NOTA: Esta novela fue escrita hace unos 5 años por Rodrigo Vivar Castillo. En ese entonces un sujeto de 20 años; en la actualidad, tras su muerte en un accidente de tránsito: polvo bajo la madera de un sarcófago, tierra en medio de la tierra, rostro disuelto por la muerte, recuerdo vago, sombra de una sombra...nada.
La novela era bastante ingenua y Rodrigo no quería que la publique; pero, por lo original e imaginativa que era, no pude evitar romper mi palabra y la publiqué...Ahí les va, con todo y los errores ortográficos (no muchos, por suerte) que Rodrigo cometió:
EL MARQUÉS
Narrador 1
El espacio y tiempo en que la
historia que os deseo narrar se inicia, no será al lector comunicado, sino que
mas bien permanecerá como una incógnita más en el curso de nuestra narración;
pero yendo ya a nuestro relato, empezaré a narraros los acontecimientos.
Era un día como cualquier otro en
la vida del insecto que investigo, de aquella triste ameba que se revolvía
frecuentemente en el fango de sus meditaciones, de aquel joven marqués de 26
años que poseía una vida de lujos y cuyo nombre era Aldaris.
Aldaris, mirándose al espejo a la
luz de una vela: << ¿Quien eres tú, vil engendro del error humano? y sin
embargo ilustre servidor de una causa noble, tú que adoras ver la sangre del
inocente en el altar del mal endiosado, dime acaso si pretendes seguir jugando
con la vida de tus servidores>>…
Así transcurría en sus
meditaciones, cuando llegado a un punto en la línea de sus pensamientos decidió
mandar a traer a un pequeño niño que había hecho secuestrar por algunos de sus
más fieles vasallos. Una vez hubo atado al niño en una silla de metal, tuvo
lugar la siguiente escena:
Aldaris. —Dime, hijo, ¿cuál es tu nombre
Niño. —snif, snif,….. (sollozaba)
Aldaris. —¡Contesta ya, pusilánime reflejo de la miseria!
(acto seguido lo azotó)
Niño. — Me llamo Juan
Aldaris. —Pues bien, pequeño, te pido que ingieras aquellos
gusanos que ves en el recipiente de mi escritorio, si acaso deseas que tu madre
no sea quemada viva al salir el alba
Niño. — Lo que sea (acto seguido comió los gusanos mientras
algunas lágrimas acariciaban sus mejillas)
Aldaris. — Bien, ahora que has comido los gusanos te informo
que tu madre no vivirá un par de horas más como para ver salir el sol. (dicho
esto abrió unas cortinas detrás de las cuales yacía la madre del niño, atada y
con la piel de la cabeza extirpada)
Entonces el marqués, con lágrimas
en los ojos y envuelto en el más hondo dolor, tomó un candil y empezó a quemar
los ojos de aquella mujer: gritaba la mujer horrendamente y el niño sollozaba
mientras la agonía brillaba en sus ojos inocentes, y transcurrido un momento en
dicha situación, aconteció que una espada sujetada por la mano del marqués
atravesó rápida cual relámpago el pecho de la mujer.
Así ocurrido, el marqués se
acercó al niño y beso tiernamente su frente, luego de lo cual tuvo lugar una
escena horrenda en la cual el marqués le quemó los pies mientras alababa a
Satanás. Triste fue ver como luego de tal sacrificio el infierno crecía en el
corazón de este hombre, y es que este esclavo de la estulticia, una vez hecho
el sacrificio, entró en la disyuntiva entre el amor al mal y a aquella con
quien había compartido buena parte de su vida, siendo aquello producto de su
indecisión ante el sacrificio que tenía pensado hacer de su esposa.
Pasaron las horas y una vez
llegada la madrugada decidí atormentarlo un poco.
Narrador 2
Había el demonio implantado sus banderas en cada región de
mi alma, cada recinto estaba tomado y en mí no cabía sino el inmundo deseo de
ir contra lo más bello que sobrevivía en mi alma y que acaso era aquello por lo
cual aún no era por entero merecedor de ser enmarcado en la lista de aquellos
que no son dignos tan siquiera de gozar del arrepentimiento inscrito en la
sinceridad de un corazón aún un poco puro.
Seguía yo sumergido en el oscuro pantano de mis pensamientos,
a la par que notaba como la noche iba cediendo paso a la madrugada que se
aproximaba velozmente, en una prisa incomparable por hacer más hondo el agujero
de mi desesperación, así transcurría todo y sin embargo yo no había tomado una
decisión sobre el destino de la marquesa, no obstante iba cobrando mayor
espacio el deseo de ver a esta desdichada doncella emanando sangre en el altar
de mis infames tributos, y pues de pronto sucedió que la espera vio en mi mente
disiparse la oscura neblina de mis dudas, y así luego de esto me encaminé sin
culpa alguna hacia la cama en que yacía Josefina, dispuesto sin miedo alguno a
asesinarla, pues había a falta de tiempo elaborado el riesgoso plan, de luego
de su muerte hacerme un par de heridas con el puñal # 2 a objetivo de fingir
haberle dado muerte en defensa propia, más debo antes de seguir, mencionar que
la habitación tenía compartimientos secretos, sistemas que aislaban el sonido,
y que de tal forma había yo planeado las cosas que los ruidos del anterior suceso
no despertaron a mi futura víctima.
Más bueno, pasando a lo que más os deseo narrar, les digo
pues que una vez asegurado todo, la anestesié y enterré el puñal en su
cuello... Luego de esto entré en un estado tal de sufrimiento, que me parecía
que nada en el mundo tenía sentido, tan profundo llegó a ser mi dolor, que
envuelto ya en las fatales redes de la culpa tome mi navaja y hecha en mi piel
una herida, tome de allí mi sangre para escribir tres patéticos poemas.
Narrador 1
Después de todo esto sucedió que Aldaris me invocó, pasaron
así unos quince minutos en los cuales yo encontraba placer en ignorar sus súplicas
y ver como sus lágrimas indignas maldecían el suelo de su habitación con tan
solo su insultante presencia sobre la superficie de aquel. Luego de dicho
intervalo sucedió que una especie de espiral multicolor y sumamente
resplandeciente surgió de la nada sobre nuestras cabezas, medía aquella unos
dos metros de diámetro aproximadamente, pero…lo que después de esto aconteció
le corresponde narrar a aquella pequeña lombriz.
Narrador 2
Recuerdo que luego de la aparición de aquella hermosa
espiral fui absorbido por una fuerza misteriosa y espiritual, iba mi cuerpo
lentamente desmaterializándose en tanto que por mi memoria se sucedían los
momentos más dulces que brillaron en el cielo casi de estrellas desposeído que
ha sido mi infausta existencia, transcurrido esto me encontré repentinamente en
el lugar mas lúgubre que jamás halla visto antes, más solo lúgubre no era aquel,
sino ante todo extraño y sobrenatural, era esté según percibía, una especie de
túnel dotado de un diámetro descomunal que parecía no tener final alguno, a lo
largo del cual había pequeñas lucecillas verdes armónicamente distribuidas,
análogas en tamaño a luciérnagas. Estaba yo entre todas estas maravillas
suspendido sobre un tipo de sendero serpenteante y blanquecino, alrededor del
cual se vislumbraban de forma intermitente espíritus con el rostro
ensangrentado y las cuencas de los ojos vacías, ánimas aquellas que emitían los
alaridos mas espeluznantes que pudiera tener alguien la desgracia de oír, y no
solo merodeaban estas almas alrededor del sendero, sino que se veía también una
procesión de fetos fantasmas que hacían de jinetes sobre las espaldas de unas
mujeres desnudas y con el cuerpo enrojecido de tantos latigazos que estos fetos
les propiciaban.
Seguí yo en medio de
este cúmulo inexplicable de acontecimientos, en medió de los cuales mi alma
parecía pasar desapercibida por todos aquellos seres que habitaban el túnel, de
pronto sucedió que empezaron a oírse campanas por doquier y que no obstante no
conseguía ver tan solo una. Aconteció que luego de haber andado casi un día
aproximadamente, logré ver una iglesia y con ella el final de aquel camino,
extraña era esta iglesia pues todas las estatuas de santos, la virgen y el
cristo eran esqueleto; en el suelo había sangre y sentado en el altar estaba el
niñito Jesús con una túnica blanca, me acerqué al pequeño y lleno de devoción y
tristeza al ver su llanto, le ofrecí una rosa más blanca que la nieve y le
pregunté: << ¿Señor mío, porque lloráis?>> , a lo que el pequeño
respondió: <<Estas lágrimas que ves se derraman por que hay pecadores que
no conocen la belleza del bien>>. Dicho esto el pequeño desapareció
dejando un papelito en el que se podía
leer: ¨ Hay cosas que solo se comprenden desde la fe ¨. Luego de ver su
contenido no pude sino quedarme un tanto extrañado y preguntarme por donde
debía de seguir, pues me encontraba solo en una especie de dimensión
desconocida en la que súbitamente y contra toda concepción previa que del
Universo tenía, había yo desembocado por no se que causa o causas que mi
entendimiento no alcanzaba por lo pronto a dilucidar, así pues en medio de la
incertidumbre decidí recorrer la iglesia, dicho lo cual debo acotar que mi
desesperación mayor radicaba en el hecho de que la iglesia se hallaba en un
lago de sangre, que este complejo de iglesia-lago era como un círculo al final
de una especie de camino tortuoso y aparentemente infinito para el lado contrario,
más para aclararos mas las cosas, debo decir que entré a la iglesia por un
extraño puente dorado, y que el lago se hallaba suspendido sobre el vacio.
Bueno, así y después de lo acontecido decidí tomar un descanso, más mientras me
dirigía a la parte de la iglesia más propicia, note una especie de pasadizo,
luego de lo cual comprobé que era tal en efecto, y que para mi asombro este me
condujo a una especie de portal de color púrpura brillante, luego de haber
visto el portal me decidí a entrar…
Narrador 1
Aldaris entró y sin embargo no tenía idea de que yo venía
con él, de que mi espíritu vil y maldito lo acompañaba como acompaña la culpa
al criminal, no sabía en efecto que a cada instante el Dios que él llevaba
dentro se iba desvaneciendo bajo el influjo de mi creciente odio.
Narrador 2
Aparecí en un lugar sobremanera particular, era aquel una
bahía rodeada de un conjunto de colinas sin árboles, divididas sus superficies
en rectángulos de distintos colores y formados todos ellos por pasto, habían
también en el centro de la bahía 3 triángulos de luz blanquecina flotando sobre
un pilar de cristal que emergía del mar y en cuya punta se erguía una hermosa
bandera de color blanco brillante. Me pregunté pues de forma natural que
significaba ese conjunto de símbolos, más no obstante me puse en marcha, pues
necesitaría algo de comer en tanto que me había vuelto a materializar de manera
inexplicable, pero extraña sorpresa fue verme y hallarme cubierto por un traje
negro y una máscara metálica sobre mi rostro, como también fue sorpresivo e
incluso inquietante el hecho de hallar en mi bolsillo un espejo. Una vez hube
sacado el espejo contemplé mi mascara, la cual estaba dotada de un aspecto
misterioso, más sin poder resistirlo, me quité la mascara y para mi desgracia descubrí
que mi rostro había sufrido quemaduras, que era de lo más repulsivo y
aterrador, y que viendo esto podía constatar en el espejo como iban mis ojos
llenándose de horror y desconsuelo en
tanto que mis labios eran por el momento tan solo humedecidos por la abundancia
de mis lagrimas.
Así permanecí como por una hora, absorto y como sintiéndome
víctima de mi fortuna, sin embargo, decidí decirme a mi mismo en la ingenuidad
de mi optimismo: <<Las dificultades surgen, se consideran y superan
>>, y pues a través de esto y reflexiones de similar naturaleza logre
encender en mi alma el fuego de la determinación. Una vez hube emprendido el
recorrido por esas tierras extrañas y anegadas por el misterio, no pude evitar
ser invadido por un enorme sentimiento de soledad, no obstante los obstáculos
que el contexto me imponía me hacían decidirme por la resignación ante aquel
sentimiento, esto de forma paralela a la elección de ignorar dicho sentimiento
en términos de mi pensamiento y dedicar la energía de mi mente a tratar de
hallar algún modo de garantizar mi supervivencia. Pasadas ya como tres horas y
ante la proximidad del atardecer, decidí sin más encaminarme por lo obvio y así
me dirigí a la playa a buscar cangrejos, pasé buen tiempo allí acumulando
cadáveres de crustáceos, como también ostiones y animales parecidos que pude
hallar en los acantilados, así pues era evidente que contaba con una fuente
estable de nutrientes. Había al amanecer del día siguiente optado por dirigirme
al norte, el cual siempre me resulto más inspirador que el sur sin razón
aparente alguna, así pues eché a andar y pasados tres días pude al fin hallar
algo de civilización, había en cuestión sobre una colina más alta que las demás
una enorme torre de mármol rojizo, alrededor de la cual había un enorme
conjunto de vegetación poblada por abundantes y grandes espinas, una vez hube
examinado el contexto decidí sin mas tocar la puerta negra de aquella torre.
Luego de mucho
insistir se abrió la puerta sin ejecutor patente del hecho en cuestión, y una
vez adentro me encontré con un espectáculo que a cualquiera que aún conservase
un poco de cordura le amenazaría con caer en el abismo de la locura, había allí
adentro un enorme grupo de retrasados mentales que oscilaban desde el simple
retraso hasta la tangencia con la circunferencia de la monstruosidad más atroz,
despreciable, patética y mugrienta que pueda la naturaleza vomitar en el plano
de la existencia humana. Permanecí petrificado un buen rato, luego de lo cual
me puse a temblar del miedo a la vez que me llenaba de compasión por tales
engendros de la naturaleza, acontecido un intervalo de mediana duración,
contemplé con temor como se me acercaban dos de esas criaturas repugnantes,
hecho ante el cual perdí la razón y de rodillas supliqué para que no me
hicieran daño, no obstante escape como una gallina estúpida y trepé al segundo
piso. Allí en mi desesperación comencé a tocar una pequeña puerta dorada,
puerta de la cual surgió un sujeto de apariencia extraña, era aquel un tipo con
bigote, sin barba, como de unos 45 años, con anteojos y cabello rojizo y
alborotado, vestía un traje a cuadros y fumaba pipa, además de que el infeliz
cargaba una espada en su mano derecha. Visto esto me arrodillé y pedí piedad
aterrorizado, ante lo cual el condenado hijo de Satán no hizo más por el
momento que soltar una carcajada llena de sadismo y acento burlón, luego de lo
cual me dijo: <<¿Quién eres, que haces aquí y qué quieres?>> , yo
por mi parte le dije que era un marqués que había perdido todo y que venía a
buscar ayuda a cambió de la cual estaba dispuesto a prestar servicios si era
necesario, después de haberle respondido, el sujeto me comentó que esos
retrasados mentales que yo había observado eran sus mascotas, que las tenía en
su torre por que se divertía mucho con su extrema imbecilidad, que el era un
matemático, lógico, físico, astrónomo y filósofo, y que por su posición de
duque tenía un gran conjunto de tierras que gobernaba, que estás se hallaban un
tanto lejos pero que tenía en la torre un ejercito de elite con muchas armas
que el mismo había diseñado, que tenía tanto dinero que muchas veces no sabía
que hacer con tanto que le sobraba, y que yendo al grano me podía dar mucho mas
dinero que el que me ofrecerían por 6 meses en cualquier puesto de trabajo que
en sus tierras hubiera, esto a cambió de que convenza a 7 niños para que usen
objetos sagrados de la religión cristiana, judía y musulmana, como también
objetos de culto satánico para divinizar a un equilátero, a un isósceles y a un
escaleno. Ocurre que aquella oferta fue aceptada por mi sin muchas
cavilaciones, y así y sin más decidí emprender mi viaje al pueblo más cercano.
Una vez hube llegado tuve la idea de recurrir a las presas
más fáciles, a saber, los niños que eran víctimas de la pobreza, de este modo
pues lograría a mi pensar el objetivo sin dificultad alguna prácticamente, ya
que repartiría 1/6 de mi fortuna entre los 7 pequeños, y que claro está, era el
1/7 del 1/6 del total algo nada pequeño, lo que le tocaría a cada uno de esos
niños.
Parecía un día como cualquier otro aquel en que por vez
primera iba a conocer el pueblo que tenía previsto y del cual nada sino su
ubicación había escuchado yo, así y sin ningún sentimiento que invadiese mi
tranquilidad seguía yo recorriendo el desierto, más de pronto alcancé a divisar
un par de colinas que se extendían a lo largo de una franja de aproximadamente
2 km, y es que cabe decir que aquellas colinas guardaban una apariencia
ciertamente inquietante, pues a lo largo de estas se vislumbraba una especie de
neblina en la que se notaba la presencia de esferas de luz roja, las cuales
aparecían y desaparecían, ya sea en movimiento, ya sea estáticas, pero siempre
de forma simultanea y pasando 7 segundos entre una y otra aparición, esto junto
a un tiempo de permanencia de 8 segundos. Estuve yo en la contemplación de
aquello absorto como unos 5 minutos, luego de lo cual por no sé qué
extravagante impulso inspirador, decidí tomar un papel y anoté: se forma con
ambos el número 78 bajo el orden de <<ausencia, presencia>>, y el
número 87 bajo el orden inverso de tales parámetros, su suma es 15, la resta
primera; (7 – 8 = - 1) , la segunda; (8 – 7 = + 1), la suma ; (-1 + 1 = 0),
juntando los números de la suma y la resta se puede obtener bajo el orden de
<<suma, suma de las restas>> 150, bajo el inverso 015 que es pues
15, y así muchas cosas más, no obstante algo en mí me decía que limite mis
observaciones a los datos que he mencionado.
Bueno, sin detenerme
más en estas cosas proseguí, y así siguiendo el camino observé como detrás de
la cadena montañosa se hallaba un pequeño pueblo constituido en su mayoría de
casas de piedra, aquel pueblo era realmente extraño, pues no solo que se
hallaba en una pequeña bahía de aguas dotadas de un azul profundo, sino que
además había una enorme catedral sumamente descuidada, con las paredes
cubiertas de moho y musgo. Estaba dicha catedral en medio de un patio
rectangular delimitado por un muro de piedra, había en dicho patio una piscina
frente al mar, y además de estas cosas noté con mis binoculares un detalle
ciertamente espeluznante, consistente aquel en el hecho de que en la punta de
un palo de hierro que sobresalía de una
cúpula, se hallaba una cabeza de hierro con la boca abierta en una expresión de
intenso dolor. Era aquella cabeza correspondiente a un hombre de unos 25 años
aproximadamente, con facciones judías, con barba corta, sin bigote y con una
marca en la frente que decía: ¨ Amigo de Jesús ¨. Pasaron las horas mientras yo
dormía sobre una colina, pues no había podido hacer frente al cansancio que me
representaba caminar tanto con apenas un poco de cereales como provisión de
viaje, llegadas ya las 6:30 de la tarde ocurrió para mi sorpresa que mi sueño
se vio cortado por una mano extraña que tocaba mi hombro, desperté pues y pude
constatar que frente a mí se hallaba un pequeño de unos 10 años, le dije: <<¿Por
qué me despiertas niño?>>, a lo que el pequeño respondió: << Me
inspiraste compasión amigo y no pude más que decidir traerte un poco de
alimento y ofrecerte mi guía hacía un lugar en el cual podrás dormir
cómodamente por tiempo prolongado sin que tu vida corra peligro>>, a esto
le respondí: <<Muchas gracias criatura, pero dime, ¿Por qué correría
peligro mi vida?>>, entonces me dijo: <<Tu vida corre peligro por
que ocurre que en la noche un grupo de criminales sumamente ágiles acecha este
pueblo oculto entre los montes de los alrededores, tienen estos unas ballestas
de gran alcance y gustan de herir una persona al día siempre que pueden dentro
de los 360 días del año y en los 5 restantes matan una persona diaria cuando se
les presenta alguna victima a partir de su hora de aparición que es las 10:00
de la noche. Estas cosas te las digo porque así ha estado ocurriendo durante 5
años, y para que tengas una idea más completa de la demencia de estos sujetos,
te informo que cada navidad lanzan en medio de la plaza con una catapulta un
bebé vivo que obviamente muere al caer>>. Después de haber oído esto y
proseguido la conversación en torno aquello durante unos 10 minutos, empezamos a
hablar de otras cosas en tanto que caminábamos hacía el pueblo, así estuvimos
una media hora en la cual me enteré que su nombre era Emmanuel y que según él,
si yo lo había visto había también visto al padre Dios, cabe resaltar eso sí,
que a pesar de tener tan solo 10 años mostraba gran sabiduría e inspiraba en mí
de forma misteriosa el deseo de ser mejor persona, como también una gran paz,
una intensa felicidad y una gran confianza en su persona.
Llegadas las 7: 30 y después de que el niño me condujo fuera
del pueblo, me enseñó aquel un túnel con paredes de piedra en el cual entramos,
y una vez en el fondo me mostró un pasadizo que conducía a una especie de
morada subterránea, como también me pidió que orara 7 padres nuestros cada
noche enfrente de un pequeño altar que había allí, además de que después de eso
diera agradecimiento a un tal Saúl que había fallecido y dijera la palabra
auric; me dijo pues que todo eso era necesario si quería evitar que algunos
espíritus me atormentaran hasta hacer que del miedo muera por paro cardíaco, y
no solo esto, sino que me dijo que si se llegaba a dar que algún aldeano me
daba hospedaje, no duraría yo ni 3 horas sin ser asesinado, pues decía que en
ese pueblo todos tenían un culto extraño y que una de las ordenanzas era matar
a todo extranjero que se hospedara en una casa de un miembro del culto, que
habían unos pocos que se veían impulsados a ello por una maldad extrema, y que
al duque no le importaban estos sucesos en lo más mínimo.
Todas estas cosas de
los aldeanos las había sin embargo escuchado ya antes en boca de unos 3
sirvientes del duque, y así con tanta corroboración de aquello, no quise sino
tomar la decisión inamovible de cumplir con lo que el niño me sugería. Luego de
rezar esa noche y decir la clave, le dije al pequeño que era mejor que se
fuera, después de lo cual el niño me abrazó y como un fantasma simplemente se
desvaneció en el aire luego de decirme que debía enmendar y pagar muchas de mis
faltas.
Narrador 1
Había Emmanuel sembrado el bien en la voluntad de Aldaris, y
siendo aquello un muro que se levantaba en contra de mis finalidades, no tuve
más opción que tomar la determinación de manipular la conciencia de aquel
frágil y mugroso parásito cuya vida no tenía más valor que servir como ofensa
al creador.
Así ocurrió que una
noche me le aparecí tomando la forma de su difunta esposa, de modo que él
creyera que se trataba de esa sucia ramera. Aparecí pues con un vestido gris y
emanando lágrimas que si bien parecían de lo mas penosas, no eran sino genuinas
hijas de la falsedad. Una vez hube aparecido, el Conde me miro atónito y como
absorto en una amalgama de miedo y amor. Fue entonces que me le acerqué con una
mirada llena de odio y deposité ante sus pies una carta, acto seguido
desaparecí, en la carta había escrito: <<Desde que la muerte me llevó no
he conocido mas que tormentos, día a día soporto el peso de las cadenas que he
forjado con mis innumerables pecados, en mi mirada no ha vuelto a amanecer y
aquellos momentos de felicidad que antaño viví, no hacen sino eficaz binomio
con los errores que dejé escritos en el libro del pretérito.
Minuto a minuto va
este dúo anegando mi corazón en la hiel más amarga que pueda un alma tener la
fatalidad de sentir como punzada, que a pesar de provocar un dolor infinito,
capaz no es de romper el lazo que me ata al término existencial.
Así, y entre otras
espinas que la vida entreteje en la negra línea de mi continuidad, vienes tú,
miserable hombrecillo a llenarme de odio con la nauseabunda presencia de tu
recuerdo, y entonces aprovecho esta pausa en medio de mi esclavitud para que
entiendas que jamás te quise, solo quise tu dinero, que aquella fidelidad que
creías ver en mí, no era sino una ilusión que astutamente metí en tu cerebro
ingenuo; y por último, que tu vida no vale nada y que ni el infierno se
dignaría en recibirte una vez hallas hecho aquello que será tu única obra de
caridad, a saber: largarte de este mundo nuevo que has venido a contaminar con
tu maldita existencia.>>
Una vez Aldaris hubo leído la carta, no pudo mas que romper
a llorar como quién sabe a ciencia cierta que ni vivir ni morir le viene.Fue
entonces que el odio y el rencor empezaron a vislumbrarse en sus ojos,
sirviendo ambos como semillas del mal que próximamente habría de volver a morar
en la profundidad de su espíritu, así pues mi plan había dado resultado, pronto
se pondría a buscar aquellos 7 niños que necesitaba el Duque para sus fechorías
de loco extravagante y cruel.
Narrador 2
Eran las 7:00 de la mañana. El odio era tan grande que ocupaba
mi alma entera y había yo vuelto a desear conseguir aquellos 7 gusanos que mi
plan requería. Así pues pasé el día entero en dicha faena, la cual por cierto
tuvo mucho éxito, pues no bien eran las 4:35 de la tarde, ya tenía 4 presas en
la palma de mi mano.
Eran las 7:47 cuando partí junto con esos animalillos al
castillo del Duque, suficientes provisiones tenía yo previsto para aquel
viajecillo de más de un día… pasaron las horas, con las horas los días y
finalmente un viernes a las 6:33 nos hallábamos en un punto clave de la
trayectoria.
Estabamos frente una
pirámide de un material extraño en el que se veía que habían ladrillos de
variados colores, cada uno de los cuales emitía luz del color que tenía. Me
acerqué a la pirámide que tenía unos 10 metros de altura, la observé y anduve
como 5 minutos tratando de hallar algún tipo de entrada; sin embargo, no bien
hube encontrado un pasadizo, pude ver como aparecía como proyectándose desde un
rayo de luz que provenía de la pirámide, un hombrecillo encapuchado y vestido
por entero de rojo, su cara estaba cubierta por una mascara dorada. Me habló y
me dijo: <<Por ser la primera vez que apareces aquí, tienes extranjero la
oportunidad de ganar el anillo azul, debes sin embargo correr un riesgo, y es
que si no das la clave correcta te arrancaré junto a mis colegas todas las uñas
de tu mano izquierda>>, le dije: << Acepto, procede>>.
Entonces me entregó
una hoja con unos acertijos, estuve cavilando unos 5 minutos cuando de pronto
se me iluminó la mente y saque aquel papel en el que había anotado ciertos
patrones numéricos relacionados con las luces rojas de la cordillera, razoné
con detenimiento y finalmente le di como clave el número 7887150. Me miró y
quitándose la máscara con asombro me dijo: <<¿Cómo demonios lo hiciste?>>,
a lo que le respondí: con el asunto ese de la cordillera.
El hombre estaba
realmente nervioso, y entonces dijo: <<Yo
soy Saúl, yo te he visto antes, mi cuerpo a muerto pero mi alma que es eterna
ha sido condenada a rondar por estas tierras, y por si no te has fijado yo soy
aquel cuya cabeza se ve en la cúpula de la iglesia del pueblo de que te
fuiste>>.
Luego de esto y en
medio de mi perplejidad, el sujeto me entregó el anillo azul, me dijo que solo
con aquel anillo podría ver y comunicarme con ciertos espíritus, y que muchas
de estas comunicaciones me serían imprescindibles para lograr determinados
objetivos. No obstante mi curiosidad había sido encendida por la noticia de que
él era el sujeto de la catedral, ante lo cual decidí preguntarle la historia
que se ocultaba detrás del hecho en cuestión.
Así pues me contó que
todo empezó hace más de 300 años en aquel mismo pueblo, decía Saúl que en aquel
entonces imperaba una gran corrupción, que el pan de cada día eran crímenes
tales como asesinatos, robos y violaciones, que los hombres vivían como
animales siempre y solo en busca de sensaciones, que nadie buscaba la verdad y
que todos profesaban un hedonismo anegado por el egoísmo más puro en compañía
de una estupidez que les impedía tener tan solo un poco de racionalidad y
autocontrol. Pero de forma concreta, decía Saúl que hubo algo que lo inspiró a
revelarse en contra de tanta podredumbre, y que aquello era el hecho de que los
niños estaban siendo corrompidos desde la edad más temprana posible.
Era Saúl en aquel
entonces misionero de la iglesia cristiana, viajaba en compañía de otros seis
misioneros a los cuales dirigía y tenían todos ellos la esperanza inapagable de
sembrar las semillas del reino en los corazones de todo hijo del Padre celestial.
Fue entonces que movidos por una gran compasión, decidieron
todos aquellos misioneros predicar a pesar del riesgo a ser asesinados, para lo
cual eligieron como lugar de inicio la plaza.
Aún así y con toda la buena voluntad de estos hombres,
decidieron las masas echarlos del pueblo después de haberlos azotado
públicamente. Quedó luego de esto hundido Saúl en el pozo de la frustración y
día a día iba siendo carcomido por el odio que había surgido ante aquellos que
corrompían la pureza de aquellos niños inocentes.
Pasados más días en
los alrededores de aquel pueblo, Saúl empezó a llenarse de desesperación y
angustia, miraba con frecuencia sus errores pasados, contemplaba todo aquello
que no había hecho, se miraba a si mismo con desprecio a la vez que pensaba que
nunca en todos sus años de vida había conseguido tan solo una de aquellas cosas
que con más deseo había anhelado. Pensaba aquella pobre y desdichada criatura
que su vida nada valía, y fue en consecuencia de esto y del amor que sentía por
aquellos niños inocentes, que decidió elaborar un plan para asesinar a todos
los adultos del pueblo, esto luego de hacer prometer a los otros misioneros que
en el supuesto casi imposible de que aquellos niños se quedaran huérfanos,
aceptasen estos llevarlos a un lugar donde pudiesen ser criados en un entorno
que les inculcase la virtud. Así fue que decidió ejecutar un plan en el que por
ahora no entrare en detalles y al cual llamare Alfa.
Pasaron tres días en que estuvo Saúl ocupado en los
preparativos, convencido por supuesto, que valía la pena condenarse al infierno
para evitarle el mismo destino a una multitud de almas. Fue así que una noche
de luna llena Saúl hizo estallar unos barriles de pólvora en una colina, en la
cual gracias a su plan, había este juntado a todos los adultos del pueblo.
Nadie sobrevivió, y sin embargo por razones que este fraile no me mencionó, fue
este condenado a custodiar el anillo y sus victimas obligadas a convertirse en
aquellas luces rojas que había yo visto encasilladas en una secuencia fija.
Aclaro yo entretanto que pasados los años, el pueblo volvió
a estar lleno de habitantes.
Ahora que saben la historia prosigo diciéndoles que luego de
haber recibido el anillo y escuchado la historia, proseguí sin mas pausas mi
viaje al castillo del Duque.
Pasadas las horas
llegamos a la torre, y al abrirse la puerta apareció el Duque con una sotana de
color lavanda. Me recibió lleno de alegría a mí y a los niños, luego de lo cual
nos condujo a la capilla. Fue en aquel transcurso que como es de suponer los 7
niños se atemorizaron al ver los retrasados mentales que el Duque tenía por
mascotas. Pero bueno, pese a todo no aconteció nada grave y llegamos todos a la
capilla; allí a la entrada se podía leer en una inscripción de oro; <<Dios
murió por guardar silencio>>.
Una vez hubimos entrado, pudimos ver pintados en un cuadro
hermoso a los tres triángulos que el Duque quería que los niños adorasen; así
pues les entregó objetos de las religiones judía, musulmana y cristiana, y
entonces les dijo: <<Allí en ese enorme cáliz de platino, metan todos los
objetos que les he presentado, quémenlos con el combustible que os daré, bailen
con energía alrededor del cáliz durante 15 minutos y luego de aquello
permanezcan de rodillas glorificando al cuadro de los triángulos mientras yo
hago mis plegarias y recito un sermón bailando la danza del hexágono , y claro
está, rían cuanto quieran ante tanta locura que se ofrece para ofender la fe de
los hombres>>.
De esa forma habló el
duque, luego de lo cual todo aquello que pidió fue efectuado con gran éxito,
más no bastándole todo esto, mandó a traer a un payaso, a un sacerdote y a un
comerciante, y entonces después de haberlos hecho atar desnudos en unas mesas de acero, les dijo
respectivamente a los tres: <<A tí, ingenua bestia de circo, te condeno
por creer en la bondad humana, a ti consagra panes, te condeno por creer en
Dios, y a tí miserable rata de mundo, te condeno por creer en ti mismo>>. Después de haber oído estas cosas, fuimos yo
y los niños obligados a presenciar como al payaso le arrancaron dos costillas y
le quitaron un ojo, como al sacerdote le pusieron sanguijuelas en toda la parte
del cuerpo que no se hallaba contra la mesa, y como al comerciante le regaron
metal derretido en los genitales, y finalmente, como a cada uno de los tres le
serrucharon el cuello lentamente.
Después de esto el Duque
al vernos llorar a todos nos dijo: << No olviden ustedes, patéticas
victimas de la empatía, que es más triste un títere degollado que un hombre muerto,
entiendan pues que la vida de un hombre no vale más que el excremento de las
vacas que solemos comer>>
De esa forma
prosiguió hablando un buen rato, hasta que finalmente dejó de decir tanta
basura y me dijo: <<Aquí tienes infeliz el dinero que te prometí, ahora
pues dale su parte a cada uno de estos parásitos y después retírate de mi torre
junto con ellos, y por ninguna razón vuelva alguno de ustedes a menospreciar la
dignidad de esta morada con vuestros pies inmundos>>.
Así pues, luego de oírle hablar nos retiramos lo más pronto
posible, y una vez alejados lo suficiente de la torre les dije a los niños:
<<Ya que tengo un mapa y su pueblo natal no es un lugar en que la vida
sea algo ameno, venga conmigo todo el que quiera ir al siguiente pueblo que se
halla si se va al norte por estas costas, el que no, puede tomar el camino de
regreso en tanto todos aquí lo conocemos>>.
Una vez dicho esto,
cuatro decidieron venir conmigo, echamos a andar y con el paso de las horas la
noche nos agarró en un área que se hallaba repleta de árboles sin hojas, no
había nada de vegetación viva, era un lugar lleno de desolación en el cual se
apreciaban a lo largo del suelo numerosas grietas de hasta aproximadamente 2
metros de profundidad, había mucha neblina y muchos cuervos, todos ellos
blancos y de ojos celestes. Concebí a Dios gracias dormir con paz aquella
noche, más a pesar de aquello a la mañana siguiente mi espíritu se levantó
lleno de confusión y angustia, había soñado que el ritual satánico que realicé
antes de aparecer en este extraño mundo lleno de magia, y que todo cuanto había
ocurrido en este extraño mundo, no eran ambas cosas en conjunto sino un sueño
en medio de otro sueño, y que esto que ahora estoy pensando podría estar
pensándolo dentro de otro sueño.
Narrador 1
En medio de todo esto, hago una pausa para contarles la
razón de todos estos hechos tan insólitos.
Así pues empezaré
diciéndoles que este extraño universo lleno de magia en el que observan tantas
desgracias, no es sino un universo que hace miles de años estaba lleno de
felicidad, paz, y muchas otras cosas más que hacen que vivir sea algo hermoso.
Resulta que el marques Aldaris tuvo una y solo una vida
pasada, que en esa vida pasada el fue un ángel, que además de ser un ángel
existió en este universo de magia, pero no solo esto, sino que en el tiempo en
que aquel fue un ángel en este universo de magia, era dicho universo un lugar
en el que el sufrimiento casi no existía. La cuestión es pues que en su vida
pasada, Aldaris era el encargado de gobernar este universo en el cual los
hombres y los ángeles convivían, y que pese a ser un ángel de tal importancia,
logre yo, Lucifer, corromper su alma y
hacer que este aprisionara a los llamados siete guías espirituales. Ocurre pues
que después de él, eran aquellos guías los individuos mas importantes en dicho
Universo; sin ellos las siete tribus caerían de forma inevitable en un grado de
evolución espiritual bajo, así pues aquello sucedió, sin embargo como es de
esperar, Dios no habría de revertir los hechos.
En consecuencia de
aquel error, fue Aldaris condenado a convertirse en un ser de escala inferior,
en un universo inferior, y con una vida inferior. En efecto, fue condenado a
pasar de ángel a humano, y vaya que humano tan aborrecible aquel en el que fue
convertido. Pero esto no es todo, si él ha vuelto a este universo es porque
Dios le dio la oportunidad de corregir los errores de su vida pasada, para lo
cual debe Aldaris pasar numerosas dificultades, las cuales si son superadas le
darán lo que necesita para liberar a los siete guías, y de ese modo restaurar
la paz y la felicidad de antaño a este universo.
No obstante no detengo aquí mi explicación, y antes de
callar os digo que Aldaris recibió esa oportunidad en tanto que yo violé una
regla y me atreví a intervenir en su vida actual de humano para intentar
perderlo aún más y alejarlo más de la gracia divina.
Narrador 2
Una vez hube disipado ciertos pensamientos sin duda alguna
nocivos para mi paz mental, empecé como movido por una inmensa curiosidad a
recorrer el lugar. Sin embargo, no bien hubieron pasado más de veinte minutos,
pude gracias al anillo azul constatar que un espíritu sobremanera extraño venía
siguiéndome, era aquel el espíritu de un hombre de como unos 75 años
aproximadamente, vestía de negro, usaba anteojos y sombrero y tenía barba y
bigote blancos. Le dije: <<¿Por qué me sigues?, a lo que el anciano me
contestó: <<El oráculo me ha dicho que eres aquel que vino para restaurar
la paz de este reino, ven joven hermano y en un lugar más apropiado te mostraré
a que hacen referencia mis palabras>>.
Aún así, pese a mi voluntad de seguirlo le dije:<<
Cuatro criaturas vienen conmigo, y, o bien vienen ahora al lugar que habéis
indicado, o bien si no lo hacen me debéis presentar una forma de que,
quedándose estén seguros y puedan proseguir su camino>>. Dicho esto, me
contestó que no había ningún problema, y acto seguido los envolvió en una luz
blanca y desaparecieron. Le pregunté a donde fueron y me dijo que los
teletransportó al pueblo que tenían previsto ir, esto decía el saberlo en tanto
que lo había escuchado mientras rondaba alrededor de los niños la noche que
durmieron en el bosque.
Después el anciano creo alrededor de su persona y la mía,
una luz blanca que nos condujo a un túnel de luz morada, aparecimos después de
aquello en un hermoso campo lleno de pasto verde y árboles repletos de flores
rojas, habían siete lunas en el cielo y una aurora de indescriptible belleza.
Una vez allí el anciano me condujo ante las puertas de un enorme palacio,
tocamos y entonces salió a recibirnos una joven princesa de largos cabellos y
ojos grises, cargaba esta un bello vestido de color celeste y había sobre su
cabeza una hermosa corona en la cual podría verse una luna de plata… más lo que
realmente me llamó la atención era que alrededor de su cabeza había una aureola
dorada y que su mirada evidenciaba una profunda bondad. Al vernos nos saludó
llena de alegría, luego de lo cual me dijo: << Sé que tu misión es
liberar a los siete guías, mas debes antes de aquello purificar tu alma. En
cuanto a mi, soy la única persona que puede darte los poderes que necesitas
para las pruebas que habrás de afrontar luego de tu purificación, tendrás que
expulsar demonios, convertir almas, y otras cosas aún mas difíciles, sin embargo
nada de esto te será posible sin la purificación>>.
Dicho esto me indico una puerta dorada, me encaminé entonces
hacía aquella puerta, entré y entonces una esfera de energía transparente, que
a su paso el aire distorsionaba, se acercó y luego de absorberme me condujo a
un lugar que parecía tener infinita extensión, tenía el suelo constituido
enteramente por cristal y había sobre el cristal un manto de agua de unos
veinte centímetros de profundidad, siendo esta tan transparente como el
cristal.
Estuve en aquel lugar deambulando más de un día en tanto
reflexionaba, y hacía todo esto sin miedo a morir de hambre, ya que nuevamente
me había desmaterializado.
Narrador 1
Pasados dos días de que Aldaris estuvo en aquel lugar,
decidí tomar acción e intervenir,
y es que como pocas veces estaba necesitando condenar a un
alma determinada. Necesitaba frustrar los deseos divinos, necesitaba con
prontitud arrancar con infinita crueldad la virtud que había en el corazón de
Aldaris, fue por eso que un día me le presenté adoptando la forma de
Jesucristo. Le dije que en realidad no tenía perdón, que habría de ser
condenado eternamente y que haga lo que haga de nada le serviría y que apenas
le llegue la muerte, sería conducido a
un lugar de gran tormento en que el gusano no muere.
Sin embargo esto no fue todo, y no bastando aquello para la
consecución de mis objetivos esperé tres días; luego de lo cual me le presenté
sin disfraces para que sepa que se hallaba ante Satanás. Fue allí cuando le
dije que si iba a la capilla del palacio real y le clavaba una espada mágica al
crucifijo, empezaría a brotar sangre que si bebía le daría la facultad de no
envejecer nunca ni enfermarse jamás, y que siendo así solo podría morir
asesinado; de modo tal que su condenación eterna podría verse atrasada, y que
claro está, si aceptaba mis condiciones yo lo liberaría para que hiciese tales
cosas.
No obstante el hombre
se negó. Fue entonces que le dije: <<Dios no te ama, Dios siempre te
abandonó en los momentos más difíciles. Tu vida no ha tenido valor, pero
revélate y entonces serás grande por escupir en las obras del Arquitecto
Cósmico; ven y únete a mí, se grande como yo, que constantemente me burlo de
Dios y de los hombres. Entiende que hagas lo que hagas serás infeliz, pero que
hay dos casos; en el primero serás infeliz e insignificante; en el segundo
infeliz pero trascendente. Recuerda pues que la vida que Dios te dio no es nada
bueno; así que no tienes nada que agradecerle>>. Después de estas y otras
palabras el idiota acepto y entonces lo liberé.
Narrador 2
Luego de que me liberó, aparecí de sorprendente manera justo
en medio de la capilla del palacio real y con la espada mágica en mano; miré a
mí alrededor y noté que dentro de la capilla solo estaba yo. Mire entonces el
crucifijo; mas al acercarme para clavar la espada, escuché una voz de fondo que
me decía: <<Te odio, engendro del demonio, te odio>> Entonces me
volteé y observé aterrorizado un espíritu; pero no obstante aquel espíritu era
el niño Jesús con las cuencas de los ojos vacías, con colmillos y sangre en la
boca.
Lleno de terror, perdí el control y de forma desesperada
clavé con ira la espada en la cruz: brotó entonces un chorro de sangre en tanto
que escuchaba yo unas carcajadas macabras y crueles. Bebí con ansiedad de
aquella sangre, mas al volver la vista atrás, pude constatar que aquel
espíritu con apariencia de niño Jesús se
estaba transformando en Lucifer; mire pues como el infeliz se reía y como
después desapareció. Monté entonces en cólera y grité: <<¡Noooooo¡>>
Después de eso, una
esfera negra, que sin explicación alguna apareció, empezó a absorberme en tanto
que yo iba perdiendo la conciencia: aparecí entonces en un pantano lleno de
árboles sumamente altos y frondosos.
Era aquel pantano un
lugar tan taciturno y sombrío que cualquier alma dotada de sentimientos no
podría participar de su contemplación sin ser anegada por la melancolía y el
sufrimiento más penetrantes que pueda alguien imaginar. Miraba a mi alrededor y
no había en aquel paisaje nada que pudiera acaso consolarme de la tristeza que
progresivamente me iba sumergiendo en un deseo inefable y arcano de alcanzar la
muerte y no volver jamás a tener que padecer la desdicha de otro nuevo
amanecer. Había en aquel cielo nocturno multitud de estrellas rojas y violetas, había una sola luna grande y de color verdusco y
por doquiera que uno caminase no era nada inusual ver grandes y repugnantes
artrópodos que con su sola visión provocaban un asco que a cualquier persona
decente le arrancaría la paz del alma.
Permanecí como anonadado mientras caminaba con
extrema precaución; pensando que sin duda alguna necesitaba algún sitio en que
pudiese descansar con riesgo mínimo o sin riesgo de ser atacado por algún
animal de los que habitaban en aquel pantano. Terrible me resultaba tener que
esforzarme en aquella faena, pues me era urgente poder siquiera descansar con
mi tristeza. Pasaron pues unas tres horas más o menos, al cabo de las cuales
conseguí llegar a una colina.
Insoportable me resultaba el agotamiento físico
en aquel momento; de modo que no estaba seguro de si viviría o no, ya que tenía
la certeza de que tarde o temprano, dentro de las próximas tres horas, acabaría
desmayándome y terminaría dormido en algún lugar lleno de peligros para mi
integridad física. No tuve pues más opción que resignarme ante aquel destino;
sin embargo, no bien pasaron cinco minutos después de aquellas reflexiones, que
mientras caminaba conseguí ver un espíritu gracias al anillo azul.
Se trataba esta vez del alma de un
hombre obeso y dotado de una expresión sobremanera depravada. El cuerpo que
aquella figura fantasmal representaba, se hallaba lleno de heridas, estaba
desnudo y había sido castrado.
Ante su visión no pude más que
sentir un miedo profundo, no obstante, ante la necesidad de hallar un sitio
seguro y a sabiendas de que era posible que aquel conociera alguno, decidí sin
más llamarlo y le dije: <<¿Sabes donde puedo dormir a salvo de tantas
alimañas?>> Entonces me respondió: <<¿Crees que si supiera te lo
diría así nomás, perro repugnante?, ¿eeeeh?, ¿eeeeh?... ¡ahahaha!; si quieres
saberlo deberás antes lamer el fango que pisas y alabarme>> A eso
respondí: <<¿Acaso estás loco?, además: ¿cómo se que luego me dirás
algo?, y también, si me dices algún sitio, ¿cómo podría saber que no es una
mentira?. Así pues, si deseas que lama el fango enséñame primero el lugar, y si
no cumplo atorméntame con tu presencia cuanto quieras>> Me dijo luego:
<<Así sea entonces, bien pues, seguidme>>.
Estuve tras de aquel animal aproximadamente
una hora, y entonces nos detuvimos frente a una pequeña torre abandonada que se
hallaba encima de una inmensa roca; allí me dijo: <<Aquel sitio que ves
pertenecía a la hija de mi hermano, la cual murió asesinada por mí después de
que la violara. Ya te has de imaginar pues quien me castró, ¡hahahaha!, (rió
sádicamente)>>. Después de aquellas palabras suyas cumplí mi parte
lamiendo el fango, y entonces me dijo: <<Ya puedes estar tranquilo,
pequeño vagabundo, ahora ve y descansa en aquel sitio; el único en que por
ahora estarás físicamente a salvo, yo, por mi parte, iré a juntarme con
otros>>.
Entré entonces en la torre. Lo
primero que observé fue el primero de los tres pisos, el cual consistía en una
gran sala; por doquiera que mirase habían cruces rojas pintadas, como también
habían tres esqueletos de bebes encima del único mueble que existía en aquella
sala. Tenía cada uno de los esqueletos un mensaje en la frente, el cual
consistía en su nombre: el primero se llamaba Esperanza, el segundo Ilusión y
el tercero Juventud.
Después subí al segundo piso, en
este había un cuarto negro con tres cunas y algunos juguetes desparramados en
el suelo; sin embargo, lo que más me llamó la atención, fue que en una parte
del techo de aquel cuarto, había una especie de hueco grande y cilíndrico del
cual parecía caer algo así como pequeñas gotas de sangre: maldita fue la
curiosidad que me impulsó a mirar la causa de aquello; ya que al ver de que se
trataba, pude ver que en lo alto de aquel hueco había un niño negro
retorciéndose y arañándose la piel del pecho, con la boca poblada en exclusivo
de colmillos, además de que tenía los ojos inyectados de sangre y estaba tan
desnutrido que se le veían las costillas; mas lo peor de todo era ver en su
rostro una expresión de ira inmensa contra el conjunto de todo lo existente.
Me aterroricé y grité: <<¡maldita
sea, por favor no me lastimes!>> A
lo que el pequeño demonio me contestó con una voz macabra y ronca: <<Las
estrellas no han dejado de caer, ¡malditas las estrellas que no dejan de caer!>>
Le pregunté: <<¿de que hablas, que estrellas, a que te refieres?>>
Entonces vociferó: <<¡El cielo se queda sin estrellas, maldita la puta
que me parió y el cabrón que se lo metió!, las estrellas, mis estrellas, ¡besa ,oh
muerte, mis parpados infames!>> Atónito yo le dije: <<¡Por el amor
de Dios, cálmate!, yo rezaré por ti. Solo intenta sufrir menos por
ahora>> Enfurecido y lleno de odio me dijo: <<¿Qué dices, hombre
sin futuro?, ¿eh?, tus plegarias no salvan a nadie, si pudiera romper mi
condena y salir de este hueco, te aseguro que mientras rondes por los
alrededores de esta torre tu alma no tendría paz, ¡hahahahaha!>>
Respondí: << Vaya, parece que has perdido el juicio>> Entonces el
demente empezó a gritar: <<¡Satán, Satán, soy más grande que tu!, pero
que: ¿de nuevo me condenas a vivir ese día tan gris?... ¡nooooo!>> Luego
de eso el miserable fue rodeado por una niebla negra.
Una vez me hube liberado de la
confusión que aquellos hechos me causaron, proseguí al tercer piso; entré pues
y observé que se trataba de un dormitorio. Estaba allí un altar de cristal
rodeado de pétalos de rosa, había sentado ante el altar un niñito de ojos
celestes y cabellos rubios. Tenía como diez años, su mirada era tierna y
sumamente triste, no se movía, ni siquiera movía los ojos; traté de hablarle
pero de mi boca no salía sonido alguno, mis pasos no se escuchaban, el viento
agitaba las ventanas y a pesar de aquello esto no producía sonido alguno: en
síntesis, parecía que en esa habitación no era posible la existencia del sonido.
Me quedé sin embargo quince
minutos a lado del pequeño, mas no se movió ni nada; sin embargo pude ver como
por sus mejillas empezaban a resbalar numerosas lágrimas. En su escritorio
había una rosa celeste y a lado de aquella un papel que decía: <<El día
en que me olvide a mi mismo volveré a sonreír sin tener que dejar de brillar en
este cielo>>.
Pasados unos minutos decidí quedarme
a dormir en aquel cuarto. Tenía por fin un lugar, que aunque triste, era
también tranquilo, pero claro está: tenía que salir pronto de esta torre y
buscar algún sitio en que halla civilización; lo cual me parecía cada vez menos
probable de hallar, mas al menos sabía que en tanto que había bebido la sangre
de la cruz que atravesé, no podría ya morir de hambre o sed.
Aquella noche, mientras dormía, tuve un sueño bastante
misterioso: recordaba en efecto que una extraña figura barbada cuyo rostro no
se distinguía bien, que tenía sombrero de copa y usaba bastón, me decía:
<<Busca debajo de las tres cunas, hallarás una brújula que tiene una
flecha adicional, que te dice a donde debes ir; solo con ella podrás hallar la
paz. Ve, Aldaris, y no olvides buscar tu salvación>>.
Sin duda alguna decidí hacer la prueba a pesar de que el
demonio negro se hallaba en el cuarto de las cunas; bajé pues y en efecto pude
constatar que el aparato que el hombre del sueño menciono estaba allí. Miré
entonces la brújula y pude ver que señalaba al norte, de modo que emprendí la
marcha.
Aquella mañana tenía un aspecto sumamente tétrico. A dondequiera
que mirase no podía dejar de experimentar un espanto indecible; era, según yo,
la culpabilidad de haber llevado la vida que he llevado, y es que la culpa me
hacía temer todo aquello que fuera susceptible de miedo; pero si algo hubo que
de verdad me resultaba extraordinario, era que cada quince minutos
aproximadamente escuchaba un alarido horrendo y lleno de dolor, era aquel por
sus propiedades como perteneciente a un hombre joven.
Seguí sin hacer caso a aquel alarido y recuerdo que, llegado
a un punto, divisé un castillo enorme desde el cual se escuchaban multitud de
gritos de agonía. Cual si hubiese allí un centro de torturas o algo así, de
manera que lo más prudente era sin duda alguna no acercarse al castillo. No
obstante ocurrió que, al llegar un punto tal que estaba yo alineado con el
castillo a mi izquierda, pude ver como en el fango en que caminaba empezaban a
dibujarse numerosas huellas que caminaban junto a mí.
Eran estas huellas de propiedades tales que me indicaban con
certeza casi matemática que pertenecían a un grupo de soldados. Seguí sin
embargo el recorrido que la brújula especial me indicaba, sin hacer ya caso
alguno a las huellas de aquellos fantasmales acompañantes; aún así había un
detalle que me llamaba mucho la atención en todo este asunto, el cual consistía
en que a pesar de que tenía puesto el anillo azul, dichos fantasmas no podían
hacérseme visibles con las facultades del anillo.
Resultó entonces que, prosiguiendo hacia el norte con esta
situación, pasadas unas diez horas la brújula dejó de indicarme que fuera hacia
el norte y me indicó esta vez el este, fui entonces al este; claro está, con un
enorme agotamiento en tanto que había caminado durante tanto tiempo.
Sin embargo, he aquí que tuvo lugar un suceso misterioso,
pues inesperadamente surgió de mi mismo un resplandor extraño que me recuperó
todas mis energías y me quitó el hambre y la sed; me pregunté entonces si se
debería a aquella sangre que había bebido y en virtud de la cual se supone que
no podría ya tener muerte natural alguna. Decidí no obstante no hacer sino una
afirmación probabilística con respecto a la causalidad de aquel misterioso
evento.
En aquellos momentos, me hallaba yo consumido por un
aburrimiento tan grande que había este desplazado al miedo que antes me
acompañaba. Todo era igual, parecía no haber más que pantano y en aquel pantano
nada interesante se sucedía; así pasaron tres días en que la situación no
cambiaba, al cuarto día las huellas de los soldados desaparecieron.
Como han de imaginar, para aquel día me encontraba yo en un estado
de pestilencia increíble; al punto que me preocupaba de que pudiera desarrollar
alguna enfermedad. Sin embargo, no bien hubieron pasado las primeras siete
horas de aquel día, tuvo lugar al fin algo nuevo; ocurrió que sobre mi cabeza
se posó una nube verde y luminosa, y que de esta surgió una voz llena de
tristeza que me dijo: <<Hermano mío, he aquí que he sido enviado a
decirte que por un tiempo que no se te revelara, habrá de cesar el sufrimiento
de tu cuerpo para que tu espíritu se suma en la más honda y pura desesperación;
sin embargo, no te desmaterializarás>>.
Luego de esto me rodeó una luz blanca y al desaparecer esta
me encontraba yo completamente limpio y libre de toda fatiga física. Transcurrieron
cuatro horas en que nada nuevo tenía lugar y de pronto sucedió que en el
horizonte empezaba a vislumbrarse algo así como un muro de ladrillos negros
cubierto de plantas trepadoras. Sucedió que al acercarme miré como este tenía
unas proporciones descomunales: tenía unos mil metros de alto más o menos. Parecía
no existir ninguna puerta o entidad alguna que me permitiera pasar al otro lado
del muro. Tenían aquellas plantas unas espinas enormes y en algunas partes del
muro había inscripciones con frases.
Resultaba sin embargo algo tremendamente extraño el hecho de
que hubiera una acusada diferencia en el contenido que estas presentaban: así ,por
ejemplo, podía verse una que dijera: <<Hay una vela en mi
habitación>> y cerca de esta otra que dijera: <<Para quien no desea
ni morir ni vivir, la existencia se le hace un laberinto>>. Habían dos
que ciertamente me inspiraron y que decían: <<Solo quien tiene la
compañía divina puede amar la soledad humana>> y: <<El sabio es un
amanecer en su propio día>> Así, leyendo frases y recorriendo aquel muro
en dirección al este, pasé yo seis días, seis días que se me habían hecho
sumamente largos y llegado el séptimo sentía que si no salía de aquel pantano,
empezaría de manera inevitable a perder el juicio.
Había entonces pensado en aquel castillo del pantano y se me
había pasado por la mente la posibilidad de que hubiera allí alguien que pudiese
ayudarme a salir de aquí; no obstante estaba muy lejos, era en extremo riesgoso
y además aún conservaba la esperanza de que la brújula me condujese al fin de
esta situación.
Ocurrió luego que en el doceavo día de estar cerca de aquel
muro, recordé que en mi castillo de la tierra había un hechicero que había
hablado de algo que se denominaba viajes
astrales; me surgió entonces en la mente una idea extravagante pero
fabulosa. Pensé pues que podría con mucho entrenamiento aprender a realizar
viajes astrales y que a través de estos podría cruzar el muro y contactar con
algún alma que me ayudase a hacer que mi cuerpo también lo cruce.
Empecé por lo tanto a practicar aquella mañana: nada logré.
Pasaron siete días: nada tampoco; comencé entonces a entrar en una profunda
depresión. Sin embargo la esperanza no desaparecía; mas justo cuando empecé a
pensar en resignarme, hallé una frase inspiradora que decía: <<El triunfo
no esta en ganar siempre sino en nunca desanimarse>>, de manera que seguí
intentándolo.
Mas he aquí que llegada la noche del día cuarenta de estar
frente al muro, aconteció que empecé a sentir una energía a manera de hormigueo
que partía de mi cabeza y recorría todo mi cuerpo, luego sentí que empezaba a
girar en círculos dentro de mi propia conciencia, y entonces súbitamente mi
cuerpo astral se desprendió; empecé a flotar y observé mi cuerpo material allí,
tumbado frente a aquel desgraciado muro. Me sentí libre como nunca y emprendí
entonces mi búsqueda por ayuda al otro lado del muro.
Como primera acción intenté traspasar el muro; pero resultó
que aquel tenía una especie de energía espiritual que me lo impedía. Ansioso
por ser libre volé hacia lo mas alto; una vez llegado al tope del muro parecía
evidente que se vería lo que había al otro lado; mas ocurre que cuando llegue
había una especie de red de rayos, en la cual se veía que los espacios que
habían entre estos eran rellenados por una energía negra llena de pequeños
puntos de luz azul.
Decidí sin embargo intentar traspasar la red y entonces una
esfera azul me envolvió y empezaron los contornos de la esfera a bombardearme
con pequeños puntos de luz violeta; luego de esto empecé a sentir que perdía mi
identidad y mi conciencia: fue entonces, cuando tras un cúmulo de
acontecimientos inexplicables e inefables, terminé volviendo a mi cuerpo
material, sino que de manera asombrosa me encontraba esta vez en medio de un
paisaje sumamente extraño.
Era este un tipo de lugar subterráneo, cuyos contornos
delimitantes claramente definían un enorme cubo. Inspeccionando la totalidad
del lugar con mi mirada, podía observar que había en el centro de aquel cubo,
suspendida en el aire, una enorme estructura de cristal, que en su centro había
un lago y en el centro del lago un palacio; que tenía tal estructura(la que
contenía el lago y el castillo) la forma de un embudo (si sus irregularidades
se eliminaban) y que habían cuatro puentes que conducían a aquel lugar; puentes
que vistos desde arriba hacían una cruz que en su centro tenía tal estructura.
Había esparcidos en aquel cubo numerosos cristales gigantes, había nieve en su
suelo y estalactitas de hielo colgando de los cuatro puentes de cristal.
En el centro de la base de aquel cubo y sobre aquel suelo
cubierto de nieve, había una de las cosas más bellas que había yo visto: se
trataba en efecto de un redondel de árboles, mas no eran estos árboles comunes;
el tronco era de una hermosa roca de café translucido, la copa estilo nube
conformada por esmeralda y, en medio de esta, numerosas frutas redondas hechas
de rubí. En el interior del redondel de árboles se hallaba una serie de
círculos concéntricos: el primero morado, el segundo lavanda, el tercero azul,
el cuarto celeste, el quinto verde, el sexto naranja, y el séptimo y último era
de color rojo vino; siendo que de aquel último circulo brotaba una pequeña
columna de marfil rojo y sobre la punta de esta había una llama celeste intenso
que nunca se apagaba.
Cabe también decir que sobre estos círculos era que se
hallaba el castillo (a gran altura por supuesto) y que envolviendo a ambas
entidades se hallaba una enorme columna de luz dorada. Desde el punto en que me
hallaba yo, se podía llegar rápidamente al castillo, pues estaba en el inicio
de uno de los puentes; fui entonces al castillo y al frente de la puerta,
gracias, claro está, al puente levadizo que se tendía sobre el lago de aguas
transparentes y puras.
Toqué la puerta y apareció un anciano vestido con una sotana
dorada y una mirada llena de inteligencia y sabiduría; me dijo: <<Soy
Alexander, y tu, ¿cómo llegaste aquí?, realmente es impresionante el hecho de
que un mortal haya conseguido aquello; mereces, sin duda, ciertos privilegios
que solo aquí hallarás. Ven pues, viajero, mi casa es tu casa hasta que el
Padre así lo quiera>>.
Allí en aquel castillo había una enorme biblioteca y muchos
adornos religiosos; todo era hermoso y el misterio se hacía presente en la
esencia espiritual de aquel lugar; de pronto el anciano me dijo: <<Juan
me ha ordenado que te conduzca al cuarto de Salust, francamente no se cuales
sean sus propósitos, pero sospecho que la guerra es inevitable>>.
Entré entonces a un cuarto oscuro con paredes de ladrillo
morado, con una sola ventana redonda de cristal rojo a través de la cual se
filtraba la luz. Una vez estuve adentro, la puerta se cerró y entonces todo era
silencio; miré a mi alrededor y no había nadie, así estuve media hora
aproximadamente mas de pronto miré que algunos gusanos blancos habían llegado
cerca de mí. Entonces me inquieté mucho porque en todo ese cuarto no había
materia putrefacta como para que esto esté sucediendo; me volteé y no pude ver
a nadie, sin embargo observaba como desde un punto de la habitación los gusanos
descendían desde un tipo de superficie invisible hasta el suelo (puesto que era
absurdo que floten en el aire).
Me acerqué inquietado hacia ese sitio; fue entonces que
palpando me llené de horror y miedo al ver que había una especie de estructura
orgánica y que esta parecía ser una nariz gigante; de pronto escuché un alarido
horrible y sentí que una gran boca me arrancaba el brazo de un mordisco: grité:
<<¡Aaaaa mierda!>>.
Entonces sentí que moriría al ver que había perdido un brazo
y me desangraba; sin embargo una voz me dijo: <<No estás aquí para
morir>>; luego de lo cual me creció un brazo nuevo y toda hemorragia
cesó; mas estaba enfurecido y dije: << ¿Dónde estás, hijo de puta?, ¡si
te veo, te arrancare las entrañas!>>,
Entonces empezó a verse de donde venían los gusanos: una
enorme cabeza calva de como un metro; era algo espantoso, le faltaban los ojos
y tenía las orbitas llenas de carne viva, era como si recién se los hubiesen
quitado; tenía así mismo la base del cuello cual si la cabeza no hace mucho que
hubiese sido arrancada de su cuerpo. Veía también que estaba con unos ganchos incrustados
en los cachetes y otro en el maxilar inferior y que en conjunto esos ganchos le
impedían moverse; pues estaban estos ganchos fijados a unas cadenas que a su vez
estaban fijadas a las paredes y claro está, también estas estaban invisibles
antes.
Entonces misteriosamente aparecieron unos niños con
antorchas y látigos, gritando: <<¡ Pagarás, perro maldito,
pagaras!>> Uno de ellos tenía una Biblia en la mano; mas delante de todos
maldijo a Moisés y quemó la
Biblia después de escupirla. Habían también dos niñas, una de
cómo nueve años y la otra de doce; la primera le dijo llorando a la otra:
<<Perdona a papa, hermana, el ayudó a darte la vida>> y la mayor le
respondió: <<¡Eres una imberbe estúpida y retrasada!; vuelves a decir una
estupidez tan grande y te saco las muelas, ¿no ves que ofendes a la
justicia?>>; le respondió a su vez la pequeña: <<Es tu
padre>>; le dijo furiosa la mayor: <<¡Eres una idiota sin cerebro,
cualquier imbécil o farsante te puede llenar de mierda esa masa encefálica
subdesarrollada!, cierra tu pico si no quieres perderlo: ¿Qué no recuerdas que
nos violó a todos y a nuestros hermanos los golpeaba con palos, que obligaba a
la estúpida ramera de mama a tener sexo, no recuerdas?, ahora deja
actuar>>
Luego de esto la niña mayor, que era la mayor entre esa
multitud de infantes, dijo al resto de niños: <<Maldigamos a los judíos;
son los mayores mentirosos de la historia humana>>, y entonces todos le
respondieron al unísono: <<¡Siiiiiiiiii!>>, y el mayor de entre los
hombres dijo: <<¡Viva Hitler!, los campos de concentración son cada uno
un cántico de infinita belleza>>, y otro gritó lleno de furia: <<
¡Muera la autoridad, viva la anarquía!, ¡muera la gente que hace necesarios a
los policías!>> y la niña mayor, que era el elemento más cínico del grupo
pero también el más honesto, dijo: <<¡Muramos nosotros que justificamos
la violencia propia en base a la de los demás!>> y le respondieron: <<Así
sea>>.
Entonces envueltos todos en ira empezaron a dar latigazos a
la cabeza de su padre, después de esto le quemaron el cuello y sacaron cada uno
una máscara blanca de las maletas que cargaban; dijo luego el mayor de los
hombres: <<Todo esto sería perfecto si el resto de los adultos de la
familia estuviesen aquí, pero claro, cada uno crucificado al revés… ¡hahahah!,
al menos esos cristianos de feria tendrían el consuelo de identificarse con
Pedro>>; después continuo diciendo: <<Ahora por favor saquen cada
uno las partes del cuerpo de mama que nos repartimos después de asesinarla por
estúpida e inmoral>>
Entonces empezaron a rodear la cabeza de su padre con las
partes de mama y dijo la niña mayor a su padre: << ¿Te das cuenta, tirano
de historieta barata?: así, como tu, deberían morir todos aquellos que llevan a
la práctica preceptos estúpidos>>. Luego todos, excepto la niña pequeña,
empezaron a llenar de gasolina las partes de su madre, las cuales formaban un
círculo alrededor de la cabeza del padre; luego les prendieron fuego y se
alejaron.
Fue entonces que la cabeza gigante empezó a gritar diciendo:
<< ¡Dios los va a castigar, Dios los va a castigar, idiotas!>> y
todos se reían y la niña mayor le dijo: <<Si, pero no te olvides que el
también es judío>>: entonces algunos lloraron de la risa, después el
padre murió y todos los niños se suicidaron excepto la pequeña, la cual fue
asesinada por todos.
Entonces se oyó una voz que me dijo: <<Cuanto has
visto no es más que una representación ficticia basada en parte en el futuro
del planeta tierra. Es hora de que vayas a ciudad Efurt, todo esto es parte de
tu condena>>.
Apareció entonces una esfera de
oscuridad en torno a mí; empecé luego de esto a perder conciencia y a sentir
que mi yo se iba poca a poco desvaneciendo en medio de este proceso lleno de
suspenso.
Después de estar así un tiempo que
desconoceré siempre, aparecí de forma repentina en medio de una ciudad
sumamente extraña y macabra. Al mirar a mí alrededor veía que todas las casas
eran de piedra y que habían múltiples trincheras esparcidas a lo largo de las
avenidas de la ciudad: se hallaba esta ciudad en medio de un bosque en el que
se podían ver numerosos peñascos de roca y una que otra montaña en el conjunto
del paisaje que rodeaba la ciudad, claro está que yo podía ver todo esto en
tanto que me hallaba en las afueras de dicha ciudad.
Entra tanta cosa había sin embargo
un detalle que me llamaba bastante la atención, y era el hecho de que se podía
ver a muchos pobres alimentarse de cadáveres; los cuales estaban con un
uniforme que constaba de una malla metálica que cubría muchas partes del cuerpo
y dos espadas o un escudo y una espada como armamento, además de que la cabeza
la tenían cubierta por un casco que incluía mascara y que casi seguramente
habían venido a caballo; pues habían cadáveres de estos animales en el piso.
Decidí luego de ver esto acercarme
a uno de los cadáveres, pero bastante sorprendente me resultó ver que se
trataba de un vampiro. Luego observé otros más y pude constatar que también
eran vampiros, le pregunté entonces a uno de los indigentes que comían
cadáveres: << ¿No hay acaso cadáveres del bando que los repelió?, ¿Cuál
es la causa de este combate?>>, entonces me dijo: <<Verás, lo que
pasa es que nuestros soldados estaban camuflados y bien ocultos, y lograron
asesinar muy eficazmente a los vampiros gracias a unas excelentes ballestas, y
por cierto, tu no pareces de aquí: ¿de dónde eres?>>, le
respondí:<<Si te dijera de donde soy te reirías y me creerías
loco>>, me dijo: <<No importa, dime de donde eres>>, le dije:
<<Soy del planeta Tierra, que queda en otro Universo distinto al
tuyo>>, entonces me dijo: <<¡Cielos eres un extraterrestre!, dip,
dip, ¡ahahhahaha!, que buena broma, por cierto que si no es una broma de verdad
estas loco, pues eres igual que yo, eres humano, ¿esperas aún así que te crea?,
no nací ayer, hermano>>, le dije: <<Bueno, estoy loco entonces,
pero dime, ¿cuál es el origen de esta guerra?>>
Entonces me dijo: <<Verás,
hace miles de años que mora en este bosque un demonio sumamente poderoso; se
llama Ezequiel y es enormemente cruel e inteligente, sin embargo no se sabe por
que apenas lo acompañan ocho demonios más. Pero bueno, la cuestión es que hace
doscientos años hubo una guerra causada por la rebelión de nuestra ciudad y
otras contra la opresión del conde José Luis; José Luis había empezado un
proyecto para dar fin con todo tipo de prácticas religiosas, nadie sabía que lo
motivaba a hacer tal cosa; se especulaba por parte de algunos que podría haber
sido poseído o simplemente estar bajo influencia de alguna fuerza espiritual de
tipo demoníaco; pero volviendo al plano de los hechos, José Luis dio una orden
que nadie se esperaba: empezó a quemar todas las iglesias que habían dentro de
sus dominios. Cualquiera que presentase resistencia era quemado dentro de la
iglesia en cuestión. Así pues el conde se ganó la desaprobación y el odio de
muchos de los habitantes de sus territorios, pero bueno, la cuestión decisiva
fue que un día se tomó la catedral de nuestra ciudad. Estando pues en medio del
altar y con soldados custodiando toda la iglesia, mandó José Luis a que
trajeran calaveras del cementerio a la catedral, una vez que las calaveras
estuvieron allí en un número aproximado de 100, dijo entonces que le trajeran
unos 50 niños. Cuando todo estuvo listo, ordenó que a las calaveras se les
arrancara el cráneo y que los cráneos fueran colocados en las escaleras del
altar, después mandó a matar a todos los niños y ordenó pintar con su sangre
los cráneos; entre tanto los cuerpos fueron descuartizados y esparcidos por
toda la iglesia, además de que se pintaron cruces de sangre en las paredes de
la iglesia. Una vez se hubo celebrado aquel ritual de inigualable crueldad,
José Luis invocó a Ezequiel y le ofreció su alma y la de todos sus soldados,
entonces ocurrió algo realmente espantoso>> Le pregunté inquieto y ávido
de saciar mi curiosidad: << ¿Qué ocurrió?, anda amigo, dímelo a detalle
por favor>>
Entonces él me respondió:
<<Verás, resulta que después del ofrecimiento apareció una esfera negra
flotando sobre el altar; irradiaba oscuridad y era como de 2 metros de
diámetro, y cree: algo había en aquella esfera que transmitía todos los
sentimientos más ruines que puedas imaginar. Se elevó la esfera a la altura del
crucifijo y entonces, de aquella siniestra entidad, salió una prolongación que
se dirigió hacia José Luis: inmediatamente lo envolvió en oscuridad y lo elevó
también a la altura del crucifijo. Simultáneamente a aquel hecho se habían
paralizado todos los soldados y estaban absortos en aquel espectáculo en tanto
que el temor empezaba a carcomer cada rincón de sus viles y crápulas almas
infames. Comenzó entonces la piel de José Luis a envejecer y luego de esto el
hombre empezó a gritar de agonía, ya que por su carne empezaban a aparecer
gusanos que se desplazaban por debajo de su piel y luego emergían en algún
punto causándole gran dolor; después perdió la ropa y contempló con horror como
perdía el control de su cuerpo, como su mano derecha agarraba a su mano izquierda
y le empezaba a clavar las uñas en la palma hasta que la sangre emergía y brotaba
lenta y siniestramente. Pasó en estas unos dos minutos; minutos en que por toda
la catedral se veían sombras que merodeaban soltando carcajadas anegadas por
una maldad capaz de congelar de miedo al corazón más valeroso. Transcurrió ese
tiempo y entonces de la esfera salieron 8 seres repugnantes y malditos hasta el
último átomo. Eran estos seres criaturas que flotaban en el aire, tenían el
cuerpo constituido por algo como una columna vertebral cubierta de piel; de
esta emergían dos brazos flacos y huesudos con manos de dedos largos (en especial
el índice que era enorme) y por último tenían una cabeza calva, sin orejas, sin
nariz, sin ojos, sin cejas, simples cabezas sin rostro, con apenas una boca
llena de pequeños y afilados colmillos. Flotando en torno a él lo señalaron,
gritaron maldiciéndolo y de la nada apareció Ezequiel encapuchado y vestido de
negro; se acercó flotando en el aire hasta estar muy cerca y de frente a José
Luis, y entonces, estando a unos cinco centímetros, se quitó la capucha, lo
miró con sus ojos azules y perversos (ojos que emergían como dos zafiros en
medio de un rostro lleno de quemaduras y con una grande y asquerosa nariz de
judío errante) y entonces Ezequiel le dijo: <<Sépalo, Dios nunca abandona
a los hombres, son estos quienes abandonan a Dios, el siempre esta con los
brazos abiertos ante los ingratos que cegados por su orgullo le rechazan por
creerle injusto. Muchos sabrán verlo después de mucho sufrir; lo verán tras el
manto cristalino de unas lágrimas contritas, pero otros como usted, esclavos
insalvables son de su propia soberbia e incapacidad de perdonar. Así pues, ante
tu ingenuidad me complazco en tomar el cochino botín de tu alma inmunda; pero
antes de ser mío, entiende que el infierno no es más que la ausencia total de
Dios en tu espíritu>> Dicho esto, los ocho seres repulsivos empezaron a
arañarle violentamente el rostro y todo el cuerpo a José Luis; el cual gritaba
desesperado, pedía piedad, veía con tristeza el llanto de sangre de las
imágenes santas de la catedral. Finalmente José Luis le atravesó las costillas
y tomando forma de dragón de fuego entró por su boca. Comenzó entonces a cambiarle
la mirada a José Luis: se veía como florecía el mal en sus ojos, como su rostro
y su cuerpo se llenaban de llagas y como reía a carcajadas en el aire mientras
la agonía de su cuerpo envolvía en masoquista placer a su alma enferma. Luego
empezó a quemarse y después, de manera inexplicable, apareció de una llama roja
con un nuevo cuerpo de joven: se había convertido en un hombre alto y pálido,
de pelo negro y ojos grises, facciones finas y una mirada llena de todos los
peores sentimientos y deseos>>
Yo entonces le pregunté: << ¿Y
que pasó con todos los otros soldados?>>; me dijo: <<Entró cada uno
de ellos en el interior de su propia alma: allí se veían ante el espejo; veían
primero el hombre que siempre quisieron ser, después el hombre que creían ser,
y por último el hombre que eran. Todo esto por supuesto de forma metafórica a
modo de imágenes; pero la cosa es que la mayoría de ellos lloraban y deseaban
morir al percatarse de la enorme distancia que había entre quienes creían ser y
quienes eran, y entre quines eran y quienes querían ser: después despertaban a
la realidad con los ojos llenos de sangre y la boca cosida; luego veía cada uno
descender del cielo una paloma negra de ojos rojos, que se posaba en su pecho y
después se transformaba en una mano que les atravesaba las entrañas para en su
interior transformarse en una luz roja que los envolvía y los transformaba en
vampiros. Sufrieron todos el mismo destino que José Luis; pero he aquí que es
importante explicitar que el alma de José Luis ya no estaba en ese cuerpo de
vampiro, sino que era aquel cuerpo gobernado por Ezequiel>>
Luego de escuchar eso le pregunté:
<<¿Cómo se desarrollaron luego de lo que me cuentas los acontecimientos,
de forma tal que se llegara a la situación actual de que los vampiros tengan
sus propias ciudades, y más importante aún, que en el paso de más de cien años
no hayan desaparecido, mm? Ya que para que esto suceda, o son muy longevos o no
envejecen y son eternos, a menos que los maten, o aparecieron mujeres vampiro
de no se que manera, dime pues por favor que ocurrió, si lo sabes, claro
está>>
Me respondió: <<Verás,
ocurre que luego de eso todos los subordinados a José Luis se hallaban bajo
control de Ezequiel. Además de esto Ezequiel dispone de poderes telepáticos; de
modo que se comunicó simultáneamente con todo su ejercito y les ordenó la retirada
a los que estaban en ciudades de baja concentración de sus tropas, en tanto a
los que se hallaban en las de alta concentración les ordenó morder a toda la
gente que pudieran excepto ancianos y enfermos, y que mordieran sobre todo mujeres
jóvenes. Esto lo hacía porque aquel que era mordido se convertía de manera
irreversible en vampiro y a través de ciertos poderes especiales de Ezequiel,
podía este controlar a todos los nuevos vampiros que aparecieran teniendo como
causa a 1 o 2 de sus vampiros anteriores. Así como ves, no solo estaba bajo su
poder aquel que era mordido y se convertía en vampiro, sino también todas las
criaturas que nacieran teniendo como padre a uno de sus soldados y a una mujer
convertida en vampiro>>
Entonces le dije impresionado:
<<Vaya, esta historia es en exceso difícil de creer; te aseguro que en el
Universo en que nací nadie creería que algo así pudiese ser verdad; sería
demasiado contra lo que llamamos <<el sentido común>>, pero bueno,
pese a mi asombro, no me queda nada más que creer en los hechos, por más
insólitos e imposibles que parezcan. Que lastima que tanta gente viva sumida en
una historia tan terrible y monótona a la vez. Me sorprende como es que aún
todas estas ciudades están pobladas: si yo hubiese nacido aquí, me hubiese ido
por mi cuenta en tanto tuviese uso de razón y recursos necesarios>>, El
dijo: <<Las cosas no son tan sencillas como parecen: todo este grupo de
ciudades se encuentra en una gran isla y para desgracia de los humanos que aquí
vivimos, tiene Ezequiel ganada la dimensión naval de esta guerra. Ellos tienen
una flota muy poderosa, en gran parte debido a que Ezequiel ha inventado excelentes
armas para sus barcos. Además de eso debes tener presente que Ezequiel tiene
más mano de obra, por la sencilla razón de que todos sus habitantes le obedecen
cualquier cosa que el diga; dirá a uno; ¨ Realiza X ¨, y entonces a modo de
autómata el habitante hará X, sin importar si X es quemarse vivo o pintarse
pentágonos azules en todo el cuerpo>>
Le dije: <<Maldición,
ustedes tienen negro el futuro, no se como han sobrevivido hasta ahora, me
imagino que en cuanto a lo de la armada de Ezequiel, o bien ustedes no tienen
ciudades que dan al mar o a ríos grandes, o bien si las tienen son muchas menos
que las del tal Ezequiel>> Me dijo:<<En efecto, no tenemos sino muy pocas ciudades que cumplan esas
condiciones, pero en algunos puntos de nuestras costas hemos hecho bases
militares en que se construyen barcos de guerra; todo con la finalidad de
atacar los puertos de Ezequiel y de permitir que la gente salga de la isla en
la medida de nuestras posibilidades>>,
Le dije:<<Ya veo, pero dime,
¿Cómo sabes tanto?>>, me respondió:<<Verás, yo soy un erudito que
antes tenía un gran capital acumulado en bancos y en mi mansión; pero los
espías de Ezequiel le informaron los puntos en que mi capital se hallaba, de
modo que hicieron atentados terroristas con bombas y me dejaron en la ruina, y
para rematar me dijeron que si hacía para sobrevivir otra cosa distinta de mendigar,
me mandarían a matar, por eso no me ves de profesor o algo así. Como ves estoy
jodido>> Le dije:<<Realmente me mueves a compasión, ojalá pudiera
ayudarte, pero siento que estoy casi tan arruinado como tú, bueno, te agradezco
toda la información, debo irme, Dios te bendiga, adiós>> Entonces se
despidió y luego yo me alejé, realmente estaba angustiado, no sabía que hacer y
sentía que en cualquier momento la muerte podría quitarme el apartamento y
luego, a juzgar por mi conducta, terminaría en el basurero de las almas.
Después de tanta cosa sentía
hambre; sabía que tenía bastante dinero por el trabajo que había hecho para el
duque pero me preguntaba si valía o no la pena gastar en un negocio y una casa
para quedarme a vivir en la isla, puesto que sabía que la probabilidad de que
escapase era casi infinitesimal. Al fin y al cabo opté por comprar una casa
barata.
Esa noche dormí en un hotel un
tanto rustico y sucio, aunque bastante barato, pues debía cuidar mi dinero.
Estando ya en mi cama a punto de dormir, ocurrió algo extraño; empecé a escuchar
una voz que me llamaba y me decía: <<Aldaris, ven aquí afuera, ven,
tenemos que hablar>>. La voz venía de fuera de mi habitación y me intrigaba
bastante saber quien era; pero debo confesar que la energía que sentía me
inspiraba cierto temor, no obstante miré a ver si había alguien: no había nadie
y la voz seguía llamándome. Entonces supe que era un espíritu, pero me parecía
muy extraño que mi anillo mágico no me permitiera ver su imagen, no obstante
salí.
Una vez afuera me dijo:
<<sígueme o tendré que asesinarte>> Pensé entonces que era mejor
seguirlo, pues o bien era verdad que tenía la capacidad de matarme, o bien era
falso; si era verdad podía tanto mentir y de ese modo no matarme, o decir la
verdad y entonces matarme. Luego pensé que no valía la pena arriesgarme, y
entonces opté por seguirlo, pero le pregunte: << ¿Cómo te sigo si no te
puedo ver, acaso me dirás, por aquí o
por allá o algo así?>> Él me dijo: <<Ya me verás>>, entonces
pude ver que se trataba de un monje.
Luego de esto salimos del hotel:
la calle estaba oscura y aún se podía observar algunos cadáveres que habían
quedado de la contienda, entonces me dijo:<<Siguiendo recto hasta la
iglesia y luego virando a la izquierda, verás una muchacha joven vestida de
verde, con el pelo pintado de verde claro y una pulsera de oro con una
esmeralda. Ella es una bruja de las que pertenecía a un pequeño grupo que ya no
opera, son 7, cada una tiene una llave de plata especial y tú debes conseguir
todas las llaves; con esta que verás será fácil, solo debes ofrecerle una buena
suma de dinero y te la dará. Eso si, tendrás que mencionarle el nombre de la
llave, si no entonces se negará a vendértela, la llave se llama Aq>>.
Avance y entonces noté que allí
estaba la bruja sentada frente a un cadáver al cual le había prendido fuego, le
dije:<<Buenas noches, ¿tiene usted una llave llamada Aq?>>, Me
respondió:<<¿Aq?, ¿como sabe usted de esa llave?>> Le
dije:<<Me lo dijo un espíritu, pero bueno, le daré 6000 dops si me la da>>
Respondió:<<Jamás, es muy poco por la llave, quiero 6500>> Acepté y
entonces me dio la llave. Después de eso el monje me dijo:<<Ha llegado la
hora, iremos a la mansión de Gastón pronto>>.
Narrador 1
Decidí entonces ir a la mansión de
Gastón para atormentar a Aldaris. Cabe aquí decir que como narrador esta es mi
última intervención; mas no olviden que en la realidad estoy siempre junto a
ustedes; en su interior, manifestado en sus egoísmos y perversidades. Muchos de
ustedes creerían en mí si vieran un hombrecillo rojo con cuernos, o si el
número de poseídos aumentara hasta que la cuestión se hiciera evidente; pero
no, obro como Dios: a través de ustedes, que son mis manos en esta tierra que
casi está bajo mi control. Espero pues verte a ti, lector, después de tu
muerte; allí estaré con los brazos abiertos para recibirte con todo mi odio.
Allí te atormentaré incesantemente hasta que la amargura te intoxique y no
desees volver a escuchar tu nombre. Porque me has visto y con tus obras
desdices de tu antagonismo hacia mi doctrina. Me abriste las puertas de tu
corazón cada vez que no supiste perdonar, allí entré navegando en la barca del
rencor, a regar petróleo en tus mares y a izar mi bandera, y gracias, pues también me disté de beber todas aquellas veces
en que quisiste ser tu propio Dios…
Narrador 2
Me dijo entonces que vaya antes a
la catedral a orar un rato, pues estaba cerca y me sería de mucha ayuda para lo
de la mansión de Gastón, le pregunté entonces:<<Está esa mansión dentro
de la ciudad?>> Me dijo:<<No, esta en una bahía en la que la única
residencia es aquella, en los alrededores no hay sino bosques, las playas de
esa zona son algo que no te imaginas; pero bueno, tú vas allí porque tienes que
hablar con Gastón, mas para eso debes liberarlo; el ha sido encerrado en un
cuarto secreto, la llave que tienes abre la cerradura>> Le pregunté: <<¿Quieres
decir que el sujeto fue encerrado en su propia mansión?>> Me respondió:<<No,
en verdad la mansión no es de él, yo solo lo decía por costumbre, la mansión se
llama;¨ Palacio de la luna ¨>> Le pregunté el porque del nombre y me dijo:<<Se
llama así porque si tu contemplas el cielo desde dentro de la mansión, verás la
luna siempre llena; aunque salgas al patio y en el patio no veas llena a la
luna. Es un gran misterio el porque
sucede eso, lo que si te digo es que la mansión tiene la propiedad de volverse
invisible a uno o más cualesquiera individuos; así puede que A vea la mansión y
B no, siendo que ambos se encuentren en idéntico tiempo y estén ambos frente a
la mansión>> Le dije: <<vaya, que interesante misterio, estoy
ansioso por ir a la mansión>>
Luego de eso continué siguiéndolo
y un tanto mas allá apareció una estructura un tanto extraña en medio de las
afueras del pueblo, le dije:<<Que extraño, eso es una estructura
fantasma, ya que al quitarme mi anillo dejo de visualizarla; ahora bien, tiene
dos pisos: ¿Cómo he de llegar al segundo piso si no es sólida la
estructura?>> Me respondió: <<Calma, esto tiene solución>> Luego
de decir eso me cubrió de una luz celeste y entonces me dijo:<<Ahora
puedes entrar pues, mas no olvides que debes cruzar los brazos por delante de
tu pecho si quieres acaso entrar sin problemas>> Entonces yo le dije
intrigado:<<¿Qué me pasaría si no los cruzo?>> y me dijo:<<Si
no los cruzas, simplemente se te negará el acceso con la capa amarilla; si se
te niega el acceso tendrás que ir por vías convencionales. Al llegar al lugar,
si por esas vías llegas, no podrás entrar a la mansión; además de que la
probabilidad de que la veas será menor a 1/10, y por supuesto, te ha de costar
bastante esfuerzo y dinero. No creo entonces que optes por no dar la señal; si
lo haces al menos tendré la alegría de mofarme de ti sabiendo que eres demasiado
estúpido o masoquista>> Le respondí:<<Ah, calma, nomás en sueños
tendrás esa alegría. Bueno, ya es suficiente de charlas, entremos por
favor>> y él dijo:<<Adelante y que Dios te acompañe, hermano mío;
en lo que resta tendré que dejarte. Mas antes de irme te entrego esta flauta
junto con un instructivo que te enseñará a tocarla en caso de que no sepas, y
si sabes de igual forma te servirá el folleto, ya que tiene una canción que
necesitas aprender y que allí te dirá la letra. Sin esa canción no podrás tener
la ayuda del duende Esteban, y su ayuda es necesaria para el rescate de
Gastón>> Le dije entonces:<<Dime por último, ¿Por qué debo rescatar
a Gastón?>>
Me respondió:<<Verás, pasa
que Gastón conoce el paradero del primer guía espiritual, y tú has sido enviado
a este Universo para liberar a los siete guías; solo así obtendrás la paz que
tanto necesitas y solo así volverás a estar en armonía con Dios. Intenta cada
día liberarte más de tu ego; despréndete de ti mismo y aunque mil veces caigas,
mil veces también levántate; aprende siempre a perdonarte, pues si no lo puedes
hacer contigo, difícil se te hará hacerlo con los demás. Ten siempre ideales y
altas metas, que son estas cosas al hombre como las estrellas al cielo;
recuerda siempre trabajar por un mundo mejor, un mundo en que los hombres
actúen como hermanos y la violencia sea solo el recuerdo de un ayer superado
por la voluntad humana encaminada a perseguir una existencia más grata. Bueno,
me despido, adiós>>
Entonces me despedí de él y me encaminé
hacia la estructura, entré e hice la señal (para entrar a una estructura
distinta de la mansión de la luna, estructura que requería la misma señal). Al
hacer la señal aparecieron de pronto tres niños pelirrojos vestidos de azul y
con unos guantes negros, me dijo el del centro:<<¡Atic, atic minu
tengui!>>, entonces observé como la habitación de madera empezaba a
llenarse por doquier de cuadros verde oscuro y café claro, después el suelo,
las paredes y el techo se cubrieron de una superficie de cristal, los cuadros
desaparecieron junto con todos los muebles y debajo de la capa de cristal se
veía un fondo negro en el cual se veían unos peces de luz flotando en la
oscuridad: todo era muy misterioso y bello.
Le dije entonces:<< ¿Habla
alguno de ustedes español?>> y entonces el de la derecha me
respondió:<<Los tres hablamos español, y dime, ¿No quieres quedarte hoy
con nosotros?: aquí tendrás buena comida y descanso, quédate con nosotros esta
noche, tenemos siempre una habitación para invitados y tú tienes la suerte de
que está desocupada y debes además saber que si hacemos esto es porque sabemos
que lo que te espera es muy duro. Lo vimos en nuestra bola de cristal mágica,
quédate pues>> Le dije:<<Agradezco mucho vuestra invitación, me
quedaré entonces>>
Luego de eso el más pequeño me
guío por un corredor cilíndrico. Al final del corredor se vislumbraba una sala
en la que había una mesa redonda; entonces nos sentamos en la mesa. Una vez
estuvimos allí, fue la mesa iluminada por una luz multicolor que descendía en
cilindro del fondo de la cúpula que estaba encima de la mesa y que se hallaba
conformando el techo.
Aquella sala era realmente
hermosa: en el suelo, alrededor de nosotros, había un círculo de agua
transparente en cuyo fondo se veían topacios gigantes; el suelo era de oro al
igual que el techo y las paredes y habían en los cuatro puntos cardinales de
aquella circular sala, cuatro columnas de luz multicolor que estaban en
correspondencia biunívoca con círculos en alto relieve gravados en la cúpula.
Allí sentados estuvimos charlando
mientras comíamos comida italiana. Hablamos de muchas cosas, entre ellas del
significado de la vida y de cosas como que es la verdad, el espacio y el
tiempo; también contamos chistes y algunas vivencias.
Después de terminar la cena, me
dijo el más pequeño: <<ven, quiero enseñarte algo>>, y entonces me
condujo a un jardín hermoso y lleno de flores de muchos colores; allí, al fondo
del jardín, había un corredor que conducía a una fuente en medio de un
redondel. Fuimos a la fuente y entonces me dijo:<< ¿Sabes?, hay algo que
me tiene muy triste>> Le dije:<<Adelante, cuéntame que es, confía
en mi, pequeño>>, y entonces me dijo:<<Verás, ocurre que cada noche
viene a las doce el fantasma de una pequeña niña, viene siempre montada en un
ave blanca que es también fantasma. Una vez que está aquí se sienta en el borde
de la fuente y empieza a llorar. Me da tanta pena, quiero ayudarla, mas siempre
que yo o alguno de mis hermanos intentamos hablarle, desaparece sin dejar
rastro; además me intriga que nunca se le ve el rostro, pues siempre lo tiene
cubierto por un velo. Ayúdame, te suplico que intentes ayudarla>> Entonces
le respondí:<<Es muy difícil lo que pides, realmente me da miedo, puede
ser peligroso, pero bueno, he pasado por tantas cosas terribles, que no creo
que si esto resulta en catástrofe pueda ser peor que las cosas que he vivido;
te ayudaré entonces>> Luego me dijo:<< ¡Gracias!>>, y
entonces me abrazó.
Esa noche esperé hasta las doce,
hora en la cual pude ver que la niña aparecía; salí entonces de mi escondite y
me acerqué a preguntarle:<< ¿Por qué lloras?¿Puedo ayudarte en
algo?>> Permaneció callada y se limitó a entregarme una carta, después
desapareció.
Una vez observé el sobre, pude
constatar que la carta iba dirigida a los tres niños pelirrojos, entonces fui y
le entregué la carta al menor (que fue el que me pidió ayuda para todo esto).
Pude ver entonces como después de leer la carta empezaban por sus mejillas a
resbalar muchas lágrimas, después de lo cual salió corriendo a entregarle la
carta a sus dos hermanos. Vinieron, luego de un rato, los tres; venían
taciturnos y con los ojos vidriosos, se pararon frente a mi y pude ver como sus
guantes negros empezaban a volverse blancos mientras ellos al contemplar aquello
sonreían entre lagrimas. Dijo entonces el mayor: << ¡Alabado sea Dios,
alabado!, nadie como tú, Padre: bendito seas por siempre>>. Luego de esta
exclamación depositó ante mis pies una estrellita verde, del tamaño de mi mano
aproximadamente, brillante y hermosa, acto seguido él y sus hermanos
desaparecieron para nunca más volver.
Ante todo esto me había quedado
realmente sorprendido. Después de salir de mi asombro recogí la estrella y
entonces al tomarla en mis manos me sentí diferente; sentí que mi alma volvía a
ser el alma de un niño y que mi corazón se llenaba de belleza y bondad, como
también de una felicidad y una paz enormes. Mire a mí alrededor y todo me
parecía bello y profundo; decidí entonces regresar a la sala donde comí con los
niños. Allí, encima de la mesa, habían dejado una carta para mí, la cual decía:
<<meta la cabeza en el agua alrededor de la mesa, luego estará en el área
de la mansión de Gastón>>.
Hice eso y entonces de pronto
sentí que era transportado a otro sitio, en efecto pasó un momento y al abrir
los ojos me halle parado en medio de una playa de arenas negras. Mire atrás y pude
al fin ver aquella mansión: era enorme, de mármol blanco y ventanas de vidrios
verdes, azules, celestes, morados y de otros muchos colores; algunas eran
redondas, otras elípticas, unas enormes y otras pequeñas. Alrededor de la
mansión había un bosque lleno de coníferas enormes; había en la playa grandes
rocas dispersas y en la arena se podían hallar con cierta regularidad rubíes
pulidos. Estaba de estrellas cubierto el cielo nocturno, en el cual se veían
nubes verdes y fosforescentes; las cuales eran de unos tres metros de largo en
promedio y flotaban en una altura comprendida entre tres y diez metros por
encima del suelo. El mar estaba repleto de pequeños remolinos, el viento era
tranquilo cual las aguas y sobre el mar flotaba la niebla. No obstante, entre
tantas particularidades me llamó la atención un hecho particular, el cual
consistía en que a lo lejos se podía divisar una especie de palacio de cristal
que emergía del mar y alrededor del cual se podían ver enormes olas.
Al contemplar tantas cosas
extrañas me llené de admiración y sorpresa; luego de lo cual emprendí el camino
a la mansión de Gastón, la cual era inmaterial según se percibía. No obstante
hay algo que no os he narrado, y es que en la casa de los niños había un
documento, en el cual se decía que una vez se había alcanzado la puerta de la
mansión, aparecería un pequeño espíritu manifestado en forma de esfera
energética y que este espíritu, si lo quería, os permitiría entrar y conocer la
mansión: sin su consentimiento aquello resultaría imposible.
Una vez estuve frente a la puerta
el espíritu me dijo:<<Puedes entrar>> Di la señal y entonces entré,
y cual no fue mi sorpresa al abrir la puerta y ver que de pronto me hallaba
parado sobre una plataforma rectangular de plata de unos (3 x 4) metros, la
cual se hallaba suspendida en medio de un cielo celeste y con nubes blancas.
Miraba para todos lados y no podía
hallar más que cielo; no podía divisar ni tierra ni mar por abajo: todo era
aire y nubes. Sentí entonces que la desesperación se empezaba a apoderar de mí
(la mansión se había materializado), ante lo cual no pude sino intentar armarme
de paciencia y resignarme a ver que me depararía el destino. Pasaron algunas
horas mientras estuve allí sentado; meditando sobre mi pasado y sobre el
sufrimiento que a muchos causa el apegarse a lo que llaman su identidad. Pensé
en como el miedo al sufrimiento levanta tantas barreras a la sinceridad humana,
como tantos justifican su violencia enmascarándola de justicia, y entre tanto
me fije en como tantas otras actitudes erróneas tratan muchas veces de hacerse
percibir como virtudes. ¿Hasta que punto podemos criticar una falta en el otro con
la finalidad inconsciente de enmascarar nuestro deseo de cometer dicha falta?
¿Con que frecuencia confundimos el orgullo con la dignidad? ¿Bajo que sofismas
intentamos convencernos de que tantas convenciones huecas valen la pena? Cómo
reconocer a la intolerancia oculta tras la apariencia del moralismo? ¿Hasta
cuando nuestras sociedades seguirán de rodillas ante el hedonismo que tanto nos
idiotiza?, etc.
Después de eso seguí cavilando
hasta llegar a un punto en que empecé a sentir odio por mi persona; me
analizaba y en tanto más me conocía, más me asqueaba de mi maldita persona; quería
ser mejor, quería obrar bien por amor al bien y a los demás, antes que para
decirme a mi mismo: <<¡Eres bueno, eres valioso!>>. Entonces me
pregunté si en realidad deseaba eso, si no estaba engañándome para en el fondo
tratar de ponerme en un altar, también me preguntaba como se media el amor y
entonces me respondí diciéndome que se ama en la medida en que se es capaz de
sacrificarse por el bienestar de aquello que se ama. Así pues recordé que Jesús
nos amó al punto de morir por nosotros en una cruz. Seguí pues reflexionando
hasta que el sueño me venció.
Desperté y entonces pude ver que
seguía en un lugar que o bien era el
mismo espacio en que me dormí, o bien era otro idéntico; lo cual era posible en
tanto que solo se veía cielo y nubes como ya dije antes. Al ver las cosas así,
no pude más que sentirme frustrado; sin embargo noté que en mi mano había un
papel en el que estaba escrito:
¨ Pájaro triste de plata
taciturna;
sereno vuelas desde el azul al blanco,
verdad arcana
que vives entre la lluvia y el canto
amargo del viento en primavera.
Tú, que tu voz al cielo elevas
en la insondable noche del mundo,
tú que clamas la elegía del difunto
que habita en lo hondo
del alma humana, tu que no llevas
sino el lamento
del sol que muere en cada minuto.¨
Después de leerlo me sentí
intrigado e indagando por su significado, sin lograr del todo descifrarlo, me
dije que sería mejor conservarlo, ya que podría quizá ayudarme a resolver algún
problema en el futuro. Permanecí algunos momentos en esa plataforma y nada
sucedía: estática, misteriosa, parecía de modo irremediable condenarme a vivir
un futuro no muy prometedor...
Pasaron siete días que estuve allí
sufriendo el espanto de mi quietud aparentemente incurable; el tiempo se hacía
eterno, la desesperación me consumía, me conducía a desear la muerte; para mi
mala suerte, cada vez que tenía hambre o algún malestar físico, una luz verde
me lo quitaba. Me pregunté entonces, como otras veces anteriores, si tendría el
valor para golpear mi cabeza contra la plataforma hasta que muera o si sería
capaz de saltar y caer; esperando que al fondo de tanto cielo hubiera un suelo
que me permitiera perder mi insoportable existencia. ¿Qué ocurrió?, pasó pues
que finalmente me decidí por saltar…
Empecé entonces a caer, pasó un
infortunado minuto y luego inexplicablemente volví a aparecer en la plataforma;
desesperado intenté golpearme contra la plataforma, desgraciadamente mi cabeza
se desmaterializaba cada vez que intentaba hacerlo; intenté dejar de respirar,
y para mi desgracia sentí como el oxígeno entraba en mi cuerpo de forma
ininteligible.
Grité desesperado:
<<¡Noooooooo, noooo, piedad!>>. Comencé entonces a llorar con
amargura, pensé sin embargo en la opción del viaje astral: lo intenté, y al
hacerlo descubrí que me hallaba en un rombo cuya diagonal mayor era de unos 100
metros aproximadamente y la menor de unos 90. Cada vez que tocaba los limites
del rombo, volvía a aparecer en la plataforma; en el rombo no había
aparentemente otro ser aparte de mí, al menos no había yo visto ser alguno
distinto de mi. Si intentaba transportarme (mientras estaba realizando el viaje
astral) a otro sitio, pensando en ese sitio, no lo conseguía. Todo allí era ese
maldito espacio celeste lleno de nubes.
Llegué entretanto a la conclusión
de que tendría que resignarme. Había para aquel entonces perdido la noción del
tiempo, dormía demasiado y estaba comenzando a enloquecer y a sentir que mi
intelecto era absolutamente incapaz de comprender los aspectos esenciales de la
realidad. Habían pasado, según mi distorsionada visión del tiempo, unos 3 meses
desde el viaje astral en el que descubrí que estaba encerrado en un rombo
sobrenatural. En esos tres meses no había sonreído ni una sola ocasión, no
obstante había llegado a entender que podía ser feliz si aprendía a gobernar
mis pensamientos aún estando confinado a permanecer en aquel lugar. El problema
mayor era sin embargo encontrarme en la más profunda soledad, que hallaba parte
de su causalidad en el hecho de que no había podido establecer contacto con
Dios; que por más que me esforzarse en sentir su presencia, no conseguía sino
percibirlo de una manera insuficiente como para sanear mi sentimiento de
soledad: sentía por tanto que ni Dios estaba conmigo, no obstante, sabia, esto
es, pensaba que estaba conmigo. Pero de nada me servía, pues mis sentimientos
se negaban a seguir la misma dirección que mis pensamientos.
Un día sin embargo el cielo se
tornó rojo y las nubes negras; llovía sangre y frente a mí había un ojo enorme
que flotaba en el aire y me miraba sin parpadear. Le veía y me miraba reflejado
en su pupila; de pronto mi reflejo se convirtió en la imagen de un esqueleto;
mas yo me miraba y únicamente veía que de mis manos irradiaba oscuridad, si así
puedo llamarla, ya que se supone que la luz se impone a las tinieblas. Pero el
caso es que esa energía negra brotaba de mis manos. Entretanto el ojo seguía
mirándome, hasta que de pronto parpadeó; fue entonces que de pronto todo se
tornó negro.
Aparecí después en un laberinto:
era todo horrendo, los muros llenos de cucarachas y otros animales repugnantes;
basura y excrementos esparcidos por el piso; sangre, huesos y pedazos de carne
desperdigados. Arriba de los muros se divisaba, a una altura de unos 100
metros, un techo rojo del que colgaban unas lámparas enormes, del porte de una
persona aproximadamente; también se veían unas sombras que recorrían el techo.
Además de eso, colgaban del techo unas cruces al revés, en las cuales habían
unos hombres crucificados; hombres que eran constantemente torturados, pero que
por alguna extraña razón no podían morir.
Recuerdo como a veces, sin razón
aparente, se les empezaban a quemar los pies y de forma extraña gritaban:
<<¡Moloc!>>. Me acuerdo que uno de ellos no dijo esa palabra cuando
se le quemaron los pies y que entonces se le llenó el cuerpo de murciélagos que
le chupaban la sangre; después quedo casi seco, ¡pero aún con vida!, entonces
los demás crucificados se le reían y decían: <<¡pareces pasa, imbécil,
hahaha!>> Uno de ellos no habló, como compadeciéndose del destino de su
compañero, entonces le ocurrió lo mismo también.
Yo entretanto observé que había
una inscripción en un ladrillo del laberinto, decía: <<Uvas, pan y
vino>>. Entonces después de leerlo aparecieron uvas, pan y vino; yo
estaba emocionado, comí y bebí, volví a leerlo a ver si aparecía otra vez lo
mismo: pero nada apareció. Avancé un poco y leí otra inscripción que decía:
<<diamante, zafiro y rubí>>, entonces aparecieron esas tres
piedras; de modo que me sentía aún mejor y asumí que lo que leía en las
inscripciones se hacía realidad, no obstante, cometí el error de suponer que
solo habían inscripciones positivas. Todas las inscripciones eran doradas y
emitían luz, de modo que podía saberse a varios metros si había inscripción
alguna.
Avancé aun más, cambié de
dirección, y leí una inscripción que decía: <<Ya no podrás morir
asesinado mientras estés en el laberinto; no obstante podrás sentir dolor, podrás
sentir el hambre y la enfermedad, como también la falta de oxígeno, mas no
podrás morir de ningún mal físico mientras estés en el laberinto. He aquí una
espada y un escudo para que te defiendas de tus enemigos.>>. Después de
leerla aparecieron el escudo y la espada, supusé que lo demás también se
cumplió, y me entristecí al saber el destino que me aguardaba. No pude llorar,
me había acostumbrado demasiado a las tribulaciones.
Por suerte tenía mi brújula
especial, con la cual podría salir del laberinto; si no fuese por eso, quizá
estaría perdido. Caminé y caminé como 12 horas, luego de lo cual tuve mucha sed
y un tanto de hambre; seguí así unas 10 horas más, al cabo de las cuales el
sueño era intolerable. Parecía que el cansancio me vencería, pero pudo más el
miedo a ser victima de alguna criatura al quedarme dormido, que el sueño que me
amenazaba; así pues seguí despierto unas cinco horas más, aunque después de eso
no resistí más y me quedé dormido.
No bien hubieron pasado unas tres
horas yo me levanté al sentir que en mi cuello penetraban unos enormes
colmillos; pegué un enorme alarido en tanto al voltear mi cabeza observé un
rostro extraño, con enormes ojos totalmente negros, sin siquiera la parte
blanca, con la nariz recién cortada y sangrando y con la frente y la mandíbula
enormes, la piel blanca y la cabeza calva. Veía mi sangre brotar y yo no moría,
grité entonces: <<Pagarás, grandísimo hijo de puta>> Agarré entonces
la espada y se la clavé en el estomago; al instante me soltó mas me estampó
contra la pared. A pesar de todo eso yo tenía una enorme fuerza y energía, no
se de donde me venían, pero le metí las dos manos en los ojos y cogiendo mi
espada me alejé y luego a una distancia prudente se la lancé en el pecho. Cayó
agonizante y sin fuerzas al piso. Entonces exclamé: <<¡Bingo,
Bingo!>>, le saqué la espada y se la enterré en la frente, luego le
arranqué el corazón y le saqué el cerebro; me comí entonces todo el corazón y
solo la corteza cerebral del monstruo.
No bien hubieron pasado unos
segundos, mis hemorragias cesaron y mi cuello y mi cabeza se repusieron por
completo. Tenía aún sed, por lo que bebí su sangre, la cual use también para
dibujar caritas felices en las paredes; incluso escribí la palabra
<<paz>> en el reverso de mi escudo. Luego de eso ya no sentía miedo
de dormir: sentía pánico, no quería volver a experimentar tanto dolor.
Caminé un par de horas siguiendo
mi brújula especial y de pronto me encontré con otro ser humano en el
laberinto: joven, barbado y con gran bigote, de cómo unos treinta años, vestido
de verde y con una espada; al verme soltó la espada y me dijo: <<calma,
no te haré daño, será mejor que trabajemos juntos>>. Entonces emocionado
respondí: <<¡Que alegría ver un ser humano después de tanto tiempo, ¿de
donde vienes?>> Me dijo: <<De Nimbus Land, aunque la verdad, no se
bien porque diablos estoy aquí, solo recuerdo que había buscado un tesoro seis
años de mi vida y que un día, luego de buscar por años el lugar del tesoro,
entré a la habitación donde estaba el tesoro y una mano gigante me atrapó y me
transportó a este lugar: aquí he encontrado unas inscripciones que luego de
leerlas se cumplen, entre ellas hay una que me volvió inmortal mientras esté en
el laberinto>>
Le dije: <<Perfecto, yo
también la tengo, la fatalidad sería que la tenga algún adversario>> Respondió: <<Si es verdad lo que una
voz me dijo, entonces solo nosotros tenemos la inmortalidad en el laberinto y
nadie más la podrá tener>> Yo pregunté: <<¿Qué te dijo?>> y
él me respondió: <<Dijo que yo era el segundo en leer la inscripción de
la inmortalidad y que no había otra inscripción igual en todo el laberinto;
luego de eso la inscripción desapareció>>.
Despúes acordamos que yo dirigiría
el camino y que nos turnaríamos la vigilancia, de modo que cuando el uno
durmiera el otro vigilase. Así pasaron dos días, al tercero mi compañero me
despertó diciendo: <<¡Oye!, ven a ver lo que encontré>>. Lo seguí y
observé que en medio del laberinto había una habitación limpia, hermosa, con
guardias a la entrada que nos recibieron muy bien. Entramos y adentro se
escuchaba una música suave, tierna y relajada, habían dos enfermeras y dos
cunas con dos hermosos bebes. No obstante las enfermeras lloraban amargamente
mientras alimentaban a los bebes, entonces les preguntamos que ocurría y una de
ellas dijo: <<Fuimos capturadas y llevadas aquí, donde nos dijeron que
este es el último día que podremos ver a nuestros hijos>>. Entonces la
otra dijo: <<¡Oh no!, ya son las seis, ya son las seis>>.
Vimos entonces como las madres y
los hijos se quedaban estáticos, luego los bebes empezaron a flotar en el aire
hasta que se quedaron suspendidos frente a sus madres; entonces la primera
mujer dijo: <<¡Mi cuerpo, no puedo controlarlo, ojalá mi hijo fuera mayor
como para entender lo que digo!, perdóname hijo>>. Entonces la mujer
estiró el brazo hacia el bebe de cinco meses y empezó a sacarle las uñas del
pie, el bebe gritaba y lloraba junto con su madre; luego la madre mató al bebe
tras haberle comido la lengua y las mejillas en el orden respectivo. Lo mismo
ocurrió con la otra madre y su hijo bebe. Después de que las madres recuperaron
el control de su cuerpo empezaron a golpearse la cabeza hasta acabar con sus
patéticas vidas.
Luego de ver eso, yo y mi
compañero lloramos como dos pequeños niños. Salimos de ese cuarto y el
laberinto continuaba y parecía no tener fin, al igual que la noche eterna y
sombría de mi espíritu. Estuvimos horas enteras sin toparnos con enemigo
alguno, cuando de pronto vimos a lo lejos y sin que nos vieran a un grupo de
vampiros torturando a unos ancianos amarrados. Les quemaban la piel con cigarrillos,
les escupían en el rostro y los tenían a muchos al borde de la muerte.
Al ver esto mi compañero y yo nos
miramos y yo le pregunté: <<¿has matado a algún ser racional alguna
vez?>>, me respondió: <<Para mi buena suerte, no, ¿tú si?>>, le
dije: <<yo si>> y entonces aprovechando que estaban distraídos y
sin espadas, juntos y volteados, les corté a todos la cabeza>>. Los
ancianos gritaron asustados, mas los calmé diciéndoles que no les haría daño.
Sin embargo todos los que estaban al borde de la muerte me rogaron que les
quitase la vida: lo pensé y accedí, aunque confieso que me dolió hacerlo. Sin
embargo fue sorprendente ver la serenidad con que afrontaron la muerte, la
frialdad inigualable con que vivieron aquellos últimos tres minutos de vida que
me pidieron antes de morir.
Descansamos unos minutos cuando de
pronto escuchamos unos pasos que hacían temblar el piso, le dije a mi
compañero: <<Jaime, mira esa cabeza que sobresale de entre los muros del
laberinto, es un maldito gigante>> Me dijo: <<Calma, Aldaris, tengo
combustible, un aparatito para sacar fuego y una idea>>. Tras escuchar
eso me reí perversamente y le dije: <<genial, yo tengo una botella y un
adornito inútil de madera, llenaremos mi botella de combustible, rociaremos con
combustible mi adorno de madera, lo prenderemos y uno de los dos tendrá que
quemarse un poco la mano para lanzárselo después que el otro le haya lanzado la
botella, el idiota arderá inevitablemente>>.
Así pues procedimos de acorde al
plan, sorteamos con moneda y a mi compañero le tocó lanzar la madera con fuego;
vinó el gigante: era horrendo, obeso, con unas manos llenas de enormes garras y
una cabeza espantosa y enorme en la que asomaban dos pequeños ojos rojos.
Entonces le dije: <<¡prende el madero!>> Yo entretanto aguardaba a
que el gigante doble la esquina para lanzarle la botella, entonces el gigante
apareció y yo le arrojé en el pecho la botella, la cual reventó y lo cubrió por entero; después mi
compañero le arrojó el madero y el gigante empezó a gritar mientras corría
hacia nosotros (entretanto Jaime paraba a momentos para lanzarle más
combustible). Así estuvimos un rato hasta que el gigante no aguantó más las
llamas y cayó muerto al suelo.
Se nos había agotado todo el
combustible, al menos teníamos bastante carne frita, de modo que comimos hasta
saciarnos. Transcurridos unos minutos de caminata por el oscuro laberinto,
vimos que a lo lejos se vislumbraba una luz y que en medio de ella se distinguía
la figura de un duende; sin embargo no se veía con claridad suficiente como
para ver su rostro y otros detalles, solo se veía la simple silueta flotando
sobre una nube y tocando flauta.
Grité: <<¡¿Sois
Esteban?!>> y él me respondió: <<¡Si, hermano, soy Esteban, veo que
vas por buen camino, sigue así!>>, luego de decir eso empezó a tocar una
melodía sumamente alegre y bella, empezó a brillar y la luz que le rodeaba
aumento y se volvió verde; entretanto corríamos para alcanzarle, pero entre más
nos aproximábamos, más se desvanecía su imagen. Así que al llegar donde la luz
ya no pudimos verle; había desaparecido por entero, mas había dejado una llave
en el piso; yo sin dudarlo me la guardé.
Entramos Jaime y yo en la luz,
luego de lo cual aparecimos en una habitación azul y sin mubles, con el techo en pirámide y sin ventana
alguna. Había allí, en cada una de las cuatro esquinas, una columna de mármol
sobre la cual había una llama azul. En el piso habían dos grandes ladrillos que
sobresalían; uno azul y el otro blanco, recordé entonces el poema y aplasté
primero el azul y luego el blanco, entonces una voz habló y dijo: <<Has
acertado>> Luego cayó del techo una pequeña llave de plata. Tomé la llave
y probé para abrir el cofre que estaba al fondo de la habitación; se abrió y
entonces encontré una pieza de rompecabezas hecha de plata.
Luego de eso salí de la habitación
junto con Jaime. Recuerdo que el me dijo: <<Tengo sueño, amigo; parece
que el sitio es tranquilo y no hay nada que pueda dañarnos: probaré a dormir en
el corredor, tú anda a la habitación de puerta blanca que está al inicio del
corredor, ve por favor>> Le respondí: <<Ya hemos revisado la
habitación de la puerta blanca y es segura, deberías también dormir allí; es
probable que algún asesino esté rondando y te encuentre, en tanto el cuarto
aquel tiene picaporte y es más seguro>> y el me dijo: <<Quizá haya
algún pasadizo en la habitación del cual salga algún asesino, mejor dormir
separados>> Le respondí: <<De acuerdo, como desees, Dios te
acompañe>>.
Entonces entré al cuarto, puse
picaporte y me acosté para dormir. Al día siguiente me levanté con la esperanza
de que el día me fuera favorable; no obstante al abrir la puerta observé que
Jaime no estaba, lo llamé gritando y no contestaba: no se escuchaba ruido
alguno que delatará la presencia de otro ser aparte de mí.
Caminé un tanto más hasta llegar
al fondo del corredor; ahí había una puerta negra y un pequeño agujero en el
piso a través del cual podía verse lo que estaba detrás de la puerta: una sala
de plata, con muebles blancos y una gran mesa de cristal en el centro, en la
cual estaban las más deliciosas comidas que pudiera uno imaginar; a la
izquierda había un hombre tocando el Claro de luna en un piano, a la derecha
solo se veía una cortina blanca.
De pronto el hombre del piano se
levantó; era un hombre de como unos 45 años, con un traje blanco y una boina
blanca. Observé que se dirigía a la izquierda, silbando una melodía romántica y
melancólica, pasó por el centro tomando un pincel y después, al llegar a la
cortina de la izquierda, la abrió…
Entonces contemplé atónito el
cadáver de mi amigo encadenado a una pared en la cual había un enorme cuadro;
cuadro que mostraba una noche estrellada con luna llena. El hombre de blanco
tomó el pincel y lo metió en el pecho abierto y sangrante de mi amigo, pintaba
la luna del cuadro con la sangre de Jaime en tanto que seguía silbando la misma
melodía; entretanto yo escuché unos pasos por el corredor. Asustado desenvainé
mi espada y me preparé para el combate, pero no había nadie. Seguí entonces
observando al hombre de blanco, el cual de pronto se empezó a dirigir hacia la
puerta negra, por lo cual decidí tenderle una emboscada y acabar con su vida.
Todo salió a la perfección: una
sola estocada valió para acabar con su infame existencia. Entré entonces a la
habitación y me escondí tras las cortinas, por sea caso viniese alguien por la
otra puerta que no tenía picaporte. No podía ayudarme colocando los muebles
frente a la puerta, pues eran de mármol y no tenía fuerza para arrastrarlos.
Allí me quedé una media hora mas nada sucedió; decidí por lo tanto abrir la
puerta del fondo pero con mucha precaución. Tampoco sucedió cosa alguna, excepto que había
un extraño corredor de cristal, enorme y sin ventanas, alumbrado por unas
lámparas de platino incrustadas con zafiros.
Se escuchaba a lo largo del
corredor el canto amargo de un órgano, que lloraba en no se que rincón de
aquella mansión inmensa y extraña. La melodía que escuchaba era tan triste que
no pude evitar llorar. Luego escuché alrededor una voz que oraba un padrenuestro;
era la voz más hermosa y angelical que había escuchado en mi vida. De pronto
todo quedó en silencio, y entonces, pasados unos minutos, se empezó a escuchar
unos gritos de dolor y el sonido de un látigo golpeando un cuerpo. Esta vez se
trataba de una voz distinta a la del padrenuestro; era una voz adulta y
masculina, de un hombre de unos veinte años más o menos.
La voz decía: <<Por favor,
ten misericordia>> y una voz ronca y cruel le respondía: <<No
tendré misericordia, gusano, gozaré cada momento de tu agonía, haré que te
arrepientas de haber nacido>>. Le respondía el joven: <<Lo que sea
pero no me muestres tus ojos, te lo imploro>> y la voz ronca respondía:
<<Los verás, pero calma, el postre va al último>>.
Pasaron unos minutos así y luego
todo fue silencio otra vez, decidí pues seguir avanzando por el túnel de
cristal. Llegué al final y había una puerta azul, la abrí y me encontré un
enano ciego y de grandes orejas, que al escucharme entrar me dijo: <<Te
llamas Aldaris y vienes a liberar a Gastón>> Le respondí: <<¡Wow!,
¿Cómo lo sabes?>>, a lo que me respondió: <<Soy clarividente y
psiquico, hijo. Yo puedo ayudarte, pero por favor, toca la melodía de la luna,
es lo único que pido a cambio>>.
Saqué el manual de la flauta y
empecé a tocar lo que me pidió, una vez hube terminado el enano barbón sonrió
dulcemente y dijo: <<Espera aquí por favor>>. Entonces entró por un
pasadizo y desapareció. Lo esperé aproximadamente unos quince minutos y miré
como el sujeto venía montado en una pequeña nube verde brillante (tenía en las
manos una llave de topacio). Me la dio y desapareció. Yo entonces salí de esa
habitación con la llave.
Al salir encontré un enorme patio:
con el suelo cubierto de ladrillos grises, con una piscina ovalada en el
centro, un puente que la cruzaba por la mitad y cuatro enormes fuentes, una en
cada esquina del inmenso patio cuadrado; el cual estaba delimitado: al sur por
la primera parte de la mansión, al este y oeste por muros, y al norte por la
segunda parte de la mansión.
Recuerdo que en la puerta del
patio que conducía a la segunda parte de la mansión había un rompecabezas, el
cual estaba incompleto y le faltaba una pieza; pensé que sería la pieza que yo
tenía, la coloqué y tuve la suerte de que encajaba. Entonces la puerta empezó a
brillar y se abrió.
Había tras de esa puerta una
habitación esférica, allí en el centro había un papel dorado con la letra de
una melodía y estaba suspendido a unos tres metros en el aire. Me acerqué y
entonces una mano pequeña y blanca lo tomó y me lo dio. Después pasé a una
enorme sala rectangular: con ventanas verde oliva, ovaladas y largas; paredes
blancas de mármol, tan claras como la nieve más pura, de igual manera el techo
y el suelo, siendo el techo cóncavo como silla de montar y el suelo plano como
es de imaginar; no había un solo mueble y en el centro estaba flotando, a unos
tres metros de altura, una esfera de agua cristalina, de unos dos metros de
diámetro y con pequeños pececillos de color azul, rojo, blanco, amarillo, negro
y gris; al fondo de la habitación había un enorme espejo y no se veía otra
puerta que la de entrada.
Todo eso parecía muy extraño,
sobre todo el espejo del fondo que tenía en la base una porción que reflejaba
con aumento; aquello llamó mi atención al punto que decidí acercarme a tocar
dicha porción, y cuan grande fue mi sorpresa al descubrir que era removible y
que conducía a un túnel secreto por el que se podía ir a otro lugar. También me
percaté de que en el espejo los peces no se reflejaban, eso era algo demasiado
extraño, como también lo era el hecho de que en la habitación real no hubiera
dos candelabros que si aparecían en la habitación del espejo.
Probé a ver si la parte removible
del espejo reflejaba aquellos dos candelabros invisibles y valla que si los
reflejaba; además de que al colocar mi mano en el espacio aparentemente vació
en que se supone que los candelabros estaban, podía en efecto constatar que si
había algo.
Fue entonces que mi mente se
iluminó y decidí llevar conmigo esa porción de espejo, pensando en la
posibilidad de hallar nuevos objetos invisibles. Atravesé pues el túnel secreto
hasta un punto en que se bifurcaba; tenía ahora que elegir un camino, recordé
entonces mi espejo y…¡eureka!, pude ver que el derecho estaba lleno de fuego
invisible al final, en tanto que el izquierdo estaba despejado.
Así pues me dirigí al izquierdo,
el cual me condujo a un cuartito pintado de cuadros de color plateado y dorado;
parecía no haber nada en aquel cuarto misterioso, sin embargo al usar mi espejo
descubrí que había una puerta roja y tres candelabros. Abrí pues la puerta y me
encontré sobre un cubo de madera que flotaba sobre un río de agua celeste
brillante. Era de noche y el cielo nocturno estaba constelado de estrellas que
tiritaban dulcemente en lontananza; había siete lunas plateadas, todas rodeadas
de un halo misterioso y sutilmente macabro. El paisaje era de nieve y apenas
había unos pocos pinos deshojados y tétricos. A lo lejos se podía vislumbrar un
rombo de paredes luminosas; era enorme y flotaba a unos doscientos metros de
altura.
Yo entretanto pensé que no sería
bueno saltar al rió, ya que mi espejo no me señalaba ningún objeto invisible a
partir del cual pudiera regresar a la mansión regresando al cubo en que ahora
estaba parado junto a la puerta. Pero por otra parte yo sabía que si regresaba
únicamente hallaría la habitación con los tres candelabros sin encender, como
también estaba seguro de que Esteban estaba en la mansión; no en algún arcano
lugar de aquel paisaje nevado.
¿Qué hacer?, ¿Qué infausto destino me aguardaría en este
Universo inclemente? Francamente no sabía que sería de mí; pero derrotado,
frustrado y acabado, con el alma en cenizas y el corazón anegado de hiel,
decidí pese a todo volver a la habitación de los candelabros invisibles, quien
sabe si acaso al serenarme mi mente se iluminase y hallase la solución.
Volví, permanecí un momento
acostado boca abajo en el suelo de la habitación, anonadado y con la mirada
incrustada en mi reflejo, el cual se veía con claridad sobre aquel suelo
brillante y pulcro; veraz paradigma de una esencia antagónica a la mía. Así
permanecí algunos minutos, cuando de pronto me sentí impulsado a tocar flauta;
de forma precisa quería tocar aquella melodía que había encontrado en la
habitación esférica: toqué.
Al finalizar la melodía
aparentemente no había cambiado nada a excepción de mi animo, no obstante saqué
mi espejo y pude ver con asombro que los tres candelabros se habían encendido,
¿para que?, me pregunté, y al instante noté que había aparecido una pequeña
puerta celeste: entré.
Adentró había un cuarto de bebe:
con juguetes desparramados en el piso y unos gatitos muertos colgando como
adornos del techo y sin sangre; parece que habían muerto envenenados, lo
repulsivo era que no estaban disecados y habían empezado a oler mal. Allí en la
cuna había un bebe de unos seis meses que estaba disecado y en la esquina
izquierda había un niño de cinco años aproximadamente, que sonreía alegremente
mientras una sanguijuela le chupaba la sangre del cuello. A su lado había un
balde repleto de esos puercos animales, un charquito de sangre en el piso y una
pequeña estaca con la punta ensangrentada.
Yo asustado exclamé: <<¡Ahh!>>
y el pequeño me respondió: <<¡Ehh!>>, y después me dijo:
<<Venga, señor, juegue con nosotros, estamos jugando al cazador de
vampiros; si la sanguijuela no chupa suficiente sangre, yo la mató con la
estaca y entonces digo que maté un vampiro>> Le pregunté: <<¿y si
chupa suficiente?>>, respondió: <<si chupa suficiente la devuelvo
al sitio de donde salió>>. Luego intrigado le dije: << ¿Por qué hay
un bebe disecado en la cuna?>> y él me dijo: <<Es mi hermanito, al
morir sabía que lo extrañaría, de modo que dejé su cuerpo cerca para ver si así
me visita con frecuencia>>. Luego le pregunté intrigado: << ¿Dónde
están tus padres?>>.
Me dijo: <<Papa y yo hicimos
una apuesta, si papa ganaba yo aprendería álgebra, el siempre dijo que para mi
edad era demasiado inteligente. Si papa perdía, habíamos quedado en que yo lo
mataría. Claro está, papa creyó que era una broma, y sonriendo aceptó. El
problema era que papa me había enseñado que había que decir siempre la verdad y
cumplir lo que uno decía. Cada vez que yo mentía, papa me encerraba en un
cuarto oscuro durante dos horas. Yo siempre le dije a papa que esa regla moral
debía tener sus excepciones, pero papa era muy necio y no me escuchaba. Ese día
sin embargo comprendería que yo tenía la razón; lastima que ahora que la
comprende está en el cielo junto a mama. Yo hubiese querido ver si la mirada le
cambiaba después de entender aquello>>.
Luego de que el niño me dijo eso
yo me quede atónito, mas recobrándome le pregunté: << ¿Y que pasó con
mama?>>, me dijo: <<Un día mama entró al cuarto de papa y lo
encontró muerto. Yo contraté un sicario. Nadie sospechó de mí; lo hice para
quedar bajo el amparo de mi padrino, el cual era tonto y millonario y me daría
lo que yo quisiese si actuaba con astucia. Mama se suicidó>>. Le
respondí: <<Ya veo, me sorprendes. Y dime, ¿conoces a un tal
Esteban?>>.
Me respondió que si y que Esteban
se encontraba en el rombo que yo había visto en el paisaje de nieve. Cuando le
pregunté como llegar me dijo que había un portal que conducía a aquel rombo y
que el portal estaba en la parte más secreta de la mansión. Me dijo también que
el tenía la llave y podía llevarme, pero solo si aceptaba ver algo que me
quería mostrar. Yo por mi parte accedí. Tomó el pequeño una sotana gris, se la
puso y luego empezó a fumar un cigarro, luego me dijo que lo siguiera, pronunció
unas palabras mágicas y aparecimos en un corredor: caminamos hasta llegar a un
laboratorio.
Una vez allí el niño saludó a unos
duendes que estaban mezclando fórmulas, me llevó al fondo y me dijo:
<<Verás, la cosa es que he logrado crear oro, ¿entiendes? Pero bueno,
ojalá te guste, a ver si así siento que me apesta un poco menos la
vida>>. Acto seguido me mostró el proceso, el cual fue realmente
asombroso y me dijo: <<Ohh, al fin alguien que aprecia la ciencia, en
verdad te digo que no hubieses podido fingir asombro sin que yo lo notase, y si
no te hubieses asombrado ya no estarías hablando conmigo, te hubiese quemado
vivo. Pero veo que tienes espíritu y cerebro suficiente como para ser digno de
tu facultad de pensar. Ahora si que mereces ir al rombo>>. Luego de decir
eso se puso unas gafas oscuras y abrió
un portal con una gema mágica y el poder de su mente.
Entonces aparecimos en un salón
circular, con las paredes llenas de candelabros con llamas blancas; peceras incrustadas
en el techo, las cuales contenían arañas cubiertas de escamas; peces de leche
con ojos de fuego, los cuales se desplazaban en el aire alrededor de una
estatua de platino que representaba a una niña con alas y ropa de ángel. La
estatua estaba en el centro, donde yacía dibujada en el piso una luna llena,
alrededor de la cual estaban grabadas en el piso muchas estrellas. No había
puerta o ventana alguna.
De pronto noté que mi anillo
mágico empezó a brillar; no obstante no veía nada, por lo cual tomé mi
fragmento de espejo a ver si veía algo. Pude entonces ver que había una especie
de puerta en el piso, la abrí y… ¡Esteban, estaba allí escondido!, llorando en
la oscuridad de una muy pequeña bodega. Sabía que era Esteban porque tenía el
nombre escrito en el sombrero. Ahora que lo veía me percataba de que tenía una
pequeña barba rojiza y un collar con una media luna; pero sobre todo me
percataba de que era un fantasma, ya que no se reflejaba en mi fragmento de
espejo.
Recuerdo que el niño le dijo:
<<¡Pero que marica!, ¿otra vez llorando?, ¡pedazo de hombre malogrado!>>,
Esteban le respondió: <<¿Qué no lo ves Bernhard?, su alma sigue penando
en el palacio, ¡jamás será libre!>>, el niño le respondió:
<<Baaah,¡basura ,Esteban, basura!, eres como un perro desnutrido que se
encariña con el primero que le da migajas.¿que su alma sigue penando?, ¿eso
dices?, ¿en seriooo?, me importa un coño, Esteban, un sidoso y pestilente coño,
como el de tu madre, grandísimo hijo de puta.>>.
Yo por mi parte estaba sorprendido
de que el duende no reaccionara ni le devolviera insulto alguno; lógicamente
supuse que era algún subordinado y que podría pagar incluso con su alma el
revelarse contra su amo. Entretanto le pregunté a Bernhard: <<Y dime,
¿Cómo habrá de ayudarme Esteban para liberar a Gastón>>, a lo que
respondió con aires de superioridad: <<Veras, bellaco, mi sirviente ha
estado esperando siglos para ofrendar su alma y de ese modo liberar el espíritu
de la guía, el necesitaba de ti para que su sacrificio pueda ser fructífero,
¿entiendes?. El punto es que en el altar mora un ánima sabia y excelsa, capaz
de detectar quien fue cualquier persona en todas y cada una de sus vidas
pasadas. Esa ánima espera tu presencia, Aldaris; solo así el sacrificio de
Esteban surtirá efecto. Una vez que esto ocurra, Gastón será llevado a tu universo
por la intervención de la guía; en tu universo encarnará en un ser despreciado
y aborrecido por todos, incluido el mismo. Allí aprenderá a amar a Dios y
encontrará su salvación>>
Le pregunté: <<¿Por qué se
sacrifica Esteban?>>, entonces Bernhard me dijo:<<Se sacrifica por
que entiende que su existencia solo puede ser valiosa como ofrenda a la
existencia de un alma mejor. El aceptará de forma voluntaria permanecer en el
infierno eternamente, solo así sentirá que la vida lo trata con justicia>>.
Luego de eso vimos que la estatua
de platino lloraba lágrimas azules, fue entonces que Esteban empezó a sentirse
ansioso y a decir que no había que retardar más el sacrificio. Entonces
apareció sobre nosotros una niebla gris que nos envolvió hasta que nadie podía
ver más que gris a su alrededor; en ese momento parecía que yo ya no tenía el
control de mi mente.
Recuerdo que por mi mente se
sucedían imágenes que representaban todas las peores desgracias del planeta del
cual venía. Veía mendigos durmiendo sobre cartones, llenos de llagas en el
cuerpo y en el alma; niños maltratados, obligados a mirar el rostro funesto de
un futuro desierto; familias destruidas por la mano macabra de la guerra, etc. Después
de ver las desgracias del mundo, por mi mente empezaron a sucederse los
recuerdos de todas aquellas ocasiones en que mi naturaleza infame me había
llevado a pecar, a obrar mal, a tomar la dirección opuesta que aquella que
conduce a hacer un mundo más feliz. Entonces la culpa y el arrepentimiento
comenzaron a hundirme en la desesperación y en la angustia. Así pasé mucho
tiempo, no se cuanto, pensando que Bernhard y Esteban deberían de estar pasando
por la misma situación. Luego de la fase culpa-arrepentimiento, vinó la fase en
que empecé a darme cuenta del amor infinito e incondicional de Dios hacia todos
y cada uno de sus hijos e hijas, inclusive el más pecador.
Fue entonces que comencé a transpirar
y llorar gotas de sangre. Después de eso recuerdo que aparecí, junto con
Bernhard y Esteban, en un bosque nublado y oscuro, con el suelo árido y los árboles
deshojados y secos. Había tumbas esparcidas en medio del suelo, como también
huesos humanos y no humanos, regados así mismo por el suelo. Ante nosotros
estaba, a lo lejos, un cerro en cuya punta había un árbol enorme, de cómo cien
metros de altura, completamente deshojado y con un aspecto escalofriante; había
también un camino de piedra que conducía hacia el árbol. Era de tarde y la luna
llena se veía un tanto rojiza, cubierta por un halo y rodeada de nubes grises.
Para aquel momento nuestras manos
habían empezado a brillar como pequeños y dorados soles, nuestro pecho emanaba
un áureo resplandor y nuestra piel se había vuelto completamente blanca. La
maldad había desaparecido en los ojos de Bernhard y en la mirada de Esteban ya
no se notaba ansiedad. Sin embargo Esteban estaba ahogado en la melancolía más
honda que hubiese visto en mi vida; parecía que su espíritu se iba a desmoronar
en cualquier momento, que no iba a tener la voluntad necesaria para el sacrificio y que todo se echaría a
perder de forma irremediable.
No obstante, pasado un minuto
aproximadamente, empezó a dibujarse una placida y amorosa sonrisa en el rostro
de Esteban, a la par que brotaban grandes lágrimas de sus ojos y el valor
empezaba a florecer en su mirada. Fue en aquel momento que Esteban empezó a caminar
hacia el árbol del cerro; caminaba lentamente, con la mirada perdida y la
tristeza mezclada con la alegría; caminó un tanto más hasta llegar a la mitad
del cerro, y entonces cayó un rayo al pie del árbol. Allí mismo, en el lugar de
caída del rayo y justo después de su caída, apareció Lucifer, el ángel caído.
Miró fijamente a Esteban en tanto caminaba hacia él, puso su mano en el pecho
de Esteban e irradiando una energía oscura logró desvanecer el brillo dorado
que anteriormente le había acompañado; entonces Esteban gritó lleno de agonía
para perderse eternamente en la oscuridad del infierno. Jamás le volvimos a
ver.
Luego de eso la luna empezó a blanquearse y a
perder su halo siniestro, las nubes y la niebla se disiparon y los árboles se
llenaron de hojas y de flores, creció pasto, vino la mañana y con ella el sol,
mas la luna seguía en el firmamento. Entonces se escuchó una voz que decía:
<<El sol siempre sale de nuevo>>. Era aquella voz angelical que
había escuchado anteriormente. Miré al cielo y pude ver una luz plateada que
descendía junto a una luz blanca.
Entonces al tocar el suelo se
aclaró de quienes se trataba: eran un anciano y una niña, la niña era la misma
de la estatua de platino. Era de cómo unos ocho años, tenia los cabellos lacios
y rubios, los ojos verdes, la mirada profunda, tierna y espiritual y usaba un
collar con una cruz cristiana incrustada de rubíes. Según Bernhard, el anciano
era Gastón; el cual ya había sido rescatado. Gastón era muy alto y tenía una
barba larga y blanca, usaba gafas oscuras, sombrero y bastón.
Entusiasmado me acerqué a Gastón y
a la niña para saludarlos y luego le pregunté a Gastón: <<Me han dicho
que usted sabe del paradero del primer guía espiritual de este Universo, si es
así, ¿podría decirme dónde se encuentra por favor?>>, Gastón me
respondió: <<Es la niña que ves a mi lado hermano, no te sorprendas, es
cierto lo que te digo>>. Yo por mi parte estaba impresionado de que
alguien de esa edad fuera el primer guía espiritual, ¿Cómo podía ser así?, ¿Por
qué estaba libre?
Esas preguntas se las hice a
Gastón, el cual me respondió que después de que yo encerré al primer guía
espiritual, el consejo de ancianos psiquicos de ciudad Kazan decidió invertir
toda la energía que habían acumulado en el talismán supremo con la finalidad de
liberar el alma de uno de los siete guías. Quien sería fue algo que se lo dejó
al azar, de modo que hicieron un sorteo y salió la niña. A parte de eso me
contó que cada guía tenía una función y que la de la niña era simplemente
acelerar el curso de la evolución espiritual a través de la oración. Fue creada
especialmente para eso y a diferencia de los demás guías que estaban en
contacto con las masas, ella no era conocida sino solo dentro del palacio de la
luna. Nadie que no perteneciera al palacio podría saber de su existencia; si se
enteraba, automáticamente el dato se borraría de su memoria. Decía Gastón que
su espíritu manifiesta una imagen correspondiente a la edad en que fue liberada
por el consejo; como condición para su liberación tuvo que sufrir una muerte
biológica. En cuanto a porque estaba rondando su alma por el palacio de la
luna, Gastón me dijo que eso se debía a que las entidades dirigentes de la
actual ruina del palacio de la Luna habían logrado retener su alma de una
manera que hasta ahora él desconoce.
Yo le pregunté: <<¿Dónde ha
estado usted todo este tiempo?>>. El me dijo: <<Yo he estado
coordinando las actividades de las entidades oscuras en el Palacio de la Luna.
¿Por qué?, simplemente porque yo era el coordinador y una vez que este universo
cayó en caos yo fui corrompido. Por eso, como te has de haber percatado, cuando
te decían que debías de contribuir a mi liberación, se referían a mi liberación
espiritual, pues el que peca se hace esclavo del pecado>>
Después me acerqué a la pequeña y
le pregunté: <<¿Cómo te llamas?>>, me dijo:
<<Gabriela>>. Después de decir aquello me dio un heptágono de
platino, me bendijo y desapareció. Yo estaba un tanto confundido, no tenía ni
idea de donde estaba el segundo guía espiritual, le había preguntado a Bernhard
y a Gastón y ninguno de los dos sabía; sin embargo me dijeron que vaya a donde un
tal August De Morgan.
Me dijeron que De Morgan vivía en
el Planeta Corniel, que correspondía al vértice dos de mi heptágono, también me
explicaron que ese heptágono era especial, que al otro lado habían unas
palabras: siete, una para cada vértice y que cada vez que yo pronunciara una de
ellas, aparecería en el planeta del vértice correspondiente; pues cada vértice
representaba un planeta y en cada uno de esos planetas había un guía. Sin
embargo el lugar del planeta en que el guía estaba era desconocido; no obstante
el lugar del planeta en que yo aparecería correspondería siempre al centro del
polo norte de dicho planeta, puesto que allí estaban los llamados Templos de
conexión.
El heptágono solo me servía a mí,
a nadie más era capaz de transportar. Permanecí allí, hablando con ellos unos
minutos, después de los cuales me transporté a Corniel. Aparecí sobre la punta
de una columna de cristal cuya parte restante estaba sumergida en las aguas de
una laguna subterránea. Lo más asombroso de todo era que la caverna estaba
hecha en una montaña de diamante…Absurdo para el mundo del cual venía,
desconcertante y sin embargo mis ojos no mentían.
Miré alrededor y pude ver que al
fondo de aquellas transparentes aguas había un tipo de pueblo submarino, toqué
las aguas y para mi suerte eran calidas. Entonces nadé hasta llegar a las
orillas. Para mi fortuna sabía que no podía dañarse mi brújula; ya que me
habían dicho que era tan especial que cada vez que sufría un daño se
auto-reparaba. A parte de eso recuerdo que Bernhard y Gastón me habían cubierto
de una energía especial, protegiéndome de toda muerte posible por hambre, sed o
enfermedad.
Una vez estuve en una superficie
firme, caminé y caminé hasta una pequeña casa. Allí a la entrada había un tipo
de extraterrestre con rasgos humanoides; recuerdo que tenía la piel enteramente
blanca, la cabeza larga y terminada en punta y los ojos enormes y completamente
azules, la boca era idéntica a la de un humano y no tenía nada de vello en el
cuerpo ni pelo en la cabeza.
No se si el sujeto no me vio, si
estaba asombrado y a causa de eso no reaccionaba, o si simplemente pretendía
tratarme con indiferencia. Me le acerqué aun más y lo saludé. No reaccionó. Le
topé el hombro y entonces pude constatar que era inmaterial. Me pregunté si
sería un fantasma y entonces me quité el anillo mágico, una vez hube hecho eso
pude notar que dejaba de verlo; me volvía a poner el anillo y volvía a verlo.
Era extraño, la mayoría de espíritus pueden verme.
Tenía tantas ganas de salir de
allí y empezaba a sentir ansiedad, no debía entretenerme en dilaciones, tenía
una misión que cumplir. Así pues seguí la dirección que la brújula me indicaba;
en mi trayectoria iba encontrándome con muchas criaturas interesantes como eran
aquellas esferas de gas incoloro que deambulaban flotando por el aire y que de
vez en cuando emitían sonidos muy similares a los que emitiría un cetáceo.
Más adelante encontré que había
unas escaleras de piedra, las cuales aparecían justo en el momento en que la
pendiente no me hubiese permitido escalar por una superficie tan lisa como era
el suelo diamantino de dicha caverna; estuve escalando un rato hasta que de
pronto empecé a ver la luz de la salida. No podía caber en mi gozo, en el
indecible alivio que experimentaba al saber que no estaría confinado a sufrir
un cautiverio en aquel ambiente extraño y un tanto adverso.
Al acercarme a la luz pude ver a
un hombre vestido de blanco, no de un blanco cualquiera, sino de un blanco
resplandeciente. Su cabello largo, su barba y su bigote eran también blancos,
sus ojos grandes y celestes y su mirada amable, sabia y serena.
Recuerdo que permaneció un rato
frente a mi, escrutándome con la mirada; después me dijo: <<Sígueme por
favor>>. Entonces empezamos a caminar por el paisaje nevado, andamos
horas enteras y el hombre permanecía callado. Al final llegamos a una colina en
la que había una columna de piedra con el cadáver de un hombre atado a aquella
columna; el cadáver estaba desnudo y castrado, lleno de azotes y cicatrices,
enmascarado y con una corona de espinas.
Me acerqué y retiré la mascara;
pude ver que se trataba del anciano que me había guiado hasta el lugar…Entonces
el anciano me dijo: <<Hijo, en mi estomago está una llave especial, es
necesario que la saques. Solo con ella lograrás liberar al segundo guía. Yo
sabía de tu misión, Aldaris>> Luego de decir eso el anciano se desvaneció
en el aire.
Entonces yo miré a mi alrededor
para ver si hallaba algo con que sacar la llave y encontré algo parecido a una
estaca; la agarré y junto con una piedra la usé a modo de clavo. Permanecí unos
minutos buscando con minuciosidad entre las vísceras nauseabundas de aquel
cadáver; finalmente hallé una llavecita verde y brillante. Luego de aquello
decidí dirigirme hacia una ciudad que alcanzaba a divisar en la lejanía de mi
horizonte.
Recuerdo que cuando iba a la
ciudad me topé con algo muy insólito a la hora del atardecer, pues resulta que
en la lejanía alcancé a ver que se dibujaba en el cielo un plano que flotaba a
una altura inmensa y sobre el cual estaba la ciudad más hermosa que jamás en mi
vida hubiese visto o podido imaginar: las construcciones eran todas doradas y
el conjunto era de belleza inefable. La ciudad estaba encerrada en una inmensa
esfera de fuego dorado y el sentimiento que tal visión causaba era suficiente
como para llorar de gozo. Tal ciudad permaneció durante el intervalo de tiempo
que correspondió a la duración del atardecer; luego desapareció.
En medio de mi viaje pude
presenciar una lluvia de pétalos morados, pero también tuve la desgracia de ver
en un área despejada y sin vegetación, como a lo lejos corrían unos gigantes
obesos de los que no alcanzaba a distinguir sino la silueta. Era aterrador ver
como lanzaban sus roncos alaridos a la vez que se escuchaban gritos y gemidos
de niños y mujeres. Lo peor de todo es que parecía tratarse de fantasmas;
hipótesis que encontraba firme apoyo en el hecho de que en toda esa área habían
tumbas, todas ellas de niños y mujeres. Debo decir que lo que más temía es que
los gigantes no fueran fantasmas, sino autenticas criaturas de carne y hueso,
capaces de exprimirme como una naranja.
Recuerdo que en un momento uno de
esos gigantes pasó corriendo apenas a unos tres malditos metros de mí; el suelo
tembló al igual que yo, pero a pesar de lo cerca que estaba no pude distinguir
sino su silueta. Continúe mi caminata y en un momento dado me interné en un
área muy boscosa, anduve y anduve según mi brújula me indicaba, hasta que de
pronto me detuve al ver un restaurante en medio del bosque, ¡sin nada de
civilización cerca!.
Entré y me recibió un hombre de
unos cuarenta años, con barba y pelo grises, un traje negro y un bastón dorado
con cabeza de serpiente. El hombre me dijo: <<Bienvenido, Aldaris, es
hora de que conozcas a Ariel, de ahora en adelante él te ayudará. Sin él no
podrás triunfar en el combate.>> Bajamos y él me enseñó un pequeño cuervo
blanco de ojos azules, me explicó que podía entender mi lenguaje, mas no podía
hablarlo; también dijo que se podía convertir en un gran lobo en el que podría
montar, por último me explicó que en luna llena, entre las doce de la noche y
la una de la madrugada, podía convertirse en una fiera metálica y que yo a su
vez me convertiría en un jinete metálico si montaba en el durante la luna llena
y en ese intervalo.
Luego de eso me entregó una espada
especial con la facultad de volver mucho más rápidos y ágiles mis movimientos
durante el combate, también me dio un escudo. Después de esa y otras
explicaciones charlamos amenamente, comimos y esa noche me hospedé allí. Al día
siguiente partí luego de agradecerle.
En medio del camino me salieron al
encuentro tres jinetes vestidos de negro y con antifaz, sus caballos eran
negros, grandes y con los ojos rojos. Recuerdo que primero vinieron dos de
ellos; atacando el uno por la guardia y el otro por la retaguardia, creí que
iba a morir, sin embargo me sorprendió ver como había aumentado la rapidez de
mis reflejos y mi capacidad para pensar con claridad en momentos de tan alta
tensión. En el momento en que ambos estuvieron alineados conmigo, logré
esquivar su ataque y decapitar a ambos con un solo y ágil movimiento. Luego de
ver eso el tercer jinete me envistió y sufrió el mismo infortunio.
Seguí mi camino con el pensamiento
de que muy posiblemente había un complot para acabar con mi vida, temía una
muerte cercana y tomé la determinación de estar más alerta ante cualquier señal
que pudiera apoyar la posibilidad del complot. Si el complot realmente existía:
¿Quién o quienes estaban detrás de aquel?, ¿Cómo llegaron a enterarse de que yo
había aparecido en Corniel?, ¿Habrían extendido el alcance de su red a todos
los planetas que figuraban en mi heptágono? Por ahora no me quedaba más que
conformarme con elaborar posibilidades en base a un conjunto insuficiente de
datos.
Después del encuentro que había
tenido con los tres jinetes, llegué yo a llenarme de un temor bastante grande a
dormir, ya que mientras estuviera dormido mis enemigos podrían acabar más
fácilmente con mi vida. Por otra parte también tenía miedo a comer; quién sabe
si acaso mi comida fuera a tener veneno. Para mi fortuna comer o beber ya no
era necesario, pues no podía morir por ausencia de comida o de bebida; de ese
modo, si el complot era real su alcance se vería reducido en tanto que yo ya no
volvería a comer o a beber.
Seguía mi camino en tanto que veía
como junto a las huellas de Ariel aparecían otras huellas. De pronto empezaba a
escuchar voces a mi alrededor que pronunciaban mi nombre maldiciéndome y
maldiciendo a Dios. No sabía de donde venían esas malditas voces, pero recuerdo
que después, no contentas con maldecidme empezaron a decirme que alguien
dirigía mis pensamientos a veces. Que siempre era esclavo de mis deseos y de
mis viles impulsos; que yo no era libré y que siempre sería esclavo de algo o
alguien. Después de decir eso comenzaron a hablar de la esclavitud y la tiranía
que muchos ejercen sobre otros en Corniel y otros mundos. Hablaron de la Tierra
y de cómo el maldito dinero permite que tantos tiranos se sostengan, dijeron
que esos infelices tiranos son a su vez esclavos de su apego al dinero y al
poder que este les brinda.
Luego de escuchar esto mi
indignación y mi cólera habían llegado al extremo, mis manos empezaron a
brillar y a irradiar fuego, mi cabeza se llenó de dolor y de pronto exclamé:
<<¡Callaos, hijos de puta!, ¡Vengan conmigo al infierno malditos perros
sin corazón!, ¡Dejen que beba su dolor antes que el mío, cabrones!>>
Luego de decir eso recuerdo que cerré los ojos e imaginé que esos sarnosos
espíritus eran condenados a permanecer en el cuerpo de uno de los árboles que
estaba a mi alrededor.
Abrí luego los ojos y todo era
quietud y silencio. Me acerqué al árbol en el que imaginé que los espíritus
habían sido encerrados, tomé mi espada y la hundí en el árbol; entonces escuché
varios gritos de dolor que provenían del interior del árbol, a la vez que la
sangre brotaba rápida y abundantemente. Al ver esto comprendí que lo que
imaginé se hizo realidad, pensé entonces que había adquirido ciertos poderes
psiquicos.
Me quedé atónito un momento,
después lloré amargamente y finalmente empecé a reír con gran maldad; entonces
tomé mi espada e hice sangrar al árbol cuanto pude, a la vez que bebía su
sangre y la esparcía por la nieve. Sabía no obstante que en ese momento se
estaba cumpliendo lo que decían aquellos espíritus. Así pues sabía que había
perdido el control de mi mente y que flotaba a la deriva en el mar tempestuoso
de la maldita ira que me encadenaba a vivir un par de momentos llenos de
indignante tormento interior.
Pasados unos minutos, tranquilo y
con la mente clara, me puse a indagar sobre la oscuridad que habitaba en mi
interior. Pasé así algunas horas sentado sobre la nieve, con la vista al cielo
y preguntándome si algún día volvería a visitarme el resplandor de la mañana.
Yo entretanto al menos sabía que llevaba un muerto conmigo; era una verdad
amarga, si, pero verdad al fin y al cabo. Cada día una parte de mí iba muriendo
sin que algo nuevo la reemplace, cada minuto mi mirada se apagaba más y más,
cada instante el infierno estaba más cerca de mí.
Después de mucho pensar volví a
emprender la caminata; recuerdo que estuve caminando en medio de la nieve una
semana entera sin que nada interesante sucediese. Un día sin embargo observé
algo muy extraño en medio de una mañana soleada y apacible. Recuerdo que había
una pequeña laguna de aguas cristalinas: alrededor de la laguna habían muchas
flores blancas y algunas mariposas plateadas revoloteando alegremente en medio
de la vegetación; había en el centro una lápida de roca celeste y translucida y
en el medio de la lapida había un agujero redondo y alrededor de aquella había
nieve. Lo extraño era que sobre la lápida caía un pilar de luz blanca y que
solamente nevaba sobre la lápida. No caía nieve sobre el agua ni sobre las
flores.
Recuerdo que el agua estaba
demasiado helada como para ir hasta la lápida, de modo que decidí relajarme y
transportar mi mente hasta la lápida; lo cual me era fácil lograr en cuestión
de unos quince minutos. Lo hice y pude ver lo siguiente escrito en la lápida:
<<Un hombre completamente libre es
siempre un hombre puro>>
Yo entonces pensé que un hombre
puro es un hombre feliz, y que por consiguiente la libertad absoluta conlleva
la felicidad. Tenía que ser así, no obstante la mayoría de seres humanos somos
parcialmente libres, muy pocos hemos perdido por entero la libertad, como también
muy pocos somos completamente libres. No hay que engañarse, libertad no es
simplemente hacer lo que deseamos, sino elegir lo que deseamos, y por ende
gobernar nuestros pensamientos, ya que sin aquello es imposible gobernar
nuestros deseos. ¿Por qué tantas veces esperamos cambiar las circunstancias
para ser felices?, ¿Por qué mejor no cambiamos nuestro interior? ¿Por qué
permitimos tantas veces que el materialismo y los malos sentimientos aniquilen
nuestra felicidad?, ¿Por qué mejor no buscar obtener un gozo espiritual,
perpetuo e incondicional? La respuesta es tan simple, a saber que lo que ocurre
es que en nuestra mediocridad y cobardía preferimos emprender el camino más
fácil y obtener gozos fáciles que muchas veces no hacen sino traer sufrimiento
a futuro. Y pensar que hay cretinos tan adelantados en el arte de la idiotez y
el descaro, que en medio de tantas adicciones se atreven a afirmar: <<Yo
soy libre, yo controlo mi vida>>, todo con el fin de sentirse
responsables y así poder sentir que al menos valen un poco. Pobres bacterias,
al igual que yo, Aldaris, merecen podrirse en el tormento eterno de aquellos
que no son dignos de la vida. Pero quiera Dios otorgarme la gracia de la
libertad, de aquello sin lo cual estar vivo no vale la pena.
Luego de pensar en tantas cosas
decidí orar frente a la laguna. Pasados unos minutos empecé a sentir que un
escalofrío me recorría por entero, partiendo de mi pecho y mi cabeza al resto
de mi cuerpo. Entré entonces en una tristeza sumamente intensa, empecé luego a
sentir desesperación y a sudar gotas de sangre. Recuerdo entonces que mi alma
empezó a tener frió y a sumergirse en las aguas insondables de mis más negros
pesares.
¿Qué clase de ser era yo?, ¿Era
acaso un péndulo condenado a oscilar entre el bien y el mal? Quizá mi maldad
fuese indestructible, quizá también mi bondad; a veces bueno, a veces malo,
nada categórico. Si era así quizá debería usar mi maldad contra aquellos que
expanden la oscuridad en medio de la creación. Evidentemente eso no me
convertiría en alguien bueno; nadie que destruya al pecador tiene derecho a
decirse a si mismo que hace la voluntad de Dios: no, el que hace la voluntad de
Dios es el que destruye el pecado en el pecador, el que salva un alma y cambia
una vida.
Luego de orar mucho tiempo
emprendí de nuevo mi camino. Recuerdo que en medio de mi trayectoria me
encontré con un enorme y siniestro bosque que tuve que atravesar de forma
irremediable. Donde empezaba el bosque la nieve dejaba de caer; en el cielo
había una especie de frontera formada por una pared de luz morada, pared que
empezaba por arriba de las copas de los árboles. El bosque estaba formado de
árboles de una altura descomunal, árboles que en promedio medían unos
quinientos metros de altura. El suelo era un tanto pantanoso y había bastante
neblina y moho.
Entré en el bosque, caminé un par
de metros y me sentí un tanto atemorizado al ver un esqueleto atado a uno de
aquellos árboles; el esqueleto tenía una corona de espinas y seis flechas
atravesadas entre sus costillas, tal cual si hubiese muerto a causa de
aquellas. Tenía puesto un traje de bufón, el cual estaba estropeado
notablemente por el paso del tiempo. Al lado del esqueleto había un pequeño
cofrecito con un botón rojo que aparentemente servía para abrirlo; me acerqué y
presioné el botón. El cofre se abrió y salió un pequeño payaso con base de
resorte, a la vez que se activó una música melancólica y extraña. También había
una pequeña carta en el cofre que decía lo siguiente: <<A quienquiera que
lo lea: mi nombre es Democracia>>
Tan simple como eso era lo que
allí estaba escrito y sin embargo escondía un misterio. Seguí caminando un
tanto más y encontré un espíritu humano con expresión de asno. Le dije:
<<¿Quién es usted?, ¿Tiene idea de por qué está atado a un árbol el esqueleto
de traje de bufón?>>, a lo que me respondió: <<Si, si se porque.
Verá, ese soy yo; yo era presidente en un pequeño estado. El sistema
democrático no funcionó, un buen día un golpe militar acabó con todo. Yo fui
enviado a prisión por haber sido acusado de robar dinero al Estado. Allí en
prisión, la policía me vendió a un grupo de tipos locos con facha de
espiritistas. Me llevaron al bosque, y allí, vestido de bufón, me hicieron todo
lo que usted puede deducir de la escena que vio en el bosque. >> Entonces
le dije: <<Ya veo, es una pena>>. Luego de eso el sujeto bajó la
mirada y se esfumó.
Entonces seguí andando por el
bosque según me indicaba la brújula especial. Anduve una media hora sin ver
nada extraño, hasta que de pronto llegué a un sitio que estaba repleto de
soldados con antorchas, con flechas, con espadas y algunos traían incluso
caballos. Eran un grupo de hombres, que a juzgar por la expresión de sus
rostros, no se podría decir que la vida les haya tratado con suavidad, sino
todo lo contrario.
Entre ese grupo de militares,
podía distinguirse, en función del uniforme, a un individuo que parecía estar
al mando de todos los demás hombres armados. Recuerdo que dicho individuo
estaba al lado de una mujer atada a un árbol; mas no era un árbol cualquiera,
sino que era mucho más pequeño que el resto de árboles y además se encontraba
en un claro del bosque. Por eso y por otras cosas parecía que estaba teniendo
lugar una especie de ritual.
Todo se confirmó cuando, en medio
del bullicio de la tropa, el general tocó una trompeta y todos callaron durante
un par de segundos. Luego el general tomó la palabra y dijo: <<Como todos
los años, nos hemos reunido en este claro, con la finalidad de sacrificar una
bruja para honrar nuestros sagrados preceptos religiosos. Como ustedes ya
saben, esta mujer ha sido señalada como la peor bruja de todas las que tuvimos
la bendición de encerrar tras los barrotes de nuestra prisión principal; por
eso ha sido elegida para morir, para abandonar su vida: una vida indigna y miserable,
propia de aquellos que no aciertan en la elección de sus caminos>> Luego
de decir eso, alzó su espada al cielo, la clavó en la tierra y exclamó: <
<¡disparen las flechas hasta que no quede nada de esa ramera!>>.
Fue entonces que sucedió algo espectacular:
así pues, antes de que la primera flecha estuviera cerca de ella, la mujer fue
absorbida por el árbol y un tipo de demonio alado tomó su lugar. Recuerdo que
el demonio, cuando recién apareció, estaba como dormido; no obstante el pánico
se apoderó de los soldados y el general dijo que debían matarlo antes de que
rompiese las ataduras. Las flechas llovieron sobre aquella abominable criatura.
Sin embargo, antes de morir, el demonio alado juntó las manos a manera de quien
está orando, encomendó su alma a Dios, y cual si fuese un santo, se vio como su
espíritu ascendió, a través de un pilar de luz y con una aureola de santidad, a
los cielos.
Quien lo diría, ¡alma de santo en
cuerpo de demonio!, realmente las apariencias engañan…Pero: ¿Qué diablos hacía
un santo colocando su vida para defender a una supuesta bruja maldita? ¿No será
que la supuesta bruja era un alma de bien?, quizá jamás esclarezca del todo esa
situación. Pero bueno, sucedió que después de eso la bruja no volvió a
aparecer, tan solo se vio una luz roja saliendo de la copa del árbol y
perdiéndose luego en la inmensidad del bosque.
Después de eso seguí andando unas
tres horas hasta que encontré un montón de esqueletos desperdigados por el
piso. No quedaba nada de esa gente excepto los huesos; no ropa, nada de armas o
accesorios, nada de nada. Tuve sed y decidí beber de las aguas de aquellas
pequeñas charcas que había en el piso; sin miedo alguno en tanto que sabía que
no podía morir por enfermedad. No obstante al acercarme para beber, pude ver
que en la charca no solo se reflejaba mi rostro, sino que además se reflejaban
dos rostros quemados y espantosos. Espantado miré como estos habrían la boca e
instantáneamente la charca de agua se transformaba en una charca de sangre.
Sin embargo eso no era tan
sorprendente como el hecho de que no había ningún ser, ya sea encarnado o
desencarnado, que pudiese yo ver…¡a pesar de mi anillo azul! ¿Qué podría ser?,
era difícil saberlo a ciencia cierta. No obstante seguí deambulando unos
minutos alrededor de aquel macabro escenario de muerte. Pensé que aquel cúmulo
de esqueletos debió haber sido el producto de alguna guerra, no era seguro pero
al menos era lo que por el momento me parecía más probable.
Recuerdo que también había unos
esqueletos vivientes de buitres, lo cual resultaba insólito y científicamente
inexplicable o muy difícil de explicar; en la Tierra sería catalogado
sencillamente como algo absurdo. Hasta ahora nada había logrado atemorizarme
mucho, sin embargo de pronto escuché una especie de chillido proveniente de lo
alto; alcé la vista y pude ver una especie de águila que era devorada por una culebra
inmensa de color negro.
La culebra media unos treinta
metros de largo aproximadamente. Me quedé observándola para constatar con
asombro como la culebra de pronto se desintegraba en un montón de puntos
negros, los cuales flotaban en el aire un momento para después juntarse y
formar una especie de sombra humana. Luego la sombra humana se teletransportó
al árbol mas cercano e inmediatamente se volvió a transformar en culebra.
Luego de eso me quedé aterrado.
¿Cómo podría vencer a semejante bestia? Necesitaría estar en mi fase de hombre
metálico y aún así resultaría muy difícil. En ese momento el temor logró
hacerme dudar de seguir el camino que la brújula me indicaba, sin embargo al
mirar atrás observé una especie de muro de energía que se desplazaba hacía mi.
Estaba bastante lejos por lo pronto, pero era algo espeluznante en tanto que
eliminaba cualquier forma de vida animal que lo topase. Parecía extenderse sin
límite de Este a Oeste, por lo que decidí ir al Norte tal como la brújula
mágica me indicaba.
Emprendí la marcha a toda prisa y
al pasar veía como brotaban rostros humanos, rostros demoníacos y rostros
monstruosos de la corteza de los árboles, hechos de la misma madera que el
árbol del que brotaban y profiriendo siempre alaridos o risas malévolas. De
pronto me percaté que había perdido el control de mi cuerpo, seguía montando
sobre mi lobo sin poder parar, viendo como mis tejidos corporales se empezaban
a despedazar y yo marchaba hacia la muerte. Gritaba de agonía, y sin embargo
llegó un punto en que me di cuenta que quizá no moriría, pues me quedaba tan
poca carne y aún así continuaba consciente y vivo. Así continuo mi tormento
hasta que de pronto pude ver que me había convertido en un esqueleto viviente,
en un montón de huesos cubiertos de sangre. No obstante Ariel seguía intacto.
Así estuve hasta que de pronto
llegué a un claro del bosque en el que había un cementerio. En ese momento había
ya recuperado el control de mi cuerpo, de modo que desmonté para investigar a
pie el cementerio, el cual estaba formado por lapidas y cruces, ambas de
hierro. Había muchos candelabros encendidos y algunos cráneos de cristal
desperdigados por el piso. Entretanto decidí mirar al sur, para ver con alivio
que el muro de energía había desaparecido.
A pesar de eso yo era un
esqueleto, hecho que me resultaba inaudito y amenazaba con llevarme a la
locura. ¿Recuperaría acaso mi estado original? ¿Cómo? Por lo pronto parecía
imposible. Me acerqué y tomé con mis manos uno de aquellos cráneos de cristal,
me miré en el y constaté en mi reflejo mi condición de esqueleto. En aquellos
momentos me entraron unas ganas inmensas de llorar y de gritar. ¿Pero como?, si
no tenía cuerdas vocales ni ojos para llorar. Intentaba gritar y tan solo
conseguía abrir la mandíbula. Desesperado intenté suicidarme desbaratando mis
huesos a través de golpes. Sin embargo no lograba nada, los objetos me
traspasaban: yo era un fantasma, yo había muerto y no tenía idea de porque me
percibía a mi mismo con forma de esqueleto.
Recuerdo que en medio de mis
lamentaciones una voz ronca me dijo: <<¿Cómo dices que has muerto?,
¿Acaso un muerto puede morir? Tu no conoces lo que es estar vivo de verdad,
Aldaris…>> Al escucharlo yo no respondí nada, comprendí que hablaba en
lenguaje figurado, entendí su mensaje y me di cuenta de lo verdadero que era.
Entonces el me dijo: <<¿No es verdad acaso?>>, yo entonces le
pregunté apesadumbrado: <<¿Qué es la verdad?>> Luego de decirle eso
calló y no volvió a decir absolutamente nada. ¿Cómo podría ahora rescatar a los
seis guías espirituales que aún estaban encerrados? Estuve un buen tiempo
haciéndome algunas preguntas.
De pronto empecé a tener visiones;
veía un sujeto atado a un palo de hierro, desnudo y rodeado de cuatro vampiros calvos que se lo estaban
comiendo vivo a mordiscos; el sujeto tenía mirada de santo y de su cabeza
brotaba un resplandor dorado. En el sitio había también unas prostitutas
enjauladas junto con unos monstruos horrendos y obesos que las violaban
incesantemente y cuando se aburrían les arrancaban las extremidades y se las
comían.
De repente apareció un sujeto
vestido de negro, alto y con un cetro de calavera. El sujeto se acercó al santo
y le dijo: <<Ya es hora, anciano, arrastraré innumerables almas al
infierno>>. Entonces el santo le dijo: <<Ten misericordia, mira a
Dios en tu interior. Aún estas a tiempo de retroceder, hermano>>, luego
el sujeto le respondió: <<¡Silencio!, no tendré piedad de nadie, ¿Entiendes
miserable guía espiritual? Ya me cansé de tenerte en encierro, por eso te he
liberado. Ahora es tiempo de que pagues. Corromperé a la niñez de tu pueblo,
les enseñaré a gozar del mal desde pequeños, haré que sus almas no vuelvan a ver
la luz de Dios, los perderé haciendo que desperdicien sus vidas corriendo tras
cosas que no valen la pena. Tu morirás mas yo me encargaré de que esto no se
sepa y de que por siglos se crea que tú estás encerrado y hay forma de salvarte>>
Luego de decir eso convocó a
Lucifer. Entonces Lucifer apareció y dijo: <<Es hora de que nazca el
falso profeta y su grupo de predicadores. Ellos corromperán los dominios que
ahora me son ofrecidos>> Luego de eso nació en el firmamento una estrella
roja y Lucifer exclamó: <<¡Un siglo bastará para que el sol se
apague!>>. Luego de esto se
transformó en una llama roja que calcinó al santo hasta reducirlo a cenizas.
Terminaron mis visiones. Después
de eso sufrí amargamente en tanto que acababa de saber que ya no podría
rescatar a los siete guías. Yo estaba absolutamente seguro de que yo era el
hombre de negro con el cetro, y en tanto que así era, yo me hacía culpable de
asesinar a uno de los guías. Ya solo quedaban cinco y me pregunté a mi mismo:
<<¿No habré asesinado a uno o más de los restantes? ¿Qué sentido tiene
seguir esta búsqueda?>> Pensé que mi vida era un inmenso absurdo y que
estaba condenado al sufrimiento eterno. Desesperado intenté ver si invocando al
diablo lograba ir al infierno y dejaba de ser un fantasma errante; nada pasó.
Ore a Dios y a otros seres de luz; nada pasó. Entonces llegué a pensar que quizá
estaba en el infierno. O tal vez me equivocaba, tal vez el infierno sería
sumirse en el aspecto oscuro de nuestra propia realidad interna, lo cual
implicaría que cada cual tuviera un infierno propio, aunque claro está, habría
muchos patrones en común entre todos esos infiernos. Y si así fuera el cielo
sería alcanzar la unión con Dios sumiéndose en nuestra propia belleza interior,
sería vivir en un mundo conformado por la realización de nuestras más bellas
ideas, ya sea de lugares, personas, situaciones, etc. ¿Y entonces que? Si así
era yo no estaba ni en el cielo ni en el infierno; estaba penando en un mundo
de realidad objetiva. Quizá lo más probable era que yo estuviera equivocado y
que el cielo y el infierno no fueran universos formados a partir de una
polaridad determinada de la subjetividad del individuo. En otras palabras, que
fueran universos de naturaleza objetiva.
No obstante tenía una realidad evidente
frente a mí, a saber: era un espíritu en pena que aparentemente había fallado
su misión existencial. Bueno, la cosa es que ya era hora de seguir adelante, a
pesar de no tener mi brújula mágica y de que Ariel ya no podía verme y por
tanto seguirme. Al menos ahora podía volar y recorrer enormes distancias en
tiempos muy breves. Entonces me elevé hasta que estuve más alto que las copas
de esos árboles gigantes; observé que a lo lejos se veía una enorme ciudad y
decidí dirigirme hacía ella.
Una vez que estuve encima de la
ciudad pude ver que no se veía sino militares en la ciudad, toda la gente
estaba metida en sus casas. Los soldados aguardaban en los tejados y en las
colinas que rodeaban la ciudad. En las colinas se veían cañones y fortalezas.
Algo que me llamó la atención era que no se veía nada de madera en esas
construcciones y que la vegetación a los alrededores de las fortalezas había
sido quemada por completo.
Estuve inspeccionando todo desde
el cielo por una media hora, cuando de pronto me percaté de que a lo lejos se
veía un grupo enorme de dragones con jinetes humanos. Venía cada dragón con un
barril en las garras. Recuerdo que la ciudad era totalmente de piedra, lo cual
parecía ser una prevención contra los incendios. Sin embargo los dragones
lanzaron los barriles encima del palacio de gobierno; descendieron en picada y
lanzaron fuego sobre el área en que los barriles habían reventado. Algunos
barriles contenían un tipo de combustible y estaban hechos de madera, otros
eran metálicos, más pequeños, con mecha y contenían pólvora. Lanzaron los de
pólvora en los puntos clave del palacio. Después que prendieron fuego al
combustible se retiraron.
El palacio empezó a arder y en
poco tiempo estallaron los barriles de pólvora; los alaridos de dolor se
escuchaban simultáneamente al ruido de las rocas y cristales despedazándose.
Todo quedó hecho añicos, cinco dragones perecieron en el ataque ya que el
palacio estaba muy fuertemente resguardado. Después de eso recuerdo que los
dragones se retiraron. Todo permaneció en silencio unos minutos hasta que de
pronto se escuchó una explosión y se vio volar en pedazos a un segmento de la
línea derecha de defensa. No transcurrió un minuto sin que volaran en pedazos
toda la línea.
Yo intrigado volé hacia la fuente de
los disparos y observé con asombro unos cañones inmensos que desde una
distancia muy lejana habían conseguido dar en el blanco. Me pregunté si acaso
la ciudad lograría salvarse del ataque que parecía aproximarse. Mis dudas pronto
se intensificaron cuando miré que del bosque surgía un gran grupo de caballería
militar. El combate se puso sanguinario. Los jinetes a caballo contaban con una
espada y una ballesta. Los atacantes no tenían caballería. La caballería
arremetió por la retaguardia con una lluvia de flechas en tanto que los
invasores se defendieron primero con sus arqueros. Las flechas volaban por el
campo de batalla y los hombres caían en granel
tiñendo de rojo el suelo. La caballería prevaleció, penetró en la
segunda y tercera línea enemiga y se apodero de las piezas de artillería, no
obstante solo quedaba aproximadamente ¼ del número inicial de jinetes. Parecía
que la operación tendría éxito y que tendrían tiempo suficiente para robar los
cañones, sin embargo el enemigo era astuto y aprovechó el momento para
bombardear por mar al grupo sobrante de jinetes.
Fue una masacre. Después de eso el
fin de la ciudad parecía inminente: la línea de defensa derecha había sido
anulada, toda o gran parte de la caballería exterminada y no se veía flota
naval que defendiese la ciudad. Solo tenían la línea de defensa costera y la
línea izquierda.
La línea costera tenía un gran
problema: sus cañones eran estáticos y apuntaban todos al mar en líneas de
fuego paralelas entre sí y perpendiculares a la línea costera. Así mismo eran
estáticos los cañones de la línea izquierda y ninguno de ellos apuntaba al mar.
El punto era que la flota invasora no sería tan estúpida como para poner uno o
más de sus barcos bajo el alcance de la línea costera.
Las cosas se dieron como yo
esperaba: los barcos formaron una fila y uno por uno atacaron en líneas de
fuego diagonales a la línea costera, de modo que el barco (n +1) atacaría una
línea costera más corta que la del barco n. Luego de destruir la línea costera,
la ciudad fue saqueada mediante operaciones de desembarco. Yo estuve allí y
observé como los marinos cometían asesinatos por el puro y enfermo placer de
gozar al arrebatar una vida ajena. Algunas mujeres y hombres jóvenes fueron
capturados para ser vendidos como esclavos, otros fueron pasados a sable y
algunos se suicidaron para evitar morir
en manos del enemigo.
Recuerdo que el almirante de la
flota estaba furioso porque había perdido algunos marinos a manos de civiles
armados, por lo cual dio la orden de retirarse y reducir a escombros la ciudad.
No quedó piedra sobre piedra; los barcos estuvieron bombardeando hasta el
atardecer.
Recuerdo que ya caída la noche
apareció en los cielos un dragón blanco con un jinete vestido de verde oliva y
portando una antorcha y un rollo de papeles; al parecer era un mensajero. Aquello
fue luego constatado en la conversación que escuché en el barco del almirante.
Recuerdo que el mensajero dijo que el rey aceptaba entregar el país con tal que
no se destruyeran más ciudades. A pesar de la generosa oferta el almirante dijo
que solo aceptaría si el rey entregaba su vida, que de no ser así reduciría la
población a un montón de cadáveres. Entonces el mensajero le miró perplejo,
esperó a que el almirante le diera un documento y se regresó para entregarlo al
desafortunado gobernante.
Yo por mi parte decidí seguir los
rumbos del mensajero. Una vez dentro del palacio real recuerdo que el individuo
se acercó al rey con una expresión funesta, hizo la reverencia y el saludo y
luego dijo con temor: <<Tenga, su majestad (entregándole los
documentos)>>. El rey Carlos los leyó detenidamente y luego con
indignación y resignación dijo: <<Regrese mañana a las seis de la
tarde>>. Al día siguiente el rey le entregó un documento y dijo que se lo
enviase al emperador Enrique.
Tres días después, en la fragata
emblema de la flota de Enrique, estaba Enrique y los principales de su corte;
estaba también el rey Carlos y su biógrafo. Sin embargo Carlos estaba amarrado
y metido en el cañón principal del barco; estuvo así una media hora en tanto
que Enrique daba su discurso de victoria. Luego de terminar su discurso se
acercó al cañón en que estaba Carlos, encendió un fósforo y prendió la mecha
del cañón. Inmediatamente después de que la mecha se consumió, Carlos voló en
mil pedazos. Fue sencillamente impresionante, la explosión de sangre se veía
aún más imponente que el típico estallido de cañón.
Después de eso Enrique miró con
solemnidad la puesta del sol y dijo en voz alta para que le escuchasen la
mayoría de presentes: <<Mirad, ciudadanos, el atardecer, contemplad el
ocaso del sol y pensad en la nación que acaba de rendirse ante la inigualable
gloria de nuestro imperio. Pensad en aquellos últimos momentos de agónica
existencia que sufrió en el transcurso de esta guerra, alzad vuestra mirada y
observad como el crepúsculo ilustra a la perfección la muerte de aquella infame
nación. Y sin embargo hoy es también para ellos un día de gloria, pues luego de
que nuestro dominio se consolide sobre lo que antes fueron sus tierras,
volverán a contemplad el alba de un nuevo renacer en el plano
socio-económico>>. Después de decir aquellas palabras se entonó el himno
nacional y después de otras actividades se dio por terminada la ceremonia.
Yo por mi parte decidí seguir al
emperador; esa noche observé como el miserable se emborrachaba y después se
acostaba con cinco putas de su maldita y mugrienta corte. Lo que realmente me
indignó fue cuando el crápula mandó a traer a dos pequeñas niñitas para
manosearlas, luego de lo cual las amenazó de muerte diciéndoles que si contaban
algo las mandaría a asesinar. Después de eso observé que mandó a llamar a su
hijo de catorce años para azotarlo; el muchacho decía: <<¿porque me
azotas?, ¡detente por favor!>>, y el maldito tirano le contestaba:
<<¡Porque me da la gana, imbécil hijo bastardo!>>
Yo entretanto empezaba a llenarme
de odio e ira hacia esa insignificante bacteria con corona. No lo soporté más y
decidí que acabaría con su vida haciendo que se suicide. Así pues esperé a que
el emperador estuviera a solas y me le aparecí; las cosas sucedieron tal como
lo imaginé; yo podía transmitirle la imagen que quisiera de mí: podía hacer que
me viera como un monstruo o como lo que a mi se me antojase.
Entonces me le aparecí como una
mujer obesa y con la cabeza muy pequeña, ojos rojos, enorme boca y afilados
colmillos; lo miré con odio y le dije con voz áspera: <<¡Morirás,
Enrique, morirás, perro sarnoso!>>. El sujeto gritó de pánico y me lanzó
un cuchillo que tenía en su alcoba, mas al ver que me traspasaba empezó a pedir
ayuda a gritos. Vinieron tres guardias armados y abrieron la puerta a la fuerza
por miedo a que el emperador estuviera sufriendo un atentado. Al verlo
arrinconado y sin motivo aparente, los guardias se quedaron impresionados y a
duras penas pudieron contener sus ganas de reír. El emperador por su parte no
dudo en decirles que se fueran.
Dos horas después Enrique seguía
aún despierto, el miedo le impedía dormir. No obstante pasó una hora más y el
cansancio lo derrotó. Fue entonces que aproveché para atormentarlo; empecé a
susurrarle al oído: <<Enrique, Enrique, soy la sirvienta que tanto te
gusta, estuve escondida en tu habitación, Enrique>>. Al oír eso el rey
despertó sonriendo, mas al verme se quedó paralizado del miedo. Intentó gritar
y la voz no le salía.
Todo eso se debía a que yo le
hacía verme como un horrendo monstruo de tres cabezas que le miraba fijamente
mientras le chorreaba sangre de la boca. El triste hombre permaneció estático
unos quince minutos, luego se incorporó temblando e intentó hablar: no le salía
aún la voz. Entonces tomó una pluma y un papel y escribió: << ¿Qué
quieres a cambio de irte y no volver nunca?>> Yo le dije: <<Estás
condenado, no aceptaré nada a cambio. Sin embargo te advierto que si sigues
cometiendo maldades me haré pasar por ti y dividiré tu imperio>> Luego de
oírme me contestó en el papel: <<Ten piedad>>. Yo sin embargó no
tuve piedad y lo atormenté hasta hacerlo llorar y vomitar de miedo.
Al día siguiente, mientras el
emperador dormía, yo salí a la plaza de la ciudad e hice que todos me vieran
como si fuera el emperador desnudo y con la cara maquillada, sosteniendo un
racimo de uvas en la mano y gritándole al racimo: <<¡Ya, ya!, ya se que
no eres buen pintor, ¡pero no digas que el mundo es un pallaso de
cristal!>>. No paraba de repetir lo mismo. La gente estalló en
carcajadas, algunos incluso lloraban de la risa y se revolcaban en el piso.
Recuerdo que desde ese día el
emperador había adquirido fama de loco ante el pueblo y su corte; ante los primeros
por lo que yo hice, y ante la corte porque alegaba que un fantasma se había
hecho pasar por el. Cada día yo lo atormentaba sin cesar. Enrique no obstante
me había intentado expulsar con el poder de sacerdotes y hechiceros, mas nada
daba resultado y su reputación de enfermo mental crecía con el pasar del
tiempo. Así pues, al cabo de dos semanas acabó suicidándose.
Le sucedió en el trono su hijo
mayor, un tal Octavio. Octavio al igual que su padre era vicioso y perverso,
sin embargo lo dejé en paz con la condición de que dimitiera y se retirara a un
monasterio. Octavio tuvo la sensatez de aceptar.
En todo eso no perdí ni un mes.
Sin embargo para aquel entonces me había vuelto un espíritu confundido. No
sabía cual era el sentido de mi vida, no entendía porque seguía siendo un
fantasma errante. Me preguntaba si era posible encontrar una solución y por lo
pronto se me ocurrió buscar algún psiquico clarividente.
Perdí dos meses buscándolo. Sin
embargo llegó un martes en que al fin pude contactar con él. Hable con el
sujeto y me dijo que en unas tres semanas me diría de seguro donde podría
hallar a alguien que supiese del destino de los cinco guías restantes. Esperé y luego de las tres semanas me habló de
una isla llamada Lucanor; me dijo que a través de cierto hechizo podría
llevarme a la isla Lucanor y que yo tenía suerte de poder dominar la telepatía
en mi condición de espíritu, ya que sin aquello no podría ir a Lucanor.
Hizo el hechizo y entonces
aparecieron tres puntos de luz en su bola de cristal. Luego me dijo:
<<Concéntrate y comunícate con esas mentes que ahora ves como puntos de
luz en mi esfera de cristal. Son mentes que están en Lucanor y si entras en
contacto con aquellas lograrás aparecer en Lucanor>>. Lo hice y en efecto
aparecí en la isla Lucanor.
A mi alrededor habían tres
ancianos con trajes azules. Se acercó el más alto de los tres y me dijo:
<<Bienvenido, Aldaris, es hora de que sepas la verdad y entiendas porque
estás convertido en espíritu>>. Fue entonces que el anciano me explicó
que en mi vida pasada yo había fundado un tal palacio llamado el Cono Azul. Me
dijo que el Cono Azul existía fuera de este universo mas su puerta de entrada
estaba en este universo, que los límites del Cono Azul, al igual que muchas de
sus partes no estaban hechos de materia y que más allá de aquellos límites se
encontraba la nada.
Le dije con inquietud: <<¿La
nada?, ¿no simplemente el vació?>>, y entonces me dijo: <<Si,
hermano mío, la nada, tal como lo oyes>>, yo le pregunté: <<¿Qué es
la nada y que es el vacío?>>. Entonces el anciano me dijo: <<La
nada es la ausencia de ser. El vacío es la ausencia de materia y
energía>>
Luego le dije: <<Supongo que
el Cono Azul no fue hecho por humanos>>, entonces el anciano me dijo que
tenía razón y que el Cono Azul había sido hecho por ángeles con la ayuda de
Dios. Después me dijo que el heptágono que Gabriela (uno de los guías
espirituales) me dio se había vuelto obsoleto en tanto que cinco de los guías
habían sido llevados al Cono Azul después de mi muerte. Me explicó que Lucifer
y sus demonios se habían apoderado del Cono Azul y lo habían transformado en un
mecanismo maligno y corruptor. Me contó que en el Cono Azul se habían creado
contenedores de almas y en cinco de ellos, especiales, se habían encerrado las
almas de los guías.
Dijo que la energía de los guías
estaba siendo utilizada para mantener aquel oscuro sistema en que había sido
transformado el Cono Azul. Después me informó que en el Cono Azul había un
sistema que alimentaba a una entidad denominada la Bestia Roja. Me explicó que
la Bestia Roja Ganaba energía con cada alma que abandonaba los caminos de Dios
y adoraba a Lucifer y su reinado. Dijo que la Bestia Roja había completado 5/6
de la energía requerida para su liberación, y que cuando se liberase ejercería
tal poder que este universo se transformaría en un lugar en el cual Dios
limitaría su existencia al interior de sus hijos e hijas. Por lo tanto ya no
existiría en la realidad exterior, todo sería tristeza y desolación.
Solo podría ser feliz aquel que en
virtud de haber alcanzado la santidad haya conseguido un grado satisfactorio de
presencia divina en su vida; para los demás regiría la amargura de la más
profunda soledad existencial. Soledad que solo se iría en aquellos momentos en
que limitasen el habitáculo de su conciencia a su escasísima belleza interior.
Por último el anciano me explicó
que era necesario ser fantasma para avanzar dentro del Cono Azul, me dijo que
para eso morí de forma tan extraña en el bosque. Ya que si no hubiese muerto así,
probablemente no estaría en condición de fantasma. Después le pregunté en donde
estaba la puerta de entrada al Cono Azul. Me dijo que la puerta de entrada
estaba escondida en algún lugar del Castillo de Sangre, como también dijo que
el podía, a través de un viaje astral, guiarme hasta dicho lugar. Yo por mi
parte acepté.
Así fue que una noche oscura y
taciturna emprendimos el vuelo hacia aquel lugar. Recuerdo que en una parte del
viaje volamos sobre un desierto en el que había miles de espíritus suspendidos
en el aire, estáticos y como prisioneros de una extraña fuerza que les impedía
moverse. Yo entonces le pregunté al anciano porque ocurría aquello, a lo que me
respondió que esas eran almas criminales que habían sido condenadas a
contemplar el sufrimiento de sus victimas. Me dijo que permanecerían allí hasta
que se arrepintiesen y fuesen capaces de experimentar amor y compasión.
Entonces yo le dije: <<Y
pensar que hay gente que vería en esto un mal que Dios les dio como castigo a
dichas almas criminales. Esa gente creería que aquella condena no puede ser un
acto de amor. Pero están equivocados>>. Me dijo el anciano: <<Desde
luego que se equivocan. Esa condena es un acto de amor, ya que el amor no es
sino un sentimiento en virtud del cual se busca y desea el bien de aquello que
se ama. Y pues es evidente que esa condena tiene como finalidad liberar a
dichas almas de su propia crueldad. ¿Es culpa de Dios que lleven tantos años y
no se arrepientan, es Dios quien prolonga su castigo? No. Evidentemente la
culpa la tienen dichas almas soberbias e incapaces de reconocer su error y
liberarse de su egoísmo extremo. Ellos eligen los pensamientos que les
condenan, por ende son sus propios torturadores>>.
Dos horas después llegamos a un
enorme lago de lava en cuya superficie flotaban algunas construcciones
metálicas y en el centro había un hermoso palacio dorado incrustado de rubíes,
con enormes arcos y bellísimos túneles. Canales de lava y cataratas
artificiales de lava.
Sobre la parte más alta del
palacio se veía una esfera de luz dorada. Yo entonces le pregunté al anciano:
¿Sabes que o quien es esa esfera de luz? Él entonces me respondió que se
trataba de un psiquico que había creado el lago y el complejo arquitectónico a
partir de su mente, que había encerrado su cuerpo en un lugar inasequible y
había separado su conciencia de su cuerpo de manera permanente. Dijo que cuanto
veía no era una entidad material sino mental, la cual había logrado adquirir autonomía
de la mente que la creó.
También le pregunté como era
posible que una mente adquiriese tanto poder como para hacer algo así, a lo
cual me respondió diciendo que el sujeto había desarrollado un método para
extraer energía de mentes ajenas. Dijo que aquel individuo había creado muchos
lugares de naturaleza mental que eran visibles a cualquier mente a parte de la
suya.
Recuerdo que mientras hablábamos
el psiquico descendió hacia nosotros para interrogarnos de la siguiente manera:
<< ¿Quiénes sois vosotros y por qué estáis aquí? Este es el recinto de mi
eterna soledad, en el cual no deseo ver otra alma que la mía>> Al oír
esto le pregunté intrigado: << ¿Por qué deseáis la eterna
soledad?>> Y el psiquico me respondió: <<Mi alma, amigo mío, de
todo es libre excepto de su pasado. Mis heridas son las cadenas de los ideales
que mi mente forjó para dar sentido a mi sufrimiento>>.
El anciano que me acompañaba le
dijo al psiquico: <<Decidme por favor cual es la clave para abrir la
puerta del Cono Azul>>. Respondió el psiquico: <<Tan solo os diré
la clave si convencéis al Dios todopoderoso que me libere de mi pasado; nadie
sino él puede hacerlo. He intentado de tantas maneras beber del manantial de la
libertad: no he podido. Nadie hasta ahora ha podido salvar mi alma de su deseo
de soledad. Amo esta tristeza que me consume con el paso de los días en el
fuego de este sueño que conduce al abismo de la muerte>>
Tras oír esto el rostro del
anciano mostraba una expresión de profunda compasión, dijo entonces: <<Oh
hermano Ernesto, veo en tu pasado. Contemplo la cruz que tu mismo te obligaste
a llevar para defender la idea cuyo seguimiento permite la supervivencia de lo
más noble que es capaz de guardar en su interior el alma humana. Digno eres de
misericordia, Ernesto, y os aseguró que haré cuanto pueda para que vuelvas a
abrazar la libertad>> Dijo entonces Ernesto: <<¿Pero habré de
esperar mucho, hermano mío?, ¿Habré acaso de tener que sufrir el día en que mi
alma ya no quiera la libertad? Ojalá que no, ya que entonces no obtendríais la
clave y yo no se que sería de mí>>. Respondió el anciano: <<Calma,
amigo, todo se determinará hoy, todo. Yo y mi grupo oraremos por ti. Solo te
pido que me ayudes trayéndolos a este lugar>> El psiquico aceptó pero
antes le dijo: <<Tu que me conoces a mi y a mi familia. Ve por favor y
con tus propias manos y las herramientas necesarias, escribe en la tumba de mi
difunto hermano la carta que te daré. El siempre quiso que tú la escribieses en
su tumba, decía que Dios se la envió a través de San Gabriel, del cual mi
hermano era devoto. Te tenía gran estima y admiración, por eso me pidió que te
encomendase la tarea de escribirla en su lápida. Quería hacer de ella su
epitafio>>.
Entonces le dio una carta que
decía lo siguiente:
A
ese hombre feliz.
A aquel que ha vuelto
a ser un niño para reír jugando entre los verdes pastos,
que recordó como verme
en los rayos del sol y en el agua que canta entre las rocas de un arrollo.
A aquel que redescubrió lo emancipadora que
puede ser la imaginación.
A él, a él que volvió
a la dulce candidez de vivir en la paz de un eterno presente.
A él le regalo el
canto de las aves y la risa de los niños;
la belleza de las
nubes y la serenidad de las estrellas.
A él le pido que
predique el canto de la inocencia
y la voz dorada de la
gratitud constante;
el mensaje alegre de
la primavera
y el reposo
inquebrantable del invierno.
De su retorno a mi
morada me complazco,
porque al cielo le ha
abierto de par en par
las puertas de su
tierno corazón.
Superó esa tristeza
enemiga que se levantaba
como muro entre sus
ojos y el jardín de la verdad,
despertó del sueño
mundano que es la vejez
de sentirse un hombre
herido.
Recordó la dicha de
soñar sin anhelar
y la hermosura de
creer en la bondad de la gente.
A ese hijo mío que ha
despertado a la vida.
Atentamente: Dios.
Transcurrido ya un día, todo se había aclarado. Así
aconteció que un sábado en la mañana estábamos de nuevo reunidos con Ernesto.
Conversamos amenamente e incluso jugamos ajedrez. Ernesto sabía que Dios había
aceptado salvarlo, solamente tenía que esperar hasta el mediodía. Las horas
pasaron y el mediodía llegó.
Empezaron a aparecer columnas de luz que surgían del suelo y
se prolongaban hacia arriba de forma indefinida y aparentemente ilimitada; eran
todas de color verde claro y brillante. Entonces de repente un pequeño arco
iris se poso encima de Ernesto, aparecieron muchas palomas blancas en el cielo
celeste. Todas volaban hacia el sol y el sol resplandecía más hermoso y vivo
que nunca. En el aire se escuchaba una música alegre y hermosa.
Al ver todo aquello Ernesto se emocionó profundamente, miró
al sol y dijo: << ¿Cómo habré de reflejar en palabras el inefable brillo
de tu áurea libertad? ¿Cómo ocultarle a mi alma, que es tu alegría la flor más
bella de este día?>> Luego de decir eso, Ernesto se volteó hacia nosotros
y dijo: <<La clave es PEARLS>>. Después de darnos la clave
desapareció misteriosamente. Dos horas después llegamos al Castillo de Sangre.
A primera vista parecía un castillo común y corriente
asentado en medio de un lugar árido y montañoso. Atravesamos la puerta
principal y vimos un gran salón hexagonal con una mesa hexagonal a la cual se
sentaban a comer seis ogros. Sobre la mesa estaba atada y viva una mujer
desnuda y alrededor de ella había platos con frutas y entremeses, ingredientes
como pimienta y orégano y otras cosas más.
Uno de los ogros dijo: <<Dividamos su cuerpo en seis
partes y dejemos que la suerte decida. Cada cual lance su dado. La cabeza es
uno, el brazo derecho dos, el izquierdo tres, el tronco cuatro, la pierna
derecha cinco y la izquierda seis>> Lanzaron suertes y uno de los ogros
exclamó inconforme: << ¡Siempre una maldita pierna!>>. Entonces
agarró el cuchillo y lo clavó violentamente en el muslo izquierdo de la mujer.
La mujer gritó y uno de los ogros dijo: << ¡Eso es autentica música
muchachos! ¿Qué más quieren?, música y comida. ¿No es magnífico?>>.
Entonces los demás rieron y el ogro que antes se había quejado dijo: <<Tu
siempre tan cómico, Jaime>>.
Yo estaba atónito y el anciano mostraba indignación.
Recuerdo que me advirtió de que no me manifestara de forma alguna, que era
mejor permanecer invisible o su plan se echaría a perder. Le pregunté cual era
su plan y me dijo que pensaba seguir al ogro llamado Jaime, ya que aquel era el
único que conocía el paradero de la puerta y que si lo seguíamos veríamos que a
las doce de la noche se dirigiría a la puerta para contemplarla un rato. Yo
entonces asumí que el ogro no sabía la clave, puesto que si la supiera no
tendría mucho sentido haberla preguntado a Ernesto, no obstante decidí
preguntarlo y confirmé que mi supuesto era real.
Llegadas las doce de la noche lo seguimos hasta donde estaba
la puerta de entrada al Cono Azul. Entonces el anciano me dijo: <<No
pronuncies la clave hasta que Jaime se halla ido, obsérvalo y escúchalo>>
Hice lo que el anciano me dijo y pude ver que Jaime sacaba una bola de cristal
de un cofre, prendía tres velas negras e invocaba a Lucifer ofreciéndole
algunas hostias para un ritual satánico a cambio de que le permitiese escuchar
a un tal Alfonso.
Yo pregunté al anciano quien era Alfonso y el anciano me
dijo: <<Alfonso es aquel que corrompió a Jaime cuando era un niño, lo
convenció de la doctrina de la predestinación, de que él (Jaime) era un ser
predestinado al infierno y de que Dios no estaba en su alma. No obstante Jaime
era muy bueno y eso no bastaba para convencerlo de obrar el mal. De modo que
Alfonso se encargó de granjearse su odio hasta tal punto que Jaime llegó a
proyectar ese odio contra la vida misma y todos los seres vivos. Solo la razón
le limitaría para obrar el mal en determinados contextos. Alfonso por su parte
no era realmente malo, simplemente era un hombre confundido y lleno de ideas
erróneas, el creía que era su deber el hacer que los condenados obrasen de la
peor forma posible.
Pero eso no es todo: Jaime ha estado espiando a Alfonso
mucho tiempo y sabe que hoy morirá y cree que será llevado al infierno>>
Observamos que el ritual daba resultado y en la bola de cristal aparecía
Alfonso enfermo y con un papel escrito con su sangre en el cual se leía:
Muere el día y de su
cadáver brota
infame el gusano de la
noche;
marchita mi alma, ya
la muerte
sus parpados besa.
Allí en el jardín de
los muertos, allí sembraré margaritas con las esperanzas que no conocieron la
gracia de realizarse cuando la sangre aún corría por mis venas.
Allí esperaré
eternamente a que tus ojos se complazcan en mirarme y tu mano se tienda
generosa para ofrecerme alguna migaja de amor.
Pasaron unos segundos y Alfonso empezó a llorar y a agonizar
de dolor físico y mental. Entonces Jaime se reía a grandes carcajadas,
disfrutaba del dolor de Alfonso y su alegría era enorme. De pronto en la bola
de cristal se veía que Alfonso luego de morir aparecía en una especie de lugar
en que todo era gris y una voz le decía: <<Permanecerás aquí un tiempo y
después reencarnarás>> Al oír esto Jaime se indignó y gritó: <<
¡Noooooooo!>> Después tomó la bola y la arrojó contra el piso; la bola se
rompió en mil pedazos de vidrio. Luego de eso Jaime maldijo a Lucifer y a Dios,
tomó las tres velas, se derramó encima un frasco de aceite, se prendió fuego y
se revolcó encima de los pedazos de vidrio mientras gritaba: << ¡Injusticia,
injusticia!>> Así murió.
Después de eso el anciano me dijo que yo debía continuar
solo, por mi parte acepté y le agradecí la ayuda que me había dado. Desapareció.
Después yo pronuncié la clave ante la puerta e instantáneamente se abrió.
Aparecí flotando en un espació negro y aparentemente ilimitado, en el cual se
veía a lo lejos dos inmensos rombos de fuego morado entrelazados entre sí, era
algo sorprendente y un tanto aterrador.
De pronto sentí que una fuerza desconocida me arrastraba
hacia aquel signo de fuego. Inevitablemente llegué a estar frente aquella
formación de fuego. Parecía que sería absorbido en el fuego pero de repente la
fuerza que me arrastraba se detuvo y apareció frente a mi una mano flotando.
La mano era más grande que un ser humano, era completamente
negra y tenía miles de ojos de color verde-esmeralda en su superficie. Permaneció quieta unos segundos y luego me
señaló con el índice. Entré en una especie de trance y por mi mente pasaba la
imagen de una playa en que el mar era de sangre y el suelo de la playa era de
cadáveres. Habían muchos remolinos en el mar y habían hombres sin rostro, vestidos
de negro y devorando los cadáveres que formaban el suelo. Después había un
anciano ciego y vestido de gris. Perdido en un laberinto de espejos y llorando
sin cesar. Finalmente había una planicie de césped en la que no se veía animal
alguno y había un solo árbol a la sombra del cual había un ángel sentado. El
ángel era rubio, joven y de ojos de color azul profundo. Era de noche y el
ángel sostenía una copa de cristal en su mano derecha. La copa contenía agua y
en la superficie de dicha agua se veía la imagen de un sol dorado rodeado de
nubes blancas y un cielo celeste. El ángel tenía la mirada fija en la copa.
Después de eso me liberé del trance y aparecí flotando en un
cielo azul en el que no se veía nube alguna. Había enormes cilindros de roca
flotando, los cuales tenían puertas y ventanas. Eran en efecto torres
flotantes. Entré en una de ellas y pude notar asombrado que me había
materializado de nuevo, ya no era un fantasma. Contemplé alrededor y observé
que había una escalera en espiral y que a los lados alumbraban unos candelabros
de fuego verde.
Trepé las escaleras hasta llegar a la parte más alta de la
torre. Allí me encontré una estatua negra que representaba a un hombre con
sombrero de copa y traje solemne y fúnebre. La parte en que el hombre estaba
sentado presentaba una gran particularidad: estaba la mitad izquierda a oscuras
y la derecha iluminada. La raya de división dividía en dos la estatua. También
la estatua sostenía un péndulo que oscilaba entre la parte oscura y la parte
iluminada. El péndulo tenía escrito: ¨ ser humano ¨. La estatua tenía los ojos
de vidrio, de modo que decidí mirar a través de ellos. Pude ver que la estatua
estaba hueca y que por dentro había un montón de hormigas grises trepadas sobre
la copa de un árbol en miniatura. Las hormigas no se movían y parecían ser
simples objetos. Sin embargo de pronto una de ellas pegó un grito diciendo: <<¡Soy
un alma condenada a vivir en una estatua!>> Así mismo las otras empezaron
a decir cosas parecidas.
Evidentemente aquel suceso real era una metáfora de la
condición moral del ser humano en términos generales. El hombre, ese animal
racional, ese ser que oscila entre el bien y el mal, entre la racionalidad y la
irracionalidad. Ese ser condenado a permanecer esclavo de sus más infranqueables
limitaciones. Ese pobre protagonista de la tragedia que es vivir en la prisión
de las más dolorosas dualidades existenciales. Ni ángel ni demonio. ¿Quién
podrá decir que se está más allá del bien y del mal?
Luego de ver eso una luz blanca me rodeó y aparecí de nuevo
en el cielo azul. Otra vez era un fantasma. No obstante algo había ocurrido en
mí. Me sentía diferente, sentía un ansía enorme de ser purificado a través del
sufrimiento y la agonía; una sed extraña y macabra ardía en lo más profundo de
mi corazón. Necesitaba de la oscuridad, requería ser uno con ella. A Dios
gracias me hallaba en un lugar demoníaco. Era hora de reír con aquellos
demonios, de gozar junto a ellos del espectáculo que dan los hombres al ser
como gusanos que en la noche se arrastran en pos de una lejana luz que titila
repitiéndoles su nombre en el interior de su conciencia. Allí, en algún lugar
por ahora desconocido, mi alma intuía la voz del miedo llamándome.
Avancé a la siguiente torre: entré. Allí de pronto me hallé
en una habitación heptagonal hecha de espejos. Miré arriba y me observé con
facciones de ángel, resplandecía y era más hermoso que la más diáfana mañana;
miré abajo y la fealdad de mis rasgos me hizo desviar con espantó mis ojos
atónitos. Miré a cada uno de los siete lados y nada se reflejaba.
De pronto escuché algo que parecía venir de atrás de uno de
los espejos laterales. Me acerqué y constaté que el espejo era un pasadizo. Al
otro lado del espejo había un corredor oscuro apenas iluminado por unas
pequeñas llamas flotantes con un color verde muy pálido.
Atravesé el corredor y al final me encontré con una especie
de enano desnutrido, viejo, monstruoso y arrugado. Sostenía una serpiente en su
mano derecha, fumaba y tenía agujas clavadas por todo el cuerpo. A su alrededor
habían muchas palomas blancas muertas en el piso, fijadas con clavos a la pared
y al techo y algunas aún tenían la sangre fresca pues habían muerto hace poco.
El enano al verme preguntó: << ¿Dónde se ha ido
Dios?>>. Yo le respondí: << ¿Qué te impide ver que sigue
aquí?>>. Entonces me miró con tristeza y un par de lágrimas rodaron por
sus mejillas, después intentó suicidarse pero un demonio repugnante lo detuvo y
se lo llevó a un cuarto de torturas.
Luego de aquello pasó un rato y me llevaron a la fuerza para
ser ahorcado. Al morir volví a aparecer en aquel cielo azul en el que había
torres flotantes. Otra vez era un fantasma. De aquella experiencia formulé la
hipótesis de que lo más probable era que en general me materializase cada vez que
entrase a alguna de aquellas torres flotantes y que si moría dentro de la
torre, regresaría de nuevo desmaterializado a este cielo azul.
Así transcurrieron los días, perdía mi tiempo inútilmente
recorriendo todas las torres que alcanzaba a recorrer de aquel cielo azul.
Pasaron años y yo no perdía la esperanza, seguía buscando y exponiéndome al
dolor. Todo con la esperanza de hallar algo que me hiciese avanzar en mi
intento por liberar a los guías restantes. Había pasado por tantas experiencias
horrendas, había visto y sentido cosas inefables y había llegado a conocer
tanto a cerca de la naturaleza del sufrimiento, me había acostumbrado a vivir
un calvario cotidiano y había llegado a perder el miedo por toda forma
imaginable. Había aprendido tanto y sin embargo no entendía el sentido de la
vida, no sabía quien era, no me respondía de donde vengo y a donde voy. Había
llegado a vivir como un autómata, me había transformado en un apático y cínico
gusano, en un ser que veía y sentía cada minuto de existencia como un fiel
paradigma de lo absurdo.
Un día entre tantos otros se acercó una paloma negra y me
dijo: << ¿Sabes? La Bestia Roja ha sido liberada y no hay nada que puedas
hacer para salvar a este universo, eres un perfecto don nadie. ¿Acaso pretendes
orar? Si quieres puedes hacerlo. Ya no hay necesidad de que fuerzas externas
intervengan para que tú sufras. ¿Acaso no lo ves? Tu estado de conciencia
actual es el infierno en uno de sus niveles. >> Dicho aquello, la paloma
negra desapareció.
Fue entonces que un montón de visiones acudieron a mi
cabeza, podía ver a todas las multitudes como sujetas a la tiranía del pecado,
podía ver a todas aquellas criaturas en un universo sin Dios. No obstante Dios
ya no me importaba, había hablado tantas veces con él, siempre en forma de
monologo, siempre lanzando mis preguntas destinadas a obtener el silencio como
respuesta. ¿Existe Dios? Por ahora no me interesaba si existía o no existía, me
daba igual. Pero continuando con mis visiones os diré que observé toda clase de
atrocidades. Nada de lo que observé me movió a compasión, nada me tocó los
sentimientos. Su vida me era tan indiferente como la mía.
No obstante llegó un momento en que en mis visiones
aparecían hombres y mujeres en su vida cotidiana, sin hacer algo que llamase la
atención. No obstante los observé con detenimiento y noté que en su aparente
serenidad ocurría lo mismo que yo vivía. ¡Eran victimas del sentimiento de
vació! En ese instante todo se transformó dentro de mi: me sentí identificado
con ellos, ya no solo pensaba, sino que sentía como todos habíamos sido
abandonados en las manos crueles de la existencia propia de un ser libre e
imperfecto.
En ese momento experimenté compasión y amor por todos
aquellos seres. En ese momento el infierno desapareció. Pasaron pocos minutos y
todo volvió a la normalidad; transcurrieron los días y yo seguía viviendo con
el alma vestida de gris. No obstante un día llegue a experimentar un gran
sentimiento de paz, miré a mi alrededor y me invadió la certeza de que solo
existía yo y un ser omnipresente. Aquella certeza no era una certeza
cualquiera, no surgía de la razón, sino de lo más profundo de mi alma; podría
hallar mil argumentos contrarios y sin embargo esa fe seguiría allí. Desde
aquel día todo cambio para mí. Cada día lo vivía con la convicción de que solo existíamos yo y
Dios. Yo y ese ser que se manifestaba a través de lo que hasta ahora he
convenido en llamar <<el universo>>.
Un día sin embargo todo se volvió blanco a mí alrededor. Luego
me hallé en un hermoso paisaje, mas no era cualquier paisaje. Era uno de los
paisajes que solía crear de niño en mi imaginación: tenía fragatas que surcaban
el cielo nocturno, hermosas construcciones flotantes alrededor de un palacio en
el aire, estrellas de diversos colores, luna llena y una gran aurora. También
me había convertido en un tipo de ángel.
Pasaron los días y seguí viendo otros paisajes y criaturas
que mi imaginación había creado, como también seres, lugares y situaciones
creados por otras mentes y que a mí siempre me hubiese gustado que fuesen
realidad. Recuerdo que todas las personas que hallaba eran santas y felices y que
había llegado a conocer amistades que en la Tierra jamás hubiese hallado.
No obstante sabía que eran seres irreales, que al igual que
todo lo que veía, lo que había visto y lo que vería, no era más que mera
ilusión. Los únicos seres éramos yo y Dios; todos los otros seres no eran más
que manifestaciones de Dios desprovistas de existencia intrínseca. ¿Y que
significaban todas estas cosas que vivía? ¿Dónde estaba? Me respondí que estaba
en el cielo y que el cielo no era más que la realización de la esencia de los más profundos deseos e ideales del
lado positivo de nuestra subjetividad.
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