jueves, 21 de abril de 2011

El sabio-encantador Cide Hamete Benengeli

 


(autor: Luis Miguel Alcívar Alemán)


Encantador desenmascarado


El número de ocurrencias que promueven la presencia de hechiceros en El Ingenioso Hidalgo Quijote de la Mancha es más tangible en la segunda parte. Casos de encantamientos, encantadores y encantados se multiplican en el segundo Quijote y cada vez que ocurre un acontecimiento o hecho inexplicable para el caballero andante éste les atribuye la causa a los encantadores. El ejercicio comprenderá desenmascarar al autor ficticio de la novela, sus motivos, poderes y debilidades, pero antes aclarando ciertas diferencias entre otros enemigos del mismo gremio.

Encantamientos y locura

La presencia de los encantadores alimenta de cierta manera la locura del Quijote, al atribuirle razones fantásticas a los acontecimientos de los cuales Don Quijote desconoce la causa. Este recurso es ejecutado por los personajes cercanos al Quijote, entre ellos el cura y sancho, que de cierta forma creen que con designar a un artífice fantástico calmarán al impredecible Don Quijote. Cito un fragmente del episodio de la quema de libros:

Uno de los remedios que el cura y el barbero dieron, por entonces, para el mal de su amigo, fue que le murasen y tapiasen el aposento de los libros, porque cuando se levantase no los hallase -quizá quitando la causa, cesaría el efecto-, y que dijesen que un encantador se los había llevado, y el aposento y todo; y así fue hecho con mucha presteza. (I, 7)

Este y muchos otros sucesos aportan a la locura del Quijote que se da una seguridad del mundo de ficción que lo rodea y asecha. Sin embargo este engaño también pude manifestarse de manera negativa a su locura, llevando el impulso del delirio hacia el otro extremo, al de la razón. Por ejemplo tenemos el desencantamiento de Dulcinea; contraproducente por las exigencias requeridas para el desencantamiento y todo el tiempo que transcurre sin conseguirse el objetivo. El encanto de Dulcinea y su proceso afligen al Quijote y desmorona cada vez más a una figura caballeresca en declive. Es ahí cuando Dulcinea se convierte en una enemiga del Quijote, en momentos deja de ser la idealizada y fuente de aliento e inspiración de Don Quijote para asumir un papel de un puñal que va desangrando lentamente al caballero andante.

Los encantadores y sus niveles

Son varios los significantes que aluden al encantador en toda la obra, nombres como diablo, raza maldita, sabio, hechiceros, mago, escondido, embustero, mal viejo, etc. No sabemos exactamente cuántos son los encantadores que acosan al Quijote pero sí tenemos un nombre lanzado por el mismo protagonista y es El sabio Frestón. El Quijote asegura que éste es su gran enemigo y causante de sus males y el más sospechoso de los acusados para desenmascarar al verdadero autor del Quijote. En la primera parte estos encantadores no se manifiestan físicamente, sino que son aludidos por los personajes como los causantes de hechos inexplicables ante los ojos del Quijote como excusa dentro de la ficción del relato.

Puntos débiles del encantador

Los aspectos intocables para cualquier hechicero, e incluso si se trata del autor de la obra, derechos que van más allá del poder manipulador universal del encantador, las rigurosas e inmortales características de un personaje en movimiento:

Primer punto débil: El amor
Tomo nuevamente una cita pero esta vez de la segunda parte en la que el Quijote da testimonio de su amor incansable hacia su señora Dulcinea. Cito el inicio del capítulo 48 de la segunda parte, una charla entre Doña Rodríguez y el Quijote acerca del desenfrenado amorío de Altisidora y la no correspondencia del caballero. 

-No -dijo creyendo a su imaginación, y esto, con voz que pudiera ser oída-; no ha de ser parte la mayor hermosura de la tierra para que yo deje de adorar la que tengo grabada y estampada en la mitad de mi corazón y en lo más escondido de mis entrañas, ora estés, señora mía, transformada en cebolluda labradora, ora en ninfa del dorado Tajo, tejiendo telas de oro y sirgo compuestas, ora te tenga Merlín, o Montesinos, donde ellos quisieren; que, adondequiera eres mía, y adoquiera he sido yo, y he de ser, tuyo. (II, 48)

La convicción del hidalgo no se ve corrompida por la tentación de Altisidora. Ninguna clase de magia logra apagar el ferviente deseo amoroso del Quijote, el amor imparable del personaje se encuentra fuera del rango de alcance del encantador.

Segundo punto débil: Valentía
El Quijote de la primera parte demuestra un grado supremo de valentía al no temer a la presencia de las desdichas que le tienen preparado los encantadores.

—...Aunque bien sé que no hay hechizos en el mundo que puedan mover y forzar la voluntad, como algunos simples piensan; que es libre nuestro albedrío, y no hay yerba ni encanto que le fuerce. (I, 22)

Palabras fuertes para un caballero valeroso, pero recordemos que esa fortaleza se convierte más luego en su debilidad cuando empieza el declive del Quijote en la segunda parte. Este segundo punto débil no lo considero igual de  importante que el primero por el simple hecho del quiebre del personaje en la segunda parte.


Los poderes del encantador radican en el flujo de la historia, ellos tiran de los cables para que así los personajes realicen o no acciones específicas. Este poder sobre la obra que es tan amplio recorre hasta el pensamiento colectivo de los personajes sobre la importancia de creer en los encantamientos y hechiceros, este convencimiento se transforma en un arma que atenta contra la locura del Quijote, manipulándolo al antojo del que usa esta arma autorizada por el encantador.

Luego, en la segunda parte del Quijote encontramos a encantadores cuasireales – cuasificticios, o sea encantadores que de por sí son ficticios, interpretados por personajes de la obra que recrean la imagen del encantador. En este segundo nivel entra el personaje de Merlín, considerado como un personaje más dentro de la clasificación formal de personajes del Quijote de la Mancha.

“Aquél francés encantador”

Merlín es la siguiente clave. El Merlín histórico no tiene nada de francés. Un hechicero materializado, presente en la segunda parte pero que simplemente una máscara, un disfraz que pretende ser el mago encantador. Con una figura enigmática y diabólica sentencia la inacabada tarea de desencantar a Dulcinea, siendo de esta manera uno de los grandes mártires que llevará el Quijote desde ese punto en adelante.

Yo soy Merlín, aquél que las historias dicen que tuve por mi padre al diablo (mentira autorizada de los tiempos), príncipe de la Mágica y monarca y archivo de la ciencia zoroástrica, émulo a las edades y a los siglos, que solapar pretenden las hazañas de los andantes bravos caballeros a quien yo tuve y tengo gran cariño. (II, 35)

Merlín muestra respeto al caballero andante y de igual manera el Quijote aunque algo desafiante por el asunto que envuelve a su Dulcinea se mantiene atento en presencia del ¿encantador enemigo? o ¿desencantador amigo? A pesar de ser una jugarreta planeada por la Duquesa, este episodio deja en duda la función del mago. Pero a continuación hablaré de un tercer acusado y tal vez el verdadero enemigo del Quijote. 

El Sabio encantador Cide Hamete Benengeli

Son varias las pruebas que me llevan a pensar que el gran historiador Cide Hamete Benengeli es un encantador que mueve a toda esta entramada historia. El mismo Quijote ha señalado y cuestionado en varias ocasiones al presunto autor de esta historia, el que mueve los hilos cual titiritero embustero.

Un primer testimonio de Cide Hamete como un encantador se puede encontrar en el primer capítulo de la primera parte:

—¡Oh, tú, sabio encantador, quienquiera que seas, a quien ha de tocar el ser coronista desta peregrina historial ¡Ruégote que no te olvides de mi buen Rocinante, compañero eterno mío! (I, 2)

Y en la segunda parte también se da un discurso similar:

—Yo te aseguro, Sancho -dijo don Quijote-, que debe de ser algún sabio encantador el autor de nuestra historia; que a los tales no se les encubre nada de lo que quieren escribir. (II, 2)


El Quijote cuestiona la identidad del autor de la historia y se la atribuye a un encantador que es sabio y escribano. Estas facultades hacen al encantador-autor una entidad apta para plasmar la historia. Un encantador crea la ilusión, lo que no es de por sí real o posible, pero el encantador cumple los requisitos para establecer la realidad dentro de la escritura.

La siguiente cita pone de manifiesto el poder de la escritura atribuido al encantador-enemigo que le sigue el paso a Quijote:
-—No sé -respondió el ama- si se llamaba Frestón o Fritón; sólo sé que acabó en tón su nombre.
—Así es —dijo don Quijote—; que ese es un sabio encantador, grande enemigo mío, que me tiene ojeriza, porque sabe por sus artes y letras que tengo de venir, andando los tiempos... (I, 7)

Aquí está Frestón, lo mencioné al comienzo brevemente, pero su importancia en realidad es grande en este tratado, por la equivalencia analógica que se hace entre el encantador, el escribidor, enemigo y moro. Estos atributos se ven más marcados en las siguientes citas, la primera dicha por Don Quijote y la segunda por Sancho que teme del poder del encantador que acecha a su amo. El episodio se da lugar en la venta de Juán Palomeque:

Por donde conjeturo que el tesoro de la fermosura desta doncella le debe de guardar algún encantado moro, y no debe de ser para mí.

—Señor, ¿si será éste, a dicha, el moro encantado, que nos vuelve a castigar, si se dejó algo en el tintero? (I, 17)

El diálogo continúa y Don Quijote niega en esta única ocasión que el encantador sea un moro debido a que (según el Quijote) los encantadores nunca se dejan ver, pero Sancho replica diciendo que este moro encantador tiene que manifestarse de alguna manera, aunque sea indirectamente.

 Conclusión

No me aventuro a decir que este autor-encantador-moro se comprende dentro del nivel metadiegético del narrador en su totalidad. Tampoco estoy cien por ciento seguro si este personaje-narrador cabe en lo intradiegético, en esa categoría califica más bien un Watson. La misma ausencia física del encantador hace imposible seguirle el rastro para así definirlo completamente. El autor, comprendido en todos sus niveles, facetas y disfraces se escabulle siempre de la verdad. Esta ensoñación mentirosa, artificio divertido del que lleva a cabo esta obra permanece en las sombras; únicamente, y como ya lo dije, tirando de los cables creando así movilidad para crear la oposición dentro del relato ya que sin oposición no hay trama. Por lo tanto creo yo indispensable la presencia de los encantadores en el Quijote, de no ser así esta historia sería imposible.   


















BIBLIOGRAFÍA


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