martes, 7 de septiembre de 2010

Ensayo (del autor del blog) introductorio al teatro del absurdo




“en la repulsa de la trama se realiza el reconocimiento del hecho de que el mundo es un nudo de posibilidades y de que la obra de arte debe reproducir su fisonomía”
(Humberto Eco)


Breve introducción al Teatro del Absurdo


El término ‘teatro del absurdo’ ―utilizado por primera vez por el crítico Martín Esslin en 1962 para clasificar la obra rupturista de ciertos dramaturgos de los cincuenta (s.XX) que habían reaccionado contra el teatro tradicional― designa, en esencia, una forma de hacer teatro que: a) muestra una reacción generalizada contra el teatro realista y su base de caracterización psicológica, b) suele romper la estructuración coherente, c) presenta obras que crean sus propios modelos de lógica interna, d) muestra desinterés por narrar historias y más bien se centra en exponer situaciones, e) tiene un fuerte rasgo existencialista, f) transmite la realidad por medio de símbolos, g) suele desarrollar diálogos reiterativos e inarmónicos en su fluir, h) sus tramas parecen carecer de significado y a veces suelen crear atmósferas oníricas, i) presenta una actitud cuestionadora hacia el hombre y la sociedad, j) suelen abundar, en sus obras, la incoherencia, el disparate y lo ilógico, k) sus autores, mediante el humor y la mitificación, escondían lo que en el fondo era una actitud muy exigente hacia su arte.
            Ahora bien; el término, que abarca sobre todo[1] obras escritas por dramaturgos estadounidenses y europeos durante las décadas de 1940, 1950 y 1960, es, en el plano de su fondo filosófico, indisociable de la Filosofía del Absurdo[2]: de allí su falta de tensión, sus repeticiones, la falta de caracterización psicológica de sus personajes en el sentido realista y su recurrir constante a los sinsentidos, todo como para querer aludir a la insignificancia inherente a la vida humana que la Filosofía del Absurdo predicó.
            ¿Pero que habrá motivado el surgimiento del Teatro del Absurdo que, como sabemos, es solo una de tantas manifestaciones de las vanguardias artísticas que surgieron por aquellas mismas décadas y que, al igual que el Teatro del Absurdo aunque con distintas formas e intensidades según el caso, manifestaron una tendencia general a la ruptura con los cánones conceptuales que emanan de la proyección de la razón en el terreno del arte? Como repetidas veces se ha oído, el arte nunca surge aislado de su contexto y ha respondido, responde y responderá siempre en alguna forma o medida a las condiciones de su entorno: sea que se trate de una manifestación modernista encasillada en la categoría de “el arte por el arte” o de un cuadro abstracto de Piet Mondrian, las características de la obra siempre tendrán, implícita o explícita, una posición ideológica[3] ante el entorno humano circundante. Concretamente en el caso que nos atañe, sabido es que en multitud de escritos y discursos se ha expresado la relación de dichas vanguardias y, sobre todo de aquellas que expresan escepticismo y decepción frente a la naturaleza humana y el sentido del hombre en el mundo, con la destrucción causada por las dos guerras mundiales aunque principalmente, como resulto obvio, con la segunda guerra mundial en la cual sucedieron cosas tan nefastas como lo de Iroshima y Nagasaki que motivó aquella tan conocida frase de Einstein de “Dos cosas son infinitas: el universo y la estupidez humana. De la primera afirmación no estoy seguro”. En consecuencia, creo que resulta bastante clara la conexión entre dichas guerras y la motivación del nacimiento del Teatro del Absurdo en tanto elemento de una reacción ideológica general que, al igual que muchas reacciones ideológicas, se manifestó en el terreno del arte.
            Podemos así pensar en el ejemplo paradigmático de Esperando a Godot; el cual, a pesar de no presentar ninguna alusión directa a las guerras, si presenta aquella posición dolida y cuestionadora ante la condición humana: ‹‹¿Habré dormido mientras los otros sufrían?¿Acaso duermo en este instante? Mañana, cuando crea despertar, ¿qué diré acerca de este día? [...] ¿Qué habrá de verdad en todo esto? [...] El aire está lleno de nuestros gritos, pero la costumbre ensordece››, nos dice Vladimir (uno de los dos vagabundos protagonistas[4]) en el segundo acto.
            Dejando dicha obra de Beckett, un ejemplo posterior, en que no solo que la crítica asume un objeto menos general (el fascismo) sino que además se observa la tendencia estética[5] a lo onírico que a veces mostró el Teatro del Absurdo, sería sin lugar a dudas El Rinoceronte de Ionesco[6]. Cito pues un fragmento muy representativo en el cual, a partir de un diálogo en torno al problema de quitar dos patas habiendo dos gatos, se alude a la injusticia social y, en términos más generales, a la ausencia de sentido (no de causa) de la desigualdad humana:

EL CABALLERO (al lógico): Primera posibilidad: uno de los gatos puede tener cuatro patas y el otro dos. […] 
EL LÓGICO (al caballero): Tiene usted dotes; basta con hacerlas valer. […]
EL LÓGICO (al caballero): ¿Y las otras soluciones? Con método, con método… (El caballero empieza de nuevo a calcular). […] 
EL CABALLERO(al lógico): Puede haber un gato con cinco patas… […]
EL CABALLERO(al lógico): Y un gato se queda con una pata. Pero, entonces, ¿seguirán siendo gatos?
EL LÓGICO (al caballero): ¿Por qué no? […]
EL CABALLERO(al lógico): Quitando dos patas de las ocho que tienen los dos gatos… […]
EL LÓGICO (al caballero): Podemos tener un gato con seis patas… […]
EL CABALLERO(al lógico): Y un gato sin pata ninguna. […]
EL LÓGICO (al caballero): En ese caso, habría un gato privilegiado. […]
EL CABALLERO(al lógico): ¿Y un gato despojado de todas sus patas, desclasado? […]
EL LÓGICO: Lo cual no sería justo. Ergo, no sería lógico. […]
EL CABALLERO(al lógico): ¿No sería lógico? […]
EL LÓGICO (al caballero): Porque la justicia es la lógica. […]
EL CABALLERO(al lógico): Ya comprendo; la justicia… […]
EL LÓGICO (al caballero): El espíritu se le va iluminando. […]
EL CABALLERO(al lógico): Además, un gato sin patas… […]
EL LÓGICO (al caballero): ¡Ya va usted haciendo progresos en lógica!

Así, de este pesimismo antes visto nos dice Marta Macho Stadler[7] que: ‹‹Este pesimismo es una de las señales del teatro del absurdo, que pone en escena obras sin sentido aparente, con diálogos reiterativos y disparatados, con ambientes sofocantes y carentes de secuencia dramática.››. O ya, refiriéndose (la misma autora antes citada) a Ionesco puntualmente, afirma que: ‹‹Las obras de teatro de Ionesco describen la banalidad del ser humano, que vive sumido en un mundo contradictorio en el cual las personas no consiguen comunicarse.››. Aunque, si queremos hacernos una idea particular sobre la obra antes mencionada, Marta nos dice que: ‹‹La obra tiene una clara influencia kafkiana (recuerda la transmutación sufrida por Gregorio Samsa, que se convierte en un escarabajo en “La metamorfosis” de Franz Kafka), y según los expertos la rinoceritis simboliza al fascismo que poco a poco invade a todo un pueblo: en la obra se critica el conformismo, la sumisión al poder, la conquista del colectivo sobre el individuo, cualquier forma de totalitarismo, etc.››
Por último, y aunque no se trate de teatro del absurdo en su forma pura sino más bien de una obra de la que se dice que “está a caballo entre el teatro del absurdo y el teatro de la crueldad[8]”, tenemos el ejemplo de Jean Genet, un autor del cual se ha dicho[9] que: ‹‹calificado de "autor maldito", estaba vinculado al teatro de "la crueldad" de Antonín Artaud: elige los personajes entre los amargados de la sociedad, y crea una estética en la que el sacrilegio, y el principio de la crueldad y la maldad, aparecen como una forma personalísima de religión y vinculación con lo trascendente. Una estética uncida de poesía y en la que el ritual es determinante. Su escritura escénica tiene fuertes conexiones con el teatro del absurdo››. Veamos pues un ejemplo de Las Criadas[10], la cual es su obra más famosa y la que según los críticos lo introduce en el teatro del absurdo:

Clara.- ¡Ah! Te refieres a... Muy bien. Amenázame. Insulta a tu ama. Solange, ¿te refieres, verdad, a las desgracias del señor? Tonta. No es éste el momento de recordármelo, pero de esta indicación voy a sacar gran provecho. ¿Sonríes? Luego lo dudas.

Solange.- No es éste el momento de exhumar.

Clara.- ¡Mi infamia! ¡Exhumar! ¡Qué palabra! Ya veo a dónde quieres ir a parar. Estás insultándome desde el primer momento, estas acechando el instante de escupirme a la cara.

Así pues, tras todo lo dicho anteriormente, creo útil, para terminar de darle al lector una idea introductoria sobre el Teatro del Absurdo[11], citar el ensayo El teatro del absurdo como subgénero dramático (su autor es Rafael Núñez Ramos). A saber:













[1] Digo ‘sobre todo’ porque ha habido importantes autores que, sin ser estadounidenses o europeos, han hecho teatro del absurdo: un ejemplo es el cubano Virgilio Piñeras y su obra Electra Barrigó
[2] La filosofía del absurdo, llamada en ocasiones absurdismo, establece que los esfuerzos realizados por el ser humano para encontrar el significado absoluto y predeterminado dentro del universo fracasarán finalmente debido a que no existe tal significado (al menos en relación al hombre), caracterizándose así por su escepticismo en torno a los principios universales de la existencia. Por ende propugna que el significado de la existencia es la creación de un sentido particular puesto que la vida es insignificante por sí misma, y que la inexistencia de un significado supremo de la vida humana es una situación de regocijo y no de desolación, pues significa que cada individuo del género humano es libre para moldear su vida, edificándose su propio porvenir.
[3] Aquí incluso calza la indiferencia pues esta nunca es una actitud aislada sino que es siempre elemento integrante de la mentalidad del individuo; la cual, inevitablemente, responde siempre en gran parte a las características de la sociedad en la que se encasilla el individuo en tanto que es un producto de la interacción del individuo con ésta.
[4] La vagabundez de los protagonistas puede interpretarse como una metáfora del hombre en general en tanto que ’vagabundo’ en el sentido de un ser que vaga por el mundo o la existencia sin lugar, propósito o rumbo fijo; además, obviamente, de llevar aquella pobreza existencial representada en la pobreza material de los vagabundos de la obra…
[5] La apertura estética, en este caso, se produce por la asimilación del elemento kafkiano; aunque, estando este e
[6] Éste fue, junto al antes mencionado  Samuel Beckett, el padre del teatro del absurdo, teatro en el cual él hace "de un texto burlesco, un juego dramático; y de un texto dramático un juego burlesco". No obstante, más allá de la mera ridiculización de situaciones banales las obras de Ionesco expresan, entre otras cuestiones, la soledad de los humanos y la insignificancia de la adoración a ídolos vacíos.
[7] En un artículo suyo puesto en la web de DivulgaMat
[8] La base en la que se inspira este movimiento teatral es la de sorprender e impresionar a los espectadores, mediante situaciones impactantes e inesperadas. Con esto se pretende dejar una huella en el espectador, que la obra lo marque.
[10] De esta obra, la misma fuente antes citada nos cuenta que: ‹‹Todo comienza como un juego de dos sirvientas. Una ceremonia inofensiva en principio, pero que lentamente se adentra en un laberinto de confusiones, mezclando, lo real con lo irreal, el "yo" propio con el "yo" del otro. Con estos complicados juegos de identidad siempre inacabados, se muestra lo difícil de la condición humana en las relaciones interpersonales, de la búsqueda del sentido de la realidad, en una realidad sin sentido››
[11] Lo cual ha sido en realidad la finalidad de este trabajo.

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