáticas, pero siempre de forma simultanea y pasando 7 segundos entre una y otra aparición, esto junto a un tiempo de permanencia de 8 segundos. Estuve yo en la contemplación de aquello absorto como unos 5 minutos, luego de lo cual por no sé qué extravagante impulso inspirador, decidí tomar un papel y anoté: se forma con ambos el número 78 bajo el orden de <<ausencia, presencia>>, y el número 87 bajo el orden inverso de tales parámetros, su suma es 15, la resta primera; (7 – 8 = - 1) , la segunda; (8 – 7 = + 1), la suma ; (-1 + 1 = 0), juntando los números de la suma y la resta se puede obtener bajo el orden de <<suma, suma de las restas>> 150, bajo el inverso 015 que es pues 15, y así muchas cosas más, no obstante algo en mí me decía que limite mis observaciones a los datos que he mencionado.

 Bueno, sin detenerme más en estas cosas proseguí, y así siguiendo el camino observé como detrás de la cadena montañosa se hallaba un pequeño pueblo constituido en su mayoría de casas de piedra, aquel pueblo era realmente extraño, pues no solo que se hallaba en una pequeña bahía de aguas dotadas de un azul profundo, sino que además había una enorme catedral sumamente descuidada, con las paredes cubiertas de moho y musgo. Estaba dicha catedral en medio de un patio rectangular delimitado por un muro de piedra, había en dicho patio una piscina frente al mar, y además de estas cosas noté con mis binoculares un detalle ciertamente espeluznante, consistente aquel en el hecho de que en la punta de un palo de hierro que sobresalía de  una cúpula, se hallaba una cabeza de hierro con la boca abierta en una expresión de intenso dolor. Era aquella cabeza correspondiente a un hombre de unos 25 años aproximadamente, con facciones judías, con barba corta, sin bigote y con una marca en la frente que decía: ¨ Amigo de Jesús ¨. Pasaron las horas mientras yo dormía sobre una colina, pues no había podido hacer frente al cansancio que me representaba caminar tanto con apenas un poco de cereales como provisión de viaje, llegadas ya las 6:30 de la tarde ocurrió para mi sorpresa que mi sueño se vio cortado por una mano extraña que tocaba mi hombro, desperté pues y pude constatar que frente a mí se hallaba un pequeño de unos 10 años, le dije: <<¿Por qué me despiertas niño?>>, a lo que el pequeño respondió: << Me inspiraste compasión amigo y no pude más que decidir traerte un poco de alimento y ofrecerte mi guía hacía un lugar en el cual podrás dormir cómodamente por tiempo prolongado sin que tu vida corra peligro>>, a esto le respondí: <<Muchas gracias criatura, pero dime, ¿Por qué correría peligro mi vida?>>, entonces me dijo: <<Tu vida corre peligro por que ocurre que en la noche un grupo de criminales sumamente ágiles acecha este pueblo oculto entre los montes de los alrededores, tienen estos unas ballestas de gran alcance y gustan de herir una persona al día siempre que pueden dentro de los 360 días del año y en los 5 restantes matan una persona diaria cuando se les presenta alguna victima a partir de su hora de aparición que es las 10:00 de la noche. Estas cosas te las digo porque así ha estado ocurriendo durante 5 años, y para que tengas una idea más completa de la demencia de estos sujetos, te informo que cada navidad lanzan en medio de la plaza con una catapulta un bebé vivo que obviamente muere al caer>>. Después de haber oído esto y proseguido la conversación en torno aquello durante unos 10 minutos, empezamos a hablar de otras cosas en tanto que caminábamos hacía el pueblo, así estuvimos una media hora en la cual me enteré que su nombre era Emmanuel y que según él, si yo lo había visto había también visto al padre Dios, cabe resaltar eso sí, que a pesar de tener tan solo 10 años mostraba gran sabiduría e inspiraba en mí de forma misteriosa el deseo de ser mejor persona, como también una gran paz, una intensa felicidad y una gran confianza en su persona.

Llegadas las 7: 30 y después de que el niño me condujo fuera del pueblo, me enseñó aquel un túnel con paredes de piedra en el cual entramos, y una vez en el fondo me mostró un pasadizo que conducía a una especie de morada subterránea, como también me pidió que orara 7 padres nuestros cada noche enfrente de un pequeño altar que había allí, además de que después de eso diera agradecimiento a un tal Saúl que había fallecido y dijera la palabra auric; me dijo pues que todo eso era necesario si quería evitar que algunos espíritus me atormentaran hasta hacer que del miedo muera por paro cardíaco, y no solo esto, sino que me dijo que si se llegaba a dar que algún aldeano me daba hospedaje, no duraría yo ni 3 horas sin ser asesinado, pues decía que en ese pueblo todos tenían un culto extraño y que una de las ordenanzas era matar a todo extranjero que se hospedara en una casa de un miembro del culto, que habían unos pocos que se veían impulsados a ello por una maldad extrema, y que al duque no le importaban estos sucesos en lo más mínimo.

 Todas estas cosas de los aldeanos las había sin embargo escuchado ya antes en boca de unos 3 sirvientes del duque, y así con tanta corroboración de aquello, no quise sino tomar la decisión inamovible de cumplir con lo que el niño me sugería. Luego de rezar esa noche y decir la clave, le dije al pequeño que era mejor que se fuera, después de lo cual el niño me abrazó y como un fantasma simplemente se desvaneció en el aire luego de decirme que debía enmendar y pagar muchas de mis faltas.

Narrador 1
Había Emmanuel sembrado el bien en la voluntad de Aldaris, y siendo aquello un muro que se levantaba en contra de mis finalidades, no tuve más opción que tomar la determinación de manipular la conciencia de aquel frágil y mugroso parásito cuya vida no tenía más valor que servir como ofensa al creador.

 Así ocurrió que una noche me le aparecí tomando la forma de su difunta esposa, de modo que él creyera que se trataba de esa sucia ramera. Aparecí pues con un vestido gris y emanando lágrimas que si bien parecían de lo mas penosas, no eran sino genuinas hijas de la falsedad. Una vez hube aparecido, el Conde me miro atónito y como absorto en una amalgama de miedo y amor. Fue entonces que me le acerqué con una mirada llena de odio y deposité ante sus pies una carta, acto seguido desaparecí, en la carta había escrito: <<Desde que la muerte me llevó no he conocido mas que tormentos, día a día soporto el peso de las cadenas que he forjado con mis innumerables pecados, en mi mirada no ha vuelto a amanecer y aquellos momentos de felicidad que antaño viví, no hacen sino eficaz binomio con los errores que dejé escritos en el libro del pretérito.

 Minuto a minuto va este dúo anegando mi corazón en la hiel más amarga que pueda un alma tener la fatalidad de sentir como punzada, que a pesar de provocar un dolor infinito, capaz no es de romper el lazo que me ata al término existencial.

 Así, y entre otras espinas que la vida entreteje en la negra línea de mi continuidad, vienes tú, miserable hombrecillo a llenarme de odio con la nauseabunda presencia de tu recuerdo, y entonces aprovecho esta pausa en medio de mi esclavitud para que entiendas que jamás te quise, solo quise tu dinero, que aquella fidelidad que creías ver en mí, no era sino una ilusión que astutamente metí en tu cerebro ingenuo; y por último, que tu vida no vale nada y que ni el infierno se dignaría en recibirte una vez hallas hecho aquello que será tu única obra de caridad, a saber: largarte de este mundo nuevo que has venido a contaminar con tu maldita existencia.>>

Una vez Aldaris hubo leído la carta, no pudo mas que romper a llorar como quién sabe a ciencia cierta que ni vivir ni morir le viene.Fue entonces que el odio y el rencor empezaron a vislumbrarse en sus ojos, sirviendo ambos como semillas del mal que próximamente habría de volver a morar en la profundidad de su espíritu, así pues mi plan había dado resultado, pronto se pondría a buscar aquellos 7 niños que necesitaba el Duque para sus fechorías de loco extravagante y cruel.

Narrador 2
Eran las 7:00 de la mañana. El odio era tan grande que ocupaba mi alma entera y había yo vuelto a desear conseguir aquellos 7 gusanos que mi plan requería. Así pues pasé el día entero en dicha faena, la cual por cierto tuvo mucho éxito, pues no bien eran las 4:35 de la tarde, ya tenía 4 presas en la palma de mi mano.

Eran las 7:47 cuando partí junto con esos animalillos al castillo del Duque, suficientes provisiones tenía yo previsto para aquel viajecillo de más de un día… pasaron las horas, con las horas los días y finalmente un viernes a las 6:33 nos hallábamos en un punto clave de la trayectoria.

 Estabamos frente una pirámide de un material extraño en el que se veía que habían ladrillos de variados colores, cada uno de los cuales emitía luz del color que tenía. Me acerqué a la pirámide que tenía unos 10 metros de altura, la observé y anduve como 5 minutos tratando de hallar algún tipo de entrada; sin embargo, no bien hube encontrado un pasadizo, pude ver como aparecía como proyectándose desde un rayo de luz que provenía de la pirámide, un hombrecillo encapuchado y vestido por entero de rojo, su cara estaba cubierta por una mascara dorada. Me habló y me dijo: <<Por ser la primera vez que apareces aquí, tienes extranjero la oportunidad de ganar el anillo azul, debes sin embargo correr un riesgo, y es que si no das la clave correcta te arrancaré junto a mis colegas todas las uñas de tu mano izquierda>>, le dije: << Acepto, procede>>.

 Entonces me entregó una hoja con unos acertijos, estuve cavilando unos 5 minutos cuando de pronto se me iluminó la mente y saque aquel papel en el que había anotado ciertos patrones numéricos relacionados con las luces rojas de la cordillera, razoné con detenimiento y finalmente le di como clave el número 7887150. Me miró y quitándose la máscara con asombro me dijo: <<¿Cómo demonios lo hiciste?>>, a lo que le respondí: con el asunto ese de la cordillera.

 El hombre estaba realmente nervioso, y entonces dijo:  <<Yo soy Saúl, yo te he visto antes, mi cuerpo a muerto pero mi alma que es eterna ha sido condenada a rondar por estas tierras, y por si no te has fijado yo soy aquel cuya cabeza se ve en la cúpula de la iglesia del pueblo de que te fuiste>>.

 Luego de esto y en medio de mi perplejidad, el sujeto me entregó el anillo azul, me dijo que solo con aquel anillo podría ver y comunicarme con ciertos espíritus, y que muchas de estas comunicaciones me serían imprescindibles para lograr determinados objetivos. No obstante mi curiosidad había sido encendida por la noticia de que él era el sujeto de la catedral, ante lo cual decidí preguntarle la historia que se ocultaba detrás del hecho en cuestión.

 Así pues me contó que todo empezó hace más de 300 años en aquel mismo pueblo, decía Saúl que en aquel entonces imperaba una gran corrupción, que el pan de cada día eran crímenes tales como asesinatos, robos y violaciones, que los hombres vivían como animales siempre y solo en busca de sensaciones, que nadie buscaba la verdad y que todos profesaban un hedonismo anegado por el egoísmo más puro en compañía de una estupidez que les impedía tener tan solo un poco de racionalidad y autocontrol. Pero de forma concreta, decía Saúl que hubo algo que lo inspiró a revelarse en contra de tanta podredumbre, y que aquello era el hecho de que los niños estaban siendo corrompidos desde la edad más temprana posible.

 Era Saúl en aquel entonces misionero de la iglesia cristiana, viajaba en compañía de otros seis misioneros a los cuales dirigía y tenían todos ellos la esperanza inapagable de sembrar las semillas del reino en los corazones de todo hijo del Padre celestial.

 Fue entonces que  movidos por una gran compasión, decidieron todos aquellos misioneros predicar a pesar del riesgo a ser asesinados, para lo cual eligieron como lugar de inicio la plaza.

Aún así y con toda la buena voluntad de estos hombres, decidieron las masas echarlos del pueblo después de haberlos azotado públicamente. Quedó luego de esto hundido Saúl en el pozo de la frustración y día a día iba siendo carcomido por el odio que había surgido ante aquellos que corrompían la pureza de aquellos niños inocentes.

 Pasados más días en los alrededores de aquel pueblo, Saúl empezó a llenarse de desesperación y angustia, miraba con frecuencia sus errores pasados, contemplaba todo aquello que no había hecho, se miraba a si mismo con desprecio a la vez que pensaba que nunca en todos sus años de vida había conseguido tan solo una de aquellas cosas que con más deseo había anhelado. Pensaba aquella pobre y desdichada criatura que su vida nada valía, y fue en consecuencia de esto y del amor que sentía por aquellos niños inocentes, que decidió elaborar un plan para asesinar a todos los adultos del pueblo, esto luego de hacer prometer a los otros misioneros que en el supuesto casi imposible de que aquellos niños se quedaran huérfanos, aceptasen estos llevarlos a un lugar donde pudiesen ser criados en un entorno que les inculcase la virtud. Así fue que decidió ejecutar un plan en el que por ahora no entrare en detalles y al cual llamare Alfa.

Pasaron tres días en que estuvo Saúl ocupado en los preparativos, convencido por supuesto, que valía la pena condenarse al infierno para evitarle el mismo destino a una multitud de almas. Fue así que una noche de luna llena Saúl hizo estallar unos barriles de pólvora en una colina, en la cual gracias a su plan, había este juntado a todos los adultos del pueblo. Nadie sobrevivió, y sin embargo por razones que este fraile no me mencionó, fue este condenado a custodiar el anillo y sus victimas obligadas a convertirse en aquellas luces rojas que había yo visto encasilladas en una secuencia fija.
Aclaro yo entretanto que pasados los años, el pueblo volvió a estar lleno de habitantes.

Ahora que saben la historia prosigo diciéndoles que luego de haber recibido el anillo y escuchado la historia, proseguí sin mas pausas mi viaje al castillo del Duque.

 Pasadas las horas llegamos a la torre, y al abrirse la puerta apareció el Duque con una sotana de color lavanda. Me recibió lleno de alegría a mí y a los niños, luego de lo cual nos condujo a la capilla. Fue en aquel transcurso que como es de suponer los 7 niños se atemorizaron al ver los retrasados mentales que el Duque tenía por mascotas. Pero bueno, pese a todo no aconteció nada grave y llegamos todos a la capilla; allí a la entrada se podía leer en una inscripción de oro; <<Dios murió por guardar silencio>>.

Una vez hubimos entrado, pudimos ver pintados en un cuadro hermoso a los tres triángulos que el Duque quería que los niños adorasen; así pues les entregó objetos de las religiones judía, musulmana y cristiana, y entonces les dijo: <<Allí en ese enorme cáliz de platino, metan todos los objetos que les he presentado, quémenlos con el combustible que os daré, bailen con energía alrededor del cáliz durante 15 minutos y luego de aquello permanezcan de rodillas glorificando al cuadro de los triángulos mientras yo hago mis plegarias y recito un sermón bailando la danza del hexágono , y claro está, rían cuanto quieran ante tanta locura que se ofrece para ofender la fe de los hombres>>.

 De esa forma habló el duque, luego de lo cual todo aquello que pidió fue efectuado con gran éxito, más no bastándole todo esto, mandó a traer a un payaso, a un sacerdote y a un comerciante, y entonces después de haberlos hecho atar  desnudos en unas mesas de acero, les dijo respectivamente a los tres: <<A tí, ingenua bestia de circo, te condeno por creer en la bondad humana, a ti consagra panes, te condeno por creer en Dios, y a tí miserable rata de mundo, te condeno por creer en ti mismo>>.  Después de haber oído estas cosas, fuimos yo y los niños obligados a presenciar como al payaso le arrancaron dos costillas y le quitaron un ojo, como al sacerdote le pusieron sanguijuelas en toda la parte del cuerpo que no se hallaba contra la mesa, y como al comerciante le regaron metal derretido en los genitales, y finalmente, como a cada uno de los tres le serrucharon el cuello lentamente.

 Después de esto el Duque al vernos llorar a todos nos dijo: << No olviden ustedes, patéticas victimas de la empatía, que es más triste un títere degollado que un hombre muerto, entiendan pues que la vida de un hombre no vale más que el excremento de las vacas que solemos comer>>

 De esa forma prosiguió hablando un buen rato, hasta que finalmente dejó de decir tanta basura y me dijo: <<Aquí tienes infeliz el dinero que te prometí, ahora pues dale su parte a cada uno de estos parásitos y después retírate de mi torre junto con ellos, y por ninguna razón vuelva alguno de ustedes a menospreciar la dignidad de esta morada con vuestros pies inmundos>>.

Así pues, luego de oírle hablar nos retiramos lo más pronto posible, y una vez alejados lo suficiente de la torre les dije a los niños: <<Ya que tengo un mapa y su pueblo natal no es un lugar en que la vida sea algo ameno, venga conmigo todo el que quiera ir al siguiente pueblo que se halla si se va al norte por estas costas, el que no, puede tomar el camino de regreso en tanto todos aquí lo conocemos>>.

 Una vez dicho esto, cuatro decidieron venir conmigo, echamos a andar y con el paso de las horas la noche nos agarró en un área que se hallaba repleta de árboles sin hojas, no había nada de vegetación viva, era un lugar lleno de desolación en el cual se apreciaban a lo largo del suelo numerosas grietas de hasta aproximadamente 2 metros de profundidad, había mucha neblina y muchos cuervos, todos ellos blancos y de ojos celestes. Concebí a Dios gracias dormir con paz aquella noche, más a pesar de aquello a la mañana siguiente mi espíritu se levantó lleno de confusión y angustia, había soñado que el ritual satánico que realicé antes de aparecer en este extraño mundo lleno de magia, y que todo cuanto había ocurrido en este extraño mundo, no eran ambas cosas en conjunto sino un sueño en medio de otro sueño, y que esto que ahora estoy pensando podría estar pensándolo dentro de otro sueño.

Narrador 1
En medio de todo esto, hago una pausa para contarles la razón de todos estos hechos tan insólitos.

 Así pues empezaré diciéndoles que este extraño universo lleno de magia en el que observan tantas desgracias, no es sino un universo que hace miles de años estaba lleno de felicidad, paz, y muchas otras cosas más que hacen que vivir sea algo hermoso.

Resulta que el marques Aldaris tuvo una y solo una vida pasada, que en esa vida pasada el fue un ángel, que además de ser un ángel existió en este universo de magia, pero no solo esto, sino que en el tiempo en que aquel fue un ángel en este universo de magia, era dicho universo un lugar en el que el sufrimiento casi no existía. La cuestión es pues que en su vida pasada, Aldaris era el encargado de gobernar este universo en el cual los hombres y los ángeles convivían, y que pese a ser un ángel de tal importancia, logre yo, Lucifer,  corromper su alma y hacer que este aprisionara a los llamados siete guías espirituales. Ocurre pues que después de él, eran aquellos guías los individuos mas importantes en dicho Universo; sin ellos las siete tribus caerían de forma inevitable en un grado de evolución espiritual bajo, así pues aquello sucedió, sin embargo como es de esperar, Dios no habría de revertir los hechos.

 En consecuencia de aquel error, fue Aldaris condenado a convertirse en un ser de escala inferior, en un universo inferior, y con una vida inferior. En efecto, fue condenado a pasar de ángel a humano, y vaya que humano tan aborrecible aquel en el que fue convertido. Pero esto no es todo, si él ha vuelto a este universo es porque Dios le dio la oportunidad de corregir los errores de su vida pasada, para lo cual debe Aldaris pasar numerosas dificultades, las cuales si son superadas le darán lo que necesita para liberar a los siete guías, y de ese modo restaurar la paz y la felicidad de antaño a este universo.

No obstante no detengo aquí mi explicación, y antes de callar os digo que Aldaris recibió esa oportunidad en tanto que yo violé una regla y me atreví a intervenir en su vida actual de humano para intentar perderlo aún más y alejarlo más de la gracia divina.

Narrador 2
Una vez hube disipado ciertos pensamientos sin duda alguna nocivos para mi paz mental, empecé como movido por una inmensa curiosidad a recorrer el lugar. Sin embargo, no bien hubieron pasado más de veinte minutos, pude gracias al anillo azul constatar que un espíritu sobremanera extraño venía siguiéndome, era aquel el espíritu de un hombre de como unos 75 años aproximadamente, vestía de negro, usaba anteojos y sombrero y tenía barba y bigote blancos. Le dije: <<¿Por qué me sigues?, a lo que el anciano me contestó: <<El oráculo me ha dicho que eres aquel que vino para restaurar la paz de este reino, ven joven hermano y en un lugar más apropiado te mostraré a que hacen referencia mis palabras>>.

Aún así, pese a mi voluntad de seguirlo le dije:<< Cuatro criaturas vienen conmigo, y, o bien vienen ahora al lugar que habéis indicado, o bien si no lo hacen me debéis presentar una forma de que, quedándose estén seguros y puedan proseguir su camino>>. Dicho esto, me contestó que no había ningún problema, y acto seguido los envolvió en una luz blanca y desaparecieron. Le pregunté a donde fueron y me dijo que los teletransportó al pueblo que tenían previsto ir, esto decía el saberlo en tanto que lo había escuchado mientras rondaba alrededor de los niños la noche que durmieron en el bosque.

Después el anciano creo alrededor de su persona y la mía, una luz blanca que nos condujo a un túnel de luz morada, aparecimos después de aquello en un hermoso campo lleno de pasto verde y árboles repletos de flores rojas, habían siete lunas en el cielo y una aurora de indescriptible belleza. Una vez allí el anciano me condujo ante las puertas de un enorme palacio, tocamos y entonces salió a recibirnos una joven princesa de largos cabellos y ojos grises, cargaba esta un bello vestido de color celeste y había sobre su cabeza una hermosa corona en la cual podría verse una luna de plata… más lo que realmente me llamó la atención era que alrededor de su cabeza había una aureola dorada y que su mirada evidenciaba una profunda bondad. Al vernos nos saludó llena de alegría, luego de lo cual me dijo: << Sé que tu misión es liberar a los siete guías, mas debes antes de aquello purificar tu alma. En cuanto a mi, soy la única persona que puede darte los poderes que necesitas para las pruebas que habrás de afrontar luego de tu purificación, tendrás que expulsar demonios, convertir almas, y otras cosas aún mas difíciles, sin embargo nada de esto te será posible sin la purificación>>.

Dicho esto me indico una puerta dorada, me encaminé entonces hacía aquella puerta, entré y entonces una esfera de energía transparente, que a su paso el aire distorsionaba, se acercó y luego de absorberme me condujo a un lugar que parecía tener infinita extensión, tenía el suelo constituido enteramente por cristal y había sobre el cristal un manto de agua de unos veinte centímetros de profundidad, siendo esta tan transparente como el cristal.

Estuve en aquel lugar deambulando más de un día en tanto reflexionaba, y hacía todo esto sin miedo a morir de hambre, ya que nuevamente me había desmaterializado.

Narrador 1
Pasados dos días de que Aldaris estuvo en aquel lugar, decidí tomar acción e intervenir,
y es que como pocas veces estaba necesitando condenar a un alma determinada. Necesitaba frustrar los deseos divinos, necesitaba con prontitud arrancar con infinita crueldad la virtud que había en el corazón de Aldaris, fue por eso que un día me le presenté adoptando la forma de Jesucristo. Le dije que en realidad no tenía perdón, que habría de ser condenado eternamente y que haga lo que haga de nada le serviría y que apenas le llegue la muerte, sería conducido  a un lugar de gran tormento en que el gusano no muere.

Sin embargo esto no fue todo, y no bastando aquello para la consecución de mis objetivos esperé tres días; luego de lo cual me le presenté sin disfraces para que sepa que se hallaba ante Satanás. Fue allí cuando le dije que si iba a la capilla del palacio real y le clavaba una espada mágica al crucifijo, empezaría a brotar sangre que si bebía le daría la facultad de no envejecer nunca ni enfermarse jamás, y que siendo así solo podría morir asesinado; de modo tal que su condenación eterna podría verse atrasada, y que claro está, si aceptaba mis condiciones yo lo liberaría para que hiciese tales cosas.

 No obstante el hombre se negó. Fue entonces que le dije: <<Dios no te ama, Dios siempre te abandonó en los momentos más difíciles. Tu vida no ha tenido valor, pero revélate y entonces serás grande por escupir en las obras del Arquitecto Cósmico; ven y únete a mí, se grande como yo, que constantemente me burlo de Dios y de los hombres. Entiende que hagas lo que hagas serás infeliz, pero que hay dos casos; en el primero serás infeliz e insignificante; en el segundo infeliz pero trascendente. Recuerda pues que la vida que Dios te dio no es nada bueno; así que no tienes nada que agradecerle>>. Después de estas y otras palabras el idiota acepto y entonces lo liberé.

Narrador 2
Luego de que me liberó, aparecí de sorprendente manera justo en medio de la capilla del palacio real y con la espada mágica en mano; miré a mí alrededor y noté que dentro de la capilla solo estaba yo. Mire entonces el crucifijo; mas al acercarme para clavar la espada, escuché una voz de fondo que me decía: <<Te odio, engendro del demonio, te odio>> Entonces me volteé y observé aterrorizado un espíritu; pero no obstante aquel espíritu era el niño Jesús con las cuencas de los ojos vacías, con colmillos y sangre en la boca.

Lleno de terror, perdí el control y de forma desesperada clavé con ira la espada en la cruz: brotó entonces un chorro de sangre en tanto que escuchaba yo unas carcajadas macabras y crueles. Bebí con ansiedad de aquella sangre, mas al volver la vista atrás, pude constatar que aquel espíritu  con apariencia de niño Jesús se estaba transformando en Lucifer; mire pues como el infeliz se reía y como después desapareció. Monté entonces en cólera y grité: <<¡Noooooo¡>>

 Después de eso, una esfera negra, que sin explicación alguna apareció, empezó a absorberme en tanto que yo iba perdiendo la conciencia: aparecí entonces en un pantano lleno de árboles sumamente altos y frondosos.

 Era aquel pantano un lugar tan taciturno y sombrío que cualquier alma dotada de sentimientos no podría participar de su contemplación sin ser anegada por la melancolía y el sufrimiento más penetrantes que pueda alguien imaginar. Miraba a mi alrededor y no había en aquel paisaje nada que pudiera acaso consolarme de la tristeza que progresivamente me iba sumergiendo en un deseo inefable y arcano de alcanzar la muerte y no volver jamás a tener que padecer la desdicha de otro nuevo amanecer. Había en aquel cielo nocturno multitud de estrellas rojas y violetas, había una sola luna grande y de color verdusco y por doquiera que uno caminase no era nada inusual ver grandes y repugnantes artrópodos que con su sola visión provocaban un asco que a cualquier persona decente le arrancaría la paz del alma.

 Permanecí como anonadado mientras caminaba con extrema precaución; pensando que sin duda alguna necesitaba algún sitio en que pudiese descansar con riesgo mínimo o sin riesgo de ser atacado por algún animal de los que habitaban en aquel pantano. Terrible me resultaba tener que esforzarme en aquella faena, pues me era urgente poder siquiera descansar con mi tristeza. Pasaron pues unas tres horas más o menos, al cabo de las cuales conseguí llegar a una colina.

 Insoportable me resultaba el agotamiento físico en aquel momento; de modo que no estaba seguro de si viviría o no, ya que tenía la certeza de que tarde o temprano, dentro de las próximas tres horas, acabaría desmayándome y terminaría dormido en algún lugar lleno de peligros para mi integridad física. No tuve pues más opción que resignarme ante aquel destino; sin embargo, no bien pasaron cinco minutos después de aquellas reflexiones, que mientras caminaba conseguí ver un espíritu gracias al anillo azul.

Se trataba esta vez del alma de un hombre obeso y dotado de una expresión sobremanera depravada. El cuerpo que aquella figura fantasmal representaba, se hallaba lleno de heridas, estaba desnudo y había sido castrado.

Ante su visión no pude más que sentir un miedo profundo, no obstante, ante la necesidad de hallar un sitio seguro y a sabiendas de que era posible que aquel conociera alguno, decidí sin más llamarlo y le dije: <<¿Sabes donde puedo dormir a salvo de tantas alimañas?>> Entonces me respondió: <<¿Crees que si supiera te lo diría así nomás, perro repugnante?, ¿eeeeh?, ¿eeeeh?... ¡ahahaha!; si quieres saberlo deberás antes lamer el fango que pisas y alabarme>> A eso respondí: <<¿Acaso estás loco?, además: ¿cómo se que luego me dirás algo?, y también, si me dices algún sitio, ¿cómo podría saber que no es una mentira?. Así pues, si deseas que lama el fango enséñame primero el lugar, y si no cumplo atorméntame con tu presencia cuanto quieras>> Me dijo luego: <<Así sea entonces, bien pues, seguidme>>.

 Estuve tras de aquel animal aproximadamente una hora, y entonces nos detuvimos frente a una pequeña torre abandonada que se hallaba encima de una inmensa roca; allí me dijo: <<Aquel sitio que ves pertenecía a la hija de mi hermano, la cual murió asesinada por mí después de que la violara. Ya te has de imaginar pues quien me castró, ¡hahahaha!, (rió sádicamente)>>. Después de aquellas palabras suyas cumplí mi parte lamiendo el fango, y entonces me dijo: <<Ya puedes estar tranquilo, pequeño vagabundo, ahora ve y descansa en aquel sitio; el único en que por ahora estarás físicamente a salvo, yo, por mi parte, iré a juntarme con otros>>.

Entré entonces en la torre. Lo primero que observé fue el primero de los tres pisos, el cual consistía en una gran sala; por doquiera que mirase habían cruces rojas pintadas, como también habían tres esqueletos de bebes encima del único mueble que existía en aquella sala. Tenía cada uno de los esqueletos un mensaje en la frente, el cual consistía en su nombre: el primero se llamaba Esperanza, el segundo Ilusión y el tercero Juventud.

Después subí al segundo piso, en este había un cuarto negro con tres cunas y algunos juguetes desparramados en el suelo; sin embargo, lo que más me llamó la atención, fue que en una parte del techo de aquel cuarto, había una especie de hueco grande y cilíndrico del cual parecía caer algo así como pequeñas gotas de sangre: maldita fue la curiosidad que me impulsó a mirar la causa de aquello; ya que al ver de que se trataba, pude ver que en lo alto de aquel hueco había un niño negro retorciéndose y arañándose la piel del pecho, con la boca poblada en exclusivo de colmillos, además de que tenía los ojos inyectados de sangre y estaba tan desnutrido que se le veían las costillas; mas lo peor de todo era ver en su rostro una expresión de ira inmensa contra el conjunto de todo lo existente.

Me aterroricé y grité: <<¡maldita sea, por favor no me lastimes!>>  A lo que el pequeño demonio me contestó con una voz macabra y ronca: <<Las estrellas no han dejado de caer, ¡malditas las estrellas que no dejan de caer!>> Le pregunté: <<¿de que hablas, que estrellas, a que te refieres?>> Entonces vociferó: <<¡El cielo se queda sin estrellas, maldita la puta que me parió y el cabrón que se lo metió!, las estrellas, mis estrellas, ¡besa ,oh muerte, mis parpados infames!>> Atónito yo le dije: <<¡Por el amor de Dios, cálmate!, yo rezaré por ti. Solo intenta sufrir menos por ahora>> Enfurecido y lleno de odio me dijo: <<¿Qué dices, hombre sin futuro?, ¿eh?, tus plegarias no salvan a nadie, si pudiera romper mi condena y salir de este hueco, te aseguro que mientras rondes por los alrededores de esta torre tu alma no tendría paz, ¡hahahahaha!>> Respondí: << Vaya, parece que has perdido el juicio>> Entonces el demente empezó a gritar: <<¡Satán, Satán, soy más grande que tu!, pero que: ¿de nuevo me condenas a vivir ese día tan gris?... ¡nooooo!>> Luego de eso el miserable fue rodeado por una niebla negra.

Una vez me hube liberado de la confusión que aquellos hechos me causaron, proseguí al tercer piso; entré pues y observé que se trataba de un dormitorio. Estaba allí un altar de cristal rodeado de pétalos de rosa, había sentado ante el altar un niñito de ojos celestes y cabellos rubios. Tenía como diez años, su mirada era tierna y sumamente triste, no se movía, ni siquiera movía los ojos; traté de hablarle pero de mi boca no salía sonido alguno, mis pasos no se escuchaban, el viento agitaba las ventanas y a pesar de aquello esto no producía sonido alguno: en síntesis, parecía que en esa habitación no era posible la existencia del sonido.

Me quedé sin embargo quince minutos a lado del pequeño, mas no se movió ni nada; sin embargo pude ver como por sus mejillas empezaban a resbalar numerosas lágrimas. En su escritorio había una rosa celeste y a lado de aquella un papel que decía: <<El día en que me olvide a mi mismo volveré a sonreír sin tener que dejar de brillar en este cielo>>.

Pasados unos minutos decidí quedarme a dormir en aquel cuarto. Tenía por fin un lugar, que aunque triste, era también tranquilo, pero claro está: tenía que salir pronto de esta torre y buscar algún sitio en que halla civilización; lo cual me parecía cada vez menos probable de hallar, mas al menos sabía que en tanto que había bebido la sangre de la cruz que atravesé, no podría ya morir de hambre o sed.

Aquella noche, mientras dormía, tuve un sueño bastante misterioso: recordaba en efecto que una extraña figura barbada cuyo rostro no se distinguía bien, que tenía sombrero de copa y usaba bastón, me decía: <<Busca debajo de las tres cunas, hallarás una brújula que tiene una flecha adicional, que te dice a donde debes ir; solo con ella podrás hallar la paz. Ve, Aldaris, y no olvides buscar tu salvación>>.

Sin duda alguna decidí hacer la prueba a pesar de que el demonio negro se hallaba en el cuarto de las cunas; bajé pues y en efecto pude constatar que el aparato que el hombre del sueño menciono estaba allí. Miré entonces la brújula y pude ver que señalaba al norte, de modo que emprendí la marcha.

Aquella mañana tenía un aspecto sumamente tétrico. A dondequiera que mirase no podía dejar de experimentar un espanto indecible; era, según yo, la culpabilidad de haber llevado la vida que he llevado, y es que la culpa me hacía temer todo aquello que fuera susceptible de miedo; pero si algo hubo que de verdad me resultaba extraordinario, era que cada quince minutos aproximadamente escuchaba un alarido horrendo y lleno de dolor, era aquel por sus propiedades como perteneciente a un hombre joven.

Seguí sin hacer caso a aquel alarido y recuerdo que, llegado a un punto, divisé un castillo enorme desde el cual se escuchaban multitud de gritos de agonía. Cual si hubiese allí un centro de torturas o algo así, de manera que lo más prudente era sin duda alguna no acercarse al castillo. No obstante ocurrió que, al llegar un punto tal que estaba yo alineado con el castillo a mi izquierda, pude ver como en el fango en que caminaba empezaban a dibujarse numerosas huellas que caminaban junto a mí.

Eran estas huellas de propiedades tales que me indicaban con certeza casi matemática que pertenecían a un grupo de soldados. Seguí sin embargo el recorrido que la brújula especial me indicaba, sin hacer ya caso alguno a las huellas de aquellos fantasmales acompañantes; aún así había un detalle que me llamaba mucho la atención en todo este asunto, el cual consistía en que a pesar de que tenía puesto el anillo azul, dichos fantasmas no podían hacérseme visibles con las facultades del anillo.

Resultó entonces que, prosiguiendo hacia el norte con esta situación, pasadas unas diez horas la brújula dejó de indicarme que fuera hacia el norte y me indicó esta vez el este, fui entonces al este; claro está, con un enorme agotamiento en tanto que había caminado durante tanto tiempo.

Sin embargo, he aquí que tuvo lugar un suceso misterioso, pues inesperadamente surgió de mi mismo un resplandor extraño que me recuperó todas mis energías y me quitó el hambre y la sed; me pregunté entonces si se debería a aquella sangre que había bebido y en virtud de la cual se supone que no podría ya tener muerte natural alguna. Decidí no obstante no hacer sino una afirmación probabilística con respecto a la causalidad de aquel misterioso evento.

En aquellos momentos, me hallaba yo consumido por un aburrimiento tan grande que había este desplazado al miedo que antes me acompañaba. Todo era igual, parecía no haber más que pantano y en aquel pantano nada interesante se sucedía; así pasaron tres días en que la situación no cambiaba, al cuarto día las huellas de los soldados desaparecieron.

Como han de imaginar, para aquel día me encontraba yo en un estado de pestilencia increíble; al punto que me preocupaba de que pudiera desarrollar alguna enfermedad. Sin embargo, no bien hubieron pasado las primeras siete horas de aquel día, tuvo lugar al fin algo nuevo; ocurrió que sobre mi cabeza se posó una nube verde y luminosa, y que de esta surgió una voz llena de tristeza que me dijo: <<Hermano mío, he aquí que he sido enviado a decirte que por un tiempo que no se te revelara, habrá de cesar el sufrimiento de tu cuerpo para que tu espíritu se suma en la más honda y pura desesperación; sin embargo, no te desmaterializarás>>.

Luego de esto me rodeó una luz blanca y al desaparecer esta me encontraba yo completamente limpio y libre de toda fatiga física. Transcurrieron cuatro horas en que nada nuevo tenía lugar y de pronto sucedió que en el horizonte empezaba a vislumbrarse algo así como un muro de ladrillos negros cubierto de plantas trepadoras. Sucedió que al acercarme miré como este tenía unas proporciones descomunales: tenía unos mil metros de alto más o menos. Parecía no existir ninguna puerta o entidad alguna que me permitiera pasar al otro lado del muro. Tenían aquellas plantas unas espinas enormes y en algunas partes del muro había inscripciones con frases.

Resultaba sin embargo algo tremendamente extraño el hecho de que hubiera una acusada diferencia en el contenido que estas presentaban: así ,por ejemplo, podía verse una que dijera: <<Hay una vela en mi habitación>> y cerca de esta otra que dijera: <<Para quien no desea ni morir ni vivir, la existencia se le hace un laberinto>>. Habían dos que ciertamente me inspiraron y que decían: <<Solo quien tiene la compañía divina puede amar la soledad humana>> y: <<El sabio es un amanecer en su propio día>> Así, leyendo frases y recorriendo aquel muro en dirección al este, pasé yo seis días, seis días que se me habían hecho sumamente largos y llegado el séptimo sentía que si no salía de aquel pantano, empezaría de manera inevitable a perder el juicio.

Había entonces pensado en aquel castillo del pantano y se me había pasado por la mente la posibilidad de que hubiera allí alguien que pudiese ayudarme a salir de aquí; no obstante estaba muy lejos, era en extremo riesgoso y además aún conservaba la esperanza de que la brújula me condujese al fin de esta situación.

Ocurrió luego que en el doceavo día de estar cerca de aquel muro, recordé que en mi castillo de la tierra había un hechicero que había hablado de algo que se denominaba viajes astrales; me surgió entonces en la mente una idea extravagante pero fabulosa. Pensé pues que podría con mucho entrenamiento aprender a realizar viajes astrales y que a través de estos podría cruzar el muro y contactar con algún alma que me ayudase a hacer que mi cuerpo también lo cruce.

Empecé por lo tanto a practicar aquella mañana: nada logré. Pasaron siete días: nada tampoco; comencé entonces a entrar en una profunda depresión. Sin embargo la esperanza no desaparecía; mas justo cuando empecé a pensar en resignarme, hallé una frase inspiradora que decía: <<El triunfo no esta en ganar siempre sino en nunca desanimarse>>, de manera que seguí intentándolo.

Mas he aquí que llegada la noche del día cuarenta de estar frente al muro, aconteció que empecé a sentir una energía a manera de hormigueo que partía de mi cabeza y recorría todo mi cuerpo, luego sentí que empezaba a girar en círculos dentro de mi propia conciencia, y entonces súbitamente mi cuerpo astral se desprendió; empecé a flotar y observé mi cuerpo material allí, tumbado frente a aquel desgraciado muro. Me sentí libre como nunca y emprendí entonces mi búsqueda por ayuda al otro lado del muro.

Como primera acción intenté traspasar el muro; pero resultó que aquel tenía una especie de energía espiritual que me lo impedía. Ansioso por ser libre volé hacia lo mas alto; una vez llegado al tope del muro parecía evidente que se vería lo que había al otro lado; mas ocurre que cuando llegue había una especie de red de rayos, en la cual se veía que los espacios que habían entre estos eran rellenados por una energía negra llena de pequeños puntos de luz azul.

Decidí sin embargo intentar traspasar la red y entonces una esfera azul me envolvió y empezaron los contornos de la esfera a bombardearme con pequeños puntos de luz violeta; luego de esto empecé a sentir que perdía mi identidad y mi conciencia: fue entonces, cuando tras un cúmulo de acontecimientos inexplicables e inefables, terminé volviendo a mi cuerpo material, sino que de manera asombrosa me encontraba esta vez en medio de un paisaje sumamente extraño.

Era este un tipo de lugar subterráneo, cuyos contornos delimitantes claramente definían un enorme cubo. Inspeccionando la totalidad del lugar con mi mirada, podía observar que había en el centro de aquel cubo, suspendida en el aire, una enorme estructura de cristal, que en su centro había un lago y en el centro del lago un palacio; que tenía tal estructura(la que contenía el lago y el castillo) la forma de un embudo (si sus irregularidades se eliminaban) y que habían cuatro puentes que conducían a aquel lugar; puentes que vistos desde arriba hacían una cruz que en su centro tenía tal estructura. Había esparcidos en aquel cubo numerosos cristales gigantes, había nieve en su suelo y estalactitas de hielo colgando de los cuatro puentes de cristal.

En el centro de la base de aquel cubo y sobre aquel suelo cubierto de nieve, había una de las cosas más bellas que había yo visto: se trataba en efecto de un redondel de árboles, mas no eran estos árboles comunes; el tronco era de una hermosa roca de café translucido, la copa estilo nube conformada por esmeralda y, en medio de esta, numerosas frutas redondas hechas de rubí. En el interior del redondel de árboles se hallaba una serie de círculos concéntricos: el primero morado, el segundo lavanda, el tercero azul, el cuarto celeste, el quinto verde, el sexto naranja, y el séptimo y último era de color rojo vino; siendo que de aquel último circulo brotaba una pequeña columna de marfil rojo y sobre la punta de esta había una llama celeste intenso que nunca se apagaba.

Cabe también decir que sobre estos círculos era que se hallaba el castillo (a gran altura por supuesto) y que envolviendo a ambas entidades se hallaba una enorme columna de luz dorada. Desde el punto en que me hallaba yo, se podía llegar rápidamente al castillo, pues estaba en el inicio de uno de los puentes; fui entonces al castillo y al frente de la puerta, gracias, claro está, al puente levadizo que se tendía sobre el lago de aguas transparentes y puras.

Toqué la puerta y apareció un anciano vestido con una sotana dorada y una mirada llena de inteligencia y sabiduría; me dijo: <<Soy Alexander, y tu, ¿cómo llegaste aquí?, realmente es impresionante el hecho de que un mortal haya conseguido aquello; mereces, sin duda, ciertos privilegios que solo aquí hallarás. Ven pues, viajero, mi casa es tu casa hasta que el Padre así lo quiera>>.

Allí en aquel castillo había una enorme biblioteca y muchos adornos religiosos; todo era hermoso y el misterio se hacía presente en la esencia espiritual de aquel lugar; de pronto el anciano me dijo: <<Juan me ha ordenado que te conduzca al cuarto de Salust, francamente no se cuales sean sus propósitos, pero sospecho que la guerra es inevitable>>.

Entré entonces a un cuarto oscuro con paredes de ladrillo morado, con una sola ventana redonda de cristal rojo a través de la cual se filtraba la luz. Una vez estuve adentro, la puerta se cerró y entonces todo era silencio; miré a mi alrededor y no había nadie, así estuve media hora aproximadamente mas de pronto miré que algunos gusanos blancos habían llegado cerca de mí. Entonces me inquieté mucho porque en todo ese cuarto no había materia putrefacta como para que esto esté sucediendo; me volteé y no pude ver a nadie, sin embargo observaba como desde un punto de la habitación los gusanos descendían desde un tipo de superficie invisible hasta el suelo (puesto que era absurdo que floten en el aire).

Me acerqué inquietado hacia ese sitio; fue entonces que palpando me llené de horror y miedo al ver que había una especie de estructura orgánica y que esta parecía ser una nariz gigante; de pronto escuché un alarido horrible y sentí que una gran boca me arrancaba el brazo de un mordisco: grité: <<¡Aaaaa mierda!>>.

Entonces sentí que moriría al ver que había perdido un brazo y me desangraba; sin embargo una voz me dijo: <<No estás aquí para morir>>; luego de lo cual me creció un brazo nuevo y toda hemorragia cesó; mas estaba enfurecido y dije: << ¿Dónde estás, hijo de puta?, ¡si te veo, te arrancare las entrañas!>>,

Entonces empezó a verse de donde venían los gusanos: una enorme cabeza calva de como un metro; era algo espantoso, le faltaban los ojos y tenía las orbitas llenas de carne viva, era como si recién se los hubiesen quitado; tenía así mismo la base del cuello cual si la cabeza no hace mucho que hubiese sido arrancada de su cuerpo. Veía también que estaba con unos ganchos incrustados en los cachetes y otro en el maxilar inferior y que en conjunto esos ganchos le impedían moverse; pues estaban estos ganchos fijados a unas cadenas que a su vez estaban fijadas a las paredes y claro está, también estas estaban invisibles antes.

Entonces misteriosamente aparecieron unos niños con antorchas y látigos, gritando: <<¡ Pagarás, perro maldito, pagaras!>> Uno de ellos tenía una Biblia en la mano; mas delante de todos maldijo a Moisés y quemó la Biblia después de escupirla. Habían también dos niñas, una de cómo nueve años y la otra de doce; la primera le dijo llorando a la otra: <<Perdona a papa, hermana, el ayudó a darte la vida>> y la mayor le respondió: <<¡Eres una imberbe estúpida y retrasada!; vuelves a decir una estupidez tan grande y te saco las muelas, ¿no ves que ofendes a la justicia?>>; le respondió a su vez la pequeña: <<Es tu padre>>; le dijo furiosa la mayor: <<¡Eres una idiota sin cerebro, cualquier imbécil o farsante te puede llenar de mierda esa masa encefálica subdesarrollada!, cierra tu pico si no quieres perderlo: ¿Qué no recuerdas que nos violó a todos y a nuestros hermanos los golpeaba con palos, que obligaba a la estúpida ramera de mama a tener sexo, no recuerdas?, ahora deja actuar>>

Luego de esto la niña mayor, que era la mayor entre esa multitud de infantes, dijo al resto de niños: <<Maldigamos a los judíos; son los mayores mentirosos de la historia humana>>, y entonces todos le respondieron al unísono: <<¡Siiiiiiiiii!>>, y el mayor de entre los hombres dijo: <<¡Viva Hitler!, los campos de concentración son cada uno un cántico de infinita belleza>>, y otro gritó lleno de furia: << ¡Muera la autoridad, viva la anarquía!, ¡muera la gente que hace necesarios a los policías!>> y la niña mayor, que era el elemento más cínico del grupo pero también el más honesto, dijo: <<¡Muramos nosotros que justificamos la violencia propia en base a la de los demás!>> y le respondieron: <<Así sea>>.

Entonces envueltos todos en ira empezaron a dar latigazos a la cabeza de su padre, después de esto le quemaron el cuello y sacaron cada uno una máscara blanca de las maletas que cargaban; dijo luego el mayor de los hombres: <<Todo esto sería perfecto si el resto de los adultos de la familia estuviesen aquí, pero claro, cada uno crucificado al revés… ¡hahahah!, al menos esos cristianos de feria tendrían el consuelo de identificarse con Pedro>>; después continuo diciendo: <<Ahora por favor saquen cada uno las partes del cuerpo de mama que nos repartimos después de asesinarla por estúpida e inmoral>>

Entonces empezaron a rodear la cabeza de su padre con las partes de mama y dijo la niña mayor a su padre: << ¿Te das cuenta, tirano de historieta barata?: así, como tu, deberían morir todos aquellos que llevan a la práctica preceptos estúpidos>>. Luego todos, excepto la niña pequeña, empezaron a llenar de gasolina las partes de su madre, las cuales formaban un círculo alrededor de la cabeza del padre; luego les prendieron fuego y se alejaron.

Fue entonces que la cabeza gigante empezó a gritar diciendo: << ¡Dios los va a castigar, Dios los va a castigar, idiotas!>> y todos se reían y la niña mayor le dijo: <<Si, pero no te olvides que el también es judío>>: entonces algunos lloraron de la risa, después el padre murió y todos los niños se suicidaron excepto la pequeña, la cual fue asesinada por todos.

Entonces se oyó una voz que me dijo: <<Cuanto has visto no es más que una representación ficticia basada en parte en el futuro del planeta tierra. Es hora de que vayas a ciudad Efurt, todo esto es parte de tu condena>>.

Apareció entonces una esfera de oscuridad en torno a mí; empecé luego de esto a perder conciencia y a sentir que mi yo se iba poca a poco desvaneciendo en medio de este proceso lleno de suspenso.

Después de estar así un tiempo que desconoceré siempre, aparecí de forma repentina en medio de una ciudad sumamente extraña y macabra. Al mirar a mí alrededor veía que todas las casas eran de piedra y que habían múltiples trincheras esparcidas a lo largo de las avenidas de la ciudad: se hallaba esta ciudad en medio de un bosque en el que se podían ver numerosos peñascos de roca y una que otra montaña en el conjunto del paisaje que rodeaba la ciudad, claro está que yo podía ver todo esto en tanto que me hallaba en las afueras de dicha ciudad.

Entra tanta cosa había sin embargo un detalle que me llamaba bastante la atención, y era el hecho de que se podía ver a muchos pobres alimentarse de cadáveres; los cuales estaban con un uniforme que constaba de una malla metálica que cubría muchas partes del cuerpo y dos espadas o un escudo y una espada como armamento, además de que la cabeza la tenían cubierta por un casco que incluía mascara y que casi seguramente habían venido a caballo; pues habían cadáveres de estos animales en el piso.

Decidí luego de ver esto acercarme a uno de los cadáveres, pero bastante sorprendente me resultó ver que se trataba de un vampiro. Luego observé otros más y pude constatar que también eran vampiros, le pregunté entonces a uno de los indigentes que comían cadáveres: << ¿No hay acaso cadáveres del bando que los repelió?, ¿Cuál es la causa de este combate?>>, entonces me dijo: <<Verás, lo que pasa es que nuestros soldados estaban camuflados y bien ocultos, y lograron asesinar muy eficazmente a los vampiros gracias a unas excelentes ballestas, y por cierto, tu no pareces de aquí: ¿de dónde eres?>>, le respondí:<<Si te dijera de donde soy te reirías y me creerías loco>>, me dijo: <<No importa, dime de donde eres>>, le dije: <<Soy del planeta Tierra, que queda en otro Universo distinto al tuyo>>, entonces me dijo: <<¡Cielos eres un extraterrestre!, dip, dip, ¡ahahhahaha!, que buena broma, por cierto que si no es una broma de verdad estas loco, pues eres igual que yo, eres humano, ¿esperas aún así que te crea?, no nací ayer, hermano>>, le dije: <<Bueno, estoy loco entonces, pero dime, ¿cuál es el origen de esta guerra?>>

Entonces me dijo: <<Verás, hace miles de años que mora en este bosque un demonio sumamente poderoso; se llama Ezequiel y es enormemente cruel e inteligente, sin embargo no se sabe por que apenas lo acompañan ocho demonios más. Pero bueno, la cuestión es que hace doscientos años hubo una guerra causada por la rebelión de nuestra ciudad y otras contra la opresión del conde José Luis; José Luis había empezado un proyecto para dar fin con todo tipo de prácticas religiosas, nadie sabía que lo motivaba a hacer tal cosa; se especulaba por parte de algunos que podría haber sido poseído o simplemente estar bajo influencia de alguna fuerza espiritual de tipo demoníaco; pero volviendo al plano de los hechos, José Luis dio una orden que nadie se esperaba: empezó a quemar todas las iglesias que habían dentro de sus dominios. Cualquiera que presentase resistencia era quemado dentro de la iglesia en cuestión. Así pues el conde se ganó la desaprobación y el odio de muchos de los habitantes de sus territorios, pero bueno, la cuestión decisiva fue que un día se tomó la catedral de nuestra ciudad. Estando pues en medio del altar y con soldados custodiando toda la iglesia, mandó José Luis a que trajeran calaveras del cementerio a la catedral, una vez que las calaveras estuvieron allí en un número aproximado de 100, dijo entonces que le trajeran unos 50 niños. Cuando todo estuvo listo, ordenó que a las calaveras se les arrancara el cráneo y que los cráneos fueran colocados en las escaleras del altar, después mandó a matar a todos los niños y ordenó pintar con su sangre los cráneos; entre tanto los cuerpos fueron descuartizados y esparcidos por toda la iglesia, además de que se pintaron cruces de sangre en las paredes de la iglesia. Una vez se hubo celebrado aquel ritual de inigualable crueldad, José Luis invocó a Ezequiel y le ofreció su alma y la de todos sus soldados, entonces ocurrió algo realmente espantoso>> Le pregunté inquieto y ávido de saciar mi curiosidad: << ¿Qué ocurrió?, anda amigo, dímelo a detalle por favor>>

Entonces él me respondió: <<Verás, resulta que después del ofrecimiento apareció una esfera negra flotando sobre el altar; irradiaba oscuridad y era como de 2 metros de diámetro, y cree: algo había en aquella esfera que transmitía todos los sentimientos más ruines que puedas imaginar. Se elevó la esfera a la altura del crucifijo y entonces, de aquella siniestra entidad, salió una prolongación que se dirigió hacia José Luis: inmediatamente lo envolvió en oscuridad y lo elevó también a la altura del crucifijo. Simultáneamente a aquel hecho se habían paralizado todos los soldados y estaban absortos en aquel espectáculo en tanto que el temor empezaba a carcomer cada rincón de sus viles y crápulas almas infames. Comenzó entonces la piel de José Luis a envejecer y luego de esto el hombre empezó a gritar de agonía, ya que por su carne empezaban a aparecer gusanos que se desplazaban por debajo de su piel y luego emergían en algún punto causándole gran dolor; después perdió la ropa y contempló con horror como perdía el control de su cuerpo, como su mano derecha agarraba a su mano izquierda y le empezaba a clavar las uñas en la palma hasta que la sangre emergía y brotaba lenta y siniestramente. Pasó en estas unos dos minutos; minutos en que por toda la catedral se veían sombras que merodeaban soltando carcajadas anegadas por una maldad capaz de congelar de miedo al corazón más valeroso. Transcurrió ese tiempo y entonces de la esfera salieron 8 seres repugnantes y malditos hasta el último átomo. Eran estos seres criaturas que flotaban en el aire, tenían el cuerpo constituido por algo como una columna vertebral cubierta de piel; de esta emergían dos brazos flacos y huesudos con manos de dedos largos (en especial el índice que era enorme) y por último tenían una cabeza calva, sin orejas, sin nariz, sin ojos, sin cejas, simples cabezas sin rostro, con apenas una boca llena de pequeños y afilados colmillos. Flotando en torno a él lo señalaron, gritaron maldiciéndolo y de la nada apareció Ezequiel encapuchado y vestido de negro; se acercó flotando en el aire hasta estar muy cerca y de frente a José Luis, y entonces, estando a unos cinco centímetros, se quitó la capucha, lo miró con sus ojos azules y perversos (ojos que emergían como dos zafiros en medio de un rostro lleno de quemaduras y con una grande y asquerosa nariz de judío errante) y entonces Ezequiel le dijo: <<Sépalo, Dios nunca abandona a los hombres, son estos quienes abandonan a Dios, el siempre esta con los brazos abiertos ante los ingratos que cegados por su orgullo le rechazan por creerle injusto. Muchos sabrán verlo después de mucho sufrir; lo verán tras el manto cristalino de unas lágrimas contritas, pero otros como usted, esclavos insalvables son de su propia soberbia e incapacidad de perdonar. Así pues, ante tu ingenuidad me complazco en tomar el cochino botín de tu alma inmunda; pero antes de ser mío, entiende que el infierno no es más que la ausencia total de Dios en tu espíritu>> Dicho esto, los ocho seres repulsivos empezaron a arañarle violentamente el rostro y todo el cuerpo a José Luis; el cual gritaba desesperado, pedía piedad, veía con tristeza el llanto de sangre de las imágenes santas de la catedral. Finalmente José Luis le atravesó las costillas y tomando forma de dragón de fuego entró por su boca. Comenzó entonces a cambiarle la mirada a José Luis: se veía como florecía el mal en sus ojos, como su rostro y su cuerpo se llenaban de llagas y como reía a carcajadas en el aire mientras la agonía de su cuerpo envolvía en masoquista placer a su alma enferma. Luego empezó a quemarse y después, de manera inexplicable, apareció de una llama roja con un nuevo cuerpo de joven: se había convertido en un hombre alto y pálido, de pelo negro y ojos grises, facciones finas y una mirada llena de todos los peores sentimientos y deseos>>

Yo entonces le pregunté: << ¿Y que pasó con todos los otros soldados?>>; me dijo: <<Entró cada uno de ellos en el interior de su propia alma: allí se veían ante el espejo; veían primero el hombre que siempre quisieron ser, después el hombre que creían ser, y por último el hombre que eran. Todo esto por supuesto de forma metafórica a modo de imágenes; pero la cosa es que la mayoría de ellos lloraban y deseaban morir al percatarse de la enorme distancia que había entre quienes creían ser y quienes eran, y entre quines eran y quienes querían ser: después despertaban a la realidad con los ojos llenos de sangre y la boca cosida; luego veía cada uno descender del cielo una paloma negra de ojos rojos, que se posaba en su pecho y después se transformaba en una mano que les atravesaba las entrañas para en su interior transformarse en una luz roja que los envolvía y los transformaba en vampiros. Sufrieron todos el mismo destino que José Luis; pero he aquí que es importante explicitar que el alma de José Luis ya no estaba en ese cuerpo de vampiro, sino que era aquel cuerpo gobernado por Ezequiel>>

Luego de escuchar eso le pregunté: <<¿Cómo se desarrollaron luego de lo que me cuentas los acontecimientos, de forma tal que se llegara a la situación actual de que los vampiros tengan sus propias ciudades, y más importante aún, que en el paso de más de cien años no hayan desaparecido, mm? Ya que para que esto suceda, o son muy longevos o no envejecen y son eternos, a menos que los maten, o aparecieron mujeres vampiro de no se que manera, dime pues por favor que ocurrió, si lo sabes, claro está>>

Me respondió: <<Verás, ocurre que luego de eso todos los subordinados a José Luis se hallaban bajo control de Ezequiel. Además de esto Ezequiel dispone de poderes telepáticos; de modo que se comunicó simultáneamente con todo su ejercito y les ordenó la retirada a los que estaban en ciudades de baja concentración de sus tropas, en tanto a los que se hallaban en las de alta concentración les ordenó morder a toda la gente que pudieran excepto ancianos y enfermos, y que mordieran sobre todo mujeres jóvenes. Esto lo hacía porque aquel que era mordido se convertía de manera irreversible en vampiro y a través de ciertos poderes especiales de Ezequiel, podía este controlar a todos los nuevos vampiros que aparecieran teniendo como causa a 1 o 2 de sus vampiros anteriores. Así como ves, no solo estaba bajo su poder aquel que era mordido y se convertía en vampiro, sino también todas las criaturas que nacieran teniendo como padre a uno de sus soldados y a una mujer convertida en vampiro>>

Entonces le dije impresionado: <<Vaya, esta historia es en exceso difícil de creer; te aseguro que en el Universo en que nací nadie creería que algo así pudiese ser verdad; sería demasiado contra lo que llamamos <<el sentido común>>, pero bueno, pese a mi asombro, no me queda nada más que creer en los hechos, por más insólitos e imposibles que parezcan. Que lastima que tanta gente viva sumida en una historia tan terrible y monótona a la vez. Me sorprende como es que aún todas estas ciudades están pobladas: si yo hubiese nacido aquí, me hubiese ido por mi cuenta en tanto tuviese uso de razón y recursos necesarios>>, El dijo: <<Las cosas no son tan sencillas como parecen: todo este grupo de ciudades se encuentra en una gran isla y para desgracia de los humanos que aquí vivimos, tiene Ezequiel ganada la dimensión naval de esta guerra. Ellos tienen una flota muy poderosa, en gran parte debido a que Ezequiel ha inventado excelentes armas para sus barcos. Además de eso debes tener presente que Ezequiel tiene más mano de obra, por la sencilla razón de que todos sus habitantes le obedecen cualquier cosa que el diga; dirá a uno; ¨ Realiza X ¨, y entonces a modo de autómata el habitante hará X, sin importar si X es quemarse vivo o pintarse pentágonos azules en todo el cuerpo>>

Le dije: <<Maldición, ustedes tienen negro el futuro, no se como han sobrevivido hasta ahora, me imagino que en cuanto a lo de la armada de Ezequiel, o bien ustedes no tienen ciudades que dan al mar o a ríos grandes, o bien si las tienen son muchas menos que las del tal Ezequiel>> Me dijo:<<En efecto, no tenemos  sino muy pocas ciudades que cumplan esas condiciones, pero en algunos puntos de nuestras costas hemos hecho bases militares en que se construyen barcos de guerra; todo con la finalidad de atacar los puertos de Ezequiel y de permitir que la gente salga de la isla en la medida de nuestras posibilidades>>,

Le dije:<<Ya veo, pero dime, ¿Cómo sabes tanto?>>, me respondió:<<Verás, yo soy un erudito que antes tenía un gran capital acumulado en bancos y en mi mansión; pero los espías de Ezequiel le informaron los puntos en que mi capital se hallaba, de modo que hicieron atentados terroristas con bombas y me dejaron en la ruina, y para rematar me dijeron que si hacía para sobrevivir otra cosa distinta de mendigar, me mandarían a matar, por eso no me ves de profesor o algo así. Como ves estoy jodido>> Le dije:<<Realmente me mueves a compasión, ojalá pudiera ayudarte, pero siento que estoy casi tan arruinado como tú, bueno, te agradezco toda la información, debo irme, Dios te bendiga, adiós>> Entonces se despidió y luego yo me alejé, realmente estaba angustiado, no sabía que hacer y sentía que en cualquier momento la muerte podría quitarme el apartamento y luego, a juzgar por mi conducta, terminaría en el basurero de las almas.

Después de tanta cosa sentía hambre; sabía que tenía bastante dinero por el trabajo que había hecho para el duque pero me preguntaba si valía o no la pena gastar en un negocio y una casa para quedarme a vivir en la isla, puesto que sabía que la probabilidad de que escapase era casi infinitesimal. Al fin y al cabo opté por comprar una casa barata.

Esa noche dormí en un hotel un tanto rustico y sucio, aunque bastante barato, pues debía cuidar mi dinero. Estando ya en mi cama a punto de dormir, ocurrió algo extraño; empecé a escuchar una voz que me llamaba y me decía: <<Aldaris, ven aquí afuera, ven, tenemos que hablar>>. La voz venía de fuera de mi habitación y me intrigaba bastante saber quien era; pero debo confesar que la energía que sentía me inspiraba cierto temor, no obstante miré a ver si había alguien: no había nadie y la voz seguía llamándome. Entonces supe que era un espíritu, pero me parecía muy extraño que mi anillo mágico no me permitiera ver su imagen, no obstante salí.

Una vez afuera me dijo: <<sígueme o tendré que asesinarte>> Pensé entonces que era mejor seguirlo, pues o bien era verdad que tenía la capacidad de matarme, o bien era falso; si era verdad podía tanto mentir y de ese modo no matarme, o decir la verdad y entonces matarme. Luego pensé que no valía la pena arriesgarme, y entonces opté por seguirlo, pero le pregunte: << ¿Cómo te sigo si no te puedo ver,  acaso me dirás, por aquí o por allá o algo así?>> Él me dijo: <<Ya me verás>>, entonces pude ver que se trataba de un monje.

Luego de esto salimos del hotel: la calle estaba oscura y aún se podía observar algunos cadáveres que habían quedado de la contienda, entonces me dijo:<<Siguiendo recto hasta la iglesia y luego virando a la izquierda, verás una muchacha joven vestida de verde, con el pelo pintado de verde claro y una pulsera de oro con una esmeralda. Ella es una bruja de las que pertenecía a un pequeño grupo que ya no opera, son 7, cada una tiene una llave de plata especial y tú debes conseguir todas las llaves; con esta que verás será fácil, solo debes ofrecerle una buena suma de dinero y te la dará. Eso si, tendrás que mencionarle el nombre de la llave, si no entonces se negará a vendértela, la llave se llama Aq>>.

Avance y entonces noté que allí estaba la bruja sentada frente a un cadáver al cual le había prendido fuego, le dije:<<Buenas noches, ¿tiene usted una llave llamada Aq?>>, Me respondió:<<¿Aq?, ¿como sabe usted de esa llave?>> Le dije:<<Me lo dijo un espíritu, pero bueno, le daré 6000 dops si me la da>> Respondió:<<Jamás, es muy poco por la llave, quiero 6500>> Acepté y entonces me dio la llave. Después de eso el monje me dijo:<<Ha llegado la hora, iremos a la mansión de Gastón pronto>>.


Narrador 1
Decidí entonces ir a la mansión de Gastón para atormentar a Aldaris. Cabe aquí decir que como narrador esta es mi última intervención; mas no olviden que en la realidad estoy siempre junto a ustedes; en su interior, manifestado en sus egoísmos y perversidades. Muchos de ustedes creerían en mí si vieran un hombrecillo rojo con cuernos, o si el número de poseídos aumentara hasta que la cuestión se hiciera evidente; pero no, obro como Dios: a través de ustedes, que son mis manos en esta tierra que casi está bajo mi control. Espero pues verte a ti, lector, después de tu muerte; allí estaré con los brazos abiertos para recibirte con todo mi odio. Allí te atormentaré incesantemente hasta que la amargura te intoxique y no desees volver a escuchar tu nombre. Porque me has visto y con tus obras desdices de tu antagonismo hacia mi doctrina. Me abriste las puertas de tu corazón cada vez que no supiste perdonar, allí entré navegando en la barca del rencor, a regar petróleo en tus mares y a izar mi bandera, y gracias, pues  también me disté de beber todas aquellas veces en que quisiste ser tu propio Dios…


Narrador 2
Me dijo entonces que vaya antes a la catedral a orar un rato, pues estaba cerca y me sería de mucha ayuda para lo de la mansión de Gastón, le pregunté entonces:<<Está esa mansión dentro de la ciudad?>> Me dijo:<<No, esta en una bahía en la que la única residencia es aquella, en los alrededores no hay sino bosques, las playas de esa zona son algo que no te imaginas; pero bueno, tú vas allí porque tienes que hablar con Gastón, mas para eso debes liberarlo; el ha sido encerrado en un cuarto secreto, la llave que tienes abre la cerradura>> Le pregunté: <<¿Quieres decir que el sujeto fue encerrado en su propia mansión?>> Me respondió:<<No, en verdad la mansión no es de él, yo solo lo decía por costumbre, la mansión se llama;¨ Palacio de la luna ¨>> Le pregunté  el porque del nombre y me dijo:<<Se llama así porque si tu contemplas el cielo desde dentro de la mansión, verás la luna siempre llena; aunque salgas al patio y en el patio no veas llena a la luna. Es un gran misterio  el porque sucede eso, lo que si te digo es que la mansión tiene la propiedad de volverse invisible a uno o más cualesquiera individuos; así puede que A vea la mansión y B no, siendo que ambos se encuentren en idéntico tiempo y estén ambos frente a la mansión>> Le dije: <<vaya, que interesante misterio, estoy ansioso por ir a la mansión>>

Luego de eso continué siguiéndolo y un tanto mas allá apareció una estructura un tanto extraña en medio de las afueras del pueblo, le dije:<<Que extraño, eso es una estructura fantasma, ya que al quitarme mi anillo dejo de visualizarla; ahora bien, tiene dos pisos: ¿Cómo he de llegar al segundo piso si no es sólida la estructura?>> Me respondió: <<Calma, esto tiene solución>> Luego de decir eso me cubrió de una luz celeste y entonces me dijo:<<Ahora puedes entrar pues, mas no olvides que debes cruzar los brazos por delante de tu pecho si quieres acaso entrar sin problemas>> Entonces yo le dije intrigado:<<¿Qué me pasaría si no los cruzo?>> y me dijo:<<Si no los cruzas, simplemente se te negará el acceso con la capa amarilla; si se te niega el acceso tendrás que ir por vías convencionales. Al llegar al lugar, si por esas vías llegas, no podrás entrar a la mansión; además de que la probabilidad de que la veas será menor a 1/10, y por supuesto, te ha de costar bastante esfuerzo y dinero. No creo entonces que optes por no dar la señal; si lo haces al menos tendré la alegría de mofarme de ti sabiendo que eres demasiado estúpido o masoquista>> Le respondí:<<Ah, calma, nomás en sueños tendrás esa alegría. Bueno, ya es suficiente de charlas, entremos por favor>> y él dijo:<<Adelante y que Dios te acompañe, hermano mío; en lo que resta tendré que dejarte. Mas antes de irme te entrego esta flauta junto con un instructivo que te enseñará a tocarla en caso de que no sepas, y si sabes de igual forma te servirá el folleto, ya que tiene una canción que necesitas aprender y que allí te dirá la letra. Sin esa canción no podrás tener la ayuda del duende Esteban, y su ayuda es necesaria para el rescate de Gastón>> Le dije entonces:<<Dime por último, ¿Por qué debo rescatar a Gastón?>>

Me respondió:<<Verás, pasa que Gastón conoce el paradero del primer guía espiritual, y tú has sido enviado a este Universo para liberar a los siete guías; solo así obtendrás la paz que tanto necesitas y solo así volverás a estar en armonía con Dios. Intenta cada día liberarte más de tu ego; despréndete de ti mismo y aunque mil veces caigas, mil veces también levántate; aprende siempre a perdonarte, pues si no lo puedes hacer contigo, difícil se te hará hacerlo con los demás. Ten siempre ideales y altas metas, que son estas cosas al hombre como las estrellas al cielo; recuerda siempre trabajar por un mundo mejor, un mundo en que los hombres actúen como hermanos y la violencia sea solo el recuerdo de un ayer superado por la voluntad humana encaminada a perseguir una existencia más grata. Bueno, me despido, adiós>>

Entonces me despedí de él y me encaminé hacia la estructura, entré e hice la señal (para entrar a una estructura distinta de la mansión de la luna, estructura que requería la misma señal). Al hacer la señal aparecieron de pronto tres niños pelirrojos vestidos de azul y con unos guantes negros, me dijo el del centro:<<¡Atic, atic minu tengui!>>, entonces observé como la habitación de madera empezaba a llenarse por doquier de cuadros verde oscuro y café claro, después el suelo, las paredes y el techo se cubrieron de una superficie de cristal, los cuadros desaparecieron junto con todos los muebles y debajo de la capa de cristal se veía un fondo negro en el cual se veían unos peces de luz flotando en la oscuridad: todo era muy misterioso y bello.

Le dije entonces:<< ¿Habla alguno de ustedes español?>> y entonces el de la derecha me respondió:<<Los tres hablamos español, y dime, ¿No quieres quedarte hoy con nosotros?: aquí tendrás buena comida y descanso, quédate con nosotros esta noche, tenemos siempre una habitación para invitados y tú tienes la suerte de que está desocupada y debes además saber que si hacemos esto es porque sabemos que lo que te espera es muy duro. Lo vimos en nuestra bola de cristal mágica, quédate pues>> Le dije:<<Agradezco mucho vuestra invitación, me quedaré entonces>>

Luego de eso el más pequeño me guío por un corredor cilíndrico. Al final del corredor se vislumbraba una sala en la que había una mesa redonda; entonces nos sentamos en la mesa. Una vez estuvimos allí, fue la mesa iluminada por una luz multicolor que descendía en cilindro del fondo de la cúpula que estaba encima de la mesa y que se hallaba conformando el techo.

Aquella sala era realmente hermosa: en el suelo, alrededor de nosotros, había un círculo de agua transparente en cuyo fondo se veían topacios gigantes; el suelo era de oro al igual que el techo y las paredes y habían en los cuatro puntos cardinales de aquella circular sala, cuatro columnas de luz multicolor que estaban en correspondencia biunívoca con círculos en alto relieve gravados en la cúpula.

Allí sentados estuvimos charlando mientras comíamos comida italiana. Hablamos de muchas cosas, entre ellas del significado de la vida y de cosas como que es la verdad, el espacio y el tiempo; también contamos chistes y algunas vivencias.

Después de terminar la cena, me dijo el más pequeño: <<ven, quiero enseñarte algo>>, y entonces me condujo a un jardín hermoso y lleno de flores de muchos colores; allí, al fondo del jardín, había un corredor que conducía a una fuente en medio de un redondel. Fuimos a la fuente y entonces me dijo:<< ¿Sabes?, hay algo que me tiene muy triste>> Le dije:<<Adelante, cuéntame que es, confía en mi, pequeño>>, y entonces me dijo:<<Verás, ocurre que cada noche viene a las doce el fantasma de una pequeña niña, viene siempre montada en un ave blanca que es también fantasma. Una vez que está aquí se sienta en el borde de la fuente y empieza a llorar. Me da tanta pena, quiero ayudarla, mas siempre que yo o alguno de mis hermanos intentamos hablarle, desaparece sin dejar rastro; además me intriga que nunca se le ve el rostro, pues siempre lo tiene cubierto por un velo. Ayúdame, te suplico que intentes ayudarla>> Entonces le respondí:<<Es muy difícil lo que pides, realmente me da miedo, puede ser peligroso, pero bueno, he pasado por tantas cosas terribles, que no creo que si esto resulta en catástrofe pueda ser peor que las cosas que he vivido; te ayudaré entonces>> Luego me dijo:<< ¡Gracias!>>, y entonces me abrazó.

Esa noche esperé hasta las doce, hora en la cual pude ver que la niña aparecía; salí entonces de mi escondite y me acerqué a preguntarle:<< ¿Por qué lloras?¿Puedo ayudarte en algo?>> Permaneció callada y se limitó a entregarme una carta, después desapareció.

Una vez observé el sobre, pude constatar que la carta iba dirigida a los tres niños pelirrojos, entonces fui y le entregué la carta al menor (que fue el que me pidió ayuda para todo esto). Pude ver entonces como después de leer la carta empezaban por sus mejillas a resbalar muchas lágrimas, después de lo cual salió corriendo a entregarle la carta a sus dos hermanos. Vinieron, luego de un rato, los tres; venían taciturnos y con los ojos vidriosos, se pararon frente a mi y pude ver como sus guantes negros empezaban a volverse blancos mientras ellos al contemplar aquello sonreían entre lagrimas. Dijo entonces el mayor: << ¡Alabado sea Dios, alabado!, nadie como tú, Padre: bendito seas por siempre>>. Luego de esta exclamación depositó ante mis pies una estrellita verde, del tamaño de mi mano aproximadamente, brillante y hermosa, acto seguido él y sus hermanos desaparecieron para nunca más volver.

Ante todo esto me había quedado realmente sorprendido. Después de salir de mi asombro recogí la estrella y entonces al tomarla en mis manos me sentí diferente; sentí que mi alma volvía a ser el alma de un niño y que mi corazón se llenaba de belleza y bondad, como también de una felicidad y una paz enormes. Mire a mí alrededor y todo me parecía bello y profundo; decidí entonces regresar a la sala donde comí con los niños. Allí, encima de la mesa, habían dejado una carta para mí, la cual decía: <<meta la cabeza en el agua alrededor de la mesa, luego estará en el área de la mansión de Gastón>>.

Hice eso y entonces de pronto sentí que era transportado a otro sitio, en efecto pasó un momento y al abrir los ojos me halle parado en medio de una playa de arenas negras. Mire atrás y pude al fin ver aquella mansión: era enorme, de mármol blanco y ventanas de vidrios verdes, azules, celestes, morados y de otros muchos colores; algunas eran redondas, otras elípticas, unas enormes y otras pequeñas. Alrededor de la mansión había un bosque lleno de coníferas enormes; había en la playa grandes rocas dispersas y en la arena se podían hallar con cierta regularidad rubíes pulidos. Estaba de estrellas cubierto el cielo nocturno, en el cual se veían nubes verdes y fosforescentes; las cuales eran de unos tres metros de largo en promedio y flotaban en una altura comprendida entre tres y diez metros por encima del suelo. El mar estaba repleto de pequeños remolinos, el viento era tranquilo cual las aguas y sobre el mar flotaba la niebla. No obstante, entre tantas particularidades me llamó la atención un hecho particular, el cual consistía en que a lo lejos se podía divisar una especie de palacio de cristal que emergía del mar y alrededor del cual se podían ver enormes olas.

Al contemplar tantas cosas extrañas me llené de admiración y sorpresa; luego de lo cual emprendí el camino a la mansión de Gastón, la cual era inmaterial según se percibía. No obstante hay algo que no os he narrado, y es que en la casa de los niños había un documento, en el cual se decía que una vez se había alcanzado la puerta de la mansión, aparecería un pequeño espíritu manifestado en forma de esfera energética y que este espíritu, si lo quería, os permitiría entrar y conocer la mansión: sin su consentimiento aquello resultaría imposible.

Una vez estuve frente a la puerta el espíritu me dijo:<<Puedes entrar>> Di la señal y entonces entré, y cual no fue mi sorpresa al abrir la puerta y ver que de pronto me hallaba parado sobre una plataforma rectangular de plata de unos (3 x 4) metros, la cual se hallaba suspendida en medio de un cielo celeste y con nubes blancas.

Miraba para todos lados y no podía hallar más que cielo; no podía divisar ni tierra ni mar por abajo: todo era aire y nubes. Sentí entonces que la desesperación se empezaba a apoderar de mí (la mansión se había materializado), ante lo cual no pude sino intentar armarme de paciencia y resignarme a ver que me depararía el destino. Pasaron algunas horas mientras estuve allí sentado; meditando sobre mi pasado y sobre el sufrimiento que a muchos causa el apegarse a lo que llaman su identidad. Pensé en como el miedo al sufrimiento levanta tantas barreras a la sinceridad humana, como tantos justifican su violencia enmascarándola de justicia, y entre tanto me fije en como tantas otras actitudes erróneas tratan muchas veces de hacerse percibir como virtudes. ¿Hasta que punto podemos criticar una falta en el otro con la finalidad inconsciente de enmascarar nuestro deseo de cometer dicha falta? ¿Con que frecuencia confundimos el orgullo con la dignidad? ¿Bajo que sofismas intentamos convencernos de que tantas convenciones huecas valen la pena? Cómo reconocer a la intolerancia oculta tras la apariencia del moralismo? ¿Hasta cuando nuestras sociedades seguirán de rodillas ante el hedonismo que tanto nos idiotiza?, etc.

Después de eso seguí cavilando hasta llegar a un punto en que empecé a sentir odio por mi persona; me analizaba y en tanto más me conocía, más me asqueaba de mi maldita persona; quería ser mejor, quería obrar bien por amor al bien y a los demás, antes que para decirme a mi mismo: <<¡Eres bueno, eres valioso!>>. Entonces me pregunté si en realidad deseaba eso, si no estaba engañándome para en el fondo tratar de ponerme en un altar, también me preguntaba como se media el amor y entonces me respondí diciéndome que se ama en la medida en que se es capaz de sacrificarse por el bienestar de aquello que se ama. Así pues recordé que Jesús nos amó al punto de morir por nosotros en una cruz. Seguí pues reflexionando hasta que el sueño me venció.

Desperté y entonces pude ver que seguía  en un lugar que o bien era el mismo espacio en que me dormí, o bien era otro idéntico; lo cual era posible en tanto que solo se veía cielo y nubes como ya dije antes. Al ver las cosas así, no pude más que sentirme frustrado; sin embargo noté que en mi mano había un papel en el que estaba escrito:
¨ Pájaro triste de plata taciturna;
  sereno vuelas desde el azul al blanco,
  verdad arcana
  que vives entre la lluvia y el canto
  amargo del viento en primavera.
  Tú, que tu voz al cielo elevas
  en la insondable noche del mundo,
  tú que clamas la elegía del difunto
  que habita en lo hondo
  del alma humana, tu que no llevas
  sino el lamento
  del sol que muere en cada minuto.¨

Después de leerlo me sentí intrigado e indagando por su significado, sin lograr del todo descifrarlo, me dije que sería mejor conservarlo, ya que podría quizá ayudarme a resolver algún problema en el futuro. Permanecí algunos momentos en esa plataforma y nada sucedía: estática, misteriosa, parecía de modo irremediable condenarme a vivir un futuro no muy prometedor...

Pasaron siete días que estuve allí sufriendo el espanto de mi quietud aparentemente incurable; el tiempo se hacía eterno, la desesperación me consumía, me conducía a desear la muerte; para mi mala suerte, cada vez que tenía hambre o algún malestar físico, una luz verde me lo quitaba. Me pregunté entonces, como otras veces anteriores, si tendría el valor para golpear mi cabeza contra la plataforma hasta que muera o si sería capaz de saltar y caer; esperando que al fondo de tanto cielo hubiera un suelo que me permitiera perder mi insoportable existencia. ¿Qué ocurrió?, pasó pues que finalmente me decidí por saltar…

Empecé entonces a caer, pasó un infortunado minuto y luego inexplicablemente volví a aparecer en la plataforma; desesperado intenté golpearme contra la plataforma, desgraciadamente mi cabeza se desmaterializaba cada vez que intentaba hacerlo; intenté dejar de respirar, y para mi desgracia sentí como el oxígeno entraba en mi cuerpo de forma ininteligible.

Grité desesperado: <<¡Noooooooo, noooo, piedad!>>. Comencé entonces a llorar con amargura, pensé sin embargo en la opción del viaje astral: lo intenté, y al hacerlo descubrí que me hallaba en un rombo cuya diagonal mayor era de unos 100 metros aproximadamente y la menor de unos 90. Cada vez que tocaba los limites del rombo, volvía a aparecer en la plataforma; en el rombo no había aparentemente otro ser aparte de mí, al menos no había yo visto ser alguno distinto de mi. Si intentaba transportarme (mientras estaba realizando el viaje astral) a otro sitio, pensando en ese sitio, no lo conseguía. Todo allí era ese maldito espacio celeste lleno de nubes.

Llegué entretanto a la conclusión de que tendría que resignarme. Había para aquel entonces perdido la noción del tiempo, dormía demasiado y estaba comenzando a enloquecer y a sentir que mi intelecto era absolutamente incapaz de comprender los aspectos esenciales de la realidad. Habían pasado, según mi distorsionada visión del tiempo, unos 3 meses desde el viaje astral en el que descubrí que estaba encerrado en un rombo sobrenatural. En esos tres meses no había sonreído ni una sola ocasión, no obstante había llegado a entender que podía ser feliz si aprendía a gobernar mis pensamientos aún estando confinado a permanecer en aquel lugar. El problema mayor era sin embargo encontrarme en la más profunda soledad, que hallaba parte de su causalidad en el hecho de que no había podido establecer contacto con Dios; que por más que me esforzarse en sentir su presencia, no conseguía sino percibirlo de una manera insuficiente como para sanear mi sentimiento de soledad: sentía por tanto que ni Dios estaba conmigo, no obstante, sabia, esto es, pensaba que estaba conmigo. Pero de nada me servía, pues mis sentimientos se negaban a seguir la misma dirección que mis pensamientos.

Un día sin embargo el cielo se tornó rojo y las nubes negras; llovía sangre y frente a mí había un ojo enorme que flotaba en el aire y me miraba sin parpadear. Le veía y me miraba reflejado en su pupila; de pronto mi reflejo se convirtió en la imagen de un esqueleto; mas yo me miraba y únicamente veía que de mis manos irradiaba oscuridad, si así puedo llamarla, ya que se supone que la luz se impone a las tinieblas. Pero el caso es que esa energía negra brotaba de mis manos. Entretanto el ojo seguía mirándome, hasta que de pronto parpadeó; fue entonces que de pronto todo se tornó negro.

Aparecí después en un laberinto: era todo horrendo, los muros llenos de cucarachas y otros animales repugnantes; basura y excrementos esparcidos por el piso; sangre, huesos y pedazos de carne desperdigados. Arriba de los muros se divisaba, a una altura de unos 100 metros, un techo rojo del que colgaban unas lámparas enormes, del porte de una persona aproximadamente; también se veían unas sombras que recorrían el techo. Además de eso, colgaban del techo unas cruces al revés, en las cuales habían unos hombres crucificados; hombres que eran constantemente torturados, pero que por alguna extraña razón no podían morir.

Recuerdo como a veces, sin razón aparente, se les empezaban a quemar los pies y de forma extraña gritaban: <<¡Moloc!>>. Me acuerdo que uno de ellos no dijo esa palabra cuando se le quemaron los pies y que entonces se le llenó el cuerpo de murciélagos que le chupaban la sangre; después quedo casi seco, ¡pero aún con vida!, entonces los demás crucificados se le reían y decían: <<¡pareces pasa, imbécil, hahaha!>> Uno de ellos no habló, como compadeciéndose del destino de su compañero, entonces le ocurrió lo mismo también.

Yo entretanto observé que había una inscripción en un ladrillo del laberinto, decía: <<Uvas, pan y vino>>. Entonces después de leerlo aparecieron uvas, pan y vino; yo estaba emocionado, comí y bebí, volví a leerlo a ver si aparecía otra vez lo mismo: pero nada apareció. Avancé un poco y leí otra inscripción que decía: <<diamante, zafiro y rubí>>, entonces aparecieron esas tres piedras; de modo que me sentía aún mejor y asumí que lo que leía en las inscripciones se hacía realidad, no obstante, cometí el error de suponer que solo habían inscripciones positivas. Todas las inscripciones eran doradas y emitían luz, de modo que podía saberse a varios metros si había inscripción alguna.

Avancé aun más, cambié de dirección, y leí una inscripción que decía: <<Ya no podrás morir asesinado mientras estés en el laberinto; no obstante podrás sentir dolor, podrás sentir el hambre y la enfermedad, como también la falta de oxígeno, mas no podrás morir de ningún mal físico mientras estés en el laberinto. He aquí una espada y un escudo para que te defiendas de tus enemigos.>>. Después de leerla aparecieron el escudo y la espada, supusé que lo demás también se cumplió, y me entristecí al saber el destino que me aguardaba. No pude llorar, me había acostumbrado demasiado a las tribulaciones.

Por suerte tenía mi brújula especial, con la cual podría salir del laberinto; si no fuese por eso, quizá estaría perdido. Caminé y caminé como 12 horas, luego de lo cual tuve mucha sed y un tanto de hambre; seguí así unas 10 horas más, al cabo de las cuales el sueño era intolerable. Parecía que el cansancio me vencería, pero pudo más el miedo a ser victima de alguna criatura al quedarme dormido, que el sueño que me amenazaba; así pues seguí despierto unas cinco horas más, aunque después de eso no resistí más y me quedé dormido.

No bien hubieron pasado unas tres horas yo me levanté al sentir que en mi cuello penetraban unos enormes colmillos; pegué un enorme alarido en tanto al voltear mi cabeza observé un rostro extraño, con enormes ojos totalmente negros, sin siquiera la parte blanca, con la nariz recién cortada y sangrando y con la frente y la mandíbula enormes, la piel blanca y la cabeza calva. Veía mi sangre brotar y yo no moría, grité entonces: <<Pagarás, grandísimo hijo de puta>> Agarré entonces la espada y se la clavé en el estomago; al instante me soltó mas me estampó contra la pared. A pesar de todo eso yo tenía una enorme fuerza y energía, no se de donde me venían, pero le metí las dos manos en los ojos y cogiendo mi espada me alejé y luego a una distancia prudente se la lancé en el pecho. Cayó agonizante y sin fuerzas al piso. Entonces exclamé: <<¡Bingo, Bingo!>>, le saqué la espada y se la enterré en la frente, luego le arranqué el corazón y le saqué el cerebro; me comí entonces todo el corazón y solo la corteza cerebral del monstruo.

No bien hubieron pasado unos segundos, mis hemorragias cesaron y mi cuello y mi cabeza se repusieron por completo. Tenía aún sed, por lo que bebí su sangre, la cual use también para dibujar caritas felices en las paredes; incluso escribí la palabra <<paz>> en el reverso de mi escudo. Luego de eso ya no sentía miedo de dormir: sentía pánico, no quería volver a experimentar tanto dolor.

Caminé un par de horas siguiendo mi brújula especial y de pronto me encontré con otro ser humano en el laberinto: joven, barbado y con gran bigote, de cómo unos treinta años, vestido de verde y con una espada; al verme soltó la espada y me dijo: <<calma, no te haré daño, será mejor que trabajemos juntos>>. Entonces emocionado respondí: <<¡Que alegría ver un ser humano después de tanto tiempo, ¿de donde vienes?>> Me dijo: <<De Nimbus Land, aunque la verdad, no se bien porque diablos estoy aquí, solo recuerdo que había buscado un tesoro seis años de mi vida y que un día, luego de buscar por años el lugar del tesoro, entré a la habitación donde estaba el tesoro y una mano gigante me atrapó y me transportó a este lugar: aquí he encontrado unas inscripciones que luego de leerlas se cumplen, entre ellas hay una que me volvió inmortal mientras esté en el laberinto>>

Le dije: <<Perfecto, yo también la tengo, la fatalidad sería que la tenga algún adversario>>  Respondió: <<Si es verdad lo que una voz me dijo, entonces solo nosotros tenemos la inmortalidad en el laberinto y nadie más la podrá tener>> Yo pregunté: <<¿Qué te dijo?>> y él me respondió: <<Dijo que yo era el segundo en leer la inscripción de la inmortalidad y que no había otra inscripción igual en todo el laberinto; luego de eso la inscripción desapareció>>.

Despúes acordamos que yo dirigiría el camino y que nos turnaríamos la vigilancia, de modo que cuando el uno durmiera el otro vigilase. Así pasaron dos días, al tercero mi compañero me despertó diciendo: <<¡Oye!, ven a ver lo que encontré>>. Lo seguí y observé que en medio del laberinto había una habitación limpia, hermosa, con guardias a la entrada que nos recibieron muy bien. Entramos y adentro se escuchaba una música suave, tierna y relajada, habían dos enfermeras y dos cunas con dos hermosos bebes. No obstante las enfermeras lloraban amargamente mientras alimentaban a los bebes, entonces les preguntamos que ocurría y una de ellas dijo: <<Fuimos capturadas y llevadas aquí, donde nos dijeron que este es el último día que podremos ver a nuestros hijos>>. Entonces la otra dijo: <<¡Oh no!, ya son las seis, ya son las seis>>.

Vimos entonces como las madres y los hijos se quedaban estáticos, luego los bebes empezaron a flotar en el aire hasta que se quedaron suspendidos frente a sus madres; entonces la primera mujer dijo: <<¡Mi cuerpo, no puedo controlarlo, ojalá mi hijo fuera mayor como para entender lo que digo!, perdóname hijo>>. Entonces la mujer estiró el brazo hacia el bebe de cinco meses y empezó a sacarle las uñas del pie, el bebe gritaba y lloraba junto con su madre; luego la madre mató al bebe tras haberle comido la lengua y las mejillas en el orden respectivo. Lo mismo ocurrió con la otra madre y su hijo bebe. Después de que las madres recuperaron el control de su cuerpo empezaron a golpearse la cabeza hasta acabar con sus patéticas vidas.

Luego de ver eso, yo y mi compañero lloramos como dos pequeños niños. Salimos de ese cuarto y el laberinto continuaba y parecía no tener fin, al igual que la noche eterna y sombría de mi espíritu. Estuvimos horas enteras sin toparnos con enemigo alguno, cuando de pronto vimos a lo lejos y sin que nos vieran a un grupo de vampiros torturando a unos ancianos amarrados. Les quemaban la piel con cigarrillos, les escupían en el rostro y los tenían a muchos al borde de la muerte.

Al ver esto mi compañero y yo nos miramos y yo le pregunté: <<¿has matado a algún ser racional alguna vez?>>, me respondió: <<Para mi buena suerte, no, ¿tú si?>>, le dije: <<yo si>> y entonces aprovechando que estaban distraídos y sin espadas, juntos y volteados, les corté a todos la cabeza>>. Los ancianos gritaron asustados, mas los calmé diciéndoles que no les haría daño. Sin embargo todos los que estaban al borde de la muerte me rogaron que les quitase la vida: lo pensé y accedí, aunque confieso que me dolió hacerlo. Sin embargo fue sorprendente ver la serenidad con que afrontaron la muerte, la frialdad inigualable con que vivieron aquellos últimos tres minutos de vida que me pidieron antes de morir.
Descansamos unos minutos cuando de pronto escuchamos unos pasos que hacían temblar el piso, le dije a mi compañero: <<Jaime, mira esa cabeza que sobresale de entre los muros del laberinto, es un maldito gigante>> Me dijo: <<Calma, Aldaris, tengo combustible, un aparatito para sacar fuego y una idea>>. Tras escuchar eso me reí perversamente y le dije: <<genial, yo tengo una botella y un adornito inútil de madera, llenaremos mi botella de combustible, rociaremos con combustible mi adorno de madera, lo prenderemos y uno de los dos tendrá que quemarse un poco la mano para lanzárselo después que el otro le haya lanzado la botella, el idiota arderá inevitablemente>>.

Así pues procedimos de acorde al plan, sorteamos con moneda y a mi compañero le tocó lanzar la madera con fuego; vinó el gigante: era horrendo, obeso, con unas manos llenas de enormes garras y una cabeza espantosa y enorme en la que asomaban dos pequeños ojos rojos. Entonces le dije: <<¡prende el madero!>> Yo entretanto aguardaba a que el gigante doble la esquina para lanzarle la botella, entonces el gigante apareció y yo le arrojé en el pecho la botella, la cual  reventó y lo cubrió por entero; después mi compañero le arrojó el madero y el gigante empezó a gritar mientras corría hacia nosotros (entretanto Jaime paraba a momentos para lanzarle más combustible). Así estuvimos un rato hasta que el gigante no aguantó más las llamas y cayó muerto al suelo.

Se nos había agotado todo el combustible, al menos teníamos bastante carne frita, de modo que comimos hasta saciarnos. Transcurridos unos minutos de caminata por el oscuro laberinto, vimos que a lo lejos se vislumbraba una luz y que en medio de ella se distinguía la figura de un duende; sin embargo no se veía con claridad suficiente como para ver su rostro y otros detalles, solo se veía la simple silueta flotando sobre una nube y tocando flauta.

Grité: <<¡¿Sois Esteban?!>> y él me respondió: <<¡Si, hermano, soy Esteban, veo que vas por buen camino, sigue así!>>, luego de decir eso empezó a tocar una melodía sumamente alegre y bella, empezó a brillar y la luz que le rodeaba aumento y se volvió verde; entretanto corríamos para alcanzarle, pero entre más nos aproximábamos, más se desvanecía su imagen. Así que al llegar donde la luz ya no pudimos verle; había desaparecido por entero, mas había dejado una llave en el piso; yo sin dudarlo me la guardé.

Entramos Jaime y yo en la luz, luego de lo cual aparecimos en una habitación azul y sin mubles,  con el techo en pirámide y sin ventana alguna. Había allí, en cada una de las cuatro esquinas, una columna de mármol sobre la cual había una llama azul. En el piso habían dos grandes ladrillos que sobresalían; uno azul y el otro blanco, recordé entonces el poema y aplasté primero el azul y luego el blanco, entonces una voz habló y dijo: <<Has acertado>> Luego cayó del techo una pequeña llave de plata. Tomé la llave y probé para abrir el cofre que estaba al fondo de la habitación; se abrió y entonces encontré una pieza de rompecabezas hecha de plata.

Luego de eso salí de la habitación junto con Jaime. Recuerdo que el me dijo: <<Tengo sueño, amigo; parece que el sitio es tranquilo y no hay nada que pueda dañarnos: probaré a dormir en el corredor, tú anda a la habitación de puerta blanca que está al inicio del corredor, ve por favor>> Le respondí: <<Ya hemos revisado la habitación de la puerta blanca y es segura, deberías también dormir allí; es probable que algún asesino esté rondando y te encuentre, en tanto el cuarto aquel tiene picaporte y es más seguro>> y el me dijo: <<Quizá haya algún pasadizo en la habitación del cual salga algún asesino, mejor dormir separados>> Le respondí: <<De acuerdo, como desees, Dios te acompañe>>.

Entonces entré al cuarto, puse picaporte y me acosté para dormir. Al día siguiente me levanté con la esperanza de que el día me fuera favorable; no obstante al abrir la puerta observé que Jaime no estaba, lo llamé gritando y no contestaba: no se escuchaba ruido alguno que delatará la presencia de otro ser aparte de mí.

Caminé un tanto más hasta llegar al fondo del corredor; ahí había una puerta negra y un pequeño agujero en el piso a través del cual podía verse lo que estaba detrás de la puerta: una sala de plata, con muebles blancos y una gran mesa de cristal en el centro, en la cual estaban las más deliciosas comidas que pudiera uno imaginar; a la izquierda había un hombre tocando el Claro de luna en un piano, a la derecha solo se veía una cortina blanca.

De pronto el hombre del piano se levantó; era un hombre de como unos 45 años, con un traje blanco y una boina blanca. Observé que se dirigía a la izquierda, silbando una melodía romántica y melancólica, pasó por el centro tomando un pincel y después, al llegar a la cortina de la izquierda, la abrió…

Entonces contemplé atónito el cadáver de mi amigo encadenado a una pared en la cual había un enorme cuadro; cuadro que mostraba una noche estrellada con luna llena. El hombre de blanco tomó el pincel y lo metió en el pecho abierto y sangrante de mi amigo, pintaba la luna del cuadro con la sangre de Jaime en tanto que seguía silbando la misma melodía; entretanto yo escuché unos pasos por el corredor. Asustado desenvainé mi espada y me preparé para el combate, pero no había nadie. Seguí entonces observando al hombre de blanco, el cual de pronto se empezó a dirigir hacia la puerta negra, por lo cual decidí tenderle una emboscada y acabar con su vida.

Todo salió a la perfección: una sola estocada valió para acabar con su infame existencia. Entré entonces a la habitación y me escondí tras las cortinas, por sea caso viniese alguien por la otra puerta que no tenía picaporte. No podía ayudarme colocando los muebles frente a la puerta, pues eran de mármol y no tenía fuerza para arrastrarlos. Allí me quedé una media hora mas nada sucedió; decidí por lo tanto abrir la puerta del fondo pero con mucha precaución.  Tampoco sucedió cosa alguna, excepto que había un extraño corredor de cristal, enorme y sin ventanas, alumbrado por unas lámparas de platino incrustadas con zafiros.

Se escuchaba a lo largo del corredor el canto amargo de un órgano, que lloraba en no se que rincón de aquella mansión inmensa y extraña. La melodía que escuchaba era tan triste que no pude evitar llorar. Luego escuché alrededor una voz que oraba un padrenuestro; era la voz más hermosa y angelical que había escuchado en mi vida. De pronto todo quedó en silencio, y entonces, pasados unos minutos, se empezó a escuchar unos gritos de dolor y el sonido de un látigo golpeando un cuerpo. Esta vez se trataba de una voz distinta a la del padrenuestro; era una voz adulta y masculina, de un hombre de unos veinte años más o menos.

La voz decía: <<Por favor, ten misericordia>> y una voz ronca y cruel le respondía: <<No tendré misericordia, gusano, gozaré cada momento de tu agonía, haré que te arrepientas de haber nacido>>. Le respondía el joven: <<Lo que sea pero no me muestres tus ojos, te lo imploro>> y la voz ronca respondía: <<Los verás, pero calma, el postre va al último>>.

Pasaron unos minutos así y luego todo fue silencio otra vez, decidí pues seguir avanzando por el túnel de cristal. Llegué al final y había una puerta azul, la abrí y me encontré un enano ciego y de grandes orejas, que al escucharme entrar me dijo: <<Te llamas Aldaris y vienes a liberar a Gastón>> Le respondí: <<¡Wow!, ¿Cómo lo sabes?>>, a lo que me respondió: <<Soy clarividente y psiquico, hijo. Yo puedo ayudarte, pero por favor, toca la melodía de la luna, es lo único que pido a cambio>>.

Saqué el manual de la flauta y empecé a tocar lo que me pidió, una vez hube terminado el enano barbón sonrió dulcemente y dijo: <<Espera aquí por favor>>. Entonces entró por un pasadizo y desapareció. Lo esperé aproximadamente unos quince minutos y miré como el sujeto venía montado en una pequeña nube verde brillante (tenía en las manos una llave de topacio). Me la dio y desapareció. Yo entonces salí de esa habitación con la llave.

Al salir encontré un enorme patio: con el suelo cubierto de ladrillos grises, con una piscina ovalada en el centro, un puente que la cruzaba por la mitad y cuatro enormes fuentes, una en cada esquina del inmenso patio cuadrado; el cual estaba delimitado: al sur por la primera parte de la mansión, al este y oeste por muros, y al norte por la segunda parte de la mansión.

Recuerdo que en la puerta del patio que conducía a la segunda parte de la mansión había un rompecabezas, el cual estaba incompleto y le faltaba una pieza; pensé que sería la pieza que yo tenía, la coloqué y tuve la suerte de que encajaba. Entonces la puerta empezó a brillar y se abrió.

Había tras de esa puerta una habitación esférica, allí en el centro había un papel dorado con la letra de una melodía y estaba suspendido a unos tres metros en el aire. Me acerqué y entonces una mano pequeña y blanca lo tomó y me lo dio. Después pasé a una enorme sala rectangular: con ventanas verde oliva, ovaladas y largas; paredes blancas de mármol, tan claras como la nieve más pura, de igual manera el techo y el suelo, siendo el techo cóncavo como silla de montar y el suelo plano como es de imaginar; no había un solo mueble y en el centro estaba flotando, a unos tres metros de altura, una esfera de agua cristalina, de unos dos metros de diámetro y con pequeños pececillos de color azul, rojo, blanco, amarillo, negro y gris; al fondo de la habitación había un enorme espejo y no se veía otra puerta que la de entrada.

Todo eso parecía muy extraño, sobre todo el espejo del fondo que tenía en la base una porción que reflejaba con aumento; aquello llamó mi atención al punto que decidí acercarme a tocar dicha porción, y cuan grande fue mi sorpresa al descubrir que era removible y que conducía a un túnel secreto por el que se podía ir a otro lugar. También me percaté de que en el espejo los peces no se reflejaban, eso era algo demasiado extraño, como también lo era el hecho de que en la habitación real no hubiera dos candelabros que si aparecían en la habitación del espejo.

Probé a ver si la parte removible del espejo reflejaba aquellos dos candelabros invisibles y valla que si los reflejaba; además de que al colocar mi mano en el espacio aparentemente vació en que se supone que los candelabros estaban, podía en efecto constatar que si había algo.

Fue entonces que mi mente se iluminó y decidí llevar conmigo esa porción de espejo, pensando en la posibilidad de hallar nuevos objetos invisibles. Atravesé pues el túnel secreto hasta un punto en que se bifurcaba; tenía ahora que elegir un camino, recordé entonces mi espejo y…¡eureka!, pude ver que el derecho estaba lleno de fuego invisible al final, en tanto que el izquierdo estaba despejado.

Así pues me dirigí al izquierdo, el cual me condujo a un cuartito pintado de cuadros de color plateado y dorado; parecía no haber nada en aquel cuarto misterioso, sin embargo al usar mi espejo descubrí que había una puerta roja y tres candelabros. Abrí pues la puerta y me encontré sobre un cubo de madera que flotaba sobre un río de agua celeste brillante. Era de noche y el cielo nocturno estaba constelado de estrellas que tiritaban dulcemente en lontananza; había siete lunas plateadas, todas rodeadas de un halo misterioso y sutilmente macabro. El paisaje era de nieve y apenas había unos pocos pinos deshojados y tétricos. A lo lejos se podía vislumbrar un rombo de paredes luminosas; era enorme y flotaba a unos doscientos metros de altura.

Yo entretanto pensé que no sería bueno saltar al rió, ya que mi espejo no me señalaba ningún objeto invisible a partir del cual pudiera regresar a la mansión regresando al cubo en que ahora estaba parado junto a la puerta. Pero por otra parte yo sabía que si regresaba únicamente hallaría la habitación con los tres candelabros sin encender, como también estaba seguro de que Esteban estaba en la mansión; no en algún arcano lugar de aquel paisaje nevado.

¿Qué hacer?, ¿Qué  infausto destino me aguardaría en este Universo inclemente? Francamente no sabía que sería de mí; pero derrotado, frustrado y acabado, con el alma en cenizas y el corazón anegado de hiel, decidí pese a todo volver a la habitación de los candelabros invisibles, quien sabe si acaso al serenarme mi mente se iluminase y hallase la solución.

Volví, permanecí un momento acostado boca abajo en el suelo de la habitación, anonadado y con la mirada incrustada en mi reflejo, el cual se veía con claridad sobre aquel suelo brillante y pulcro; veraz paradigma de una esencia antagónica a la mía. Así permanecí algunos minutos, cuando de pronto me sentí impulsado a tocar flauta; de forma precisa quería tocar aquella melodía que había encontrado en la habitación esférica: toqué.

Al finalizar la melodía aparentemente no había cambiado nada a excepción de mi animo, no obstante saqué mi espejo y pude ver con asombro que los tres candelabros se habían encendido, ¿para que?, me pregunté, y al instante noté que había aparecido una pequeña puerta celeste: entré.

Adentró había un cuarto de bebe: con juguetes desparramados en el piso y unos gatitos muertos colgando como adornos del techo y sin sangre; parece que habían muerto envenenados, lo repulsivo era que no estaban disecados y habían empezado a oler mal. Allí en la cuna había un bebe de unos seis meses que estaba disecado y en la esquina izquierda había un niño de cinco años aproximadamente, que sonreía alegremente mientras una sanguijuela le chupaba la sangre del cuello. A su lado había un balde repleto de esos puercos animales, un charquito de sangre en el piso y una pequeña estaca con la punta ensangrentada.

Yo asustado exclamé: <<¡Ahh!>> y el pequeño me respondió: <<¡Ehh!>>, y después me dijo: <<Venga, señor, juegue con nosotros, estamos jugando al cazador de vampiros; si la sanguijuela no chupa suficiente sangre, yo la mató con la estaca y entonces digo que maté un vampiro>> Le pregunté: <<¿y si chupa suficiente?>>, respondió: <<si chupa suficiente la devuelvo al sitio de donde salió>>. Luego intrigado le dije: << ¿Por qué hay un bebe disecado en la cuna?>> y él me dijo: <<Es mi hermanito, al morir sabía que lo extrañaría, de modo que dejé su cuerpo cerca para ver si así me visita con frecuencia>>. Luego le pregunté intrigado: << ¿Dónde están tus padres?>>.

Me dijo: <<Papa y yo hicimos una apuesta, si papa ganaba yo aprendería álgebra, el siempre dijo que para mi edad era demasiado inteligente. Si papa perdía, habíamos quedado en que yo lo mataría. Claro está, papa creyó que era una broma, y sonriendo aceptó. El problema era que papa me había enseñado que había que decir siempre la verdad y cumplir lo que uno decía. Cada vez que yo mentía, papa me encerraba en un cuarto oscuro durante dos horas. Yo siempre le dije a papa que esa regla moral debía tener sus excepciones, pero papa era muy necio y no me escuchaba. Ese día sin embargo comprendería que yo tenía la razón; lastima que ahora que la comprende está en el cielo junto a mama. Yo hubiese querido ver si la mirada le cambiaba después de entender aquello>>.

Luego de que el niño me dijo eso yo me quede atónito, mas recobrándome le pregunté: << ¿Y que pasó con mama?>>, me dijo: <<Un día mama entró al cuarto de papa y lo encontró muerto. Yo contraté un sicario. Nadie sospechó de mí; lo hice para quedar bajo el amparo de mi padrino, el cual era tonto y millonario y me daría lo que yo quisiese si actuaba con astucia. Mama se suicidó>>. Le respondí: <<Ya veo, me sorprendes. Y dime, ¿conoces a un tal Esteban?>>.

Me respondió que si y que Esteban se encontraba en el rombo que yo había visto en el paisaje de nieve. Cuando le pregunté como llegar me dijo que había un portal que conducía a aquel rombo y que el portal estaba en la parte más secreta de la mansión. Me dijo también que el tenía la llave y podía llevarme, pero solo si aceptaba ver algo que me quería mostrar. Yo por mi parte accedí. Tomó el pequeño una sotana gris, se la puso y luego empezó a fumar un cigarro, luego me dijo que lo siguiera, pronunció unas palabras mágicas y aparecimos en un corredor: caminamos hasta llegar a un laboratorio.

Una vez allí el niño saludó a unos duendes que estaban mezclando fórmulas, me llevó al fondo y me dijo: <<Verás, la cosa es que he logrado crear oro, ¿entiendes? Pero bueno, ojalá te guste, a ver si así siento que me apesta un poco menos la vida>>. Acto seguido me mostró el proceso, el cual fue realmente asombroso y me dijo: <<Ohh, al fin alguien que aprecia la ciencia, en verdad te digo que no hubieses podido fingir asombro sin que yo lo notase, y si no te hubieses asombrado ya no estarías hablando conmigo, te hubiese quemado vivo. Pero veo que tienes espíritu y cerebro suficiente como para ser digno de tu facultad de pensar. Ahora si que mereces ir al rombo>>. Luego de decir eso se puso unas gafas oscuras y  abrió un portal con una gema mágica y el poder de su mente.

Entonces aparecimos en un salón circular, con las paredes llenas de candelabros con llamas blancas; peceras incrustadas en el techo, las cuales contenían arañas cubiertas de escamas; peces de leche con ojos de fuego, los cuales se desplazaban en el aire alrededor de una estatua de platino que representaba a una niña con alas y ropa de ángel. La estatua estaba en el centro, donde yacía dibujada en el piso una luna llena, alrededor de la cual estaban grabadas en el piso muchas estrellas. No había puerta o ventana alguna.

De pronto noté que mi anillo mágico empezó a brillar; no obstante no veía nada, por lo cual tomé mi fragmento de espejo a ver si veía algo. Pude entonces ver que había una especie de puerta en el piso, la abrí y… ¡Esteban, estaba allí escondido!, llorando en la oscuridad de una muy pequeña bodega. Sabía que era Esteban porque tenía el nombre escrito en el sombrero. Ahora que lo veía me percataba de que tenía una pequeña barba rojiza y un collar con una media luna; pero sobre todo me percataba de que era un fantasma, ya que no se reflejaba en mi fragmento de espejo.

Recuerdo que el niño le dijo: <<¡Pero que marica!, ¿otra vez llorando?, ¡pedazo de hombre malogrado!>>, Esteban le respondió: <<¿Qué no lo ves Bernhard?, su alma sigue penando en el palacio, ¡jamás será libre!>>, el niño le respondió: <<Baaah,¡basura ,Esteban, basura!, eres como un perro desnutrido que se encariña con el primero que le da migajas.¿que su alma sigue penando?, ¿eso dices?, ¿en seriooo?, me importa un coño, Esteban, un sidoso y pestilente coño, como el de tu madre, grandísimo hijo de puta.>>.

Yo por mi parte estaba sorprendido de que el duende no reaccionara ni le devolviera insulto alguno; lógicamente supuse que era algún subordinado y que podría pagar incluso con su alma el revelarse contra su amo. Entretanto le pregunté a Bernhard: <<Y dime, ¿Cómo habrá de ayudarme Esteban para liberar a Gastón>>, a lo que respondió con aires de superioridad: <<Veras, bellaco, mi sirviente ha estado esperando siglos para ofrendar su alma y de ese modo liberar el espíritu de la guía, el necesitaba de ti para que su sacrificio pueda ser fructífero, ¿entiendes?. El punto es que en el altar mora un ánima sabia y excelsa, capaz de detectar quien fue cualquier persona en todas y cada una de sus vidas pasadas. Esa ánima espera tu presencia, Aldaris; solo así el sacrificio de Esteban surtirá efecto. Una vez que esto ocurra, Gastón será llevado a tu universo por la intervención de la guía; en tu universo encarnará en un ser despreciado y aborrecido por todos, incluido el mismo. Allí aprenderá a amar a Dios y encontrará su salvación>>

Le pregunté: <<¿Por qué se sacrifica Esteban?>>, entonces Bernhard me dijo:<<Se sacrifica por que entiende que su existencia solo puede ser valiosa como ofrenda a la existencia de un alma mejor. El aceptará de forma voluntaria permanecer en el infierno eternamente, solo así sentirá que la vida lo trata con justicia>>.

Luego de eso vimos que la estatua de platino lloraba lágrimas azules, fue entonces que Esteban empezó a sentirse ansioso y a decir que no había que retardar más el sacrificio. Entonces apareció sobre nosotros una niebla gris que nos envolvió hasta que nadie podía ver más que gris a su alrededor; en ese momento parecía que yo ya no tenía el control de mi mente.

Recuerdo que por mi mente se sucedían imágenes que representaban todas las peores desgracias del planeta del cual venía. Veía mendigos durmiendo sobre cartones, llenos de llagas en el cuerpo y en el alma; niños maltratados, obligados a mirar el rostro funesto de un futuro desierto; familias destruidas por la mano macabra de la guerra, etc. Después de ver las desgracias del mundo, por mi mente empezaron a sucederse los recuerdos de todas aquellas ocasiones en que mi naturaleza infame me había llevado a pecar, a obrar mal, a tomar la dirección opuesta que aquella que conduce a hacer un mundo más feliz. Entonces la culpa y el arrepentimiento comenzaron a hundirme en la desesperación y en la angustia. Así pasé mucho tiempo, no se cuanto, pensando que Bernhard y Esteban deberían de estar pasando por la misma situación. Luego de la fase culpa-arrepentimiento, vinó la fase en que empecé a darme cuenta del amor infinito e incondicional de Dios hacia todos y cada uno de sus hijos e hijas, inclusive el más pecador.

Fue entonces que comencé a transpirar y llorar gotas de sangre. Después de eso recuerdo que aparecí, junto con Bernhard y Esteban, en un bosque nublado y oscuro, con el suelo árido y los árboles deshojados y secos. Había tumbas esparcidas en medio del suelo, como también huesos humanos y no humanos, regados así mismo por el suelo. Ante nosotros estaba, a lo lejos, un cerro en cuya punta había un árbol enorme, de cómo cien metros de altura, completamente deshojado y con un aspecto escalofriante; había también un camino de piedra que conducía hacia el árbol. Era de tarde y la luna llena se veía un tanto rojiza, cubierta por un halo y rodeada de nubes grises.

Para aquel momento nuestras manos habían empezado a brillar como pequeños y dorados soles, nuestro pecho emanaba un áureo resplandor y nuestra piel se había vuelto completamente blanca. La maldad había desaparecido en los ojos de Bernhard y en la mirada de Esteban ya no se notaba ansiedad. Sin embargo Esteban estaba ahogado en la melancolía más honda que hubiese visto en mi vida; parecía que su espíritu se iba a desmoronar en cualquier momento, que no iba a tener la voluntad necesaria  para el sacrificio y que todo se echaría a perder de forma irremediable.

No obstante, pasado un minuto aproximadamente, empezó a dibujarse una placida y amorosa sonrisa en el rostro de Esteban, a la par que brotaban grandes lágrimas de sus ojos y el valor empezaba a florecer en su mirada. Fue en aquel momento que Esteban empezó a caminar hacia el árbol del cerro; caminaba lentamente, con la mirada perdida y la tristeza mezclada con la alegría; caminó un tanto más hasta llegar a la mitad del cerro, y entonces cayó un rayo al pie del árbol. Allí mismo, en el lugar de caída del rayo y justo después de su caída, apareció Lucifer, el ángel caído. Miró fijamente a Esteban en tanto caminaba hacia él, puso su mano en el pecho de Esteban e irradiando una energía oscura logró desvanecer el brillo dorado que anteriormente le había acompañado; entonces Esteban gritó lleno de agonía para perderse eternamente en la oscuridad del infierno. Jamás le volvimos a ver.

 Luego de eso la luna empezó a blanquearse y a perder su halo siniestro, las nubes y la niebla se disiparon y los árboles se llenaron de hojas y de flores, creció pasto, vino la mañana y con ella el sol, mas la luna seguía en el firmamento. Entonces se escuchó una voz que decía: <<El sol siempre sale de nuevo>>. Era aquella voz angelical que había escuchado anteriormente. Miré al cielo y pude ver una luz plateada que descendía junto a una luz blanca.

Entonces al tocar el suelo se aclaró de quienes se trataba: eran un anciano y una niña, la niña era la misma de la estatua de platino. Era de cómo unos ocho años, tenia los cabellos lacios y rubios, los ojos verdes, la mirada profunda, tierna y espiritual y usaba un collar con una cruz cristiana incrustada de rubíes. Según Bernhard, el anciano era Gastón; el cual ya había sido rescatado. Gastón era muy alto y tenía una barba larga y blanca, usaba gafas oscuras, sombrero y bastón.

Entusiasmado me acerqué a Gastón y a la niña para saludarlos y luego le pregunté a Gastón: <<Me han dicho que usted sabe del paradero del primer guía espiritual de este Universo, si es así, ¿podría decirme dónde se encuentra por favor?>>, Gastón me respondió: <<Es la niña que ves a mi lado hermano, no te sorprendas, es cierto lo que te digo>>. Yo por mi parte estaba impresionado de que alguien de esa edad fuera el primer guía espiritual, ¿Cómo podía ser así?, ¿Por qué estaba libre?

Esas preguntas se las hice a Gastón, el cual me respondió que después de que yo encerré al primer guía espiritual, el consejo de ancianos psiquicos de ciudad Kazan decidió invertir toda la energía que habían acumulado en el talismán supremo con la finalidad de liberar el alma de uno de los siete guías. Quien sería fue algo que se lo dejó al azar, de modo que hicieron un sorteo y salió la niña. A parte de eso me contó que cada guía tenía una función y que la de la niña era simplemente acelerar el curso de la evolución espiritual a través de la oración. Fue creada especialmente para eso y a diferencia de los demás guías que estaban en contacto con las masas, ella no era conocida sino solo dentro del palacio de la luna. Nadie que no perteneciera al palacio podría saber de su existencia; si se enteraba, automáticamente el dato se borraría de su memoria. Decía Gastón que su espíritu manifiesta una imagen correspondiente a la edad en que fue liberada por el consejo; como condición para su liberación tuvo que sufrir una muerte biológica. En cuanto a porque estaba rondando su alma por el palacio de la luna, Gastón me dijo que eso se debía a que las entidades dirigentes de la actual ruina del palacio de la Luna habían logrado retener su alma de una manera que hasta ahora él desconoce.

Yo le pregunté: <<¿Dónde ha estado usted todo este tiempo?>>. El me dijo: <<Yo he estado coordinando las actividades de las entidades oscuras en el Palacio de la Luna. ¿Por qué?, simplemente porque yo era el coordinador y una vez que este universo cayó en caos yo fui corrompido. Por eso, como te has de haber percatado, cuando te decían que debías de contribuir a mi liberación, se referían a mi liberación espiritual, pues el que peca se hace esclavo del pecado>>

Después me acerqué a la pequeña y le pregunté: <<¿Cómo te llamas?>>, me dijo: <<Gabriela>>. Después de decir aquello me dio un heptágono de platino, me bendijo y desapareció. Yo estaba un tanto confundido, no tenía ni idea de donde estaba el segundo guía espiritual, le había preguntado a Bernhard y a Gastón y ninguno de los dos sabía; sin embargo me dijeron que vaya a donde un tal August De Morgan.

Me dijeron que De Morgan vivía en el Planeta Corniel, que correspondía al vértice dos de mi heptágono, también me explicaron que ese heptágono era especial, que al otro lado habían unas palabras: siete, una para cada vértice y que cada vez que yo pronunciara una de ellas, aparecería en el planeta del vértice correspondiente; pues cada vértice representaba un planeta y en cada uno de esos planetas había un guía. Sin embargo el lugar del planeta en que el guía estaba era desconocido; no obstante el lugar del planeta en que yo aparecería correspondería siempre al centro del polo norte de dicho planeta, puesto que allí estaban los llamados Templos de conexión.

El heptágono solo me servía a mí, a nadie más era capaz de transportar. Permanecí allí, hablando con ellos unos minutos, después de los cuales me transporté a Corniel. Aparecí sobre la punta de una columna de cristal cuya parte restante estaba sumergida en las aguas de una laguna subterránea. Lo más asombroso de todo era que la caverna estaba hecha en una montaña de diamante…Absurdo para el mundo del cual venía, desconcertante y sin embargo mis ojos no mentían.

Miré alrededor y pude ver que al fondo de aquellas transparentes aguas había un tipo de pueblo submarino, toqué las aguas y para mi suerte eran calidas. Entonces nadé hasta llegar a las orillas. Para mi fortuna sabía que no podía dañarse mi brújula; ya que me habían dicho que era tan especial que cada vez que sufría un daño se auto-reparaba. A parte de eso recuerdo que Bernhard y Gastón me habían cubierto de una energía especial, protegiéndome de toda muerte posible por hambre, sed o enfermedad.

Una vez estuve en una superficie firme, caminé y caminé hasta una pequeña casa. Allí a la entrada había un tipo de extraterrestre con rasgos humanoides; recuerdo que tenía la piel enteramente blanca, la cabeza larga y terminada en punta y los ojos enormes y completamente azules, la boca era idéntica a la de un humano y no tenía nada de vello en el cuerpo ni pelo en la cabeza.

No se si el sujeto no me vio, si estaba asombrado y a causa de eso no reaccionaba, o si simplemente pretendía tratarme con indiferencia. Me le acerqué aun más y lo saludé. No reaccionó. Le topé el hombro y entonces pude constatar que era inmaterial. Me pregunté si sería un fantasma y entonces me quité el anillo mágico, una vez hube hecho eso pude notar que dejaba de verlo; me volvía a poner el anillo y volvía a verlo. Era extraño, la mayoría de espíritus pueden verme.

Tenía tantas ganas de salir de allí y empezaba a sentir ansiedad, no debía entretenerme en dilaciones, tenía una misión que cumplir. Así pues seguí la dirección que la brújula me indicaba; en mi trayectoria iba encontrándome con muchas criaturas interesantes como eran aquellas esferas de gas incoloro que deambulaban flotando por el aire y que de vez en cuando emitían sonidos muy similares a los que emitiría un cetáceo.

Más adelante encontré que había unas escaleras de piedra, las cuales aparecían justo en el momento en que la pendiente no me hubiese permitido escalar por una superficie tan lisa como era el suelo diamantino de dicha caverna; estuve escalando un rato hasta que de pronto empecé a ver la luz de la salida. No podía caber en mi gozo, en el indecible alivio que experimentaba al saber que no estaría confinado a sufrir un cautiverio en aquel ambiente extraño y un tanto adverso.

Al acercarme a la luz pude ver a un hombre vestido de blanco, no de un blanco cualquiera, sino de un blanco resplandeciente. Su cabello largo, su barba y su bigote eran también blancos, sus ojos grandes y celestes y su mirada amable, sabia y serena.

Recuerdo que permaneció un rato frente a mi, escrutándome con la mirada; después me dijo: <<Sígueme por favor>>. Entonces empezamos a caminar por el paisaje nevado, andamos horas enteras y el hombre permanecía callado. Al final llegamos a una colina en la que había una columna de piedra con el cadáver de un hombre atado a aquella columna; el cadáver estaba desnudo y castrado, lleno de azotes y cicatrices, enmascarado y con una corona de espinas.

Me acerqué y retiré la mascara; pude ver que se trataba del anciano que me había guiado hasta el lugar…Entonces el anciano me dijo: <<Hijo, en mi estomago está una llave especial, es necesario que la saques. Solo con ella lograrás liberar al segundo guía. Yo sabía de tu misión, Aldaris>> Luego de decir eso el anciano se desvaneció en el aire.

Entonces yo miré a mi alrededor para ver si hallaba algo con que sacar la llave y encontré algo parecido a una estaca; la agarré y junto con una piedra la usé a modo de clavo. Permanecí unos minutos buscando con minuciosidad entre las vísceras nauseabundas de aquel cadáver; finalmente hallé una llavecita verde y brillante. Luego de aquello decidí dirigirme hacia una ciudad que alcanzaba a divisar en la lejanía de mi horizonte.

Recuerdo que cuando iba a la ciudad me topé con algo muy insólito a la hora del atardecer, pues resulta que en la lejanía alcancé a ver que se dibujaba en el cielo un plano que flotaba a una altura inmensa y sobre el cual estaba la ciudad más hermosa que jamás en mi vida hubiese visto o podido imaginar: las construcciones eran todas doradas y el conjunto era de belleza inefable. La ciudad estaba encerrada en una inmensa esfera de fuego dorado y el sentimiento que tal visión causaba era suficiente como para llorar de gozo. Tal ciudad permaneció durante el intervalo de tiempo que correspondió a la duración del atardecer; luego desapareció.

En medio de mi viaje pude presenciar una lluvia de pétalos morados, pero también tuve la desgracia de ver en un área despejada y sin vegetación, como a lo lejos corrían unos gigantes obesos de los que no alcanzaba a distinguir sino la silueta. Era aterrador ver como lanzaban sus roncos alaridos a la vez que se escuchaban gritos y gemidos de niños y mujeres. Lo peor de todo es que parecía tratarse de fantasmas; hipótesis que encontraba firme apoyo en el hecho de que en toda esa área habían tumbas, todas ellas de niños y mujeres. Debo decir que lo que más temía es que los gigantes no fueran fantasmas, sino autenticas criaturas de carne y hueso, capaces de exprimirme como una naranja.

Recuerdo que en un momento uno de esos gigantes pasó corriendo apenas a unos tres malditos metros de mí; el suelo tembló al igual que yo, pero a pesar de lo cerca que estaba no pude distinguir sino su silueta. Continúe mi caminata y en un momento dado me interné en un área muy boscosa, anduve y anduve según mi brújula me indicaba, hasta que de pronto me detuve al ver un restaurante en medio del bosque, ¡sin nada de civilización cerca!.

Entré y me recibió un hombre de unos cuarenta años, con barba y pelo grises, un traje negro y un bastón dorado con cabeza de serpiente. El hombre me dijo: <<Bienvenido, Aldaris, es hora de que conozcas a Ariel, de ahora en adelante él te ayudará. Sin él no podrás triunfar en el combate.>> Bajamos y él me enseñó un pequeño cuervo blanco de ojos azules, me explicó que podía entender mi lenguaje, mas no podía hablarlo; también dijo que se podía convertir en un gran lobo en el que podría montar, por último me explicó que en luna llena, entre las doce de la noche y la una de la madrugada, podía convertirse en una fiera metálica y que yo a su vez me convertiría en un jinete metálico si montaba en el durante la luna llena y en ese intervalo.

Luego de eso me entregó una espada especial con la facultad de volver mucho más rápidos y ágiles mis movimientos durante el combate, también me dio un escudo. Después de esa y otras explicaciones charlamos amenamente, comimos y esa noche me hospedé allí. Al día siguiente partí luego de agradecerle.

En medio del camino me salieron al encuentro tres jinetes vestidos de negro y con antifaz, sus caballos eran negros, grandes y con los ojos rojos. Recuerdo que primero vinieron dos de ellos; atacando el uno por la guardia y el otro por la retaguardia, creí que iba a morir, sin embargo me sorprendió ver como había aumentado la rapidez de mis reflejos y mi capacidad para pensar con claridad en momentos de tan alta tensión. En el momento en que ambos estuvieron alineados conmigo, logré esquivar su ataque y decapitar a ambos con un solo y ágil movimiento. Luego de ver eso el tercer jinete me envistió y sufrió el mismo infortunio.

Seguí mi camino con el pensamiento de que muy posiblemente había un complot para acabar con mi vida, temía una muerte cercana y tomé la determinación de estar más alerta ante cualquier señal que pudiera apoyar la posibilidad del complot. Si el complot realmente existía: ¿Quién o quienes estaban detrás de aquel?, ¿Cómo llegaron a enterarse de que yo había aparecido en Corniel?, ¿Habrían extendido el alcance de su red a todos los planetas que figuraban en mi heptágono? Por ahora no me quedaba más que conformarme con elaborar posibilidades en base a un conjunto insuficiente de datos.

Después del encuentro que había tenido con los tres jinetes, llegué yo a llenarme de un temor bastante grande a dormir, ya que mientras estuviera dormido mis enemigos podrían acabar más fácilmente con mi vida. Por otra parte también tenía miedo a comer; quién sabe si acaso mi comida fuera a tener veneno. Para mi fortuna comer o beber ya no era necesario, pues no podía morir por ausencia de comida o de bebida; de ese modo, si el complot era real su alcance se vería reducido en tanto que yo ya no volvería a comer o a beber.

Seguía mi camino en tanto que veía como junto a las huellas de Ariel aparecían otras huellas. De pronto empezaba a escuchar voces a mi alrededor que pronunciaban mi nombre maldiciéndome y maldiciendo a Dios. No sabía de donde venían esas malditas voces, pero recuerdo que después, no contentas con maldecidme empezaron a decirme que alguien dirigía mis pensamientos a veces. Que siempre era esclavo de mis deseos y de mis viles impulsos; que yo no era libré y que siempre sería esclavo de algo o alguien. Después de decir eso comenzaron a hablar de la esclavitud y la tiranía que muchos ejercen sobre otros en Corniel y otros mundos. Hablaron de la Tierra y de cómo el maldito dinero permite que tantos tiranos se sostengan, dijeron que esos infelices tiranos son a su vez esclavos de su apego al dinero y al poder que este les brinda.

Luego de escuchar esto mi indignación y mi cólera habían llegado al extremo, mis manos empezaron a brillar y a irradiar fuego, mi cabeza se llenó de dolor y de pronto exclamé: <<¡Callaos, hijos de puta!, ¡Vengan conmigo al infierno malditos perros sin corazón!, ¡Dejen que beba su dolor antes que el mío, cabrones!>> Luego de decir eso recuerdo que cerré los ojos e imaginé que esos sarnosos espíritus eran condenados a permanecer en el cuerpo de uno de los árboles que estaba a mi alrededor.

Abrí luego los ojos y todo era quietud y silencio. Me acerqué al árbol en el que imaginé que los espíritus habían sido encerrados, tomé mi espada y la hundí en el árbol; entonces escuché varios gritos de dolor que provenían del interior del árbol, a la vez que la sangre brotaba rápida y abundantemente. Al ver esto comprendí que lo que imaginé se hizo realidad, pensé entonces que había adquirido ciertos poderes psiquicos.

Me quedé atónito un momento, después lloré amargamente y finalmente empecé a reír con gran maldad; entonces tomé mi espada e hice sangrar al árbol cuanto pude, a la vez que bebía su sangre y la esparcía por la nieve. Sabía no obstante que en ese momento se estaba cumpliendo lo que decían aquellos espíritus. Así pues sabía que había perdido el control de mi mente y que flotaba a la deriva en el mar tempestuoso de la maldita ira que me encadenaba a vivir un par de momentos llenos de indignante tormento interior.

Pasados unos minutos, tranquilo y con la mente clara, me puse a indagar sobre la oscuridad que habitaba en mi interior. Pasé así algunas horas sentado sobre la nieve, con la vista al cielo y preguntándome si algún día volvería a visitarme el resplandor de la mañana. Yo entretanto al menos sabía que llevaba un muerto conmigo; era una verdad amarga, si, pero verdad al fin y al cabo. Cada día una parte de mí iba muriendo sin que algo nuevo la reemplace, cada minuto mi mirada se apagaba más y más, cada instante el infierno estaba más cerca de mí.

Después de mucho pensar volví a emprender la caminata; recuerdo que estuve caminando en medio de la nieve una semana entera sin que nada interesante sucediese. Un día sin embargo observé algo muy extraño en medio de una mañana soleada y apacible. Recuerdo que había una pequeña laguna de aguas cristalinas: alrededor de la laguna habían muchas flores blancas y algunas mariposas plateadas revoloteando alegremente en medio de la vegetación; había en el centro una lápida de roca celeste y translucida y en el medio de la lapida había un agujero redondo y alrededor de aquella había nieve. Lo extraño era que sobre la lápida caía un pilar de luz blanca y que solamente nevaba sobre la lápida. No caía nieve sobre el agua ni sobre las flores.

Recuerdo que el agua estaba demasiado helada como para ir hasta la lápida, de modo que decidí relajarme y transportar mi mente hasta la lápida; lo cual me era fácil lograr en cuestión de unos quince minutos. Lo hice y pude ver lo siguiente escrito en la lápida:
  <<Un hombre completamente libre es siempre un hombre puro>>

Yo entonces pensé que un hombre puro es un hombre feliz, y que por consiguiente la libertad absoluta conlleva la felicidad. Tenía que ser así, no obstante la mayoría de seres humanos somos parcialmente libres, muy pocos hemos perdido por entero la libertad, como también muy pocos somos completamente libres. No hay que engañarse, libertad no es simplemente hacer lo que deseamos, sino elegir lo que deseamos, y por ende gobernar nuestros pensamientos, ya que sin aquello es imposible gobernar nuestros deseos. ¿Por qué tantas veces esperamos cambiar las circunstancias para ser felices?, ¿Por qué mejor no cambiamos nuestro interior? ¿Por qué permitimos tantas veces que el materialismo y los malos sentimientos aniquilen nuestra felicidad?, ¿Por qué mejor no buscar obtener un gozo espiritual, perpetuo e incondicional? La respuesta es tan simple, a saber que lo que ocurre es que en nuestra mediocridad y cobardía preferimos emprender el camino más fácil y obtener gozos fáciles que muchas veces no hacen sino traer sufrimiento a futuro. Y pensar que hay cretinos tan adelantados en el arte de la idiotez y el descaro, que en medio de tantas adicciones se atreven a afirmar: <<Yo soy libre, yo controlo mi vida>>, todo con el fin de sentirse responsables y así poder sentir que al menos valen un poco. Pobres bacterias, al igual que yo, Aldaris, merecen podrirse en el tormento eterno de aquellos que no son dignos de la vida. Pero quiera Dios otorgarme la gracia de la libertad, de aquello sin lo cual estar vivo no vale la pena.

Luego de pensar en tantas cosas decidí orar frente a la laguna. Pasados unos minutos empecé a sentir que un escalofrío me recorría por entero, partiendo de mi pecho y mi cabeza al resto de mi cuerpo. Entré entonces en una tristeza sumamente intensa, empecé luego a sentir desesperación y a sudar gotas de sangre. Recuerdo entonces que mi alma empezó a tener frió y a sumergirse en las aguas insondables de mis más negros pesares.

¿Qué clase de ser era yo?, ¿Era acaso un péndulo condenado a oscilar entre el bien y el mal? Quizá mi maldad fuese indestructible, quizá también mi bondad; a veces bueno, a veces malo, nada categórico. Si era así quizá debería usar mi maldad contra aquellos que expanden la oscuridad en medio de la creación. Evidentemente eso no me convertiría en alguien bueno; nadie que destruya al pecador tiene derecho a decirse a si mismo que hace la voluntad de Dios: no, el que hace la voluntad de Dios es el que destruye el pecado en el pecador, el que salva un alma y cambia una vida.

Luego de orar mucho tiempo emprendí de nuevo mi camino. Recuerdo que en medio de mi trayectoria me encontré con un enorme y siniestro bosque que tuve que atravesar de forma irremediable. Donde empezaba el bosque la nieve dejaba de caer; en el cielo había una especie de frontera formada por una pared de luz morada, pared que empezaba por arriba de las copas de los árboles. El bosque estaba formado de árboles de una altura descomunal, árboles que en promedio medían unos quinientos metros de altura. El suelo era un tanto pantanoso y había bastante neblina y moho.

Entré en el bosque, caminé un par de metros y me sentí un tanto atemorizado al ver un esqueleto atado a uno de aquellos árboles; el esqueleto tenía una corona de espinas y seis flechas atravesadas entre sus costillas, tal cual si hubiese muerto a causa de aquellas. Tenía puesto un traje de bufón, el cual estaba estropeado notablemente por el paso del tiempo. Al lado del esqueleto había un pequeño cofrecito con un botón rojo que aparentemente servía para abrirlo; me acerqué y presioné el botón. El cofre se abrió y salió un pequeño payaso con base de resorte, a la vez que se activó una música melancólica y extraña. También había una pequeña carta en el cofre que decía lo siguiente: <<A quienquiera que lo lea: mi nombre es Democracia>>

Tan simple como eso era lo que allí estaba escrito y sin embargo escondía un misterio. Seguí caminando un tanto más y encontré un espíritu humano con expresión de asno. Le dije: <<¿Quién es usted?, ¿Tiene idea de por qué está atado a un árbol el esqueleto de traje de bufón?>>, a lo que me respondió: <<Si, si se porque. Verá, ese soy yo; yo era presidente en un pequeño estado. El sistema democrático no funcionó, un buen día un golpe militar acabó con todo. Yo fui enviado a prisión por haber sido acusado de robar dinero al Estado. Allí en prisión, la policía me vendió a un grupo de tipos locos con facha de espiritistas. Me llevaron al bosque, y allí, vestido de bufón, me hicieron todo lo que usted puede deducir de la escena que vio en el bosque. >> Entonces le dije: <<Ya veo, es una pena>>. Luego de eso el sujeto bajó la mirada y se esfumó.

Entonces seguí andando por el bosque según me indicaba la brújula especial. Anduve una media hora sin ver nada extraño, hasta que de pronto llegué a un sitio que estaba repleto de soldados con antorchas, con flechas, con espadas y algunos traían incluso caballos. Eran un grupo de hombres, que a juzgar por la expresión de sus rostros, no se podría decir que la vida les haya tratado con suavidad, sino todo lo contrario.

Entre ese grupo de militares, podía distinguirse, en función del uniforme, a un individuo que parecía estar al mando de todos los demás hombres armados. Recuerdo que dicho individuo estaba al lado de una mujer atada a un árbol; mas no era un árbol cualquiera, sino que era mucho más pequeño que el resto de árboles y además se encontraba en un claro del bosque. Por eso y por otras cosas parecía que estaba teniendo lugar una especie de ritual.

Todo se confirmó cuando, en medio del bullicio de la tropa, el general tocó una trompeta y todos callaron durante un par de segundos. Luego el general tomó la palabra y dijo: <<Como todos los años, nos hemos reunido en este claro, con la finalidad de sacrificar una bruja para honrar nuestros sagrados preceptos religiosos. Como ustedes ya saben, esta mujer ha sido señalada como la peor bruja de todas las que tuvimos la bendición de encerrar tras los barrotes de nuestra prisión principal; por eso ha sido elegida para morir, para abandonar su vida: una vida indigna y miserable, propia de aquellos que no aciertan en la elección de sus caminos>> Luego de decir eso, alzó su espada al cielo, la clavó en la tierra y exclamó: < <¡disparen las flechas hasta que no quede nada de esa ramera!>>.

Fue entonces que sucedió algo espectacular: así pues, antes de que la primera flecha estuviera cerca de ella, la mujer fue absorbida por el árbol y un tipo de demonio alado tomó su lugar. Recuerdo que el demonio, cuando recién apareció, estaba como dormido; no obstante el pánico se apoderó de los soldados y el general dijo que debían matarlo antes de que rompiese las ataduras. Las flechas llovieron sobre aquella abominable criatura. Sin embargo, antes de morir, el demonio alado juntó las manos a manera de quien está orando, encomendó su alma a Dios, y cual si fuese un santo, se vio como su espíritu ascendió, a través de un pilar de luz y con una aureola de santidad, a los cielos.

Quien lo diría, ¡alma de santo en cuerpo de demonio!, realmente las apariencias engañan…Pero: ¿Qué diablos hacía un santo colocando su vida para defender a una supuesta bruja maldita? ¿No será que la supuesta bruja era un alma de bien?, quizá jamás esclarezca del todo esa situación. Pero bueno, sucedió que después de eso la bruja no volvió a aparecer, tan solo se vio una luz roja saliendo de la copa del árbol y perdiéndose luego en la inmensidad del bosque.

Después de eso seguí andando unas tres horas hasta que encontré un montón de esqueletos desperdigados por el piso. No quedaba nada de esa gente excepto los huesos; no ropa, nada de armas o accesorios, nada de nada. Tuve sed y decidí beber de las aguas de aquellas pequeñas charcas que había en el piso; sin miedo alguno en tanto que sabía que no podía morir por enfermedad. No obstante al acercarme para beber, pude ver que en la charca no solo se reflejaba mi rostro, sino que además se reflejaban dos rostros quemados y espantosos. Espantado miré como estos habrían la boca e instantáneamente la charca de agua se transformaba en una charca de sangre.

Sin embargo eso no era tan sorprendente como el hecho de que no había ningún ser, ya sea encarnado o desencarnado, que pudiese yo ver…¡a pesar de mi anillo azul! ¿Qué podría ser?, era difícil saberlo a ciencia cierta. No obstante seguí deambulando unos minutos alrededor de aquel macabro escenario de muerte. Pensé que aquel cúmulo de esqueletos debió haber sido el producto de alguna guerra, no era seguro pero al menos era lo que por el momento me parecía más probable.

Recuerdo que también había unos esqueletos vivientes de buitres, lo cual resultaba insólito y científicamente inexplicable o muy difícil de explicar; en la Tierra sería catalogado sencillamente como algo absurdo. Hasta ahora nada había logrado atemorizarme mucho, sin embargo de pronto escuché una especie de chillido proveniente de lo alto; alcé la vista y pude ver una especie de águila que era devorada por una culebra inmensa de color negro.

La culebra media unos treinta metros de largo aproximadamente. Me quedé observándola para constatar con asombro como la culebra de pronto se desintegraba en un montón de puntos negros, los cuales flotaban en el aire un momento para después juntarse y formar una especie de sombra humana. Luego la sombra humana se teletransportó al árbol mas cercano e inmediatamente se volvió a transformar en culebra.

Luego de eso me quedé aterrado. ¿Cómo podría vencer a semejante bestia? Necesitaría estar en mi fase de hombre metálico y aún así resultaría muy difícil. En ese momento el temor logró hacerme dudar de seguir el camino que la brújula me indicaba, sin embargo al mirar atrás observé una especie de muro de energía que se desplazaba hacía mi. Estaba bastante lejos por lo pronto, pero era algo espeluznante en tanto que eliminaba cualquier forma de vida animal que lo topase. Parecía extenderse sin límite de Este a Oeste, por lo que decidí ir al Norte tal como la brújula mágica me indicaba.

Emprendí la marcha a toda prisa y al pasar veía como brotaban rostros humanos, rostros demoníacos y rostros monstruosos de la corteza de los árboles, hechos de la misma madera que el árbol del que brotaban y profiriendo siempre alaridos o risas malévolas. De pronto me percaté que había perdido el control de mi cuerpo, seguía montando sobre mi lobo sin poder parar, viendo como mis tejidos corporales se empezaban a despedazar y yo marchaba hacia la muerte. Gritaba de agonía, y sin embargo llegó un punto en que me di cuenta que quizá no moriría, pues me quedaba tan poca carne y aún así continuaba consciente y vivo. Así continuo mi tormento hasta que de pronto pude ver que me había convertido en un esqueleto viviente, en un montón de huesos cubiertos de sangre. No obstante Ariel seguía intacto.

Así estuve hasta que de pronto llegué a un claro del bosque en el que había un cementerio. En ese momento había ya recuperado el control de mi cuerpo, de modo que desmonté para investigar a pie el cementerio, el cual estaba formado por lapidas y cruces, ambas de hierro. Había muchos candelabros encendidos y algunos cráneos de cristal desperdigados por el piso. Entretanto decidí mirar al sur, para ver con alivio que el muro de energía había desaparecido.

A pesar de eso yo era un esqueleto, hecho que me resultaba inaudito y amenazaba con llevarme a la locura. ¿Recuperaría acaso mi estado original? ¿Cómo? Por lo pronto parecía imposible. Me acerqué y tomé con mis manos uno de aquellos cráneos de cristal, me miré en el y constaté en mi reflejo mi condición de esqueleto. En aquellos momentos me entraron unas ganas inmensas de llorar y de gritar. ¿Pero como?, si no tenía cuerdas vocales ni ojos para llorar. Intentaba gritar y tan solo conseguía abrir la mandíbula. Desesperado intenté suicidarme desbaratando mis huesos a través de golpes. Sin embargo no lograba nada, los objetos me traspasaban: yo era un fantasma, yo había muerto y no tenía idea de porque me percibía a mi mismo con forma de esqueleto.

Recuerdo que en medio de mis lamentaciones una voz ronca me dijo: <<¿Cómo dices que has muerto?, ¿Acaso un muerto puede morir? Tu no conoces lo que es estar vivo de verdad, Aldaris…>> Al escucharlo yo no respondí nada, comprendí que hablaba en lenguaje figurado, entendí su mensaje y me di cuenta de lo verdadero que era. Entonces el me dijo: <<¿No es verdad acaso?>>, yo entonces le pregunté apesadumbrado: <<¿Qué es la verdad?>> Luego de decirle eso calló y no volvió a decir absolutamente nada. ¿Cómo podría ahora rescatar a los seis guías espirituales que aún estaban encerrados? Estuve un buen tiempo haciéndome algunas preguntas.

De pronto empecé a tener visiones; veía un sujeto atado a un palo de hierro, desnudo y rodeado  de cuatro vampiros calvos que se lo estaban comiendo vivo a mordiscos; el sujeto tenía mirada de santo y de su cabeza brotaba un resplandor dorado. En el sitio había también unas prostitutas enjauladas junto con unos monstruos horrendos y obesos que las violaban incesantemente y cuando se aburrían les arrancaban las extremidades y se las comían.

De repente apareció un sujeto vestido de negro, alto y con un cetro de calavera. El sujeto se acercó al santo y le dijo: <<Ya es hora, anciano, arrastraré innumerables almas al infierno>>. Entonces el santo le dijo: <<Ten misericordia, mira a Dios en tu interior. Aún estas a tiempo de retroceder, hermano>>, luego el sujeto le respondió: <<¡Silencio!, no tendré piedad de nadie, ¿Entiendes miserable guía espiritual? Ya me cansé de tenerte en encierro, por eso te he liberado. Ahora es tiempo de que pagues. Corromperé a la niñez de tu pueblo, les enseñaré a gozar del mal desde pequeños, haré que sus almas no vuelvan a ver la luz de Dios, los perderé haciendo que desperdicien sus vidas corriendo tras cosas que no valen la pena. Tu morirás mas yo me encargaré de que esto no se sepa y de que por siglos se crea que tú estás encerrado y hay forma de salvarte>>

Luego de decir eso convocó a Lucifer. Entonces Lucifer apareció y dijo: <<Es hora de que nazca el falso profeta y su grupo de predicadores. Ellos corromperán los dominios que ahora me son ofrecidos>> Luego de eso nació en el firmamento una estrella roja y Lucifer exclamó: <<¡Un siglo bastará para que el sol se apague!>>.  Luego de esto se transformó en una llama roja que calcinó al santo hasta reducirlo a cenizas.

Terminaron mis visiones. Después de eso sufrí amargamente en tanto que acababa de saber que ya no podría rescatar a los siete guías. Yo estaba absolutamente seguro de que yo era el hombre de negro con el cetro, y en tanto que así era, yo me hacía culpable de asesinar a uno de los guías. Ya solo quedaban cinco y me pregunté a mi mismo: <<¿No habré asesinado a uno o más de los restantes? ¿Qué sentido tiene seguir esta búsqueda?>> Pensé que mi vida era un inmenso absurdo y que estaba condenado al sufrimiento eterno. Desesperado intenté ver si invocando al diablo lograba ir al infierno y dejaba de ser un fantasma errante; nada pasó. Ore a Dios y a otros seres de luz; nada pasó. Entonces llegué a pensar que quizá estaba en el infierno. O tal vez me equivocaba, tal vez el infierno sería sumirse en el aspecto oscuro de nuestra propia realidad interna, lo cual implicaría que cada cual tuviera un infierno propio, aunque claro está, habría muchos patrones en común entre todos esos infiernos. Y si así fuera el cielo sería alcanzar la unión con Dios sumiéndose en nuestra propia belleza interior, sería vivir en un mundo conformado por la realización de nuestras más bellas ideas, ya sea de lugares, personas, situaciones, etc. ¿Y entonces que? Si así era yo no estaba ni en el cielo ni en el infierno; estaba penando en un mundo de realidad objetiva. Quizá lo más probable era que yo estuviera equivocado y que el cielo y el infierno no fueran universos formados a partir de una polaridad determinada de la subjetividad del individuo. En otras palabras, que fueran universos de naturaleza objetiva.

No obstante tenía una realidad evidente frente a mí, a saber: era un espíritu en pena que aparentemente había fallado su misión existencial. Bueno, la cosa es que ya era hora de seguir adelante, a pesar de no tener mi brújula mágica y de que Ariel ya no podía verme y por tanto seguirme. Al menos ahora podía volar y recorrer enormes distancias en tiempos muy breves. Entonces me elevé hasta que estuve más alto que las copas de esos árboles gigantes; observé que a lo lejos se veía una enorme ciudad y decidí dirigirme hacía ella.

Una vez que estuve encima de la ciudad pude ver que no se veía sino militares en la ciudad, toda la gente estaba metida en sus casas. Los soldados aguardaban en los tejados y en las colinas que rodeaban la ciudad. En las colinas se veían cañones y fortalezas. Algo que me llamó la atención era que no se veía nada de madera en esas construcciones y que la vegetación a los alrededores de las fortalezas había sido quemada por completo.

Estuve inspeccionando todo desde el cielo por una media hora, cuando de pronto me percaté de que a lo lejos se veía un grupo enorme de dragones con jinetes humanos. Venía cada dragón con un barril en las garras. Recuerdo que la ciudad era totalmente de piedra, lo cual parecía ser una prevención contra los incendios. Sin embargo los dragones lanzaron los barriles encima del palacio de gobierno; descendieron en picada y lanzaron fuego sobre el área en que los barriles habían reventado. Algunos barriles contenían un tipo de combustible y estaban hechos de madera, otros eran metálicos, más pequeños, con mecha y contenían pólvora. Lanzaron los de pólvora en los puntos clave del palacio. Después que prendieron fuego al combustible se retiraron.

El palacio empezó a arder y en poco tiempo estallaron los barriles de pólvora; los alaridos de dolor se escuchaban simultáneamente al ruido de las rocas y cristales despedazándose. Todo quedó hecho añicos, cinco dragones perecieron en el ataque ya que el palacio estaba muy fuertemente resguardado. Después de eso recuerdo que los dragones se retiraron. Todo permaneció en silencio unos minutos hasta que de pronto se escuchó una explosión y se vio volar en pedazos a un segmento de la línea derecha de defensa. No transcurrió un minuto sin que volaran en pedazos toda la línea.

Yo intrigado volé hacia la fuente de los disparos y observé con asombro unos cañones inmensos que desde una distancia muy lejana habían conseguido dar en el blanco. Me pregunté si acaso la ciudad lograría salvarse del ataque que parecía aproximarse. Mis dudas pronto se intensificaron cuando miré que del bosque surgía un gran grupo de caballería militar. El combate se puso sanguinario. Los jinetes a caballo contaban con una espada y una ballesta. Los atacantes no tenían caballería. La caballería arremetió por la retaguardia con una lluvia de flechas en tanto que los invasores se defendieron primero con sus arqueros. Las flechas volaban por el campo de batalla y los hombres caían en granel  tiñendo de rojo el suelo. La caballería prevaleció, penetró en la segunda y tercera línea enemiga y se apodero de las piezas de artillería, no obstante solo quedaba aproximadamente ¼ del número inicial de jinetes. Parecía que la operación tendría éxito y que tendrían tiempo suficiente para robar los cañones, sin embargo el enemigo era astuto y aprovechó el momento para bombardear por mar al grupo sobrante de jinetes.

Fue una masacre. Después de eso el fin de la ciudad parecía inminente: la línea de defensa derecha había sido anulada, toda o gran parte de la caballería exterminada y no se veía flota naval que defendiese la ciudad. Solo tenían la línea de defensa costera y la línea izquierda.

La línea costera tenía un gran problema: sus cañones eran estáticos y apuntaban todos al mar en líneas de fuego paralelas entre sí y perpendiculares a la línea costera. Así mismo eran estáticos los cañones de la línea izquierda y ninguno de ellos apuntaba al mar. El punto era que la flota invasora no sería tan estúpida como para poner uno o más de sus barcos bajo el alcance de la línea costera.

Las cosas se dieron como yo esperaba: los barcos formaron una fila y uno por uno atacaron en líneas de fuego diagonales a la línea costera, de modo que el barco (n +1) atacaría una línea costera más corta que la del barco n. Luego de destruir la línea costera, la ciudad fue saqueada mediante operaciones de desembarco. Yo estuve allí y observé como los marinos cometían asesinatos por el puro y enfermo placer de gozar al arrebatar una vida ajena. Algunas mujeres y hombres jóvenes fueron capturados para ser vendidos como esclavos, otros fueron pasados a sable y algunos se suicidaron  para evitar morir en manos del enemigo.

Recuerdo que el almirante de la flota estaba furioso porque había perdido algunos marinos a manos de civiles armados, por lo cual dio la orden de retirarse y reducir a escombros la ciudad. No quedó piedra sobre piedra; los barcos estuvieron bombardeando hasta el atardecer.

Recuerdo que ya caída la noche apareció en los cielos un dragón blanco con un jinete vestido de verde oliva y portando una antorcha y un rollo de papeles; al parecer era un mensajero. Aquello fue luego constatado en la conversación que escuché en el barco del almirante. Recuerdo que el mensajero dijo que el rey aceptaba entregar el país con tal que no se destruyeran más ciudades. A pesar de la generosa oferta el almirante dijo que solo aceptaría si el rey entregaba su vida, que de no ser así reduciría la población a un montón de cadáveres. Entonces el mensajero le miró perplejo, esperó a que el almirante le diera un documento y se regresó para entregarlo al desafortunado gobernante.

Yo por mi parte decidí seguir los rumbos del mensajero. Una vez dentro del palacio real recuerdo que el individuo se acercó al rey con una expresión funesta, hizo la reverencia y el saludo y luego dijo con temor: <<Tenga, su majestad (entregándole los documentos)>>. El rey Carlos los leyó detenidamente y luego con indignación y resignación dijo: <<Regrese mañana a las seis de la tarde>>. Al día siguiente el rey le entregó un documento y dijo que se lo enviase al emperador Enrique.

Tres días después, en la fragata emblema de la flota de Enrique, estaba Enrique y los principales de su corte; estaba también el rey Carlos y su biógrafo. Sin embargo Carlos estaba amarrado y metido en el cañón principal del barco; estuvo así una media hora en tanto que Enrique daba su discurso de victoria. Luego de terminar su discurso se acercó al cañón en que estaba Carlos, encendió un fósforo y prendió la mecha del cañón. Inmediatamente después de que la mecha se consumió, Carlos voló en mil pedazos. Fue sencillamente impresionante, la explosión de sangre se veía aún más imponente que el típico estallido de cañón.

Después de eso Enrique miró con solemnidad la puesta del sol y dijo en voz alta para que le escuchasen la mayoría de presentes: <<Mirad, ciudadanos, el atardecer, contemplad el ocaso del sol y pensad en la nación que acaba de rendirse ante la inigualable gloria de nuestro imperio. Pensad en aquellos últimos momentos de agónica existencia que sufrió en el transcurso de esta guerra, alzad vuestra mirada y observad como el crepúsculo ilustra a la perfección la muerte de aquella infame nación. Y sin embargo hoy es también para ellos un día de gloria, pues luego de que nuestro dominio se consolide sobre lo que antes fueron sus tierras, volverán a contemplad el alba de un nuevo renacer en el plano socio-económico>>. Después de decir aquellas palabras se entonó el himno nacional y después de otras actividades se dio por terminada la ceremonia.

Yo por mi parte decidí seguir al emperador; esa noche observé como el miserable se emborrachaba y después se acostaba con cinco putas de su maldita y mugrienta corte. Lo que realmente me indignó fue cuando el crápula mandó a traer a dos pequeñas niñitas para manosearlas, luego de lo cual las amenazó de muerte diciéndoles que si contaban algo las mandaría a asesinar. Después de eso observé que mandó a llamar a su hijo de catorce años para azotarlo; el muchacho decía: <<¿porque me azotas?, ¡detente por favor!>>, y el maldito tirano le contestaba: <<¡Porque me da la gana, imbécil hijo bastardo!>>

Yo entretanto empezaba a llenarme de odio e ira hacia esa insignificante bacteria con corona. No lo soporté más y decidí que acabaría con su vida haciendo que se suicide. Así pues esperé a que el emperador estuviera a solas y me le aparecí; las cosas sucedieron tal como lo imaginé; yo podía transmitirle la imagen que quisiera de mí: podía hacer que me viera como un monstruo o como lo que a mi se me antojase.

Entonces me le aparecí como una mujer obesa y con la cabeza muy pequeña, ojos rojos, enorme boca y afilados colmillos; lo miré con odio y le dije con voz áspera: <<¡Morirás, Enrique, morirás, perro sarnoso!>>. El sujeto gritó de pánico y me lanzó un cuchillo que tenía en su alcoba, mas al ver que me traspasaba empezó a pedir ayuda a gritos. Vinieron tres guardias armados y abrieron la puerta a la fuerza por miedo a que el emperador estuviera sufriendo un atentado. Al verlo arrinconado y sin motivo aparente, los guardias se quedaron impresionados y a duras penas pudieron contener sus ganas de reír. El emperador por su parte no dudo en decirles que se fueran.

Dos horas después Enrique seguía aún despierto, el miedo le impedía dormir. No obstante pasó una hora más y el cansancio lo derrotó. Fue entonces que aproveché para atormentarlo; empecé a susurrarle al oído: <<Enrique, Enrique, soy la sirvienta que tanto te gusta, estuve escondida en tu habitación, Enrique>>. Al oír eso el rey despertó sonriendo, mas al verme se quedó paralizado del miedo. Intentó gritar y la voz no le salía.

Todo eso se debía a que yo le hacía verme como un horrendo monstruo de tres cabezas que le miraba fijamente mientras le chorreaba sangre de la boca. El triste hombre permaneció estático unos quince minutos, luego se incorporó temblando e intentó hablar: no le salía aún la voz. Entonces tomó una pluma y un papel y escribió: << ¿Qué quieres a cambio de irte y no volver nunca?>> Yo le dije: <<Estás condenado, no aceptaré nada a cambio. Sin embargo te advierto que si sigues cometiendo maldades me haré pasar por ti y dividiré tu imperio>> Luego de oírme me contestó en el papel: <<Ten piedad>>. Yo sin embargó no tuve piedad y lo atormenté hasta hacerlo llorar y vomitar de miedo.

Al día siguiente, mientras el emperador dormía, yo salí a la plaza de la ciudad e hice que todos me vieran como si fuera el emperador desnudo y con la cara maquillada, sosteniendo un racimo de uvas en la mano y gritándole al racimo: <<¡Ya, ya!, ya se que no eres buen pintor, ¡pero no digas que el mundo es un pallaso de cristal!>>. No paraba de repetir lo mismo. La gente estalló en carcajadas, algunos incluso lloraban de la risa y se revolcaban en el piso.

Recuerdo que desde ese día el emperador había adquirido fama de loco ante el pueblo y su corte; ante los primeros por lo que yo hice, y ante la corte porque alegaba que un fantasma se había hecho pasar por el. Cada día yo lo atormentaba sin cesar. Enrique no obstante me había intentado expulsar con el poder de sacerdotes y hechiceros, mas nada daba resultado y su reputación de enfermo mental crecía con el pasar del tiempo. Así pues, al cabo de dos semanas acabó suicidándose.

Le sucedió en el trono su hijo mayor, un tal Octavio. Octavio al igual que su padre era vicioso y perverso, sin embargo lo dejé en paz con la condición de que dimitiera y se retirara a un monasterio. Octavio tuvo la sensatez de aceptar.

En todo eso no perdí ni un mes. Sin embargo para aquel entonces me había vuelto un espíritu confundido. No sabía cual era el sentido de mi vida, no entendía porque seguía siendo un fantasma errante. Me preguntaba si era posible encontrar una solución y por lo pronto se me ocurrió buscar algún psiquico clarividente.

Perdí dos meses buscándolo. Sin embargo llegó un martes en que al fin pude contactar con él. Hable con el sujeto y me dijo que en unas tres semanas me diría de seguro donde podría hallar a alguien que supiese del destino de los cinco guías restantes.  Esperé y luego de las tres semanas me habló de una isla llamada Lucanor; me dijo que a través de cierto hechizo podría llevarme a la isla Lucanor y que yo tenía suerte de poder dominar la telepatía en mi condición de espíritu, ya que sin aquello no podría ir a Lucanor.

Hizo el hechizo y entonces aparecieron tres puntos de luz en su bola de cristal. Luego me dijo: <<Concéntrate y comunícate con esas mentes que ahora ves como puntos de luz en mi esfera de cristal. Son mentes que están en Lucanor y si entras en contacto con aquellas lograrás aparecer en Lucanor>>. Lo hice y en efecto aparecí en la isla Lucanor.

A mi alrededor habían tres ancianos con trajes azules. Se acercó el más alto de los tres y me dijo: <<Bienvenido, Aldaris, es hora de que sepas la verdad y entiendas porque estás convertido en espíritu>>. Fue entonces que el anciano me explicó que en mi vida pasada yo había fundado un tal palacio llamado el Cono Azul. Me dijo que el Cono Azul existía fuera de este universo mas su puerta de entrada estaba en este universo, que los límites del Cono Azul, al igual que muchas de sus partes no estaban hechos de materia y que más allá de aquellos límites se encontraba la nada.

Le dije con inquietud: <<¿La nada?, ¿no simplemente el vació?>>, y entonces me dijo: <<Si, hermano mío, la nada, tal como lo oyes>>, yo le pregunté: <<¿Qué es la nada y que es el vacío?>>. Entonces el anciano me dijo: <<La nada es la ausencia de ser. El vacío es la ausencia de materia y energía>>

Luego le dije: <<Supongo que el Cono Azul no fue hecho por humanos>>, entonces el anciano me dijo que tenía razón y que el Cono Azul había sido hecho por ángeles con la ayuda de Dios. Después me dijo que el heptágono que Gabriela (uno de los guías espirituales) me dio se había vuelto obsoleto en tanto que cinco de los guías habían sido llevados al Cono Azul después de mi muerte. Me explicó que Lucifer y sus demonios se habían apoderado del Cono Azul y lo habían transformado en un mecanismo maligno y corruptor. Me contó que en el Cono Azul se habían creado contenedores de almas y en cinco de ellos, especiales, se habían encerrado las almas de los guías.

Dijo que la energía de los guías estaba siendo utilizada para mantener aquel oscuro sistema en que había sido transformado el Cono Azul. Después me informó que en el Cono Azul había un sistema que alimentaba a una entidad denominada la Bestia Roja. Me explicó que la Bestia Roja Ganaba energía con cada alma que abandonaba los caminos de Dios y adoraba a Lucifer y su reinado. Dijo que la Bestia Roja había completado 5/6 de la energía requerida para su liberación, y que cuando se liberase ejercería tal poder que este universo se transformaría en un lugar en el cual Dios limitaría su existencia al interior de sus hijos e hijas. Por lo tanto ya no existiría en la realidad exterior, todo sería tristeza y desolación.

Solo podría ser feliz aquel que en virtud de haber alcanzado la santidad haya conseguido un grado satisfactorio de presencia divina en su vida; para los demás regiría la amargura de la más profunda soledad existencial. Soledad que solo se iría en aquellos momentos en que limitasen el habitáculo de su conciencia a su escasísima belleza interior.

Por último el anciano me explicó que era necesario ser fantasma para avanzar dentro del Cono Azul, me dijo que para eso morí de forma tan extraña en el bosque. Ya que si no hubiese muerto así, probablemente no estaría en condición de fantasma. Después le pregunté en donde estaba la puerta de entrada al Cono Azul. Me dijo que la puerta de entrada estaba escondida en algún lugar del Castillo de Sangre, como también dijo que el podía, a través de un viaje astral, guiarme hasta dicho lugar. Yo por mi parte acepté.

Así fue que una noche oscura y taciturna emprendimos el vuelo hacia aquel lugar. Recuerdo que en una parte del viaje volamos sobre un desierto en el que había miles de espíritus suspendidos en el aire, estáticos y como prisioneros de una extraña fuerza que les impedía moverse. Yo entonces le pregunté al anciano porque ocurría aquello, a lo que me respondió que esas eran almas criminales que habían sido condenadas a contemplar el sufrimiento de sus victimas. Me dijo que permanecerían allí hasta que se arrepintiesen y fuesen capaces de experimentar amor y compasión.

Entonces yo le dije: <<Y pensar que hay gente que vería en esto un mal que Dios les dio como castigo a dichas almas criminales. Esa gente creería que aquella condena no puede ser un acto de amor. Pero están equivocados>>. Me dijo el anciano: <<Desde luego que se equivocan. Esa condena es un acto de amor, ya que el amor no es sino un sentimiento en virtud del cual se busca y desea el bien de aquello que se ama. Y pues es evidente que esa condena tiene como finalidad liberar a dichas almas de su propia crueldad. ¿Es culpa de Dios que lleven tantos años y no se arrepientan, es Dios quien prolonga su castigo? No. Evidentemente la culpa la tienen dichas almas soberbias e incapaces de reconocer su error y liberarse de su egoísmo extremo. Ellos eligen los pensamientos que les condenan, por ende son sus propios torturadores>>.

Dos horas después llegamos a un enorme lago de lava en cuya superficie flotaban algunas construcciones metálicas y en el centro había un hermoso palacio dorado incrustado de rubíes, con enormes arcos y bellísimos túneles. Canales de lava y cataratas artificiales de lava.

Sobre la parte más alta del palacio se veía una esfera de luz dorada. Yo entonces le pregunté al anciano: ¿Sabes que o quien es esa esfera de luz? Él entonces me respondió que se trataba de un psiquico que había creado el lago y el complejo arquitectónico a partir de su mente, que había encerrado su cuerpo en un lugar inasequible y había separado su conciencia de su cuerpo de manera permanente. Dijo que cuanto veía no era una entidad material sino mental, la cual había logrado adquirir autonomía de la mente que la creó.

También le pregunté como era posible que una mente adquiriese tanto poder como para hacer algo así, a lo cual me respondió diciendo que el sujeto había desarrollado un método para extraer energía de mentes ajenas. Dijo que aquel individuo había creado muchos lugares de naturaleza mental que eran visibles a cualquier mente a parte de la suya.

Recuerdo que mientras hablábamos el psiquico descendió hacia nosotros para interrogarnos de la siguiente manera: << ¿Quiénes sois vosotros y por qué estáis aquí? Este es el recinto de mi eterna soledad, en el cual no deseo ver otra alma que la mía>> Al oír esto le pregunté intrigado: << ¿Por qué deseáis la eterna soledad?>> Y el psiquico me respondió: <<Mi alma, amigo mío, de todo es libre excepto de su pasado. Mis heridas son las cadenas de los ideales que mi mente forjó para dar sentido a mi sufrimiento>>.

El anciano que me acompañaba le dijo al psiquico: <<Decidme por favor cual es la clave para abrir la puerta del Cono Azul>>. Respondió el psiquico: <<Tan solo os diré la clave si convencéis al Dios todopoderoso que me libere de mi pasado; nadie sino él puede hacerlo. He intentado de tantas maneras beber del manantial de la libertad: no he podido. Nadie hasta ahora ha podido salvar mi alma de su deseo de soledad. Amo esta tristeza que me consume con el paso de los días en el fuego de este sueño que conduce al abismo de la muerte>>

Tras oír esto el rostro del anciano mostraba una expresión de profunda compasión, dijo entonces: <<Oh hermano Ernesto, veo en tu pasado. Contemplo la cruz que tu mismo te obligaste a llevar para defender la idea cuyo seguimiento permite la supervivencia de lo más noble que es capaz de guardar en su interior el alma humana. Digno eres de misericordia, Ernesto, y os aseguró que haré cuanto pueda para que vuelvas a abrazar la libertad>> Dijo entonces Ernesto: <<¿Pero habré de esperar mucho, hermano mío?, ¿Habré acaso de tener que sufrir el día en que mi alma ya no quiera la libertad? Ojalá que no, ya que entonces no obtendríais la clave y yo no se que sería de mí>>. Respondió el anciano: <<Calma, amigo, todo se determinará hoy, todo. Yo y mi grupo oraremos por ti. Solo te pido que me ayudes trayéndolos a este lugar>> El psiquico aceptó pero antes le dijo: <<Tu que me conoces a mi y a mi familia. Ve por favor y con tus propias manos y las herramientas necesarias, escribe en la tumba de mi difunto hermano la carta que te daré. El siempre quiso que tú la escribieses en su tumba, decía que Dios se la envió a través de San Gabriel, del cual mi hermano era devoto. Te tenía gran estima y admiración, por eso me pidió que te encomendase la tarea de escribirla en su lápida. Quería hacer de ella su epitafio>>.

Entonces le dio una carta que decía lo siguiente:
 A ese hombre feliz.
A aquel que ha vuelto a ser un niño para reír jugando entre los verdes pastos,
que recordó como verme en los rayos del sol y en el agua que canta entre las rocas de un arrollo.
 A aquel que redescubrió lo emancipadora que puede ser la imaginación.
A él, a él que volvió a la dulce candidez de vivir en la paz de un eterno presente.
A él le regalo el canto de las aves y la risa de los niños;
la belleza de las nubes y la serenidad de las estrellas.
A él le pido que predique el canto de la inocencia
y la voz dorada de la gratitud constante;
el mensaje alegre de la primavera
y el reposo inquebrantable del invierno.
De su retorno a mi morada me complazco,
porque al cielo le ha abierto de par en par
las puertas de su tierno corazón.
Superó esa tristeza enemiga que se levantaba
como muro entre sus ojos y el jardín de la verdad,
despertó del sueño mundano que es la vejez
de sentirse un hombre herido.
Recordó la dicha de soñar sin anhelar
y la hermosura de creer en la bondad de la gente.
A ese hijo mío que ha despertado a la vida.
Atentamente: Dios.

Transcurrido ya un día, todo se había aclarado. Así aconteció que un sábado en la mañana estábamos de nuevo reunidos con Ernesto. Conversamos amenamente e incluso jugamos ajedrez. Ernesto sabía que Dios había aceptado salvarlo, solamente tenía que esperar hasta el mediodía. Las horas pasaron y el mediodía llegó.

Empezaron a aparecer columnas de luz que surgían del suelo y se prolongaban hacia arriba de forma indefinida y aparentemente ilimitada; eran todas de color verde claro y brillante. Entonces de repente un pequeño arco iris se poso encima de Ernesto, aparecieron muchas palomas blancas en el cielo celeste. Todas volaban hacia el sol y el sol resplandecía más hermoso y vivo que nunca. En el aire se escuchaba una música alegre y hermosa.

Al ver todo aquello Ernesto se emocionó profundamente, miró al sol y dijo: << ¿Cómo habré de reflejar en palabras el inefable brillo de tu áurea libertad? ¿Cómo ocultarle a mi alma, que es tu alegría la flor más bella de este día?>> Luego de decir eso, Ernesto se volteó hacia nosotros y dijo: <<La clave es PEARLS>>. Después de darnos la clave desapareció misteriosamente. Dos horas después llegamos al Castillo de Sangre.
A primera vista parecía un castillo común y corriente asentado en medio de un lugar árido y montañoso. Atravesamos la puerta principal y vimos un gran salón hexagonal con una mesa hexagonal a la cual se sentaban a comer seis ogros. Sobre la mesa estaba atada y viva una mujer desnuda y alrededor de ella había platos con frutas y entremeses, ingredientes como pimienta y orégano y otras cosas más.

Uno de los ogros dijo: <<Dividamos su cuerpo en seis partes y dejemos que la suerte decida. Cada cual lance su dado. La cabeza es uno, el brazo derecho dos, el izquierdo tres, el tronco cuatro, la pierna derecha cinco y la izquierda seis>> Lanzaron suertes y uno de los ogros exclamó inconforme: << ¡Siempre una maldita pierna!>>. Entonces agarró el cuchillo y lo clavó violentamente en el muslo izquierdo de la mujer. La mujer gritó y uno de los ogros dijo: << ¡Eso es autentica música muchachos! ¿Qué más quieren?, música y comida. ¿No es magnífico?>>. Entonces los demás rieron y el ogro que antes se había quejado dijo: <<Tu siempre tan cómico, Jaime>>.

Yo estaba atónito y el anciano mostraba indignación. Recuerdo que me advirtió de que no me manifestara de forma alguna, que era mejor permanecer invisible o su plan se echaría a perder. Le pregunté cual era su plan y me dijo que pensaba seguir al ogro llamado Jaime, ya que aquel era el único que conocía el paradero de la puerta y que si lo seguíamos veríamos que a las doce de la noche se dirigiría a la puerta para contemplarla un rato. Yo entonces asumí que el ogro no sabía la clave, puesto que si la supiera no tendría mucho sentido haberla preguntado a Ernesto, no obstante decidí preguntarlo y confirmé que mi supuesto era real.

Llegadas las doce de la noche lo seguimos hasta donde estaba la puerta de entrada al Cono Azul. Entonces el anciano me dijo: <<No pronuncies la clave hasta que Jaime se halla ido, obsérvalo y escúchalo>> Hice lo que el anciano me dijo y pude ver que Jaime sacaba una bola de cristal de un cofre, prendía tres velas negras e invocaba a Lucifer ofreciéndole algunas hostias para un ritual satánico a cambio de que le permitiese escuchar a un tal Alfonso.

Yo pregunté al anciano quien era Alfonso y el anciano me dijo: <<Alfonso es aquel que corrompió a Jaime cuando era un niño, lo convenció de la doctrina de la predestinación, de que él (Jaime) era un ser predestinado al infierno y de que Dios no estaba en su alma. No obstante Jaime era muy bueno y eso no bastaba para convencerlo de obrar el mal. De modo que Alfonso se encargó de granjearse su odio hasta tal punto que Jaime llegó a proyectar ese odio contra la vida misma y todos los seres vivos. Solo la razón le limitaría para obrar el mal en determinados contextos. Alfonso por su parte no era realmente malo, simplemente era un hombre confundido y lleno de ideas erróneas, el creía que era su deber el hacer que los condenados obrasen de la peor forma posible.

Pero eso no es todo: Jaime ha estado espiando a Alfonso mucho tiempo y sabe que hoy morirá y cree que será llevado al infierno>> Observamos que el ritual daba resultado y en la bola de cristal aparecía Alfonso enfermo y con un papel escrito con su sangre en el cual se leía:  
Muere el día y de su cadáver brota
infame el gusano de la noche;
marchita mi alma, ya la muerte
sus parpados besa.
Allí en el jardín de los muertos, allí sembraré margaritas con las esperanzas que no conocieron la gracia de realizarse cuando la sangre aún corría por mis venas.
Allí esperaré eternamente a que tus ojos se complazcan en mirarme y tu mano se tienda generosa para ofrecerme alguna migaja de amor.

Pasaron unos segundos y Alfonso empezó a llorar y a agonizar de dolor físico y mental. Entonces Jaime se reía a grandes carcajadas, disfrutaba del dolor de Alfonso y su alegría era enorme. De pronto en la bola de cristal se veía que Alfonso luego de morir aparecía en una especie de lugar en que todo era gris y una voz le decía: <<Permanecerás aquí un tiempo y después reencarnarás>> Al oír esto Jaime se indignó y gritó: << ¡Noooooooo!>> Después tomó la bola y la arrojó contra el piso; la bola se rompió en mil pedazos de vidrio. Luego de eso Jaime maldijo a Lucifer y a Dios, tomó las tres velas, se derramó encima un frasco de aceite, se prendió fuego y se revolcó encima de los pedazos de vidrio mientras gritaba: << ¡Injusticia, injusticia!>> Así murió.

Después de eso el anciano me dijo que yo debía continuar solo, por mi parte acepté y le agradecí la ayuda que me había dado. Desapareció. Después yo pronuncié la clave ante la puerta e instantáneamente se abrió. Aparecí flotando en un espació negro y aparentemente ilimitado, en el cual se veía a lo lejos dos inmensos rombos de fuego morado entrelazados entre sí, era algo sorprendente y un tanto aterrador.

De pronto sentí que una fuerza desconocida me arrastraba hacia aquel signo de fuego. Inevitablemente llegué a estar frente aquella formación de fuego. Parecía que sería absorbido en el fuego pero de repente la fuerza que me arrastraba se detuvo y apareció frente a mi una mano flotando.

La mano era más grande que un ser humano, era completamente negra y tenía miles de ojos de color verde-esmeralda en su superficie.  Permaneció quieta unos segundos y luego me señaló con el índice. Entré en una especie de trance y por mi mente pasaba la imagen de una playa en que el mar era de sangre y el suelo de la playa era de cadáveres. Habían muchos remolinos en el mar y habían hombres sin rostro, vestidos de negro y devorando los cadáveres que formaban el suelo. Después había un anciano ciego y vestido de gris. Perdido en un laberinto de espejos y llorando sin cesar. Finalmente había una planicie de césped en la que no se veía animal alguno y había un solo árbol a la sombra del cual había un ángel sentado. El ángel era rubio, joven y de ojos de color azul profundo. Era de noche y el ángel sostenía una copa de cristal en su mano derecha. La copa contenía agua y en la superficie de dicha agua se veía la imagen de un sol dorado rodeado de nubes blancas y un cielo celeste. El ángel tenía la mirada fija en la copa.

Después de eso me liberé del trance y aparecí flotando en un cielo azul en el que no se veía nube alguna. Había enormes cilindros de roca flotando, los cuales tenían puertas y ventanas. Eran en efecto torres flotantes. Entré en una de ellas y pude notar asombrado que me había materializado de nuevo, ya no era un fantasma. Contemplé alrededor y observé que había una escalera en espiral y que a los lados alumbraban unos candelabros de fuego verde.

Trepé las escaleras hasta llegar a la parte más alta de la torre. Allí me encontré una estatua negra que representaba a un hombre con sombrero de copa y traje solemne y fúnebre. La parte en que el hombre estaba sentado presentaba una gran particularidad: estaba la mitad izquierda a oscuras y la derecha iluminada. La raya de división dividía en dos la estatua. También la estatua sostenía un péndulo que oscilaba entre la parte oscura y la parte iluminada. El péndulo tenía escrito: ¨ ser humano ¨. La estatua tenía los ojos de vidrio, de modo que decidí mirar a través de ellos. Pude ver que la estatua estaba hueca y que por dentro había un montón de hormigas grises trepadas sobre la copa de un árbol en miniatura. Las hormigas no se movían y parecían ser simples objetos. Sin embargo de pronto una de ellas pegó un grito diciendo: <<¡Soy un alma condenada a vivir en una estatua!>> Así mismo las otras empezaron a decir cosas parecidas.

Evidentemente aquel suceso real era una metáfora de la condición moral del ser humano en términos generales. El hombre, ese animal racional, ese ser que oscila entre el bien y el mal, entre la racionalidad y la irracionalidad. Ese ser condenado a permanecer esclavo de sus más infranqueables limitaciones. Ese pobre protagonista de la tragedia que es vivir en la prisión de las más dolorosas dualidades existenciales. Ni ángel ni demonio. ¿Quién podrá decir que se está más allá del bien y del mal?

Luego de ver eso una luz blanca me rodeó y aparecí de nuevo en el cielo azul. Otra vez era un fantasma. No obstante algo había ocurrido en mí. Me sentía diferente, sentía un ansía enorme de ser purificado a través del sufrimiento y la agonía; una sed extraña y macabra ardía en lo más profundo de mi corazón. Necesitaba de la oscuridad, requería ser uno con ella. A Dios gracias me hallaba en un lugar demoníaco. Era hora de reír con aquellos demonios, de gozar junto a ellos del espectáculo que dan los hombres al ser como gusanos que en la noche se arrastran en pos de una lejana luz que titila repitiéndoles su nombre en el interior de su conciencia. Allí, en algún lugar por ahora desconocido, mi alma intuía la voz del miedo llamándome.

Avancé a la siguiente torre: entré. Allí de pronto me hallé en una habitación heptagonal hecha de espejos. Miré arriba y me observé con facciones de ángel, resplandecía y era más hermoso que la más diáfana mañana; miré abajo y la fealdad de mis rasgos me hizo desviar con espantó mis ojos atónitos. Miré a cada uno de los siete lados y nada se reflejaba.

De pronto escuché algo que parecía venir de atrás de uno de los espejos laterales. Me acerqué y constaté que el espejo era un pasadizo. Al otro lado del espejo había un corredor oscuro apenas iluminado por unas pequeñas llamas flotantes con un color verde muy pálido.

Atravesé el corredor y al final me encontré con una especie de enano desnutrido, viejo, monstruoso y arrugado. Sostenía una serpiente en su mano derecha, fumaba y tenía agujas clavadas por todo el cuerpo. A su alrededor habían muchas palomas blancas muertas en el piso, fijadas con clavos a la pared y al techo y algunas aún tenían la sangre fresca pues habían muerto hace poco.

El enano al verme preguntó: << ¿Dónde se ha ido Dios?>>. Yo le respondí: << ¿Qué te impide ver que sigue aquí?>>. Entonces me miró con tristeza y un par de lágrimas rodaron por sus mejillas, después intentó suicidarse pero un demonio repugnante lo detuvo y se lo llevó a un cuarto de torturas.

Luego de aquello pasó un rato y me llevaron a la fuerza para ser ahorcado. Al morir volví a aparecer en aquel cielo azul en el que había torres flotantes. Otra vez era un fantasma. De aquella experiencia formulé la hipótesis de que lo más probable era que en general me materializase cada vez que entrase a alguna de aquellas torres flotantes y que si moría dentro de la torre, regresaría de nuevo desmaterializado a este cielo azul.

Así transcurrieron los días, perdía mi tiempo inútilmente recorriendo todas las torres que alcanzaba a recorrer de aquel cielo azul. Pasaron años y yo no perdía la esperanza, seguía buscando y exponiéndome al dolor. Todo con la esperanza de hallar algo que me hiciese avanzar en mi intento por liberar a los guías restantes. Había pasado por tantas experiencias horrendas, había visto y sentido cosas inefables y había llegado a conocer tanto a cerca de la naturaleza del sufrimiento, me había acostumbrado a vivir un calvario cotidiano y había llegado a perder el miedo por toda forma imaginable. Había aprendido tanto y sin embargo no entendía el sentido de la vida, no sabía quien era, no me respondía de donde vengo y a donde voy. Había llegado a vivir como un autómata, me había transformado en un apático y cínico gusano, en un ser que veía y sentía cada minuto de existencia como un fiel paradigma de lo absurdo.

Un día entre tantos otros se acercó una paloma negra y me dijo: << ¿Sabes? La Bestia Roja ha sido liberada y no hay nada que puedas hacer para salvar a este universo, eres un perfecto don nadie. ¿Acaso pretendes orar? Si quieres puedes hacerlo. Ya no hay necesidad de que fuerzas externas intervengan para que tú sufras. ¿Acaso no lo ves? Tu estado de conciencia actual es el infierno en uno de sus niveles. >> Dicho aquello, la paloma negra desapareció.

Fue entonces que un montón de visiones acudieron a mi cabeza, podía ver a todas las multitudes como sujetas a la tiranía del pecado, podía ver a todas aquellas criaturas en un universo sin Dios. No obstante Dios ya no me importaba, había hablado tantas veces con él, siempre en forma de monologo, siempre lanzando mis preguntas destinadas a obtener el silencio como respuesta. ¿Existe Dios? Por ahora no me interesaba si existía o no existía, me daba igual. Pero continuando con mis visiones os diré que observé toda clase de atrocidades. Nada de lo que observé me movió a compasión, nada me tocó los sentimientos. Su vida me era tan indiferente como la mía.

No obstante llegó un momento en que en mis visiones aparecían hombres y mujeres en su vida cotidiana, sin hacer algo que llamase la atención. No obstante los observé con detenimiento y noté que en su aparente serenidad ocurría lo mismo que yo vivía. ¡Eran victimas del sentimiento de vació! En ese instante todo se transformó dentro de mi: me sentí identificado con ellos, ya no solo pensaba, sino que sentía como todos habíamos sido abandonados en las manos crueles de la existencia propia de un ser libre e imperfecto.

En ese momento experimenté compasión y amor por todos aquellos seres. En ese momento el infierno desapareció. Pasaron pocos minutos y todo volvió a la normalidad; transcurrieron los días y yo seguía viviendo con el alma vestida de gris. No obstante un día llegue a experimentar un gran sentimiento de paz, miré a mi alrededor y me invadió la certeza de que solo existía yo y un ser omnipresente. Aquella certeza no era una certeza cualquiera, no surgía de la razón, sino de lo más profundo de mi alma; podría hallar mil argumentos contrarios y sin embargo esa fe seguiría allí. Desde aquel día todo cambio para mí. Cada día lo vivía  con la convicción de que solo existíamos yo y Dios. Yo y ese ser que se manifestaba a través de lo que hasta ahora he convenido en llamar <<el universo>>.

Un día sin embargo todo se volvió blanco a mí alrededor. Luego me hallé en un hermoso paisaje, mas no era cualquier paisaje. Era uno de los paisajes que solía crear de niño en mi imaginación: tenía fragatas que surcaban el cielo nocturno, hermosas construcciones flotantes alrededor de un palacio en el aire, estrellas de diversos colores, luna llena y una gran aurora. También me había convertido en un tipo de ángel.

Pasaron los días y seguí viendo otros paisajes y criaturas que mi imaginación había creado, como también seres, lugares y situaciones creados por otras mentes y que a mí siempre me hubiese gustado que fuesen realidad. Recuerdo que todas las personas que hallaba eran santas y felices y que había llegado a conocer amistades que en la Tierra jamás hubiese hallado.

No obstante sabía que eran seres irreales, que al igual que todo lo que veía, lo que había visto y lo que vería, no era más que mera ilusión. Los únicos seres éramos yo y Dios; todos los otros seres no eran más que manifestaciones de Dios desprovistas de existencia intrínseca. ¿Y que significaban todas estas cosas que vivía? ¿Dónde estaba? Me respondí que estaba en el cielo y que el cielo no era más que la realización de la esencia  de los más profundos deseos e ideales del lado positivo de nuestra subjetividad.