martes, 7 de septiembre de 2010

StarCraft fanfiction1

Nota: el presente texto fue el ganador al primer lugar en el concurso de redacción (en torno a StarCraft) que Blizzard organizó para América Latina en el 2010





Emboscada - León Amaro Mac-ClureI
Miré hacia ambos lados, todo lo que permitía mi visor. Quería comprobar que todo andaba bien, una vieja maña de todo veterano. Ya había realizado más de cinco desembarcos y había logrado zafar de ellos sin ninguna herida de importancia. Somos pocos los que pueden afirmar eso. Todo parecía normal, mis compañeros charlaban, fumaban y bebían desenfrenadamente.
Era el único momento en que un infante de marina tenía permiso para estas licencias durante su servicio. Después de todo era bien sabido que la mayoría de los pobres diablos que desembarcaban no emprendían el viaje de regreso.
Era la tónica de la guerra, mientras la carne de cañón arriesgaba su pellejo, las autoridades y peces gordos analizaban los avances y tomaban decisiones.

Por mí estaba bien, me parecía una muy buena forma de cumplir mi condena, después de todo no había nadie que conociera al viejo Bill y no lo respetara, y eso es mucho decir para alguien que jamás tuvo un nombre que ostentar.

Frente a mi estaba el loco Jack, el hijodeputa más valiente que había conocido.
 

En una ocasión lo había visto lanzarse a una barricada en medio de un asalto a una base de los insectos con una granada de fusión en la mano y una ametralladora humeante en la otra. Después de la explosión de luz lo había dado por muerto, y cuando fui a subirme a la nave de desembarco, era la mano del mismo Jack quien me había ayudado a subir a bordo. Sobre el casco lucía una quitinosa cabeza insectoide que me hizo caer de bruces al suelo de la nave, para risa de todos los que ya habían pasado por la broma. Desde ese día supe que había encontrado un nuevo compañero de cacería.

A su lado estaba Scorch, el bastardo más perturbado con el que me había topado jamás. Nadie sabía a ciencia cierta cual era su historia, pero habían muchas especulaciones acerca de su deforme cara. La historia más popular entre la milicia era que se la habían quemado los propios insectos en un asalto a las minas de deuterio de Mar Sara. Al parecer Scorch cumplía una condena allá. Probablemente por homicidio o violación, lo más común entre los mineros forzados.

La historia dice que Scorch se abrió paso a través de las hordas de insectos solo con un cuchillo de fusión, por lo que quedó cubierto de ácido que quemó su rostro y gran parte de su cuerpo. Debido a ese acto heróico lo condecoraron, lo pusieron en libertad y le ofrecieron alguna recompensa por su gesta (la cual fue transmitida en distintas versiones por las holo-películas de la red intergaláctica).

El solo pidió entrar a la milicia…

Y un arma más grande.
Scorch le dio un codazo a uno de los nuevos infantes que estaba a su lado, y cuando este le iba a responder, un compañero bastante sensato lo detuvo en seco y le indicó con los dedos de que no era buena idea.

El viejo Scorch ignoró a los jóvenes y siguó revisando su preciado lanzallamas como siempre lo hacía antes de desembarcar.

Estaba por cerrar los ojos y echarme a dormir cuando la puerta que daba a la cabina se abrió.
 

De buenas a primeras no pude creer lo que mis ojos me mostraban, sin embargo al escuchar los gritos de mis compañeros se me hizo evidente que no era una ilusión. Una chica, si, una chica! Había entrado en el compartimiento de descarga y claramente no era una piloto. Lucía un traje de asalto similar en confección al que todos llevábamos solo que este era de un blanco reluciente, que llegaba incluso a dañar los ojos si reflejaba una luz directa. Caminó entre las pifias y los gritos de todos y se sentó cerca del fondo en uno de los asientos vacíos.

Todos aullaban y vociferaban, la chica era hermosa, tenía unos exóticos rasgos y una mirada penetrante, sus labios eran abultados y bien delineados, de un rojo salvaje. Sus ojos eran color miel y todo en ella provocaba deseo, era imposible no imaginar lo que había dentro de ese traje. Mi corazón latía a mil por hora. Hace mucho que no veía una mujer en carne y hueso, y me parecía que jamás había visto una tan linda.

Fue Danny el que se envalentonó y tomó la iniciativa. Se acercó a donde se encontraba la mujer y sacándose el casco se sentó a su lado.
-¿Así que al final el alto mando pensó en nosotros y nos envió un regalito?

-Dijo esto y se dirigió al resto:

-¿No creen chicos que este es un buen lugar para divertirnos con ella?

Todos se rieron a coro y empezaron a gritar en aprobación a las palabras de Danny.

-Saltémonos las formalidades y hagámoslo aquí mismo, no soy pudoroso, y merezco ser el primero.

Apenas dijo esto, Danny se abalanzó sobre la mujer. La chica, sin siquiera dirigirle la mirada, detuvo su movimiento con un certero y pavoroso golpe en el rostro, sacudiendo su cráneo y enviándolo directamente al suelo. Su cuerpo se desplomó y cayó violentamente al piso.

Un silencio se apoderó de la cabina, y fue la misma mujer la que lo rompió, diciendo suave y tranquilamente:

-De verdad te merecías ser el primero. ¿Quién es el siguiente?
Todos estábamos paralizados; La violencia y lo inesperado de la escena, nos dejo boquiabiertos y no parábamos de ver a la mujer y al cuerpo de Danny que se agitaba espasmódicamente de dolor en el suelo.

Al ver que nadie tomaba la iniciativa, la mujer se arrodilló en el suelo y acercó sus manos al cuerpo de Danny. Un susurro de desaprobación comenzó a surgir en la tripulación y lo acallé con un movimiento de mi mano. En situaciones como está, el rango y el respeto se hacían valer por sobre la mera iniciativa.

No podía creer lo que estaba viendo.

De las manos de la mujer parecía salir una especíe de luz blanquecina que penetraba en el cuerpo de Danny, quien inmediatamente paró de sacudirse. Al cabo de solo un par de segundos la mujer se paró, miro a todos lados y al cruzar mirada conmigo se detuvo un segundo. Atiné a inclinar la cabeza y ella se volvió a sentar.

Danny se incorporó un poco mareado, y con la mano en su nariz. Tenía sangre por todos lados, pero se notaba que ya había dejado de manar de su herida. Se sentó como pudo, y solo el silencio que reinaba en la cabina permitió escuchar lo que murmuraba.

-Esa bruja me rompió la nariz y ahora la siento como nueva, incluso creo que respiro mejor que antes…

El resto del viaje fue silencioso. Algo que solía pasar antes de realizar el desembarco. Sin embargo el silencio de esta vez era distinto. La misteriosa mujer a bordo nos hacía sospechar de algo nuevo en la misión. Ni siquiera el olor a vómito producido por los nervios de uno de los nuevos cadetes fue capaz de perturbar en lo más mínimo a nuestra nueva compañera. De vez en cuando intentaba verla de reojo para intentar escrutar lo que pasaba por su cabeza, sin embargo parecía tranquila e imperturbable. De seguro confiaba en su entrenamiento, aunque yo podría haber apostado mis condecoraciones a que era su primer viaje no simulado.
 
II
Nos acercábamos a la superficie del devastado planeta Char, un infierno humeante donde podías encontrar la muerte en cualquier sitio, ya fuera en su atmósfera sulforosa y radiactiva, sus rios de lava o en alguna de las miles de madrigueras Zerg que pululaban en el planeta.

Antiguamente Char había sido una colonia minera donde se extraían metales pesados. Se plantearos varios proyectos de ciudades colonias, sin embargo el accionar de las armas nucleares en las guerras confederadas reactivaron el volcanismo del planeta terminando de hacerlo inhóspito para la vida humana. Para colmo de males, Char había sido infestado hace poco por los Zerg, la inmunda raza de insectos que se esparcía peligrosamente por la galaxia. Los Zerg habían encontrado un refugio ideal en Char, y si en un momento los esfuerzos del alto mando se centraron en impedir el avance en el planeta de esta raza, las esperanzas se habían perdido y la mayoría de las expediciones cumplían la doble función de frenar el desarrollo de las colonias y obtener información acerca de esta misteriosa especie alienígena. En especial, era de vital importancia averiguar el por qué la elección de Char como centro de colonización de su colmena.

Al menos eso era lo que les informaban a los militares asignados a esa área.

Bill sospechaba que una razón importante de las misiones sobre la superficie del infernal planeta era usarlos como conejillos de india. Y no estaba lejos de la verdad con aquellas suposiciones, cómo había de averiguarlo.

Las luces rojas se activaron y la cabina se lleno de una atmósfera de tensión y pánico.

Habíamos entrado en la atmósfera y solo faltaban un par de segundos antes que se abrieran las escotillas.

Le hice una seña a Matt para que ayudara al novato a ajustarse el casco. El pobre tipo apenas se podía las rodillas y solo el sistema de suspensión del traje evitaba que estuviera hecho un ovillo en el suelo. Su cara de terror me recordó la primera misión en la que estuve, lo que hizo que mi piel se pusiera de gallina. La nave se sacudió un poco al desacelerarse y la luz se volvió verde. La escotilla se abrió y comenzamos a saltar fuera de la cabina.

Cuando iba cayendo eché una mirada alrededor, nos precipitábamos sobre un campo de cristal, probablemente una zona de recolección de provisiones zerg, lo que me tranquilizó un poco.

Lidiar con obreros era mucho más agradable que con insectos soldados.
 

Por un momento me sentí reconfortado ante la idea de una misión corta y fácil del tipo entrar, matar y salir. Pero el grito desgarrador de Matt por el intercomunicador me hizo entrar nuevamente en razón.

-¡Diablos! ¿Que sucedió? ¡Alguien que me informe de Matt, acabo de perder su señal! –grité por el intercomunicador.

Se escuchó un pequeño zumbido y luego una voz femenina:

-El sargento Sanders ha desaparecido solo un segundo después de aterrizar, les recomiendo reagruparse a la brevedad.

La voz de la mujer me cayó como un balde de agua fría; parecía tener la situación más controlada de lo que yo mismo la tenía a pesar de mis años de servicio.

-Ya escucharon chicos, reúnanse en el punto C089 e informen de su estado cuanto antes. -Atiné a decir antes que ella misma diera la orden.

Era importante reafirmar la línea de mando cuanto antes. Todos sabían que incluso un segundo de dudas podía significar no sólo una vida, sino que un rápido ascenso o descenso en la jerarquía militar bajo el reglamento de zona guerra.

El traje amortiguo muy bien nuestro aterrizaje, por lo que la reunión se ejecutó con rapidez, el único rezagado había sido el novato, que en su nerviosismo había olvidado regular los suspensores por lo que había tenido un aterrizaje no muy elegante. Su traje estaba completamente embarrado y abollado, si no fuera por los nuevos sistemas de amortiguamiento de golpes habría quedado como salsa de tomates en una lata.

Nuevamente me aseguré en tomar la iniciativa.

-Informes, ¡rápido!

-Sin novedad en mi sector.

-Lo mismo señor.

-Colonia minera detectada a las 5 en punto.

-Sin novedad.

-El sargento Sanders desapareció a las 6, al parecer hubo una falla en su sistema de aterrizaje.

Faltaba un solo informe, el del novato, y no lo hice esperar.

Cabo! Reporte!

-Yo, yo ví cu..cu..cuan..ddo Mmmatt mmu..rio Sss…eññor.

-¡Contrólese y hable de una vez! –Grité por el intercom, a pesar de mis intentos por controlarme y mantener la compostura ante el evidente estado de nerviosismo en la patrulla.

El novato seguía con las piernas semiflectadas y sólo el traje especial lo mantenía en pie.

Esta bien cabo, usted debe mantener la sangre fría ante estas situaciones, para eso fue entrenado. Además los trajes no son a prueba de orina, así que póngase firme que tenemos que salir pronto de esto.

-Mi tono esta vez fue más conciliador, y los ánimos se calmaron.

Para mi sorpresa fue Scorch el que tomó la iniciativa y no la mujer.

-Señor, la colonia minera está a sólo medio kilómetro en dirección nor- noreste.

-Pues si es así tuvo que haber un problema en la telemetría de la nave, pues deberíamos haber descendido a más de un kilómetro al sur de los malditos insectos. –Acotó Jack, causando inmediatamente un murmullo en el escuadrón.

-Que estupideces dices Jack, las pilotos jamás fallan en eso. Ya quejicas, paren de llorar y pónganse manos a la obra hay una plaga con la que tenemos que acabar. Diciendo esto, ordené las posiciones y nos pusimos en camino, nadie objetó mis órdenes, pero estaba seguro que cada uno de ellos, quizás a excepción del novato, sabían que había algo extraño en este desembarque.

Caminamos en formación cerrada, alertas a un posible ataque por sopresa de los traicioneros bichos, sin embargo no hubo novedad hasta que llegamos a las inmediaciones del campamento minero. Jack se puso en posición y comenzó recorrer el horizonte con sus prismáticos, informando en voz alta de los detalles.

-Una colmena, y alrededor de una docena de trabajadores sacando mineral señor.

-¿Seguro que ninguna construcción más sobre ese moco asqueroso? –le pregunté al tiempo que le solicité los lentes.

-Seguro Señor. –Me respondió al tiempo que me alcanzaba el aparato de mala gana.

Confiaba en el experimentado Jack, sin embargo esos hombres eran mi responsabilidad y no toleraría ser el culpable de enviarlos a una muerte horrible sólo por un descuido. Sabía que Jack y el resto del escuadrón lo comprendían así, lo que me tranquilizaba.

Los prismáticos confirmaron la aseveración de Jack, sin embargo una punzada en mi estómago me indicaba que algo estaba mal al respecto. En efecto, esos rosáceas y desnudos insectos eran el único movimiento en el campamento enemigo. Aquellos trabajadores descerebrados eran torpes y lentos y además bastante vulnerables a nuestras municiones, por lo que no representaban un peligro mayor. El resto del panorama lo completaba el enorme edificio dónde los obreros depositaban el mineral y dónde se guarecían casi por seguro cientos de húmedas y asquerosas larvas.

No me terminaba de sorprender que esos estúpidos insectos fueran capaces de procesar aquellas vetas de poliminerales que tantos años de esfuerzos e investigaciones de nuestros científicos habían logrado transformar en nuestra principal materia prima para edificios y tecnología, bases de nuestra expansión planetaria.

Aquellos malditos seres asimilaban con total naturalidad aquellos minerales, que en combinación con el misterioso gas vespeno daba origen a variadas y monstruosas mutaciones de sus infinitas larvas. Aquella característica les proporcionaba un potencial terrible que a toda costa debíamos erradicar.

Dada la situación decidí dar la orden de avanzar. Scorch fue el primero en saltar hacia delante y el resto se arrojó tras de él. En sólo unos segundos se encontraban entre medio de la línea de minerales derramando fuego y balas sobre los indefensos insectos que reventaban y se asaban por doquier avanzaba el escuadrón.

Hasta el día de hoy recuerdo con dolor no haberle hecho caso a mi instinto, algo no estaba bien ahí, ninguna defensa, ningún tipo de resistencia. Los insectos empezaron a huir y la patrulla completa empezó a seguirlos. El horror se desató en un segundo. El novato gritaba cómo loco de felicidad mientras apretaba su gatillo sobre el cuerpo de uno de lo trabajadores, cuando de pronto creí ver algo agitarse bajo sus pies, no alcancé a prevenirlo cuando una enorme púa quebró el suelo justo debajo de su cuerpo y lo elevó en el aire un par de metros. En ese preciso instante escuché el grito desgarrador de varios más por el intercomunicador y cuando me voltié a verlos, pude comprobar con espanto que la gran mayoría se encontraba ensartados en esas pavorosas púas. Algunos con suerte pudieron huir y otros con menos fortuna fueron alcanzados en extremidades y se encontraban alzados en el aire gimiendo de dolor.

De pronto todos los que se encontraban suspendidos en el aire cayeron al suelo estrepitosamente, y dos bultos no volvieron a moverse:

Chang y el novato.

Sin tiempo para reagruparnos las puas volvieron a subir, rematando a los heridos con quirúrgica precisión. Jack, Scorch, la chica y yo corrimos mejor suerte y nos refugiamos tras la línea de minerales.
III
Todo había sucedido tan rápido que no habíamos tenido tiempo de hablar ni de pensar en la situación. Ahora que estábamos fuera del alcance de esas mortíferas espinas, pudimos mirarnos y tomar cartas en el asunto.

-Parece ser un tipo de estructura subterránea que detecta el calor o el movimiento. –Declaró Jack con asombrosa calma.

-No creo que se trate de un edificio sargento, más bien me parece que es un tipo de organismo adaptado a ese tipo de combate. –Interrumpió la mujer, que por primera vez hablaba desde el desembarco.

-Que mejor entonces. –Aulló Scorch, pónganme a su alcance y lo freiré en un santiamén.

-Dudo que eso sea tan fácil amigo. -Le dije en un tono de humor que contrastaba con la situación. A no ser que seas tan bueno con una pala cómo lo eres con tu soplete.

No será necesaria una pala capitán, mire atrás de usted. –Dijo con asombro Jack, indicándome un lugar a mis espaldas.

Me di vuelta a mirar y no pude dar crédito a lo que me mostraban mis ojos.

La tierra se sacudía con violencia un par de metros del lugar dónde yacían los cuerpos de nuestros compañeros, cómo si un pequeño terremoto se hubiera hecho dueño del lugar.

La vibración del suelo me recorrió la espina y por un momento sentí que se me entumecía el cuerpo al comprobar que unas patas quitinosas gigantes de aferraban a la superficie, elevando un cuerpo que parecía ser el de un arácnido gigante, el cual terminó de erguirse un par de metros sobre la superficie, dejando un agujero enorme bajo su vientre, donde la tierra comenzó a llenarlo a medias, al mismo tiempo que su correosa y brillante piel se sacudía los restos de material.

La criatura se volteó hacia nosotros al tiempo que su cuerpo se contraía con movimientos nerviosos y rápidos, cómo si el mismo sol o el aire fueran un terrible suplicio.

Me recordó el comportamiento de aquellas cucarachas que solían pulular en la calle dónde arrendaba antes de entrar a la milicia.

Cuando se veían expuestas a la luz de los faroles corrían a refugiarse al desagüe más próximo, cómo si su vida dependiera de aquello.

Odiaba aquellos insectos, y solía disfrutar de exterminarlos manualmente. Pero por lástima, en esta ocasión iba a ser más difícil que ponerles una bota encima.

Con ese asqueroso y rápido movimiento que caracteriza a los zerg, el monstruo se acercó a un par de metros de nosotros, guardando la distancia.

Fue entonces cuando Scorch con un gritó destemplado emprendió contra el bicho chorreándolo con su llama líquida, dándole de lleno en lo que parecía ser la zona de su cabeza. El bicho emitió un chillido agudo que de no ser por nuestros cascos habría hecho puré nuestros tímpanos.

Hecho esto y contrayéndose espantosamente, el monstruo retrocedió un par de pasos y comenzó a escarbar un agujero, al tiempo que Scorch seguía rociándole napalm en el lomo. A pesar de ser tan grande y de apariencia torpe, el bicho desapareció en sólo un par de segundos bajo tierra. Mientras Scorch gritaba su victoria a viva voz.

-Lo hice capitán! Ponga un bicho más a mi lista de condecoraciones y este vale por dos ya que era bien gordo y feo!

No hubo tiempo de prevenirlo, Scorch vociferaba hacia nosotros con las manos en alto, de espaldas al agujero, por lo que no vió venir la nueva corrida de espinas, una de las cuales lo rajó por la mitad, separándolo por primera vez de su querida arma de combate.

El cuerpo de Scorch quedó esparcido por todas partes, al mismo tiempo que las púas volvían a hundirse en el suelo cómo si se tratara de mantequilla.

No sabía que hacer, me giré a buscar la mirada de la mujer y me encontré con unos ojos grandes de espanto.

En ese momento vi todo en cámara lenta. Su mano comenzaba a elevarse y escuché por el intercom su voz diciendo: ¡Cuid….!, antes que terminara la frase vi de reojo cómo una espina salía a escasos metros de mi cuerpo a mis espaldas.

Antes que pudiera reaccionar, sentí un golpe que me envió a piso y una punzada de dolor en mi pierna.

Casi perdí el conocimiento con el impacto, pero la voz en mi casco retumbó fuerte en mi cabeza y me hizo despabilar.

-Capitán! Me escucha? Puede moverse?

La voz de la mujer parecía llegar desde la distancia y me costó trabajo recordar dónde me encontraba.

De pronto todo vino a mi mente de golpe, el desembarco, la emboscada, el bicho gigante y mi caída.

Me intenté incorporar, pero el dolor me lo impidió, mi pierna estaba fracturada y sentía cómo empezaba a entumecerse rápidamente por la falta de sangre, que corría por el interior de mi traje cómo un tibio recordatorio de lo que me quedaba de vida.

Me giré todo lo que pude para ver indicios del monstruo y para ver la magnitud de mi herida.

Y me topé con un terrible descubrimiento.

Jack yacía a mis pies con una enorme perforación en su pecho y el casco rojo de sangre, que sólo dejaba ver unos ojos abiertos mirando al vacío.

Nuevamente intenté moverme, pero esta vez el dolor fue peor y dejé escapar un quejido de dolor que reverberó en el interior de mi casco cómo si se tratara del grito de otra persona.

-¡Quédese quieto, que empeora las cosas! Era ella que se encontraba a mis pies y me sujetaba las piernas con una pericia digna de un titiritero y su marioneta. Iba a protestar, a decirle que me dejara allí y volviera a la nave. Pero justo en ese momento sucedió un milagro. De sus guantes (que hasta el momento no me había percatado que eran mucho más delgados que los nuestros), surgió una luz blanquecina que inmediatamente devolvió el calor a mi pierna. De pronto el líquido tibio dejó de sentirse en mi traje y una sensación reconfortante me devolvió mis sentidos.

No terminaba aún de asombrarme de lo que estaba pasando, cuando sentí un nuevo temblor en el suelo.

La mujer se incorporó rápidamente y con un grito que difería de sus angelicales cuidados me dijo:

-¡Párate, ya estás bien, no hay tiempo que perder!

Para mi sorpresa le hice caso con absoluta fe y con un rápido y entrenado movimiento, me levanté del suelo justo a tiempo para esquivar una mortal espina que de seguro me habría dado el descanso eterno.

Corrimos hacia la línea de mineral y antes que el bicho volviera a hacer algún movimiento, revisé mi visor y emití una señal de emergencia.

-¡Solicito escaneo profundo en el sector C078 inmediatamente!

Crucé los dedos, esperando que mi mensaje llegara a tiempo y fuera procesado con velocidad por el centro de comando.

Preparé mi rifle de asalto y esperé la llegada de la información.

Cuando ya perdía las esperanzas y un nuevo temblor empezaba a sacudir el terreno, mi visor me envió una imagen infraroja del lugar, indicando con precisión el lugar dónde se alojaba el maldito insecto.

Con presteza y antes que la mujer se me anticipara, me arrojé hacia el objetivo para entrar en rango de disparo. Las balas de uranio empobrecido comenzaron a horadar el suelo justo sobre la mancha que me indicaba el visor y con gusto pude comprobar que se agitaba en su propia madriguera.

Me mantuve justo en el rango de mi arma, con el fin de poder observar la dirección de las púas que comenzaron a salir justo desde el punto rojo de mi pantalla.

A unos cuantos metros al frente mío, contabilicé rápidamente la velocidad con la que aquellas espinas se sucedían y con un certero salto me corrí de su alcance justo antes de que llegaran a mi cuerpo, sin parar de disparar hacia la maldita masa subterránea.

La maniobra era complicada, pero mi entrenamiento y la situación me eran absolutamente favorables.

Seguí esquivando aquellas púas mientras le disparaba al maldito insecto con una velocidad similar a la que sentí con aquellas drogas experimentales en mi primera expedición a Mar Sara. Probablemente era el efecto reciente de la medicina de mi compañera o la adrenalina que de seguro estaba por hacer estallar mi corazón.

El contador de municiones estaba por llegar a cero y creí por un instante que todo estaba perdido, el maldito monstruo era increíblemente resistente y no parecía hacerle mayor daño con mis balas. Sin embargo el bastardo al fin se dio por vencido, las púas quedaron a medio salir y un asqueroso y viscoso fluido comenzó a emanar de entre las grietas.

La mujer médico pasó al lado mío y sin agradecerme ni decirme nada, se acercó a las grietas con una especie de maletín que yo había pensado que era un botiquín.

Sacó unas fotos y unas muestras del bicho y cuando hubo terminado la operación se acercó a mí diciendo:

Felicitaciones capitán, sin embargo temo decirle que usted está bajo arresto.

-¿Qué dices?, que yo estoy bajo arresto? pero que demo..! –no alcancé a terminar mi frase cuando la mujer estaba atrás mió y con un certero golpe me ponía de rodillas en el suelo.

Justo en aquel instante escuché el ruido de una nave de transporte y pude ver cómo una decena de hombres armados descendían. Uno de ellos me apuntó, mientras otro grupo borraba con fuego toda huella de nuestro encuentro.

-¡Déjamelo a mí, es una orden! Le dijo la mujer al soldado, al mismo tiempo que sentí un pequeño pinchazo en mi cuello.

Todo comenzó a nublarse y lo último que pude ver fueron los hermosos y fríos ojos de aquella mujer que me atravesaban el alma.

Algo me decía que no iba a ser la ultima vez que los viera.

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